miércoles, 31 de julio de 2013

                      LA ALBA EN DECADENCIA

                                 

Los gobernantes de la ALBA no cesan de hacer el ridículo, ésa parece ser su vocación. Los gobiernos serios de la región y el mundo los soportan porque no les queda otra alternativa, pero entre bastidores los desprecian.
Los albanos se caracterizan no sólo por la reiteración insufrible y aburrida  de un discurso cargado de anacronismos políticos, de una retórica de naftalina, cada vez que se reúnen en sus aquelarres. También llaman la atención por las ideas extravagantes que suelen plantear, producto de una ideología demencial.
Como se sabe, la ALBA es una suerte de junta de gobernantes en la que se han congregado hasta el presente los beneficiarios de las dádivas provenientes del petróleo venezolano. Desde allí Chávez quiso levantar una organización que promocionara su  proyecto político-ideológico. Con ese grupo, pretendía condicionar y controlar apoyos internacionales que le permitieran consolidarse en el poder en su país. En ningún momento, pensó que para Venezuela tales vínculos le proporcionarían algún provecho económico. La cuestión era regalar lo que supuestamente sobra en nuestro país, sin esperar una contrapartida. Así se entiende la “solidaridad” en el socialismo del Siglo XXI.
El petropopulismo y su expresión internacional, la diplomacia petrolera,  ha sido el arma utilizada por el chavismo para ganar adhesiones oportunistas. Ingentes recursos financieros han drenado a un grupo de países necesitados de ayuda y de productos energéticos a precios subsidiados. A Cuba le ha tocado la parte del león en esta operación de manirrotismo insólito.
Pero la jugada, hasta ahora, ha dado buenos resultados para los intereses políticos de los bolivarianos.
Nicolás Maduro pretende seguir la senda señalada por el finado presidente. Con la diferencia de que los enormes recursos han mermado, gracias a una política económica desastrosa, el despilfarro y la corrupción, factores que han colocado la crisis económica nacional encima de los venezolanos.
No obstante, para los más “resteados” con la ALBA, es menester mantener la cohesión en el frente internacional, y esta organización, a pesar de que tiene un peso muy modesto, es, al menos, una plataforma para aparentar fortaleza. Y quizás también para mostrar los dientes que no se tienen, lo que puede servir de algo.
La última extravagancia y risible idea proveniente de un gobernante de esa “Corte de los Milagros” que es la ALBA, es la que plantea la creación de una organización militar, al estilo de la OTAN, entre los países de ese grupo.
En este caso, el disparate y el ridículo son del señor Evo Morales. 
Cualquier observador sensato que lea esas declaraciones debe quedar turulato con tal despropósito. Países, como dice la expresión popular, que en su mayoría no tienen en dónde caerse muertos ¿creando organizaciones militares, cuando tienen tantas necesidades sociales apremiantes?
Esto es solo propio de gobernantes delirantes, paranoicos.
En la reunión reciente en Quito, además de arremeter de manera absurda contra el sistema hemisférico de protección de los Derechos humanos y el nuevo esquema de integración Acuerdo del Pacífico, plantean los albanos la creación de una “zona económica poderosa, alternativa al libre comercio”, a la cual invitan a Mercosur.
Imagino a muchos mercosurianos preguntándose “cómo se come eso”. En un mundo interdependiente como el actual ¿cómo se crece y desarrolla un país sin libre comercio y confrontando a todos con una ideología demodé?
Una vez más los de la ALBA demuestran que su interés no es la integración económica y comercial sino la ideología. Correa, quien aspira a liderar el grupo después de la muerte de Chávez, lo dijo claramente esta semana: “es una declaración de conceptos, ideológica, política, como debe ser básicamente este foro, basta de satanizar la política.
Sin los dólares del petróleo venezolano, la ALBA comienza su declive ineluctable.
Con retórica hueca e inútil es muy difícil construir países prósperos y fuertes.

EMILIO NOUEL V.



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