domingo, 27 de febrero de 2011

DERRIBAR A GADAFI DEL PODER: IMPERATIVO MORAL


La conducta repudiable del gobierno del tirano Muammar Gadafi en estos días en que el pueblo libio salió con todo coraje a conquistar su libertad, levanta de nuevo el tema de la legitimidad de la intervención de la comunidad internacional ante casos espantosos de violación de los derechos humanos, cercanos al genocidio.

Así como en la vida corriente no se puede permanecer impávido al ver que tu vecino está matando a sus hijos y esposa, en el campo internacional, moral y jurídicamente, no podemos cuestionar que países u organizaciones internacionales actúen para frenar matanzas de ciudadanos o impedir que se cometan violaciones masivas de los derechos humanos.

Estas situaciones, desde luego, estremecen la conciencia de los hombres y mujeres de bien de todo el planeta.

Kosovo, Rwanda o Sudán son sólo tres ejemplos espeluznantes de matanzas motivadas por razones políticas, étnicas o religiosas, ante las que cualquier ser humano con sensibilidad no puede ser indiferente.

En presencia de estas carnicerías perpetradas por gobernantes asesinos y enloquecidos, ya no es ético sostener los principios absolutos de soberanía y de no intervención, muy caros al Derecho Internacional tradicional.

La sacrosanta soberanía absoluta de los Estados es un anacronismo, una rémora, en un mundo globalizado, interconectado y con fronteras cada vez más permeables, como el nuestro. Detrás de ella no pocas veces se han atrincherado los déspotas más repulsivos. De allí que el concepto de soberanía, hoy, no sólo sea un concepto inútil, sino también éticamente sospechoso.

A propósito de este tema de la soberanía, el jurista Hans Kelsen decía que tal concepto debía ser extirpado. Y Politis, por su parte, afirmaba que: “O el estado es soberano, y entonces él no estaría sometido a reglas imperativas, o él está sometido a ellas, entonces no es soberano.”

Por otro lado, y ligado íntimamente a este tema está el de respeto y garantía a los derechos del hombre, toda vez que la naturaleza humana es una, independiente del país al que se pertenezca. Los valores de la libertad, la democracia y del respeto a la vida, deben ser iguales para todos: negros, blancos o amarillos; cristianos, judíos, ateos, budistas o musulmanes. Gracias a los avances del Derecho Internacional, aquellos valores y principios se han convertido en normas de obligatorio cumplimiento.

Cuando se cometen actos monstruosos como los que está perpetrando Gadafi contra su pueblo, no existen fronteras físicas, morales o jurídicas que valgan. Es una obligación imperativa de la comunidad internacional intervenir para frenar desmanes como los de los gobernantes libios.

El filósofo francés André Glucksman lo ha expresado muy elocuentemente: Cuando un régimen somete a su población al suplicio, las sociedades democráticas tienen el derecho de intervenir mediante la palabra y la escritura, sin duda; mediante asistencia, desde luego; mediante presiones diplomáticas o financieras, por supuesto; y mediante armas, si es necesario. El derecho de injerencia procede de la ley no escrita de Antígona.

Obviamente, aún hay muchos gobernantes o políticos que no se atreven a defender este derecho natural imprescriptible y necesario, porque siguen reaccionando con los paradigmas de antes. Otros no lo hacen por interés político o económico.

Precisamente, por la defensa a ultranza de estos intereses, es que hombres como el sanguinario Gadafi se han consolidado en el poder, gracias a la complacencia de gobernantes democráticos.

La comunidad internacional tiene ahora la preciosa oportunidad de actuar de manera ejemplar. No sólo denunciando a Gadafi y sus matachines, como ya lo ha hecho, en la Corte Penal Internacional, o cortando suministros militares o bloqueando cuentas bancarias, sino también ayudando activamente a sacarlo del poder a la brevedad; y no permitiendo la posibilidad, hoy remota, pero posibilidad al fin, de que retome el poder perdido.

Y que los tiranuelos de otros rincones del planeta, vayan tomando nota.

EMILIO NOUEL V.

domingo, 20 de febrero de 2011

UN CHUECO NEGOCIO LLAMADO ALBA...PARA LOS VENEZOLANOS


Cualquier país pequeño o grande que se precie, persigue, por sobre todas las cosas, promover sus intereses económicos en el ámbito internacional.

Esta verdad de Perogrullo, sin embargo, al gobierno venezolano le rueda. Su conducta internacional está dirigida a objetivos más trascendentes: ¡la revolución mundial contra el capitalismo¡ y construir el cielo en la tierra. Una política exterior en provecho del pueblo venezolano sería un despropósito al lado de tan excelsos fines.

Un ejemplo patente de este proceder absurdo y antinacional lo tenemos en un grupo que llaman ALBA, el cual, de acuerdo con la retórica gubernamental, sería una iniciativa de naturaleza integracionista.

La integración económica internacional, como la conocemos, busca conectar las economías mediante el establecimiento o incremento de relaciones comerciales, con el propósito de crear espacios económicos más amplios, eliminando obstáculos y discriminaciones entre las economías que se integran. Lo que se procura, en definitiva, es crear progresivamente un área común en la que los bienes se intercambien, las políticas se armonicen, las leyes se uniformen, los transportes y las comunicaciones faciliten, las inversiones y capitales fluyan libremente y los trabajadores puedan circular sin restricciones, todo con vista, en algunos casos, a integraciones políticas supranacionales.

De lo que se trata, en fin, es de instituir y solidificar lazos materiales que vayan haciéndose permanentes, irreversibles, no porque lo diga una teoría comercial o lo haya soñado un visionario, sino también porque a los países les conviene para el crecimiento, desarrollo y el bienestar de sus ciudadanos.

Esa es precisamente la idea de la integración. La retórica rimbombante y los discursos estridentes no sirven para este propósito. Porque todo pasa por poner en práctica mecanismos concretos y permanentes.

Decir que lo que se persigue es “la integración de los pueblos” es palabrerío demagógico e inútil si no se pone en obra los instrumentos prácticos que llevarán a la deseada integración.

La ALBA no dispone de un solo mecanismo concreto. No existe en sus documentos una norma que regule materia alguna de integración. Busque el lector en ellos una mención de tarifas arancelarias, listas de productos a comerciar o negociar, normas de origen, salvaguardias comerciales, competencia desleal, un régimen de inversiones reciprocas y/o extranjeras, plazos, o a cualquiera otra materia relativa al tema. Perderá su tiempo porque no la va a encontrar.

La ALBA es un tinglado político clientelista inventado por Chávez para repartir entre países cuyos gobernantes le son afines ideológicos, fondos provenientes del petróleo que le aseguren apoyos internacionales. Es eso y nada más. Pero lo peor de todo es que nada aporta a los intereses de nuestro país.

Veamos con cifras duras 3 ejemplos de este mal negocio para Venezuela. Tomemos los casos de Cuba, Bolivia y Nicaragua.

¿Qué hacen estos países con lo que les damos, y que puertas adentro escatimamos cuando de nuestras propias necesidades se trata? ¿Cuáles y cuántos productos de nuestros industriales o agricultores adquieren? Y de lo que nos compran ¿Cuánto pagan?

CUBA

Este país, en 1999, compró al nuestro productos por el orden de los 460 millones de dólares, y en 2009, sólo 167 millones. Al mismo tiempo, Cuba exportó a Venezuela en 1999, 13.3 millones de dólares y en el 2009, 522 millones (Cifras de SICEX, ALADI).

Por otro lado, en el período 2005-2010, fue anunciado por el gobierno venezolano un gasto de 34.400 millones de dólares para Cuba. (Cifras de CIECA)

La forma como este país paga a Venezuela es mediante trueque, y se desconoce la fórmula para establecer el valor de los servicios que ejecuta en nuestro país.

BOLIVIA

En el caso de este país, en 1999, compró al nuestro 21 millones de dólares; en el año 2008, 252 y en el 2009, 310 millones. En estos años, Bolivia exportó a Venezuela, 19 millones de dólares, 264 y 290, respectivamente. (Cifras de SICEX, ALADI).

Para el periodo 2005-2010, el gobierno bolivariano ha anunciado gastos por el orden de los 8.859 millones de dólares en Bolivia. (Cifras de CIECA)

NICARAGUA

Este país adquirió de Venezuela en el 1999, bienes por el orden de 6 millones de dólares; en 2008, 14 millones, y en 2009, 33 millones. Exportó al nuestro país en las mismas fechas, 98, 7 y 480 millones, respectivamente. (Cifras de SICEX, ALADI).

Para Nicaragua, el gobierno de Venezuela ha anunciado gastos durante el periodo 2007-2010, por la cantidad de 7.920 millones de dólares, (Cifras de CIECA)

El total de gasto anunciado por el gobierno en ALBA es de 62.633 millones. En el 2005 el gasto para todos los que conforman ALBA fue de 2.122 millones, siendo CUBA, prácticamente, la única beneficiaria, con 1.879 millones de dólares (Cifras de CIECA)

Las cifras señaladas no pueden ser más elocuentes. El desbalance es pasmoso. La sangría de nuestro país, a cualquier observador tiene que sobrecoger.

La carga en términos comerciales y financieros que se ha echado encima el gobierno venezolano es injustificada, antinacional y perversa; la deuda que tienen estos países con el nuestro, ni siquiera es honrada debidamente, a pesar de las facilidades que se les han conferido. Definitivamente, estos vínculos político-ideológicos significan para nuestro país un peso muerto inaceptable.

No hay discusión, la ALBA es un pésimo negocio para Venezuela; además, es un proyecto inmoral porque constituye una afrenta, un desprecio, hacia los que en nuestro país están necesitados de vivienda, salud, educación y seguridad.

EMILIO NOUEL V.

martes, 15 de febrero de 2011

Silencio y desconcierto en la elite francesa


Martes 15 de febrero de 2011

Luisa Corradini
Corresponsal en Francia

PARIS.-- El silencio es ensordecedor. Ese oxímoron refleja claramente el profundo desconcierto que invade los medios intelectuales franceses desde que comenzó la actual crisis del mundo árabe. En Les Deux Magots, el Café de Flore y los otros templos bohemios de Saint-Germain-des-Prés y el Café des Phares en la Bastilla, los herederos de Juan-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Albert Camus no consiguen explicar -ni comprender- el alcance de la rebelión que se extiende desde Túnez hasta el extremo de la península arábiga, a las orillas del Mar Rojo.

Ese desconcierto obedece tanto a las dificultades para imaginar una democracia en el mundo árabe como al temor que inspira el islamismo y las amenazas que pueden acechar a Israel.

"La ceguera de las elites francesas, que van de vacaciones a Túnez o tienen residencias de verano en Marruecos, es cultural e incluso racista", denunció el médico tunecino Moncef Marzuki, que pasó varios años en las cárceles de Ben Alí por militar en defensa de los derechos humanos y las libertades políticas. Marzuki no oculta su sorpresa -y su indignación- por la actitud reservada de los escritores, artistas y filósofos franceses.

En otras circunstancias, esas figuras de referencia apoyaron todas las manifestaciones de protesta contra los regímenes prosoviéticos de Europa del Este; en 2003 no vacilaron en condenar la intervención de Estados Unidos en Irak y, más recientemente, condenaron la reelección del presidente Mahmoud Ahmadinejad en Irán.

"Túnez y Egipto son otra historia", afirmó sorpresivamente el filósofo Alain Finkielkraut, que en los últimos años se alejó progresivamente de sus posiciones de izquierda para acercarse a la derecha y terminar apoyando la candidatura presidencial de Nicolas Sarkozy en 2007. Egipto y Túnez "son países sin tradición democrática. En Europa del Este, había una elite opositora al comunismo heredera de una gran tradición", que perduró hasta que fueron ocupadas por la ex URSS.

El padre de los "nuevos filósofos", Bernard Henri-Lévy, que posee un suntuoso palacete en Marrakech, fue más prudente al evaluar la madurez de los egipcios. Pero no pudo evitar lanzar una advertencia sobre los riesgos que implica abrir el juego a la Hermandad Musulmana y la "perspectiva de un Egipto que gira al fundamentalismo de Estado (versión sunnita de lo que Irán representa para el chiismo)".

André Glucksmann, que realizó un gigantesco salto mortal de las barricadas de mayo de 1968 hacia la derecha para terminar apoyando a Sarkozy, también se alarma por los riesgos: "Alegrémonos de las revoluciones árabes. Pero no las elogiemos [porque] las acechan riesgos y peligros".

Esos comentarios suscitaron el sarcasmo del ex guerrillero y ex asesor de François Mitterrand, Régis Debray. Reconvertido desde hace años al gaullismo y la fe cristiana, el filósofo dijo: "¿Qué se puede esperar de gente que pasa sus vacaciones en sus palacetes de Marrakech, Túnez o Egipto?".

Alexander Adler, que se convirtió en analista internacional del diario conservador Le Figaro después de haber militado durante 20 años en el Partido Comunista, también se interroga sobre la amenaza de que la revolución egipcia "desemboque en una dictadura integrista" y califica al ex presidente de el OIEA, Mohammed el-Baradei, de "caballo de Troya interesado de la Hermandad Musulmana".

El miedo al islamismo se explica, según Debray, porque "no saben qué pensar de los movimientos populares que, tarde o temprano, pueden convertirse en una amenaza para Israel".

El ensayista Olivier Mongin, director de la revista católica Esprit , explica que -a fuerza de repetir que "más vale Mubarak que Ben Laden"- los intelectuales cayeron en una trampa: "Toda su dificultad consiste en concebir que puedan surgir valores democráticos en culturas diferentes".

El desconcierto también fue atribuido a la pérdida de influencia de los intelectuales comprometidos en un mundo banalizado sin ideologías ni causas sublimes, como esos combates épicos entre izquierda y derecha que caracterizaron la vida política y cultural desde el siglo XIX hasta la caída del Muro de Berlín. En un libro publicado en 2000, Régis Debray profetizó, incluso, "el fin" de los intelectuales: "Lo que cambió fue la naturaleza de la política en Occidente", estimó en «I. F. [Intelectual Francés] continuación y fin». Como epílogo de esa provocación, propuso "emanciparse" de los intelectuales.

El historiador Daniel Lindenberg fue aún mucho más descarnado al analizar el comportamiento reciente de la intelligentsia de la rive gauche : esa actitud, que traduce un "prejuicio racista", es la consecuencia de un progresivo deslizamiento de los intelectuales franceses hacia posiciones "neoconservadoras". "Muchos intelectuales piensan en el fondo que los pueblos árabes son atrasados congénitos que sólo entienden la política del garrote", sentenció.

DE EMBUSTEROS, FANTASIOSOS Y CHAPUCEROS


En efecto, el que padecemos los venezolanos desde hace 12 años se parece más a la Corte de los Milagros de la que nos hablan los relatos de la Edad Media, que a un equipo normal de gobierno.

Aquella corte sabemos que estaba formada por embaucadores, echadores de carta, falsos ciegos y mancos, y toda suerte de truhanes y malvivientes.

Por muy críticos que hayamos podido ser con una administración gubernamental en distintas épocas, los cuestionamientos que emergen sobre la actual necesariamente deben ser de otra índole. Sin duda, el parangón resulta dificultoso, habida cuenta de los personajes que llevan las riendas en este caso.

En todo tiempo y lugar, los gobernantes han hecho promesas a granel que han incumplido y también han mentido sobre sus ejecutorias. Nada hay nuevo bajo el sol al respecto.

No obstante, cuando observamos el que tenemos enfrente en nuestro país, los parámetros estallan en cualquier sector que escojamos para su evaluación.

Es sabido, desde que el Grupo La Colina, entre otros, dijo, unos años ha, que el venezolano es un gobierno híbrido, suerte de combinación de rasgos de regímenes autoritarios conocidos, que estábamos lidiando con un fenómeno político singular. Que su tratamiento debía serlo también. Que la composición de esta fuerza llamada chavismo era variopinta, y que esto exigía un esfuerzo de comprensión mayor, a los fines de afinar estrategias e iniciativas políticas para combatirlo.

Así, en relación con la ejecutoria concreta de gobierno, el esfuerzo de comprensión debía ser también especial.

¿Cómo calificar un gobierno que no sabe ni siquiera distribuir bombonas de gas? ¿Cómo catalogarlo cuando sus políticas generan desabastecimiento hasta de toallas sanitarias femeninas? ¿Qué nombre podemos ponerle a un gobierno que en las escuelas no sabe enseñar a escribir su nombre a los niños? ¿Qué diablos realmente es esto que mal administra y despilfarra los dineros públicos y nos está lanzando a la anomia social?

Nunca antes habíamos oído tantos embustes juntos desde las alturas del poder. Y dichos con toda la naturalidad posible que puede admitir un cinismo sin par.

Cómo los venezolanos vamos a creer ofertas fantasiosas al estilo de las de las 2 millones de viviendas en 6 años, a sabiendas de la incompetencia demostrada durante 12 años en ésa y otras materias, y del desastre provocado en las empresas que deberán suministrar los insumos necesarios para tales planes.

Cómo vamos a confiar en unos funcionarios que han hecho de la chapuza su divisa, por carecer de formación y experiencia. Que producen a diario fallas en la telefonía básica, en conexiones de Internet y en la electricidad. Que han creado laberintos kafkianos para cualquier trámite, sobre la base de que todos somos unos corruptos, ignorantes y tracaleros, igual que ellos.

La última década, el gobierno ha sido tomado por asalto por una caterva de incompetentes y corruptos, que pretenden mantenerse allí con embustes y proyectos fantasiosos e irrealizables, que siempre remiten al futuro que no llega jamás.

Afortunadamente, es cada vez menor el número de venezolanos que les creen sus mentiras y ensoñaciones delirantes. La mayoría les dará su merecido en el 2012, que no quepa la menor duda.

EMILIO NOUEL V.

lunes, 7 de febrero de 2011

LO DE FERNANDO VEGAS: ¡DE VÓMITO¡

Durante estos años de revolución bolivariana hemos tenido la oportunidad de presenciar o experimentar cualquier tipo de conductas políticas repulsivas, aborrecibles o nauseabundas; como nunca antes.

El doble discurso, la doble moral, las maromas políticas más insólitas y la obsecuencia más indigna, se han mostrado con la mayor naturalidad y desparpajo.

Hombres y mujeres que pensábamos tendrían un mínimo de decoro, de honorabilidad, de autoestima personal, independientemente de la ideología que profesaran, los hemos visto arrastrarse en el estiércol de la adulancia y la desvergüenza más grosera y podrida. Catedráticos universitarios de las facultades de Derecho, que una vez fueron respetables, se han prestado para las más grandes marramucias, echando mano de interpretaciones jurídicas a cual más descabelladas y retorcidas.

Lleva razón el periodista Alonso Moleiro cuando en su artículo sobre el reciente discurso del magistrado Fernando Vegas afirma que estamos viviendo uno de los momentos más oscuros y sombríos de la vida institucional de Venezuela.

Y eso es lo que hemos venido diciendo, en tanto que profesionales del derecho, muchos venezolanos que nos hemos consagrado a ese oficio como medio de vida.

Los supuestos abogados al servicio del Tirano no sólo han degradado a la profesión y los tribunales, corrompiéndolos y vaciándolos de todo contenido ético y doctrinario a extremos más allá de los mínimamente aceptables, sino a ellos mismos en tanto que seres humanos que han perdido todo sentido de la ecuanimidad, del honor y de los principios que nos enseñaron verdaderos juristas en las aulas universitarias.

El discurso de Vegas es repugnante, vergonzoso. Mayor sumisión al mandamás no es concebible. Allí, ya no hay ni siquiera una simulación de independencia del poder judicial frente al ejecutivo. No hay recato alguno en pisotear los principios constitucionales. El derecho es lo que diga el Führer de Miraflores, como lo señalaban los juristas del Horror de la Alemania nazi. Es la voluntad del Tirano y no la letra o el espíritu de la ley la que determina las decisiones de los jueces. Es la voz del comandante-presidente quien sentencia a través de nosotros, pudo decir prácticamente Vegas.

El discurso de Vegas es una muestra más de la circunstancia ignominiosa que está viviendo la administración de justicia en nuestro país. La politización de la Justicia y/o la judicialización de la política son los signos de estos tiempos oprobiosos para Venezuela.

Sin lugar a dudas, lo de Vegas es de vómito.

EMILIO NOUEL V.

martes, 1 de febrero de 2011

MEDIO ORIENTE: LA LIBERTAD A PRUEBA


Los acontecimientos políticos en el mundo árabe, inesperados como la caída del Muro de Berlín, han generado reacciones matizadas o contrastantes entre los ciudadanos de aquí y de allá, entre los distintos gobiernos del mundo, y, por supuesto, entre los analistas y especialistas de los asuntos internacionales.

El que caigan unos gobernantes autoritarios atornillados por muchos años al poder a punta de represión y de ahogo de las libertades, obviamente, es razón suficiente para el júbilo. A cualquier demócrata y/o libertario, estas revueltas civiles les tienen que resultar, a primera vista, positivas y motivo de regocijo. ¿A quien no?

No obstante, algo que vemos, digámoslo así, desde el plano de los principios y también del compromiso, cuando aterrizamos en el duro y complejo mundo de las realidades, se echan sobre nosotros los peros, las advertencias, las dudas; en suma, las consideraciones de otra naturaleza que nos ayudan a ver un poco más allá de las primeras impresiones, y porqué no, de las emociones que nos pueden producir pueblos luchando por liberarse de tiranos.

Frente a los hechos que están teniendo lugar en Túnez, Egipto y otros países del Medio Oriente, uno no puede sustraerse de la circunstancia de que se están dando, precisamente, en el Medio Oriente, una región muy inestable del planeta.

Ésta, como se sabe, desde el punto de vista de la geopolítica y la economía mundial, tiene una significación que la trasciende.


Lo que allí ocurra puede repercutir de forma determinante en el resto del mundo, más temprano o más tarde. No hace falta recordar aquí lo que representa relativamente en términos de la energía que produce y exporta.

Por otro lado, en esa región, desde el ángulo de la geoestrategia o geoeconomía, se ubican rutas importantes de comercio y de control del petróleo (Canal de Suez, Estrecho de Ormuz, Delta del Nilo, Golfo de Aden, Kuwait, Irak, Palestina).

No podemos olvidar tampoco que en esa región se encuentra un país como Irán, cuya influencia política, militar y económica es también religiosa.

Israel es el otro dato no menos importante en este entorno. Es un país que contrasta con el resto. Es el único moderno y con instituciones democráticas arraigadas. Su identificación con el mundo llamado occidental es clara. Sin embargo, está rodeado de países cuyos gobiernos y poblaciones, en su mayoría, son sus enemigos.

Israel es protagonista de unos de los conflictos más sensibles y no resueltos, el de Palestina, con el cual han tenido que ver casi todas las potencias mundiales, en especial, EEUU.

De modo pues que no podemos permanecer indiferentes con lo que ocurra en esa región.

En los días que corren uno de esos países está viviendo situaciones dramáticas. Es el más importante por su importancia geopolítica: Egipto. Éste no es comparable a Túnez, Jordania o Yemen. El resultado de la crisis egipcia tendrá consecuencias no sólo en el Medio Oriente, sino también en el mundo. Egipto ha contrarrestado a un Irán que persigue hegemonizar en la región. Este país ha llevado buenas relaciones con las potencias occidentales. EEUU le ha dado durante más de 30 años una ayuda que está alrededor de 2000 millones de dólares anuales.

Egipto es entonces un factor de equilibrio en la zona. Así ha ido y así debería seguir siéndolo. Egipto ha logrado un modus vivendi pacífico con Israel.

El gobierno egipcio, por otro lado, ha combatido el fundamentalismo islamista. Ha puesto a raya, ilegalizándola, a la llamada Hermandad Musulmana.

Sin embargo, el gobierno de Hosni Mubarak, por 30 años en el poder, no ha comprendido la necesidad de las transformaciones democráticas, de modernidad económica y de justicia para su país.

Definitivamente, ha llegado el momento de que se vaya. Debe abrirse un proceso de transición a la brevedad, que enrumbe al país por caminos de libertad y bienestar. De inmediato, deben ser incorporados al gobierno representantes de las fuerzas políticas de oposición. Pero, igualmente, debe impedirse también que tomen cuerpo de manera decisiva en el gobierno de transición, tendencias religiosas oscurantistas y demenciales. Ese peligro está allí, latente. No hay que olvidar la experiencia de la caída del Sha de Irán. Hay que evitar, por tanto, que el caos social se apodere de Egipto. La normalidad de la vida cotidiana debe regresar, y el nuevo gobierno está en la obligación de garantizarla a toda costa.

Hace unos atrás, el historiador Niall Fergusson, en un ejercicio de imaginación futurológica, colocaba el lugar de inicio de una posible III Guerra Mundial en el Medio Oriente, y a un Irán con el arma nuclear como el desencadenador. Esta guerra se habría producido, según él, porque las potencias habrían tenido mano blanda frente a Irán, al no impedirle obtener un misil nuclear que apuntaba a Israel.

Ojalá los barruntos del historiador de Harvard nunca se cumplan. Por el bien de todo el planeta. Que el derrumbe del Muro de Miedo levantado en muchos países del Medio Oriente, sea para bien, y que el remedio no peor que la enfermedad.

Emilio Nouel V.