martes, 15 de noviembre de 2016

TRUMP Y LAS TRADICIONES DE EEU EN POLITICA EXTERIOR



                 Resultado de imagen para founding fathers of the united states




En días pasados asistimos a un conversatorio organizado por el think tank venezolano, Grupo Ávila, en el que se hizo una primera aproximación evaluativa del triunfo de Trump y  sus posibles repercusiones  en nuestro entorno más cercano.


Los tres ponentes, destacados especialistas venezolanos en el ámbito internacional, hicieron unas excelentes presentaciones, cada uno desde distintas perspectivas.

Cualquier observador de la realidad internacional se habrá percatado sin mayor dificultad de la avalancha de opiniones vertidas en los medios globales, que expresan desconcierto, incertidumbre e incógnitas sobre cuál será el comportamiento del nuevo mandatario norteamericano.

Las consecuencias no son fáciles aún de prever en toda su magnitud, habida cuenta de las declaraciones contradictorias emitidas por el personaje principal de esta trama, sobre cruciales asuntos económicos, políticos y de seguridad que preocupan a todos.

Unas preguntas que debemos hacernos de arrancada son las relativas a los lineamientos de la política exterior de Trump que en lo sucesivo adelantará. ¿Cuál será realmente su agenda prioritaria? ¿Hasta dónde llegará el ensimismamiento -el llamado aislacionismo- que se desprende de su retórica? ¿Será posible concretarlo?  ¿en qué términos? 

El rol decisivo que hasta ahora ha jugado EEUU en el mundo ¿se reducirá?  ¿Se podrá sustraer de sus responsabilidades e intereses globales, así nomás?  ¿A cuál de las tradiciones en política exterior norteamericana se adscribirá Trump, o implantará una nueva doctrina?

Es conocida la clasificación que ha hecho Walter Russell Meade acerca de las distintas visiones que han estado presentes en la conducta internacional de EEUU a través de su historia. Jeffersonianos, Hamiltonianos, Jacksonianos y Wilsonianos.  Y no debe olvidarse que George Washington en cierta ocasión dijo: La gran regla de conducta para nosotros respecto de las  naciones extranjeras es, a la vez que extender nuestras  relaciones comerciales, tener con ellas tan poca relación política como sea posible.".
¿En cuál de aquellas tradiciones se inscribirá el gobierno de Trump?

Porque una cosa es el Trump de la retórica electoral, el que carece de experiencia de gobierno y militar, y otra lo que será su ejecutoria en la Casa Blanca.

¿Será jacksoniano y en tal sentido, Trump, en tanto que populista como Jackson, seguirá la idea de que el objetivo más importante de todo gobierno norteamericano es el de lograr como prioridad, la seguridad física y el bienestar económico del pueblo estadounidense, privilegiando los valores nacionales y el honor patrio, y viendo la política como un asunto más de instintos que de ideologías, “un conjunto de creencias y emociones que uno de ideas”?

Esta visión muy popular en los ciudadanos de a pie norteamericanos, que no en las elites cosmopolitas, ha hecho pensar a algunos en que Trump se ubica en esta tradición.

El patriotismo jacksoniano es una emoción, como el amor a la familia de uno, no una doctrina. La nación es una extensión de la familia”, ha afirmado Meade. Los de esta escuela creen que es natural e inevitable que la vida y la política nacionales operen bajo principios distintos a los que predominan en los asuntos internacionales.

Para ellos, la comunidad internacional por la que los wilsonianos trabajan, es una “imposibilidad moral, una monstruosidad moral”.

La consecuencia lógica de esta visión de cara a un mundo es que EEUU esté permanentemente vigilante y fuertemente armado. Así, esta perspectiva concede poca importancia al derecho internacional, y prefiere la regla de la costumbre al derecho escrito.

Recordemos que Andrew Jackson fue quien reconoció en 1837 a la República de Texas, que luego pasó a formar parte de ese país, y consideró al Banco Nacional una institución anticonstitucional y antidemocrática, porque privilegiaba a unos pocos frente a la mayoría.  ¿Estamos hoy ante un posible “neojacksoniano”?

Aunque es muy temprano para saber por “dónde irán los tiros” en esta materia, como en otras, me inclino a pensar que para Trump será harto difícil recoger velas en el campo de una economía profundamente globalizada. Factores estructurales se lo impedirían. Y es muy probable que gran parte de sus promesas en este campo sean incumplidas.

Obviamente, wilsoniano no será, ni sentirá la obligación moral de éstos de proyectar al mundo los valores democráticos norteamericanos, aunque no podrá hacerse de la vista gorda frente a los compromisos de mayor peso adquiridos por su país en los organismos multilaterales en relación con los temas de democracia y derechos humanos.
Su discurso de campaña electoral conectó con los valores jacksonianos presentes en la sociedad estadounidense, pero albergo muchas dudas de que lleve a la práctica una política exterior en estilo puro o de remozado jacksonianismo.

Por lo demás, EEUU nunca en su historia estuvo aislado del mundo, volcada sobre sí misma, como a veces se afirma. Incluso antes de su independencia, estaba vinculado al mundo en lo comercial y dependía del comercio exterior. Luego de ese hecho, llevó adelante la consecución de principios de lo más hamiltonianos en materia de  intercambio mercantil con el exterior. No sea, no ocean, no strait should be closed to American ships” era el lema. Su política expansionista territorial es prueba de su presencia internacional durante el siglo XIX y más allá. Obviamente, fue a partir del final de este siglo que su presencia mundial se agranda para más adelante convertirse en la primera potencia. Será muy cuesta arriba que Trump se aparte de la política de los hamiltonianos, los cuales se han concentrado siempre en la búsqueda de una integración a la economía global en los mejores términos en función de los intereses y las necesidades de su país.

Lo más probable es que el gobierno de Trump y éste, como hombre pragmático que es, combine las distintas tradiciones en política exterior de EEUU, de acuerdo a cada circunstancia que enfrente, sin olvidar que hay unos factores estructurales e institucionales, incluidos los poderes fácticos, que lo meterán en cintura, lo cual hace augurar desencuentros que en no pocos momentos harán difícil su performance gubernamental, habida cuenta del país prácticamente polarizado que ha resultado de la contienda electoral.   

EMILIO NOUEL V.    

miércoles, 9 de noviembre de 2016


       TRUMP Y LA CAMISA DE FUERZA

                                  Resultado de imagen para DONALD TRUMP CARICATURAS

“Un loco a cargo del manicomio”

JOHN CARLIN


El triunfo de Donald Trump en las recientes elecciones norteamericanas no ha dejado a nadie indiferente.

Los que andaban ya preocupados por la posibilidad de que ello ocurriera, consumada la victoria electoral, ahora son presa de la incertidumbre, cuando no, de la conmoción.

Y no es para menos. La particular retórica del Trump candidato, su estilo y los contenidos emitidos durante su campaña presidencial, anunciaban, de ganar, una tormenta de múltiples dimensiones.

Su discurso populista, que como tal, se alimenta y explota los problemas reales de la gente, de sus rabias, resentimientos y angustias, para los cuales tiene soluciones tan simples como falsas, fue calando en una ciudadanía que ha visto mermar su calidad de vida, sobre todo, a partir de la crisis financiera desencadenada en 2008.

Echando mano de algunas verdades, de muchas medias verdades y sobre todo, de grandes mentiras, logró que un electorado mayoritario le comprara la oferta engañosa. Señalando supuestos culpables y causas (mexicanos, musulmanes, establishment de Washington, las élites)  alcanzó montar un catálogo de chivos expiatorios, que, bien visto, no resiste un análisis serio. Y como siempre ocurre en estos casos, abrió una honda brecha entre los ciudadanos de su país.

¿Qué podemos esperar los mortales de este planeta del gobierno de este impresentable personaje?

Lo primero que debe decirse, es que si bien estará al frente de la potencia más grande, cuyo ámbito de acción abarca el globo terráqueo, de allí su significación para todos, afortunadamente, ése país dispone de una “camisa de fuerza” democrática conformada por instituciones políticas y sociales consolidadas después de más de 200 años que controlarán cualquier desaguisado eventual que pretendiera perpetrar Trump.

Incluso, líderes de su mismo partido podrían servir de freno en el parlamento a un disparate político, económico o militar.

De modo que en tal sentido espero que él no lo tenga fácil, para bien de su país y el mundo.

Por su parte, los europeos están preocupados y con razón. Hay nervios en los mercados globales, a pesar de las palabras tranquilizantes de Trump al día siguiente de las elecciones. No sólo el tema comercial y/o económico (TTIP o TAFTA, y otros asuntos) es motivo de consternación. El de seguridad (OTAN) también, vistas las carantoñas entre Putin y el magnate, ahora presidente electo. No olvidemos que en Europa ha prendido también el populismo en sus dos versiones: izquierda y derecha, y este triunfo de Trump, con seguridad, los estimulará para seguir en su deriva anticomunitaria absurda. Solo una Europa unida está en capacidad de actuar como contrapeso a un Trump insensato.

Para América Latina, este nuevo gobierno norteamericano plantea desafíos no desdeñables, en especial, si se produce un cierto grado de ensimismamiento de parte de aquel, que conlleve una mengua acentuada en las necesarias relaciones de cooperación e integración hemisféricas, ya de por si descuidadas en los últimos años, a pesar de los intentos recientes de reactivarlas. Además de los gobiernos, un papel importante deberá jugar la sociedad civil hemisférica, en todas sus manifestaciones. A esta tocará hacer las presiones para que las distintas aspiraciones e intereses económicos y sociales tengan concreción en un marco de relaciones internacionales que apunten a la prosperidad y el bienestar compartido.  

Particularmente, a los mexicanos les corresponderá enfrentar un reto particular,  habida cuenta de que el tema de la migración, piedra angular del discurso demagógico y falaz de Trump, los toca muy directamente. Lo comercial estará, igualmente, en el centro de esta relación bilateral en el marco del TLCAN, en caso de que el tratado sea denunciado o modificado.

EEUU no podrá sustraerse de los problemas pendientes de la paz, la seguridad colectiva y la estabilidad política en el continente, por más que Trump quiera aislarse. Quizás esta materia, de alguna manera encaminada en años recientes, sea un issue de difícil abordaje con el nuevo gobierno estadounidense. Cuba, Colombia y Venezuela están allí.

¿Qué tipo de relaciones mantendrá el gobierno chavista con Trump? ¿Serán más tensas?  ¿Seguirá Trump los lineamientos y gestiones actuales del Departamento de Estado respecto de nuestro país?

Quizás, por ahora, sea prematuro aventurar conjeturas en este asunto, lo cual nos deja aún más en el terreno de lo incierto y nebuloso, aunque lo más probable es que se mantengan las mismas políticas de Estado.

¿Tendrá razón el periodista John Carlin cuando dice que los norteamericanos han puesto a un loco al frente de un manicomio?

 ¿Estamos en los umbrales de  una historia de horror norteamericana, como afirman algunos?
EMILIO NOUEL V.

@ENouelV


martes, 1 de noviembre de 2016

LA HORA ES DE UNIDAD FÉRREA EN TORNO A LA DIRIGENCIA DEMOCRÁTICA

                            Resultado de imagen para unidad democratica



De nuevo pospongo mi opinión acerca de las elecciones presidenciales de  EEUU, que a no pocos nos preocupan.
Apenas diré que una victoria de Trump sería no solo perjudicial para EEUU sino para el mundo, a pesar de que una fuerte institucionalidad en ese país quizás podría frenar cualquier disparate del impresentable candidato si llegara a la presidencia. Tengo la esperanza de que  salga derrotado, por el bien de todos.

Los acontecimientos políticos en Venezuela se suceden a una velocidad de vértigo. A cada hora nos enteramos de noticias o “bolas”, ciertas o no, que trastocan el panorama, lo que hace difícil aventurar alguna opinión concluyente. Estamos caminando como en una superficie gelatinosa.

Ciertamente, en nuestro país se puede hablar de lo que han llamado en la doctrina una “dualidad de poderes”. Por un lado, un gobierno que controla la mayoría de las instituciones públicas, puestas a su servicio, pero con una legitimidad muy disminuida, y por otro, un poder encarnado en la representación popular de la Asamblea Nacional, cuya mayoría legitimada en las urnas electorales y en la calle, le ha plantado cara al primero, poniéndolo, aunque algunos no lo vean, en situación comprometida.

La popularidad del gobierno está en caída libre y lo más seguro es que no se recupere en su camino hacia su descalabro final. Sus divisiones internas lo consumen. No se sabe quien gobierna o cuál grupo a su interior lo hace. Hay varias fuentes de poder, actuando cada una por la libre, chocando entre ellas, con posiciones encontradas e incongruentes frente a cada situación, con deserciones e disidencias crecientes.

En el ámbito internacional, aparte de sus pocos socios incondicionales, tiene los caminos cerrados. La comunidad internacional toda lo ha colocado en la posición de o dialogar/negociar con la oposición democrática, o de negarse a ello y lanzarse por el despeñadero de la violencia y el aislamiento definitivo.

Que desde hace meses estén por allí personajes internacionales, deseados o no, confiables o no, mediando y/o gestionando conversaciones entre las fuerzas enfrentadas, es una clara evidencia de que hay honda preocupación por Venezuela y de que la conducta democrática del gobierno está en entredicho.

No habríamos llegado a esta situación en el que el gobierno se encuentra en un disparadero, sin el trabajo incansable y tenaz de denuncia y explicación que ha realizado la oposición democrática en el mundo entero. 

Aunado a ello, por supuesto, la lucha desigual y dura librada internamente por las fuerzas democráticas, con su tino estratégico y táctico, superando errores anteriores. Y, obviamente, la unidad lograda.

Ha sido ese trabajo lo que la ha hecho avanzar con pie firme, desde 2006 a esta parte, sin olvidar los tropiezos sorteados.

Que se han cometido errores, nadie lo puede negar. Que siguen habiendo ciertos desencuentros, tampoco. Pero el balance es positivo.

Sentar al gobierno en una mesa de diálogo/negociación, a la que nunca éste hubiera querido llegar, es producto de la lucha cumplida y es un triunfo para la oposición, más allá de los textos ambiguos firmados, de la dudosa voluntad de diálogo del gobierno,  de los actores que están envueltos en ella, de la escenografía y de los recelos que se puedan tener.

Que el gobierno no es confiable y mentiroso, que es tramposo y cínico, que busca ganar tiempo y que no cree en diálogos, está más que claro. No nos chupamos el dedo, por tanto, no se trata de creer o no en las promesas que haga el gobierno. No olvidemos que a éste, le quedan, sobre todo, las armas, porque la calle la perdió.

Precisamente, porque sabemos a quién enfrentamos, es por lo que hay que sentarlo ante testigos de otros países, ponerlos en evidencia una vez más, para que se muestre tal cual es, aunque ya para nadie en el orbe es un secreto la naturaleza y el talante autoritario del gobierno.

El resultado final de las negociaciones nadie lo puede adelantar. Ojalá nos lleven a buen puerto pronto antes de que alguna facción del chavismo las dinamite. Y éste no es otro que dar una salida democrática, constitucional, electoral y pacifica a nuestro drama.

Estoy convencido de que la presión internacional es un elemento fundamental; por eso pedimos que se mantenga hasta que nuestro país se encamine con paso cierto.   

La presión interna tampoco. Pero ésta debe hacerse con inteligencia, racionalidad y sin desbocamientos. Apartemos maximalismos, impaciencias, arrebatos pasionales y la crítica obsesiva estéril. Dejemos de lado el acomplejamiento, las visiones tipo “vaso medio vacío” y las soluciones mágicas; valoremos el poder político real que se tiene, que no es poco.

Todo está casi servido para que empecemos a salir de la crisis. Debemos preservarnos de un traspié que ponga en peligro el triunfo que se asoma.

Y  last but not least: hay que repetir hasta la saciedad: UNIDAD, UNIDAD y UNIDAD. Férrea UNIDAD. Sin conexión unitaria todos los logros obtenidos podrían perderse. 

EMILIO NOUEL V.