lunes, 27 de septiembre de 2010

26S: LA OPOSICIÓN VENEZOLANA ES MAYORÍA


En mi último artículo decía que las fuerzas democráticas venezolanas estaban saliendo del foso hacia horizontes de esperanza, después de haber pasado por una dura travesía por el desierto.

Los males que vivieron y que aún no están del todo ausentes, los llevaron a casi una condición de marginalidad política, frente a una fuerza que a pesar de ser aluvional, variopinta y caótica, se montó en una ola de descontento social que casi arrolló las organizaciones partidistas tradicionales.

Son harto conocidas las causas internas y externas de ese declive de los partidos que amenazó con borrarlos del mapa político nacional. Muchos fueron los errores de política cometidos, sobre todo, en las dos décadas más recientes. En ellos no hubo un aggiormamento de sus tesis programáticas, y tampoco dieron muestras de comprensión de las nuevas realidades del mundo económico y social. A estos dos aspectos se unió la creciente desvinculación con los sectores más populares, lo que poco a poco los condujo a perder la legitimidad y el apoyo que llegaron a tener en otros tiempos. No se debe olvidar el factor corrupción, que los llevó aceleradamente, a veces de manera injusta, a una pérdida de prestigio de sus más importantes líderes.

Salir de ese marasmo no era obviamente fácil. Tan mal estaban., que se llegó a pensar que sólo partidos nuevos podrían recuperar la imagen de estas organizaciones, y no otra cosa quedaba sino el entierro definitivo de aquellos.

Pero la historia da muchos giros inesperados, y a pesar de estar en coma, algunos partidos venezolanos han reiniciado su recuperación, la que quizás podría culminar con éxito, y a ello, como ciudadano de a pie, apostamos.

Estos partidos tradicionales junto a los nuevos han alcanzado un gran logro en los días que corren. En las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre, alcanzaron una votación nacional de alrededor del 52% frente al 46% del partido de gobierno. Han entrado a competir y ganar en regiones interioranas que estaban vedadas. Éstas cifras señalan una recuperación del electorado por parte de los grandes partidos de oposición democrática (UNT, PJ, AD, COPEI), que se proyecta tendencialmente hacia un mayor apoyo. La derrota del PSUV no puede ser más visible, a pesar de que por las distorsiones electorales inconstitucionales puesta en vigencia, este partido haya obtenido más bancas en la Asamblea Nacional. Es clara la ruralización de este último. Los centros mas modernos e industriales del país van abandonando su “enamoramiento” del chavismo.

La oposición venezolana, sin contar los 2 o 3 diputados del PPT, dispone ahora de 63 diputados en el parlamento. Ésta es una fuerza que gestionada coherentemente y con claridad de objetivos e iniciativas, puede cumplir exitosamente el papel de contención del autoritarismo y de motorizador no sólo de iniciativas legislativas y de control del gobierno, sino también del liderazgo en la recuperación de la institucionalidad democrática.

El gobierno ya no tendrá la mayoría calificada para aprobar un conjunto de cruciales materias. Deberá sentarse a negociar con las fuerzas democráticas. Si no lo hace, se trancará el juego político parlamentario, lo que repercutirá en las demás instituciones del Estado.

¿Cómo será la reacción de Chávez después de esta derrota contundente?

Algunos dicen que seguirá con su deriva totalitaria, aprovechando que hasta enero estarán los parlamentarios actuales. De aquí a allá, aprobaría leyes que instaurarían la sociedad comunista a que aspira, burlando de esa manera la voluntad mayoritaria del pueblo venezolano. A mi juicio, no es descartable que ese curso demencial se continúe.

Sin embargo, me inclino a pensar que si la oposición democrática hace bien sus deberes desde ya, y pone en tensión la legitimidad que ha adquirido, hay la posibilidad de que se logre la contención de tal deriva autoritaria. Iniciativas internas que movilicen a la ciudadanía en torno a los temas más sentidos, así como contra leyes totalitarias o colectivistas, podrían ser acciones que los nuevos diputados deberían acometer de inmediato.

No debe olvidarse tampoco la acción internacional. Está sin discusión el hecho de que en su mayoría los gobiernos y países ya saben quién es el que nos gobierna. Hoy, como nunca en los años recientes, la democracia y los demócratas venezolanos contamos más solidaridad y comprensión del exterior. Ya pasó el tiempo en que Chávez envolvía con sus mentiras a los extranjeros. Pocos le creen.

Los resultados de las elecciones parlamentarias de ayer están siendo leídos muy cuidadosamente en el exterior. Todos saben que Chavez perdió la mayoría, y que su decadencia se profundiza. La dirigencia opositora es reconocida y respetada más allá de las fronteras. De allí que también haya que mover los hilos internacionales para difundir lo que estamos haciendo y denunciar los atropellos y arbitrariedades que comete el gobierno contra los ciudadanos y sus organizaciones políticas.

Hay razones muchas para estar optimistas con el porvenir. Lo del 26 de septiembre es un punto de inflexión auspicioso. Vamos saliendo del hoyo. Gracias a una dirección política que se congregó en torno a la Unidad hemos alcanzado un triunfo decisivo. Debemos congratularnos y perseverar en ella. Afortunadamente, las maniobras contra la Unidad fracasaron; los malos augurios se estrellaron. Ojalá los políticos carroñeros, vanidosos y taimados, que son minoría, reflexionen, y se incorporen a la fuerza unitaria, desechando planes ocultos entre bastidores, los cuales la mayoría rechaza.

EMILIO NOUEL V.

lunes, 20 de septiembre de 2010

DEL FOSO A LA ESPERANZA



En los llamados mentideros políticos no se habla de otro asunto. En cualquier reunión social es tema obligado. Qué pasará el 26, se preguntan todos. Que si tales encuestas dicen una cosa, y que si tales otras opinan esto otro. La incertidumbre cunde.

Lo cierto es que la preocupación fundamental es cómo saldrán de este evento electoral crucial las dos fuerzas que compiten, toda vez que el resultado final determinará el curso político sucesivo de los años por venir.

Las fuerzas democráticas con sus partidos a la cabeza -que es lo que más interesa a quien escribe estas líneas- apenas están saliendo del foso en que cayeron. Les queda aún camino por recorrer para su asentamiento definitivo y consolidación, después de la debacle sufrida en los últimos años.

Las viejas y nuevas organizaciones tienen por delante no pocos desafíos en los planos organizativos, doctrinarios y de mensaje. Sus diversos proyectos de país deben madurar al calor de las realidades actuales y futuras, y en eso deben poner un gran esfuerzo. No sólo porque es esencial a todo partido, sino también por la circunstancia anómala que vive nuestra sociedad. Podemos y debemos formular críticas hacia ellos, y es sano que así sea. Lo que no se debe hacer es dejar pasar por alto ciertos cuestionamientos injustos a la dirigencia unitaria y su proceder, cuyos fines, a veces, no se muestran muy transparentes. Ya vendrán los balances, y esperamos de ellos sindéresis, no política carroñera.

En tal situación de debilidad estructural, los partidos en conjunto están enfrentando otro reto mayor: derrotar a mediano plazo un gobierno autoritario militarista, de pensamiento colectivista y con vocación totalitaria; tarea ésta de formidables exigencias, para la cual no cuentan todavía con todos los dispositivos políticos, organizativos y de recursos necesarios. De allí la estrategia acertada de ir avanzando con paso firme de manera progresiva en la captura de posiciones institucionales, imprescindibles en la recuperación de una verdadera institucionalidad democrática.

Es verdad, hay razones para la impaciencia. Estamos presenciando a diario la destrucción del país, de su economía y sus instituciones. Los servicios públicos (seguridad, salud, educación, vialidad, etc) cada día que pasa están peores. La incompetencia y la corrupción campean. La crispación política y social no puede ser mayor. Sobre estos temas no hay abundar mucho, todos los conocemos.

El 26 de septiembre será otro hito en este duro recorrido de lucha por la libertad y la democracia que nos conducirá al triunfo definitivo sobre las pretensiones totalitarias y comunistas del régimen actual.

Es muy difícil saber de antemano un resultado aproximado del evento electoral próximo. Las distorsiones contrarias a la Constitución introducidas en los circuitos electorales por un Consejo Nacional Electoral (CNE) arrodillado frente al tirano, conspiran contra la opción opositora democrática, al arrancarle un número importante de diputados que le correspondería si se respetara el principio de proporcionalidad.

Además, es notoria la complicidad del CNE en lo relativo a los abusos de publicidad y la participación de los funcionarios públicos en la campaña electoral. Esto sin mencionar, la puesta a disposición de todos los recursos del Estado a favor del PSUV, violando las leyes vigentes sobre la materia. Este marco desventajoso para los partidos democráticos aunado a las debilidades que éstos aún sufren, nos obliga a colocar los pies sobre la tierra a la hora de la formulación de las aspiraciones de los sectores democráticos.

Prácticamente, estamos subiendo una cuesta, a partir del hoyo en que estábamos, gracias a nosotros mismos. Mantenemos la mayoría en regiones económicamente importantes, sobre todo, las más populosas y urbanizadas. Y esto no es un dato nimio a la hora de los análisis. Nuestra debilidad está en los estados predominantemente rurales, en donde las organizaciones democráticas son casi inexistentes. En estos últimos, los números nos son adversos, y ya sabemos que los diputados allí requieren menos votos que en las regiones grandes.

Pasar de no tener ningún diputado a tener una cantidad considerable es un gran logro, habida cuenta de todos los factores desfavorables señalados. Sacar una significativa cantidad de votos que equilibre la correlación de fuerzas no es una tontería. Es un hecho político de gran peso para el país y el mundo que nos observa. No reconocer que tales resultados son un avance decisivo, es estar al margen de la realidad. En términos políticos, el país, sin ninguna duda, será otro el 27 de septiembre, y para bien.

Mucho ha costado enfrentar unidos las grandes amenazas que se ciernen sobre el futuro del país.

La UNIDAD DEMOCRÁTICA y todos los partidos que la conforman están dando una gran demostración de madurez y seriedad políticas. Somos optimistas de cara a este próximo paso que dará la sociedad democrática venezolana en su empeño por reestablecer plenas libertades, recomenzar el camino de la prosperidad para todos sin excepción y conquistar la armonía social.

EMILIO NOUEL V.

viernes, 10 de septiembre de 2010

LOS DELFINES Y FIDEL

Una de las Las últimas declaraciones del tirano más viejo del planeta tienen a todos de cabeza. Comentaristas diversos adelantan sus análisis sobre lo que pueden significar para el futuro de Cuba y sus relaciones con el mundo. Y muchos se preguntan cómo habrán caído en el gobierno venezolano, habida cuenta de la defensa y copia que han hecho del sistema cubanodeclaraciones que más ha impactado es la que reconoce que el modelo comunista no sirve más, ni siquiera para los mismos cubanos. (Entrevista de J. Goldberg en The Atlantic: "The Cuban model doesn't even work for us anymore", 8-9-2010).
Si a éstas declaraciones agregamos las relativas a la imposible guerra colombo-venezolana y el pedimento de respeto a los judíos que formuló al otro tirano teocrático Ahmadineyad, el cuadro de lo que puede estar pasando en ese país no puede ser más sugerente.
Desde hace algunos años se ha venido diciendo que en Cuba, después de la debacle del comunismo soviético y sus satélites, con las consecuencias desastrosas que tuvo para ese país en términos de ayuda económica, (4500 millones de dólares de subsidio anuales, aproximadamente), se iba a producir un cambio paulatino hacia una nueva situación político-económica, que implicaría un acercamiento a EEUU, Unión Europea y otros países capitalistas. Obviamente, este acercamiento o apertura traería consigo progresivamente una modificación del sistema, por razones de supervivencia.
Para algunos analistas, esta transición sería impulsada, principalmente, por la elite militar que maneja los negocios con el ámbito internacional y los asuntos de inteligencia, al frente de la cual siempre ha estado Raúl Castro. El contacto de ésta con el comercio internacional y los servicios de seguridad del mundo habría estado produciendo un cambio de óptica en esa elite, siempre más moderna que el resto de la burocracia cubana. Así las cosas, se estaría dando un proceso parecido al que se dio en la Unión Soviética, en la que grupos que dirigían la KGB y otros negocios, al derrumbarse el régimen comunista, asumieron las palancas del poder, cuyo representante más conspicuo es Vladimir Putin, miembro de un grupo de funcionarios de esa organización de inteligencia, llamado "El Lago", quienes hoy ostentan los cargos más significativos del gobierno y presiden las empresas del Estado ruso.
Es de destacar que la elite militar cubana, incluso en los momentos de mayor tensión retórica, regularmente se ha reunido con militares norteamericanos en Guantánamo, sesiones éstas, según fuentes muy enteradas, rodeadas de la mayor cordialidad.
Las declaraciones últimas de Fidel han sido interpretadas por algunos, no como un cuestionamiento a la revolución, sino a sus bases económicas; sin embargo, resulta muy cuesta arriba separar ambas.
Se ha dicho, igualmente, que la idea de Fidel sería servirle la mesa a Raúl para que pueda adelantar sin oposición interna, las reformas que ha anunciado en el sentido de permitir actividad de pequeños empresarios, y la compra de inmuebles por inversionistas extranjeros.
Es probable que ésa interpretación tenga alguna base cierta, pero la de que Fidel no tiene como resistir la presión de la nomenklatura militar, y para no "quedar como la guayabera" se monta en la jugada, no es descartable. Esta última opinión, a mi juicio, pareciera la que tiene mayor sustento real.
Por otro lado, las reacciones de ciertos fidelistas y/o partidarios del régimen cubano en América Latina han sido lamentables, por no decir patéticas. Las apreciaciones retorcidas, sin fundamento y tratando de justificar lo injustificable, muestran el enorme desconcierto que han creado en los feligreses de la revolución caribeña. Se han quedado sin discurso, y no les queda otra que aferrarse al viejo, en ciertos casos, haciendo el ridículo en los medios.
Para la dirigencia chavista más ideologizada no deja de ser un enorme problema esta declaración del gurú Fidel y padre político de Chávez . ¿Que pasó? ¿Acaso la idea no era copiar esa experiencia para trasladarla a Venezuela, incluso los textos de las leyes cubanas, lo que se había venido haciendo en la Asamblea Nacional? ¿Donde queda la idea de convertir a Cuba y Venezuela una sola nación? ¿Cómo es eso que el modelo que tanto ponderamos y defendimos no sirve?
Mientras los marxistas castristas de America Latina y de Venezuela despejan su desconcierto en enjundiosos análisis de materialismo dialéctico, y si acaso, también superan la orfandad político-ideológica en que han quedado hundidos después de lo dicho por Fidel, Raúl Castro seguirá avanzando en su estrategia "putiniana" hacia una flexibilización del régimen. ¿Podrá coronarla con éxito? Quizás. Pero no hay que olvidar que las sociedades a veces escogen caminos de cambio inesperados.
No obstante, el tirano, ya retirado y “arrepentido”, no quiere quedar al margen de los cambios. A pesar de su chochera, aspira ser una suerte de Stalin y Gorbachov a la vez para su pueblo. Cosas de la dialéctica.
Por ahora, Fidel queda con el papel de cicerón de los visitantes ilustres o no de Cuba.
Si damos crédito a la entrevista de J. Goldberg, pareciera que le gusta mucho ir a ver el show de delfines del Aquarium de La Habana. Al periodista que lo entrevistó recientemente, lo llevó muy entusiasmado, y allí le presentó al entrenador de los animales , quien es, nada menos y nada más, que un ingeniero nuclear. ¿Quiso Fidel, simbólicamente, señalar al periodista y el mundo, que ya es tiempo de los delfines?


EMILIO NOUEL V.

lunes, 6 de septiembre de 2010

DE DEMÓCRATAS, INTOLERANTES Y ANTICOMUNISTAS

Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con

disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

Por sus frutos los conoceréis. Un árbol bueno no

puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos”. (Mateo 7.)

Las opiniones no son todas respetables. Si así hubiese sido, la humanidad no habría podido avanzar ni un solo paso. No se pueden respetar las ideas totalitarias, xenófobas, racistas, excluyentes, que violen los elementales derechos humanos. (…) si se trata de ideas, hay que saber pararse frente a aquellas que son peligrosas. ¿Qué respeto merecen las ideas tras las que se parapetan los terroristas de distintos signos? ¿Cómo dejar de repudiar el asesinato, las bombas a mansalva que reivindican los nacionalismos excluyentes? ¿Cómo aceptar que bajo la excusa de la identidad cultural se practique la mutilación del clítoris a millones de niñas? (Fernando Savater)

He querido encabezar este artículo con las dos citas anteriores, toda vez que me dan pie para comentar la forma inadecuada y la errada conceptualización que se hace de las discusiones y debates que tienen lugar a diario en diversos escenarios y medios. Y éste, aunque no parezca, es un tema de no poca relevancia en el ambiente político de nuestro país, sobre todo, en estos tiempos que corren.

Por lo general, cuando se contrastan ideas en estos entornos de crispación política, nos encontramos con que algunas personas cuyos planteamientos son contestados, reaccionan desmedidamente acusando a sus contradictores, de intolerantes.

Es verdad, estos cuestionamientos pueden ser duros a veces, pero mayormente van dirigidos a las ideas, pero no es raro toparse con epidermis muy sensibles, a las que les molesta sobremanera que los contradigan.

No me estoy refiriendo particularmente a los que utilizan el argumento por razones de conveniencia política o por simple demagogia, cuyo objetivo es quedar bien con el público de galería. No aludo tampoco a los que no quieren discutir con nadie, o no se atreven, a veces por cobardía, otras, por manera de ser, a contradecir a persona alguna. Todos tienen derecho a comportarse así, y no soy de los que le niegue tan sagrado derecho.

A lo que no pueden aspirar ni unos ni otros, es a que los demás se queden callados y no les critiquen sus opiniones. Y mucho menos aquellos que defienden ideas que no son respetables, como es el caso de las que justifican regímenes políticos, caracterizados por la intolerancia, el autoritarismo o el fundamentalismo religioso.

Frente a uno que defiende ideas comunistas o fascistas, no estamos obligados a decirle: “Yo respeto tus ideas”; simplemente, porque no son respetables, como dice el filósofo español Savater. Es a las personas, en tanto que seres humanos, a las que uno debe respetar, pero a sus ideas, cuando el contenido es el mencionado, de ninguna manera.

Por otro lado, y sobre el tema de la intolerancia, debe decirse que no implica, como algunos creen, ausencia de debate, incluso si éste es áspero. Intolerancia es no reconocerle al otro su derecho a expresarse. Intolerancia es impedir por la vía de la fuerza o por leyes ilegítimas el ejercicio de los derechos a opinar, a reunión, a optar por cargos públicos, entre otros. Se equivocan aquellos que consideran intolerancia el que le contesten sus ideas.

Y aquí arribamos a la otra acusación que hacen algunos izquierdistas o ex izquierdistas en relación con el término “anticomunista”, el cual ellos han demonizado o identifican con la extrema derecha. Ser anticomunista significaría ser de la CIA, pertenecer a movimientos como aquel que llamaban Tradición, Familia y Propiedad, o a la John Birch Society.

A estos izquierdistas, les cuesta abjurar de la idea comunista. Para algunos, el comunismo sería bueno en teoría y quienes lo impulsan estarían movidos por razones loables de justicia social; de allí que no se deba arremeter contra esa idea, y que lo que pasa es que no ha sido aplicada como se debe. Así, el anticomunista representaría lo más retrógrado, la reacción, todo lo contrario al progreso, sin mencionar otras lindezas de epítetos de la amplia prosapia izquierdista.

A mi juicio, se puede ser anticomunista y no necesariamente ser un conservador irracional, oscurantista, ni opuesto al progreso o a ideas sociales y políticas modernas.

De modo pues que podemos legítimamente preguntarnos: ¿Cómo pueden ser respetables las ideas de alguien que quiere implantar el comunismo en Venezuela, cuando sabemos hasta la saciedad lo que fueron esos sistemas políticos en términos de horror y miseria? No hay experiencia revolucionaria política en el mundo en la que los comunistas no hayan producido el mismo resultado desastroso. En todos, con variantes, las ideas centrales de Marx se han puesto en práctica. ¿Como no ser anticomunista al ver las monstruosidades que cometieron los que se reclamaban de la ideología marxista y/o marxista-leninista en la extinta Unión Soviética, Alemania Oriental, China, Camboya, Corea del Norte o Cuba?

Como demócratas, no podemos permanecer impávidos ante ideas que conducen necesariamente a imponernos un régimen bárbaro como ése. Tenemos que combatir y contestar con firmeza esas ideas nefastas para la humanidad, debatiéndolas, refutándolas.

Los demócratas que enarbolamos las ideas de libertad, que luchamos por instaurar un verdadero Estado de derecho, con equilibrio de poderes, que perseguimos el bienestar económico de nuestras sociedades con igualdad de oportunidades de desarrollo para todos sin excepción, estamos en contra del colectivismo marxista o comunismo; por eso somos anticomunistas.

EMILIO NOUEL V.