sábado, 30 de septiembre de 2017

DE NUEVOS RICOS A NUEVOS POBRES


Los que ya alcanzamos una cierta edad en esta que llamaron “tierra de gracia”, podemos testimoniar ese proceso de varias décadas que va de la Venezuela opulenta, la de las grandes autopistas y carreteras envidiadas por el resto de Latinoamérica, la de los restoranes con chefs europeos afamados y automóviles último modelo surcando calles y avenidas, a la calamitosa situación y de ingentes penurias a que nos han conducido estos años de revolución bolivariana, en la que la economía está al borde del precipicio y los servicios públicos están casi colapsados, entre otros males.
Sin duda, de esa involución degenerativa que ha afectado lo político, la economía y la moral, podemos hoy dar fe amargamente.
Adonde fuéramos, siempre éramos vistos como nuevos ricos, sobre todo, los vecinos de la región latinoamericana que no gozaban del maná petrolero. Recuerdo que cuando asistíamos a reuniones de organismos internacionales en otros países, llegar a un hotel 5 estrellas era normal para un funcionario gubernamental medio y bajo venezolano, cuando los de otras naciones se hospedaban en hoteles más modestos y con viáticos menores a los nuestros. En el fondo, había una cierta animadversión respecto de lo que consideraban era una ostentación de parte nuestra.
En cierta ocasión que me toco coordinar una delegación venezolana, y en vista de que el resto de las delegaciones se alojaban en un sitio distinto, más modesto, me vi obligado a convencer a mis compañeros venezolanos para que nos mudáramos adonde estaban los demás, y así evitar los malos ojos.
De todos modos, nunca dejaron de mirarnos como los presuntuosso nuevos ricos del vecindario, los arrogantes venezolanos, despilfarradores, los del célebre “ta’ barato, dame dos” mayamero. El 4,30 por dólar de la época nos hacía poderosos y con gran capacidad de compra. Y de eso, obviamente, no teníamos culpa, nos habíamos sacado el premio gordo como país.
En el presente, esa opulenta vida de país petrolero, se ha revertido de manera brutal, gracias a un gobierno desastroso como pocos en la historia patria y universal.
Nuestra clase media, la más extendida y acaudalada de la región, en gran parte se ha venido abajo. Muchos aún tienen, como diría mi abuelo, bastimento, para sobrevivir a este ya largo y mortífero vendaval político que ha arrasado al país. Otros han sucumbido y tenido que huir buscándose la vida en nuevos horizontes, dicen que alrededor de 2 millones. Los más viejos que no pueden emigrar, dependen de lo que les envían familiares desde el exterior. Un amigo me decía con sorna hace un tiempo, al comentar la situación que, sin embargo, había que tener FE, es decir, un familiar en el extranjero, que nos pudiera remitir unos dolaritos para aguantar el vendaval.
Sin embargo, en la mayoría, tanto en la clase media como en las otras, las necesidades en general, el hambre y el desamparo reinan.    
Los venezolanos hemos pasado de ser la envidia de muchos por varias razones, a ser objeto de lástima y conmiseración. 
Quizás esta dura prueba nos haga reflexionar sobre la necesidad de cambiar el rumbo como sociedad y, sobre todo,  de modificar nuestra visión sobre la  economía y sobre la forma de gobernar, sin olvidar los valores que han hecho grandes a los países que hoy lideran el mundo.
Vendrán nuevos tiempos, y estas terribles circunstancias cambiaran para bien, no me cabe la menor duda. Mucho más pronto de lo que a veces creemos. 

EMILIO NOUEL V.

viernes, 8 de septiembre de 2017

         SOBRE LA CONVENCION DE PALERMO

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Hace ya más de una década elaboramos un pequeño ensayo sobre la normativa internacional sobre corrupción y el delito transnacional incluido en el libro Nuevos Temas de Derecho Internacional (Editorial El Nacional, 2005).
El objeto era introducir al lector en esa temática desde la perspectiva del derecho supraestatal, así como subrayar lo novedoso del tema en el ámbito  de esta normativa jurídica.
En el capítulo titulado Corrupción global y regulaciones internacionales, hice referencia, obviamente, a la Convención de las NNUU contra la delincuencia organizada transnacional y sus protocolos (Resolución 55/25 de la Asamblea General de 15 de noviembre de 2000), conocida también como Convención de Palermo, la cual ha sido traída a colación en días recientes por algunos articulistas nacionales y extranjeros que piden la aplicación de ella a jerarcas del régimen tiránico que asola Venezuela, sin hacer mayores análisis sobre su viabilidad real.
Sin duda, el crimen organizado y la corrupción gubernamental son dos fenómenos que podrían ir aparejados y hoy constituyen asuntos muy preocupantes que encara el mundo. En el tema de la corrupción, la prestigiosa organización Transparencia Internacional señala que ella socava el buen gobierno, distorsiona la política pública, lleva al despilfarro de recursos, daña el desarrollo del sector privado y perjudica, sobre todo, a los que menos tienen.
En ciertas ocasiones he aludido a una suerte de organización internacional de la corrupción que he llamado Corruptos sin fronteras, por la dimensión transnacional que ha alcanzado. Este fenómeno lo hemos visto patentizado en la comandita delictiva que se fraguó entre los gobiernos kirchneristas de Argentina, Pepetistas de Brasil y chavistas de Venezuela, entre otros. Las firmas Odebrecht y PDVSA, por ejemplo, han sido instrumentos para perpetrar tales crímenes contra la hacienda pública de esos países.
Sobre el alcance del concepto de corrupción, debe decirse, no hay unanimidad. Los  ordenamientos jurídicos y las distintas culturas no enfocan el asunto de la misma forma. Lo que puede ser condenable en un país puede que no lo sea en otro. Albert Calsimiglia dice que el concepto está teñido de ideología y de distintas valoraciones, siendo la ambigüedad, la vaguedad y lo emotivo obstáculos para la delimitación del concepto.
En cualquier caso, la corrupción administrativa, pública y privada, ligada a otras formas delictuales, entra en el ámbito del derecho penal, de allí que una normativa que sancione al crimen transnacional pueda ser aplicable en estos casos, aunque siguen habiendo escollos que los ordenamientos jurídicos nacionales ponen a estos dispositivos internacionales. 
En los espacios interestatales, en virtud de la envergadura del problema del crimen transfronterizo, ha surgido la necesidad de regular la cooperación con vistas a una mayor efectividad en la represión y condena de los involucrados. La Convención de Palermo (2000) tiene ese propósito.
Ahora bien, debe tenerse bien claro la viabilidad de la aplicación de estas disposiciones a un eventual sujeto criminal. A la luz de la naturaleza jurídica de ellas, no resulta muy expedita su activación, como algunos lo han querido hacer ver. Es más o menos lo mismo que sucede con la normativa de la Corte Penal Internacional, cuya “eficacia” ya conocemos.
La Convención de Palermo tiene como objeto “promover y reforzar las medidas para prevenir y combatir la corrupción de manera más eficiente y efectiva: promover, facilitar y apoyar la cooperación internacional y la asistencia técnica en la prevención y lucha contra la corrupciónpromover la integridad, responsabilidad y el adecuado manejo de los negocios públicos …”
Por otro lado, establece que los Estados adelantaran sus obligaciones en forma consistente con los principios de igualdad soberana, integridad territorial de los Estados y de no intervención en los asuntos internos de los Estados. Y agrega que nada autorizara a los Estados a asumir en el territorio de otro Estado “el ejercicio de jurisdicción o ejecutar funciones  que son reservadas exclusivamente  a ese Estado por sus leyes nacionales”. 
La Convención en cuestión establece obligaciones para los Estados partes de tomar medidas dentro de sus fronteras en materia de crimen transnacional, pero no están facultados para adoptar decisiones sobre crímenes perpetrados en varios territorios o en territorios de otros Estados.
Kofi Annan, siendo secretario general de las NNUU, señaló en su momento que “La Convención nos facilita un nuevo instrumento para hacer frente al flagelo de la delincuencia como problema mundial. Fortaleciendo la cooperación internacional, podremos socavar verdaderamente la capacidad de los delincuentes internacionales para actuar con eficacia y ayudaremos a los ciudadanos en su a menudo ardua lucha por salvaguardar la seguridad y la dignidad de sus hogares y comunidades”.
Pese a que este instrumento es de crucial importancia y constituye un avance significativo y novedoso en la lucha global contra el delito transnacional, debe verse con cuidado su aplicación en los casos concretos que se presenten. No está exento del cumplimiento de requisitos normativos sustantivos y formales, nacionales e internacionales, y de interpretaciones desde tradiciones jurídicas diversas, de allí que no sea tan expeditivo como algunos lo plantean. Las visiones jurídicas soberanistas, desafortunadamente, aún mantienen vigencia y fuerza en esta y otras materias. Y no son obstáculos menores a vencer.
 

EMILIO NOUEL V.
 

lunes, 4 de septiembre de 2017

                             TRUMP, NAFTA Y LIBRE COMERCIO

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Como se sabe, el  señor Trump tenía entre sus planes de gobierno sacar a su país del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA o TLCAN) y del Acuerdo Transpacífico (TPP), dos instrumentos internacionales para expandir y profundizar la interdependencia económica global.
Algunos han señalado que Trump debe al tema del comercio, más que a cualquier otro asunto, su triunfo electoral. El discurso proteccionista –“America first”- contrario al libre comercio y antiglobalizador, caló en gran parte de los votantes, lo que le permitió alcanzar la primera magistratura. 
A partir de una visión equivocada y anacrónica, desconocedora de la importancia histórica del intercambio exterior para su país, el presidente norteamericano pretende volcar la economía hacia adentro, toda vez que atribuye a las relaciones económicas internacionales, al libre comercio, en definitiva, los problemas que sufre EEUU en ciertos sectores otrora pujantes, como es el caso del automotriz.

El primero de los tratados mencionados cumplió 23 años de existencia y el segundo apenas había sido firmado y esperaba por su ratificación en el Congreso, cuando arribó Trump a la Casa Blanca.
En relación con el NAFTA ¿Cuál es el balance en general para EEUU a la fecha?

Si bien el comercio de EEUU con Latinoamérica y el Caribe ha declinado en los últimos tiempos, con sus socios de Norteamérica ha sido todo lo contrario. Sólo en 2016, alrededor de un billón de dólares en el intercambio de bienes y servicios con Canadá y México, y un incremento de inversiones mutuas como nunca antes. En 2015, las inversiones extranjeras directas canadienses en EEUU alcanzaron la suma de 269 mil millones de dólares y las mexicanas 16 mil millones. Las estadounidenses en ambos países montaron 353 mil y 92 mil millones de dólares respectivamente, el mismo año. 
Obviamente, en casi todos los aspectos, cuando se examinan  las frias cifras, el más favorecido en el proceso ha sido México, a pesar de los pronósticos de aves agoreras que al inicio de la integración decían que este país iba a salir trasquilado. (Ver Bureau of Economic Analysis database). Entre 1993 y 2016, las exportaciones mexicanas pasaron de 53 mil millones a aproximadamente 400 mil millones de dólares. Otro gran logro ha sido el desarrollo de las cadenas de valor que se han establecido, en especial, la del sector automotriz, recordándonos que hoy la integración no se trata solo de intercambiar mercancías sino también de producirlas conjuntamente.
No obstante, desde que es presidente, en varios temas, Trump se ha echado para atrás o lo han hecho retroceder. En lo de la salida del TLCAN ha ocurrido otro tanto, y su administración emprendió acciones para renegociar el Tratado, descartándose, aparentemente, la intención inicial.
Al respecto puede decirse que no están claros los objetivos del gobierno norteamericano en esta negociación, sobre todo por el ruido que hacen los tuits irreflexivos y las declaraciones contrastantes de algunos funcionarios gubernamentales. Se dicen cosas para la galería pero en privado se afirman otras. No se sabe si esta conducta contradictoria forma parte de posiciones realmente distintas o si es una estrategia para la negociación. Esto tiene a los negociadores de los otros dos países en una postura cautelosa y expectante aunque firme, de cara a ciertos puntos que juzgan inmodificables o de difícil reversión. Las reglas de origen y el mecanismo de solución de controversias son temas en discusión. que aun quedan por dilucidar en negociaciones que no han concluido.
Importantes sectores económicos de EEUU saben que salirse del acuerdo es un error. Seria despreciar exportaciones anuales de cientos de miles de millones de dólares. Es una descomunal irresponsabilidad poner en riesgo esa cifra de negocios para las empresas estadounidenses.
Para Canadá y México, país recientemente invitado a la reunión de BRICS, es un problema esta incertidumbre, de allí que ya estén considerando otras alternativas en el caso de que lo peor suceda, es decir, que el tratado preferencial quede sin efecto, y entren, en consecuencia, a operar las normas de la OMC. 
Desde su fundación, EEUU siempre fue un país abierto al mundo en materia económica y una de las claves de su desarrollo extraordinario está en la política de libre comercio.
Resulta, por tanto, injustificable, en una época en que la interdependencia global cada día se profundiza más, con sus mejores efectos, que el país que ha contribuido fundamentalmente con ella, se retraiga sobre sus fronteras,  afectando no solo al mundo sino a sí mismo.  Los chinos, obviamente, ven con buenos ojos esta deriva que les permitirá afianzarse en nuestro hemisferio, tal y como lo han venido haciendo progresivamente en la última década. 
Ojala el alejamiento comercial que algunos señalan estaría teniendo EEUU respecto no solo de sus socios del NAFTA, sino también del hemisferio americano en general, sea revertido. El libre comercio y la integración son fundamentales para el crecimiento y el desarrollo de todo el continente.
Desde Latinoamérica aspiramos a un acercamiento cooperativo mayor y a una integración hemisférica consolidada, que nos permitan una presencia global vigorosa. Y en ese propósito la política que adelante EEUU es capital.
 

EMILIO NOUEL V.


@ENouelV