miércoles, 28 de junio de 2017

                       MADURO: A CONFESION DE PARTE…….

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Hoy, para la mayoría apabullante de los venezolanos, no solamente el que encabeza Maduro es un gobierno fatídico y siniestro, es también una tiranía militar plagada de corrupción que no tiene empacho alguno para utilizar la violencia contra quienes se le oponen.
Solo los desinformados, ingenuos y gente sencilla se comen el cuento de que es amante de la paz, como lo pregona por todos los medios su aparato de propaganda goebbelsiano.
Mucha agua tuvo correr para que el mundo se percatara de la naturaleza autoritaria del chavismo. Y hasta la chavista Fiscal General ha declarado que hay rompimiento de la constitucionalidad y se ha instaurado un terrorismo de Estado en Venezuela.
Y sin embargo, hay algunos, dentro y fuera del país, que todavía no alcanzan a identificar tal esencia tiránica. No disponen aún de la prueba concluyente de que estamos frente a un régimen político que es la negación de la democracia y las libertades.
Obviamente, no aludo a los que por ceguera ideológica, como diría Octavio Paz, no ven las atrocidades que comete el gobierno de Maduro, sus violaciones notorias a los derechos humanos. Tampoco a los que viéndolas, perversamente, las consideran como acciones “necesarias”, “daños colaterales”, que tienen lugar en todo proceso revolucionario que se precie de tal. Es el precio que habría que pagar, según ellos, para construir un cielo socialista en la Tierra en el que todos presuntamente seremos felices.
Para los que mantienen dudas de cara a la condición despótica del gobierno militarista chavista y creen en su discurso supuestamente pacifista, esta semana debiera haber despejado las incógnitas de manera definitiva.
Su desprecio por la democracia se patentiza en la declaración que hizo a viva  voz en un acto público el señor Maduro: “Lo que no se pudo con los votos lo haríamos con las armas” (27 de junio de 2017). O lo que es lo mismo, que le tiene sin cuidado que los rechace el pueblo abrumadoramente, que le importa un bledo que en su mayoría vote contra él y su partido; de todos modos, igual tomarían el poder a la fuerza, echando mano de las armas, poniendo de lado su voceado talante pacífico, su mensaje de amor, llevándose por medio las instituciones democráticas y pisoteando la Constitución.
Imagino cómo habrá caído entre los demócratas del mundo ese arrebato de sinceridad del sátrapa Maduro. ¿Hacen faltan más pruebas de que es una tiranía la impuesta en Venezuela?
A los que persisten en dar algún crédito al gobierno chavista, les recuerdo que hasta ahora han demostrado que allí no hay palabra, ni honor, ni escrúpulos, ni dignidad. Ni siquiera una pizca de conciencia o vergüenza democrática. Pues si no fuera así, ya debieron haberse ido y dejado que el país se encamine por otros derroteros.
Queda claro que el pueblo venezolano enfrenta una situación política inédita, muy compleja y de difícil solución. Lo que experimentamos amargamente se sale de los parámetros conocidos.
Y está igualmente claro que el gobierno militarista que encabezan Maduro, Cabello y unos militares indignos del uniforme que portan, es todo lo contrario a un régimen que respeta las libertades fundamentales, acorde con los tiempos actuales.
Mientras en Colombia, los facinerosos de muchas décadas dan un adiós a las armas, los de nuestro país anuncian inconsciente y criminalmente recurrir a ellas. 
Sobre los que en mala hora llegaron a las alturas del poder en Venezuela, pesará la responsabilidad de una eventual guerra fratricida, que deseamos no se produzca nunca. Y recuérdese que violentos los hay en todos los bandos, solo se requiere estimularlos un poco para que se encienda la chispa. Aun están a tiempo los del gobierno de irse o tratar de convenir en una negociación que evite un baño de sangre. Los asesinatos de 80 jóvenes y la ola anárquica de saqueos son solo el asomo sombrío de una violencia que puede convertirse en imparable, y que todos lamentaríamos.
La comunidad internacional tiene mucho que contribuir a que lo peor no llegue a Venezuela. Debería reforzar la presión sobre un gobierno cuya naturaleza antidemocrática es admitida por él mismo. A pesar de las circunstancias y de que pareciera que los caminos razonables pudieran estar cerrados, no nos cansaremos de llamar a soluciones democráticas pacíficas. La historia enseña que son las que nos salvarían del infierno.

EMILIO NOUEL V.



miércoles, 21 de junio de 2017

VENEZUELA Y COLOMBIA EN LA ESCUELA DE GOBIERNO ALBERTO LLERAS CAMARGO


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Sin duda, lo que acontece en nuestro país es motivo de alta preocupación para el entorno  cercano y más  allá. No solo se interesan los gobiernos, también las instituciones internacionales y hemisféricas, sobre el destino inmediato de nuestro país.
Las repercusiones del desastre venezolano ya se están sintiendo en otras sociedades. Y las perspectivas a corto y/o mediano plazo, de seguir agravándose la crisis,  no son muy halagüeñas. Brasil, Colombia y algunas islas cercanas empiezan a ver como posible una inmigración eventual de venezolanos aventados por nuestra situación.
Ya se cumplen 18 años de un gobierno que perturbado las relaciones de Venezuela con el mundo. De una política exterior de Estado se ha pasado a un activismo internacional al servicio de una ideología que ha arremetido contra la institucionalidad  establecida y los valores del mundo occidental.
Una acentuación de la ingobernabilidad política y de la crisis humanitaria en Venezuela podría  tener efectos indeseables en naciones aledañas; de allí que los observadores del entorno, estén mirando con mucha atención el desarrollo de los eventos, no vaya a ser que les tome de sorpresa hechos inesperados, sin disponer de planes contingentes que amortigüen  sus efectos.   
Como consecuencia de tales inquietudes, recientemente, en Bogotá, tuvo lugar un evento organizado por la prestigiosa Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo (Universidad de Los Andes), con el propósito de debatir las consecuencias que el chavismo ha tenido en las relaciones colombo-venezolanas y las perspectivas futuras.
No son pocas y de menor monta las secuelas negativas que el desgobierno chavista ha traído para aquellas, y a ese asunto dedicamos algunas horas en el país hermano.
Quienes asistimos no podemos menos que sentirnos muy agradecidos por el interés manifestado por los organizadores respecto del destino de nuestra Nación, en la hora tan aciaga que vivimos.
Más allá del análisis de las repercusiones políticas, económica, sociales o migratorias que pueda comportar para Colombia la deriva de la situación venezolana, recibimos muestras muy sentidas de solidaridad hacia los sectores políticos y sociales que están librando una dura lucha por recuperar la democracia y las libertades, hoy pisoteadas por un gobierno tiránico y destructor. 
Desde nuestro punto de vista, como lo recalcó el embajador Leandro Area en su intervención, todo lo que suceda en Colombia, no es un problema de política exterior, sino interno. Así como, quizás, para muchos colombianos, lo venezolano también sea visto desde la misma perspectiva.
En el mundo de hoy, el de la interdependencia global, entre las políticas nacionales y las internacionales el deslinde se ha ido borrando desde hace mucho tiempo. La porosidad entre los países cercanos o no, se ha ido ampliando y los vasos comunicantes de variopinta naturaleza entre las sociedades convierten los problemas en asuntos comunes. Por supuesto, también sus remedios e implementación.
Pero esta dinámica “interior” se da, sobre todo y principalmente, entre países fronterizos, como es el caso que nos ocupa. 
Venezuela y Colombia han estado y estarán una al lado de la otra por los siglos de los siglos.
Sus tribulaciones son similares a las nuestros y algunas nos envuelven a ambos. Lazos políticos, económicos, culturales y familiares nos reúnen, para lo bueno y lo no tan bueno.
Desencuentros no han faltado. No obstante, las relaciones se han llevado con un espíritu amistoso, cooperativo y en la búsqueda de beneficios mutuos. En lo comercial, llegamos a convertirnos en la frontera más dinámica de la región. El intercambio mercantil, bajo el paraguas integrador de la Comunidad Andina, llegó a alcanzar a más de 7.000 millones de dólares en el año 2008, cifra ésta que se logró a partir de un ascenso progresivo desde varias décadas atrás. Hoy, lamentablemente, un relacionamiento que se cultivó todo ese tiempo se ha descalabrado por causa de un gobierno, el venezolano, que ha hecho lo indecible para destruirlo. El año 2017, el comercio apenas sumó alrededor de de 700 millones de dólares, y esta caída es tan brutal como injustificada.

Los que participamos en el evento de Bogotá: Leandro Area, Oscar Hernandez Bernalette y quien escribe estas líneas, reiteramos a quienes de manera deferente fueron a vernos y oírnos, que en Venezuela los demócratas valoramos los lazos que nos han unido e integrado con Colombia por muchos años.  Dejamos claro que un gobierno distinto al que padecemos en el presente, retomará una senda que nunca se debió torcer: la de la estrecha asociación sinérgica y el provecho social compartido. Solo así, estamos convencidos, ambas sociedades podrán dar de sí los frutos que sus ciudadanos esperan no solo de sus gobernantes.
Desde nuestro país hundido en una calamitosa crisis, celebramos, no obstante, que la Escuela de gobierno Alberto Lleras Camargo, dirigida por el doctor Eduardo Pizano, se coloque en la tesitura de ventilar los asuntos que atañen a ambos naciones, y ojalá estos encuentros, aquí y allá, se mantengan permanentemente, animados de un espíritu amplio, sincero, solidario, democrático  e integrador.

EMILIO NOUEL V.