miércoles, 27 de abril de 2016

UNA APELACIÓN A LA CONCIENCIA DEMOCRÁTICA DEL HEMISFERIO


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El rechazo y descrédito del gobierno venezolano aumentan aceleradamente en el ámbito internacional.
La probabilidad de que la crisis política y económica de Venezuela pase a ser un tema de evaluación multilateral en las instancias hemisféricas no es descartable. Lo fue a comienzos de la década pasada, luego de los acontecimientos en que tuvo lugar la renuncia de Chávez.
El gobierno de Maduro y/o de los militares sigue cerrado tercamente a las necesarias  soluciones nacionales concertadas para enfrentar la crisis.
No admiten que sin un amplio acuerdo para la gobernabilidad no hay salida pacífica.
Para que se dé un compromiso de esta naturaleza se debe partir del reconocimiento de la legitimidad de la oposición democrática y el gobierno de forma absurda se niega a  ello.
La utilización del Tribunal supremo para violentar el Estado de Derecho y pretender anular los poderes constitucionales de la Asamblea es la prueba del desconocimiento de la legitimidad democrática conferida el 6D.
Mientras se produce este zarpazo a la institucionalidad democrática, que al mundo tiene alarmado, se va pudriendo más y más la crisis venezolana, y con ella el gobierno que la generó.
En paralelo, la vida de los venezolanos, no sólo la de los más vulnerables, también la de los distintos estratos de la clase media, se va deteriorando a una velocidad  aterradora.
Es un espanto lo que está ocurriendo a diario. Ya no es sólo la falta de alimentos, medicinas o repuestos, es también la carencia de electricidad, el agua y un hampa enseñoreada y sin freno que mantiene bajo terror a la población.
Opositores y hasta simpatizantes del gobierno no soportan más la situación económica, y desean mayoritariamente que el gobierno se vaya por incapaz.
Con extrema preocupación los vecinos del hemisferio y más allá, están observando la hecatombe social en desarrollo en nuestro país. No alcanzan a comprender cómo puede ser posible que hayamos llegado a estos extremos de necesidad y desasosiego, un país que obtuvo tantos recursos en los últimos años.
No pocos piden que entes internacionales, como la OEA o Mercosur, adopten una posición firme frente a esta tragedia, que obligue al gobierno a entenderse con los factores de oposición democrática y evitar caer en un caos de ingobernabilidad.
A pesar del entusiasmo que crearon las elecciones de diciembre pasado, y las esperanzas de cambio que produjeron, hoy de nuevo crece el desaliento y la frustración, visto que el gobierno no quiere corregir el mal rumbo que ha llevado y obstruye las iniciativas que parten de la Asamblea de modificarlo.
Esta desesperanza que estimula el gobierno, desafortunadamente, arrastra a la oposición democrática, a pesar del esfuerzo que ésta hace por cambiar las cosas. De allí que deba afinar y reforzar su mensaje señalando, por ejemplo, que las colas, la falta de alimentos y medicinas, y las demás carencias, se deben a que un tribunal supremo espurio, arrodillado ante el poder ejecutivo, anula las leyes que van en beneficio de la población y apuntan a solucionar los graves problemas que padecemos.
Sin duda, salir del gobierno nefasto que ha destruido el país será obra de los venezolanos. Pero para ello es crucial que los organismos internacionales coadyuven a la salida menos traumática posible. Hay normas y principios que Venezuela ha asumido en esas instancias. Son compromisos obligatorios. La democracia y la vigencia de los derechos humanos deben ser Ley efectiva en nuestro territorio, y su no cumplimiento puede acarrear sanciones políticas y económicas. Ejercer presión en tal sentido, por parte de tales entes, es legítimo y necesario.
Obviamente, es dificultoso lograr pronunciamientos en esos escenarios, habida cuenta de los intereses de toda naturaleza en juego. Las interpretaciones que hagan los gobiernos de los demás países de los hechos de Venezuela y su gravedad, es lo que determina las acciones o medidas que puedan adoptarse.
Sin embargo, el mayor conocimiento y la alarma sobre Venezuela hacen posible alguna valoración colectiva que contribuya a una solución.
Los venezolanos comienzan a impacientarse. Hay hechos que muestran un malestar creciente que puede desembocar en violencia. Es sobremanera turbador lo que se vive a diario. Hay tiempo aun para evitar el derrumbe. Queremos salir de esta terrible situación de la mejor manera. Desde Venezuela apelamos a la conciencia democrática del continente y el mundo. 

EMILIO NOUEL V.






martes, 19 de abril de 2016


LAS DIFERENCIAS EN LA OPOSICIÓN Y EL FUTURO DE LOS VENEZOLANOS


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Las diferencias de perspectivas en el seno de cualquier colectividad son consustanciales a ellas, y no es de lamentar que existan. Por el contrario, con el debate sus integrantes se enriquecen, afinan los argumentos, convencen a los interlocutores, cambian opiniones previas, se adoptan las de los demás y se corrigen errores. 
Así que el contraste de ideas deba ser bienvenido en todo momento, no es negativo, ayuda más bien a la acción mancomunada de las organizaciones ciudadanas, los partidos o las coaliciones de estos últimos.
Obviamente, el intercambio de opiniones estará condicionado por unas circunstancias particulares, y habrá que calibrar hasta dónde ése toma y daca de visiones puede llegar, sin que los objetivos que se persiguen no se resientan o pongan en riesgo. De allí, la necesidad de reglas para la discusión, los contenidos y su límites.
Los venezolanos estamos viviendo momentos muy difíciles y excepcionales. La complejidad presente nos impone un esfuerzo casi sobrehumano de cabeza fría, y no es fácil mantenerla en tal temperatura. Hay demasiadas razones para la indignación y el estallido rabioso. Ver tantos desmanes cometidos, tanta incompetencia, corrupción e indolencia gubernamentales, no nos produce en nosotros más que repudio y rebeldía.

En la oposición democrática venezolana hay divergencias, no debe negarse tal realidad. Como ocurre en la vida, y en política también, desde que el mundo es mundo, hay aspiraciones e intereses individuales o de grupo. Pasiones parciales no faltan. Seríamos querubines si no hubiera competencia por el liderazgo. Con eso debe convivirse, nos guste o no.
No obstante, visto lo visto, y las circunstancias presentes que harto conocemos, la unidad de propósito, de acción y de dirección, es un imperativo insoslayable, vital, para alcanzar lo que las mayorías del país anhelan: salir lo más pronto posible del nefasto gobierno que tenemos.  
De allí que urge ponerse de acuerdo particularmente en los medios más idóneos y eficaces para el logro del objetivo, desechando vías que entorpezcan, distraigan y/o alejen el triunfo definitivo.
Consensuado y decidido un camino, todas las fuerzas políticas deben colocarse en función de su recorrido. No valen aquí posturas individualistas, prioridades contradictorias, declaraciones incongruentes, predominio de intereses partidistas o personales.
Por supuesto, no es sencillo conseguir este estado ideal. Pero tampoco es imposible alcanzarlo en gran medida. La oposición venezolana lo ha obtenido en varias ocasiones y le ha hecho cosechar triunfos importantes en la ardua contienda de estos años.

Para lo que viene, sean las muy importantes y próximas elecciones de gobernadores, la negociación de un eventual acuerdo nacional o el tortuoso e incierto camino del revocatorio, hace falta una unidad férrea de los demócratas de cara al tránsito por recorrer ya decidido, aún admitiendo que haya matices y divergencias a su interior, las cuales deberán ser procesadas en armonía e inteligentemente.

A los venezolanos de a pie nos queda armarnos de paciencia, organizarnos, movilizarnos, reclamar nuestros derechos de manera pacífica pero firme, y  exigir del liderazgo democrático cohesión y altura de miras. Pero también comprender mejor las realidades de la política, sus exigencias y naturales imperfecciones, no siempre del agrado de todos.

Es verdad, en medio de tantas penurias y problemas agravados por un gobierno desastroso que no quiere resolverlos, ocuparse de los asuntos de la política es una carga adicional para el cúmulo de agobiantes preocupaciones cotidianas. Sin embargo, estamos obligados a atender ese tema, porque en ello se nos va también la vida.

Los ciudadanos conscientes de esta realidad tendremos que jugar un papel crucial en un futuro no muy lejano, que será distinto, mucho mejor que el presente que tenemos. Debemos, por tanto, empezar a desterrar la intolerancia y abrirnos al diálogo no excluyente. Todos los venezolanos, sin excepción, queremos salir del atolladero en que estamos. De él saldremos todos juntos, reconciliándonos, haciendo justicia, en función de un país próspero y libre.  El sacrificio habrá valido la pena.

EMILIO NOUEL V.


martes, 12 de abril de 2016

          LA DIPLOMACIA ECONÓMICA



                                      
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Los  oportunistas han salvado a los pueblos:

los héroes los han arruinado

Emil Cioran

Aunque no Io parezca, larga es la historia de la diplomacia económica.

Desde que era simplemente de naturaleza comercial en los siglos XIV y XV, tiempos en que venecianos y genoveses buscaban dominar eI Mediterráneo o Ia Liga Hanseática eI intercambio de mercaderías al norte de Europa, hasta Ios tiempos presentes en donde todo eI planeta es el campo de juego y toca materias tan diversas como las inversiones, el cambio de divisas, los derechos de propiedad intelectual, las innovaciones tecnológicas o la energía, Io económico en general forma parte casi indispensable de toda negociación entre Estados. Tanto por la fuerza como por Ias tratativas pacíficas, la diplomacia económica ha estado presente durante siglos. 

No obstante, es en el último que ella ha cobrado mayor vigencia y significación, empujada por Ia intensificación de Ia interdependencia global.

Cuando oímos la palabra diplomacia siempre la vinculamos a las relaciones eminentemente políticas. Sin embargo, Ia diplomacia política siempre ha protegido y/o servido a Ias economías domésticas.

En la actualidad, como nunca antes, no son sólo Ios asuntos de la dinámica del poder los que deben ser atendidos por las cancillerías del mundo. Si bien éstos tienen una indudable y crucial importancia en los nexos internacionales, los de naturaleza crematística son imprescindibles en Ias agendas de negociación entre países.

Así Ias cosas, en la globalización que nos ha tocado vivir están mezcladas todas las dimensiones del intercambio internacional. Bien sea en los conflictos  como en los consensos, en la guerra o en la paz, en las alianzas y las enemistades, en la cooperación o en el alejamiento, en la integración o las separaciones, en los compromisos o las controversias, las distintas facetas del relacionamiento llevan Ia impronta de  lo económico.

En este ámbito, Ias épocas han tenido sus prioridades.

En este comienzo de siglo, eI tema más recurrente es Ia profundización de Ia apertura de las economías nacionales. Nadie desea quedarse al margen de Ias grandes corrientes mercantiles que se han venido imponiendo.

Tanto el Atlántico como eI Pacífico se han convertido en dos inmensos espacios geográficos en cuyas dinámicas se está jugando el destino de Ia economía mundial futura.

Es allí donde Ia diplomacia económica del siglo XXI está teniendo un papel crucial y determinante.

Un grupo de Estados de distintos tamaños y desarrollos, de variopintas visiones, han arribado o están IIegando a acuerdos de gran peso y significación, partiendo todos de una perspectiva pragmática, aIejados de los dogmas ideológicos, Ios prejuicios políticos y los resentimientos históricos, pensando principalmente en el bienestar de sus ciudadanos y dejando atrás los conflictos estériles.

Los países pequeños y medianos que están aprovechando esta oportunidad de entrar en arreglos globales saben que de haberse mantenido apartados de ellos sus problemas sociales y económicos se incrementarían y prolongarían en el tiempo.  

Es lamentable que aún haya gobernantes y pueblos aferrados a mitos paralizantes y miradas anacrónicas, y que por causa de éstos estén desdeñando posibilidades de crecer y desarroIIarse.

Una acertada política exterior hoy necesariamente debe contar con objetivos económicos que coadyuven aI crecimiento y desarroIIo de Ios países.

La diplomacia económica es el medio idóneo para alcanzar con eficacia aqueIIos propósitos. Para eIIo se requiere de diplomáticos pragmáticos que comprendan a cabalidad el mundo de Ia economía y Ias finanzas mundiales, de modo que sepan escoger Ias mejores y más convenientes alternativas para sus pueblos.



EMILIO NOUEL V.

miércoles, 6 de abril de 2016

                               ¡MÁRCHENSE YA!


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Ustedes son lamentables, están aislados. Son la

bancarrota, vuestro papel está acabado, a partir de ahora

váyanse a donde quieran, al basurero de la historia.”



                                                    León Trosky en 1917


El convencimiento aplastantemente mayoritario de que los que desgobiernan a Venezuela deben tomar las de Villadiego sin mayor aplazamiento es un hecho sin discusión.



El  estropicio no puede ser más criminal. Son años parejos de inconsciencia, ineptitud y desidia incomparables, difícilmente vistos en otras latitudes o en países que han gozado de tantos recursos materiales como el nuestro.



El desastre económico-financiero que vivimos y que anuncia aún lo peor es la consecuencia natural de una visión desquiciada de la política y de lo social. Es el resultado directo de una ideología demencial y fracasada en todo tiempo y lugar.



Y para mayor inri, al nefasto colectivismo económico socialista se ha sumado la más obscena y chocante corrupción, en lo cual se hermanan con todos los gobiernos que en la región comparten formas, enfoques y conductas deleznables.



Afortunadamente, parece que a todos ellos les está llegando su hora final, y la de la Justicia. La cloaca se ha reventado, y el origen de la fetidez que ya sentíamos no puede ser más ocultado. Se derrumba el liderazgo del PT brasileño y van cientos de funcionarios y empresarios a la cárcel. Los testaferros del kirchnerismo peronista comienzan a ser apresados también. Los negocios ilícitos de los populistas latinoamericanos y europeos son revelados con lujo de detalles por medios y redes sociales. 



De allí que la frase lapidaria del mercurial revolucionario ruso que encabeza estas líneas, aunque en un  contexto distinto, venga muy a cuento en esta hora aciaga para los políticos delincuentes que asolan nuestra comarca.



La debacle nacional venezolana tiene mucho que ver con ese entorno. En mala hora caímos en manos de mafias que embobaron a las masas y a ciertas elites con una retórica de redención, de justicia social y de honestidad en el manejo de los dineros públicos. Todo un bluf, una engañifa, una estafa.

8 de cada 10 venezolanos los repudian, desean que se vayan. Ahora sólo les queda irse, y cuanto más rápido mejor.  No pueden, no quieren o no saben cómo salir del monumental destrozo que crearon. Se niegan tercamente a concertar con los actores diversos del país las soluciones que ya no esperan más. Por el contrario, perseveran en sus errores, se hunden y  hunden aún más al país. 

Antes de que se instale el caos definitivo, que a todos, sin distingos, nos afectaría por igual, hay que presionar por todos los medios democráticos y constitucionales, la partida de estos bárbaros destructores. Desde el exterior y el interior del país hay que motorizar una gran fuerza que obligue a los que están demoliendo la Nación, a marcharse de una vez por todas, y permitir que los venezolanos reiniciemos en paz el camino de la recuperación nacional 

La oposición democrática debe fortalecer su unión y evitar en momentos tan graves, que las naturales diferencias la pongan en riesgo. A ella, sin duda, por la legitimidad de la que goza, corresponderá, junto a la sociedad toda, la tarea principal.


EMILIO NOUEL V.

viernes, 1 de abril de 2016

LOS "PURGADOS"
                              
             
Cómo no andar angustiados frente a una situación social y personal que cada día que pasa se deteriora más y más, hundiéndonos en una honda incertidumbre y lacerante frustración.
Cómo no sentir rabia e impotencia ante la incompetencia y la corrupción obscena de un gobierno que ha demolido la institucionalidad democrática y dañado profundamente la economía privada y pública.
Cómo no desesperarse ante tanta desidia e inacción de un liderazgo oficialista  que se resiste a rectificar o a dar paso a otro de carácter amplio que abra salidas a la crisis política-económica que nos agobia y enrumbe al país por otros caminos de progreso y bienestar social para todos.
Sobran los motivos para impugnar a un gobierno inepto y envenenado de ideologías caducas y fracasadas urbi et orbe.
No obstante, hay que tener claro que resolver los perjuicios materiales y morales que ha causado el chavismo a la sociedad venezolana son de tal envergadura, que para reiniciar una vida medianamente normal, se va a requerir todavía recorrer un trecho aún mayor, que no será fácil y demandará de todos, antichavistas o no, una dosis importante de entereza. Porque no hay soluciones mágicas ni sectarias ni ‘relancinas’.
Obviamente, reconocer que no hay remedios rápidos para los males que padecemos,  no quiere decir que nada hagamos y nos sentemos a esperar el cambio político que llegará inexorablemente.
Haber logrado el triunfo del 6D no ha sido poca cosa. Después de varios años de extravíos y de minusvalía político-electoral, la oposición democrática, gracias a una estrategia democrática ampliamente consensuada y  racional,  se ha recuperado al obtener el favor popular mayoritario.
Había muchas expectativas frente a esa fecha, algunos llegaron a creer equivocadamente que tener la mayoría de la Asamblea comportaría un cambio de la situación de la noche a la mañana. Que los chavistas se rendirían y no pondrían cortapisas a la acción del nuevo liderazgo legitimado, utilizando de manera inconstitucional y arbitraria una institucionalidad que controlan a su antojo.
Muchos creyeron eso honestamente, y quizás la oposición no les supo transmitir en su justa dimensión lo que tal triunfo significaría. Que eso era solo el inicio del cambio y que aun quedaba un camino complicado por transitar.


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Otros, los impacientes de siempre, los ‘purgados’, propulsores de golpes milagrosos, los que se opusieron a la estrategia electoral, los proclives a aventuras locas, los que no entienden los ritmos de la política, en fin, los que se equivocan todo el tiempo, a esos, que, por cierto, tienen cierto poder mediático, les tiene sin cuidado lo complejo de la situación, no calibran adecuadamente los obstáculos, sus ritmos y exigencias. De allí que ya hayan reiniciado su labor de zapa preferida, la que es su obsesión: atacar a la dirigencia democrática, a sus diputados, a la MUD, simplemente porque han pasado tres meses y aún no han tumbado al gobierno.  
Me dirán algunos que para qué gasto pólvora en zamuro con estas líneas, sí son apenas grupos minoritarios. Quizás tengan cierta razón.
Sin embargo, creo, que no hay que rehuir ese debate y dejar en el campo de juego a los que hacen mucho daño transmitiendo desesperanza y críticas enfermizas, producto de la exasperación personal y de la incomprensión del momento grave que se vive.
Todos los venezolanos estamos experimentando desasosiego, intranquilidad,  penurias y hasta ira por lo que ocurre. Pero debemos hacer un esfuerzo particular de discernimiento y asumir que sólo saldremos del atolladero de manera definitiva con inteligencia, acción colectiva y paciencia, mucha paciencia. Y no se trata de apoltronarnos en nuestras casas ni de resignarnos. Lo que sí está claro es que con los ‘purgados’ no se va a ninguna parte. Con sus estallidos irracionales, desahogos sin rumbo y una retórica carente de propuestas concretas, ellos son la garantía de que los que gobiernan sigan mandando.