viernes, 6 de julio de 2018

            AMLO Y LA TENTACIÓN AUTORITARIA


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 Desde Venezuela, habida cuenta de la penosa experiencia política de las dos últimas décadas con un populismo exacerbado, autoritario y de inspiración totalitaria, el triunfo electoral del “Peje” López Obrador en México es leído, a mi juicio, de forma inadecuada y se hacen afirmaciones rotundas sobre lo que de antemano será su gobierno.
Fundamentalmente, se cree que por la retórica del político mexicano, parecida  en algunos aspectos a la del chavismo, necesariamente el resultado de su mandato será el mismo que hemos padecido amargamente en nuestro país.
Se pretende extrapolar la vivencia venezolana a la que tendría México con el nuevo mandato presidencial que se iniciará en Diciembre próximo; como si ese país y el nuestro tuvieran similares características y circunstancias, como si Chávez y el Peje fueran lo mismo.
En materia de pronósticos sobre lo que pudiera resultar definitivamente ése o cualquiera otro gobierno, lamentablemente no disponemos de una bola de cristal para afirmar nada, ni en el sentido de que será una réplica chavista, ni el de que se comportará como un gobierno “normal y corriente”, o incluso, que sería una administración al estilo de Ollanta Humala o Lula Da Silva, opción por la que, por cierto, me atrevería a apostar.
Lo cierto es que el señor AMLO ha expresado antes y durante su campaña, algunas ideas y propuestas semejantes a las de otros líderes populistas de nuestro entorno. Sus opiniones favorables y simpatías hacia gobernantes de la región que se ubican en la izquierda, también lo ubican en ese campo político, de allí las reservas y temores de algunos hacia él y lo que pueda hacer.
Sin embargo, lo primero que debe decirse es que no todas las experiencias supuestamente de izquierda que hemos tenido en nuestro hemisferio, han adoptado las políticas chavistas. Hasta Evo Morales, cuyo discurso radical antiimperialista, en su práctica económica, no ha llegado a los extremos de Venezuela, sin que eso signifique que su conducta no esté marcada por el autoritarismo y otros rasgos cuestionables, que lo acercan a una dictadura.
Lo que no está ausente del discurso de AMLO, son las ideas anacrónicas, demodés. No hay ninguna duda de que llevadas a la práctica puedan ser letales para la sociedad y la economía mexicanas.
La pregunta que nos hacemos es si aquellas se traducirán en políticas bajo su gobierno. ¿Fueron enarboladas solo como anzuelo electoral? ¿O las implementará contra toda racionalidad económica?
AMLO ha sido un dirigente político y sabe cómo “se bate el cobre” en esa profesión. Tiene un largo historial. Experiencia administrativa trae, más allá de si fue buena, regular o mala, según quien la estime. Como tal, es un negociador pragmático. Por eso ha llegado donde ha llegado.
Y es precisamente en ese tema en el que tiene grandes diferencias con Chávez, inexperto en lides políticas y gubernamentales, acostumbrado a mandar y ser mandado, en tanto que militar. En lo ideológico también vemos diferencias. Uno, Chávez, con indigestión de marxismo y otras creencias nocivas, y el otro, más cercano a la práctica socialdemócrata.
En lo que si se parecen acercarse ambos es en el mesianismo; que, por cierto, no es mal exclusivo de ningún sector político. (¿Qué me dicen de Trump?).
Enrique Krauze ha dicho acertadamente de López Obrador, porque lo conoce bien y además ha reflexionado y escrito sobre el fenómeno mesiánico en política, que es “un hombre que tiene un culto de su propia personalidad y lo promueve”, lo cual constituye un riesgo para los mexicanos, tanto para los que lo combaten como para aquellos que siguen ciegamente su prédica redentorista.
Algunas noticias que llegan de los que lo rodean no son muy alentadoras, más bien preocupantes. En las extremas derecha e izquierda tiene seguidores y votos. Los extremos se juntan frente a situaciones políticas particulares. De allí también las incongruencias del discurso.
No obstante, buen comienzo fue el de la reunión con los empresarios del país, y hasta de luna de miel se habla en esa relación. Ojalá el encuentro con todos los sectores sociales se haga desde el respeto, la concordia y el acatamiento del estado de Derecho y las libertades.
Por otro lado, y ya refiriéndonos a la diplomacia que adelantaría AMLO, se ha conocido que estará al frente de ella un político experimentado, Marcelo Ebrard C., quien además dirigirá el equipo de transición. Sobre el gobierno de Venezuela, lo más probable es que haya un cambio no favorable para los sectores democráticos que se oponen a la tiranía chavista.       
México es una importante economía en nuestro continente con un amplio y fuerte sector privado, muy distinto al de, por ejemplo, Venezuela, cuyo Estado sí ha sido poderoso, omnipresente, dueño de la riqueza.
México tiene instituciones, es verdad, cojitrancas, pero largamente establecidas. Grandes contrapesos al poder ejecutivo hay, desde el ámbito público y de la sociedad civil, lo cual también lo diferencia del caso venezolano.
Hay argumentos de peso para no compartir la idea paranoide de algunos acerca de que el señor López Obrador se convertirá en otro Chávez.
Sólo aspiramos a que ponga de lado la visión mesiánica que lo acompaña y  controle los impulsos autoritarios que el manejo del poder político máximo  trae consigo, sobre todo, en líderes propensos, por su talante personal, a conductas antidemocráticas.     
Si no sucumbe a la tentación autoritaria, puede que haga un buen gobierno, que no destruya las instituciones y la vida material de ese gran país que es México. Por el bien de los mexicanos que legítimamente desean cambios importantes en muchos aspectos de sus vidas, y por el del resto del hemisferio que también persigue el bienestar y la paz de sus ciudadanos.
¿Colmará las enormes expectativas que ha generado? ¿Será el enterrador del sistema político mexicano tal y como lo hemos conocido?
Amanecerá y veremos.

EMILIO NOUEL V.     
 

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