lunes, 25 de agosto de 2014

El reino de Barataria

 

Federico Vegas


El gran dilema del contrabando es que sus figuras más emblemáticas suelen ser novelescas, ideales para la ficción. El Imperio Español pasó décadas persiguiendo a un contrabandista llamado Francisco de Miranda por haber introducido en La Habana bienes provenientes de Jamaica. Lo persiguieron hasta en Rusia, donde Miranda se había ganado los favores del príncipe tuerto Gregorio Potemkin y el corazón de la regordeta emperatriz Catalina.
Uno de los contrabandistas más famosos de América es Jean Lafitte, un corsario que operó en las costas del Golfo de México y pasó a la historia como “El héroe de Nueva Orleans”, “El terror del Golfo” y “Rey de Barataria”. Este reino, que suena a paraíso por lo barato, se encontraba en las ciénagas cercanas a Nueva Orleans. Cuentan que allí Lafitte incorporó a los pobres agricultores a sus aventuras, creando una próspera economía mejor organizada que la de Robin Hood.
Lafitte terminó apoyando a la naciente república norteamericana contra los ingleses y luego a los mexicanos contra España. Desde la península de Yucatán sirvió como corsario a la Gran Colombia. Otra leyenda lo vincula con el financiamiento de la primera edición del Manifiesto del Partido Comunista de Karl Marx. En la película El Bucanero,Yul Brynner hace el papel de un Lafitte heroico e incomprendido. Lord Byron ya le había rendido homenaje en uno de sus cantos:
Le dejó un nombre de corsario al porvenir,
uniendo mil crímenes a una sola virtud.
¿Cuál será esa única virtud que redime y adorna a los contrabandistas, frente al repelente tráfico de drogas, la fuga de divisas y el mercado negro? Quizás sea el que sus vecinos los consideran como una defensa frente a un poder prepotente, manipulador, tiránico e incapaz.
“Bando” es un término italiano, proveniente del francés ban que significa “edicto dado a conocer en forma pública y solemne”. Del italiano pasó al castellano, popularizándose con las severas penas que la Corona imponía a quienes trajeran mercancías del exterior sin pagar los impuestos. Muchas veces el estar contra el bando termina siendo la única manera de sobrevivir ante unas políticas absurdas, que pretenden sancionar el caos que ellas mismas alimentan.
De niño escuché un cuento de mi abuelo de cuando fue inspector de aduanas en La Guaira. Venía revisando los botes de pescadores que llegaban de Curazao, cuando su secretario, un viejo marinero que se conocía todos los trucos y trasfondos, le dijo señalando una enorme olla de comida:
— Eso es mucho funche para dos hombres.
Levantaron la torta de funche y apareció un contrabando de medias de nylon. En mi memoria los héroes no son mi abuelo ni su ayudante, sino los dos pescadores que habían arriesgado una travesía de días a mar abierto por una de las sutiles mercancías que le dio un aire de romanticismo a su oficio.
Era aquel un trabajo de alto riesgo. A Bartolo Rojas, un personaje legendario en la isla de Margarita, lo llevaron sus amigos a una exposición que había en el Museo Narváez. Bartolo nunca había estado en un museo y lucía meditabundo cuando entró al salón del evento. Un rato y tres tragos más tarde se decidió a dar su veredicto:
– ¡Esta vaina no es una exposición! Exposición es pilotear en la mitad de una tormenta una goleta llena de mercancía que viene de Trinidad.
Los contrabandistas clásicos eran perseguidos por introducir mercancía. Un margariteño cuenta en su autobiografía que cargaba hasta mil cajas de whisky en las bodegas de una lancha parguera llamada “La mano de Dios”. También se jacta de la bien ganada fama de honestos que tenían él y sus compañeros entre los comerciantes de Curazao.
Ahora los tiempos han cambiado y el delito consiste en sacar mercancía del país. No es extraña esta inversión en un país donde tantas cosas suceden al revés y el poder político se alimenta de las enfermedades que genera. Al ir fomentando una población cada vez más pendiente y dependiente de sus medidas suicidas, los gobernantes se favoreces y se refuerzan, hasta que un día revienten o reventemos todos.
Lo poco que yo sabía de la balanza comercial es que registra las importaciones y las exportaciones de un país. La diferencia entre los bienes que un país vende al exterior y los que compra a otros países puede ser negativa cuando el valor de las exportaciones es inferior al de las importaciones. Y es positiva cuando sucede lo contrario. El gobierno ha colocado todo su peso y empeño en hacer nuestra balanza negativa. Se montan con todo lo que tienen, desde ideologías hasta represivos decretos de feria, para que la pendiente esté cada vez más en nuestra contra. La puesta en escena para el drama del contrabando es demencial. El gobierno persigue lo que debería promover, incentivar, organizar, celebrar, que es producir y exportar, pero ha ido creando una situación insostenible, tan henchida de absurdos que sobrepasa lo irreal y llega al surrealismo
Esto nos asoma a una segunda Barataria. Se trata de la isla que los duques de Villahermosa entregan al escudero Sancho Panza, al nombrarlo gobernador para someterlo a crueles burlas. Veamos uno de los consejos que Don Quijote le da a su escudero antes de que este parta hacia su trampa:
Lo segundo, has de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte, como la rana que quiso igualarse con el buey…
¡Cuánta falta nos hace aceptar lo que realmente somos! Se ha creado una frontera entre una economía de hinchadas fantasías y una economía más real y más libre. No hace falta ser demasiado liberal para entender que la realidad tiene una vida y unas leyes propias. La fantasía, en cambio, necesita ser creada y mantenida. Sobre todo cuando es impuesta y se pretende controlarla.
Con el paso de los días, mientras más enloquecen las imposiciones y más se alejan de la realidad, más alto será su costo y más graves sus consecuencias.
Así conviven dos hermanos bolivarianos separados por una línea y por un producto llamadogasolina que es, literalmente, mil veces más barato de un lado que del otro. Dios los ayude a sobrevivir bajo el yugo de un bando que crea al mismo tiempo una insoportable tentación y un inevitable pecado.
Dado este estado de cosas, debemos preguntarle al Gobierno: ¿A favor de qué bando están ustedes? Parece que una sola solución le traerá algo de paz a sus fantasiosas, acusantes, infladas y biométricas obsesiones. Lo augura Mario Benedetti en un poema titulado “La cercanía de la nada”:
Cuando se acercan a la nada
y más aún cuando se enfrentan al pavoroso linde de tinieblas 
los poderosos no consiguen pasar de contrabando su poder
ni la mochila azul de sus lingotes ni el chaleco antimuerte ni el triste semillero de sus fobias
pero cuando los pobres de la tierra se acercan a la nada
los aduaneros nada les confiscan
salvo el hambre o la sed o el cuerpo en ruinas

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