martes, 13 de abril de 2010

CHINA: EL DRAGÓN YA NO DUERME

"Déjenla dormir, para cuando despierte,

el mundo temblará"

Napoleón Bonaparte

Desde hace unos cuantos años atrás, China es tema obligado en los círculos políticos, económicos y académicos del mundo. Su vertiginoso desarrollo después de que tomara la batuta del gobierno Deng Xiao Ping en 1978 y reorientara su país hacia el establecimiento de una economía de mercado capitalista, a contracorriente de la que siguió Mao Ze Dong, ha sido motivo para muy variados análisis en cientos de libros y artículos a lo largo y ancho del planeta.

Las cifras sobre su espectacular y sostenido crecimiento por casi 3 décadas son harto conocidas: Promedio del PIB: 10%, y para este año 11-12%. Hoy, China representa alrededor del 13 % del PIB mundial. Tuvo en 2009 reservas internacionales alrededor de 2,4 billones de dólares.

Pero más allá de la cifras, lo que sobre todo ocupa la atención de los analistas, futurólogos incluidos, es el tema de qué podemos esperar de ese país para cuando arribemos a la primera mitad de este siglo; cuál será su peso en el mundo en las próximas décadas, y cómo quedarán las potencias actuales de cara a una nación que viene a toda velocidad, asombrándonos a todos.
Ciertamente, no sabemos qué llevó a Napoleón a lanzar la profecía de que el despertar de China produciría una conmoción en todo el orbe. Pero lo curioso es que, por lo visto, dio en el clavo. Escritores del siglo XX como el francés Alain Peyrefitte se apuntaron a la misma profecía a comienzos de los 70.

En la actualidad, no pocos futurólogos se adscriben a ese pronóstico, fundamentados en los datos duros disponibles. Todos, con algunas excepciones, ven venir, en unas 3 o 4 décadas, una era en la que los chinos serán la potencia más grande de la tierra, destronando a EEUU de su puesto principal.

Recientemente, la revista Newsweek llama a los chinos "Los nuevos emperadores", y titula su reportaje "Cuando la China gobierne el mundo", en el cual se señala que este país estaría reescribiendo las reglas mundiales sobre la moneda, la tecnología, el comercio, el espacio y el clima.

Y en efecto, China ya no esconde su interés en ser un actor clave en la reestructuración de las instituciones globales. Chen Li, del Brookings Institution, ha dicho que ella quiere una silla a la cabeza de la mesa, y está presionando fuerte en el sentido de que el sistema internacional le sea más "amigable".

Y esto implicaría, entre otras cosas, proyectar más su moneda, el yuan, como competidora del dólar. Ya están en marcha acuerdos en esta materia con India, Pakistán, Rusia, Argentina Japón y Corea del Sur. No obstante, hay presiones para que revalúe su moneda y recientemente registra un déficit comercial.

En el ámbito de la carrera espacial, China tiene grandes inversiones, convencida como está de que hay nuevas fuentes de energía en el espacio. Tiene igualmente planes de controlar el mercado de automóviles en el futuro.

¿Qué podemos esperar entonces del futuro de China el resto de los mortales?

Newsweek nos dice que este camino hacia una eventual hegemonía china mundial, será muy movido. China está redefiniendo su identidad, y en los últimos tiempos se ha hecho más nacionalista, lo cual se expresa incluso en las restricciones mayores que está imponiendo en los convenios que firma con empresas extranjeras. La época de la apertura y flexibilidad para atraer capitales pareciera que llega a su fin. China ya se siente con mayor confianza, al disponer de unas reservas de divisas enormes, un parque industrial catalogado como “la fabrica del mundo”, una mano de obra regimentada, dominio de nuevas tecnologías y de tratados comerciales con países en todos los continentes, los que le suministran de manera segura materias primas necesarias para su desarrollo.

Por lo que respecta a los latinoamericanos, China ya está entre nosotros, como inversionista, vendedor y comprador. Las cifras de su comercio con la región se han disparado en la última década, sobre todo, en el ámbito de las materias primas, en donde la voracidad de ese país es enorme.

Se espera, según cálculos del premio Nobel, Robert Fogel publicados en Foreign Policy (edición española, feb/mar 2010), que para el año 2040 China representaría el 40% del PIB mundial, al tiempo que EEUU tendría el 14%, Europa: 5%, India: 12%, Japón: 2%, países del Sureste Asiático: 12% y el resto del mundo 15%.

Esta perspectiva, obviamente, preocuparía a cualquiera, sobre todo, a los que tienen la hegemonía actual: EEUU, UE y Japón.

Pareciera que a quien le puede ir peor en ese porvenir encabezado por China es a los europeos. Los futurólogos anuncian un declive progresivo, casi inexorable, de esta región, en virtud de ciertos factores estructurales que la harán más vulnerable. Estos aspectos van desde el envejecimiento acelerado de su población (por reducción de la fecundidad, lo cual disminuye el porcentaje de gente en edad laboral, lo cual repercute en el crecimiento), pasando por la reducción de la jornada laboral, hasta la costumbre de largas vacaciones y jubilaciones tempranas, lo cual incide en la producción y su competitividad. Fogel dice que los europeos están muy tranquilos con el estilo de vida alcanzado y hace mucho que abandonaron sus sueños de dominación mundial. Con China ha tenido diferencias comerciales importantes en los últimos tiempos.

El caso de EEUU no es igual al de la UE. No tiene los problemas demográficos de los europeos, y lo de trabajar, producir y consumir menos, no va con la cultura y estilo de vida norteamericanos; de allí que EEUU sea un hueso más duro de roer que Europa. Las relaciones políticas y comerciales que mantiene con China han tenido sus altibajos, aunque el tema de los derechos humanos, el Tibet y el asunto de Taiwán las han tensado en diversas oportunidades. No obstante, en lo económico, la interdependencia entre ambos es sustantiva, a pesar de problemas puntuales, como es el caso reciente de Google. La administración Obama pareciera, sin embargo, reconocer el actual liderazgo ascendente de China, para lo cual ha considerado un nuevo tipo de relacionamiento.

Por lo que respecta a India, Brasil y Rusia, compañeros de China en el grupo BRIC, el panorama es muy variado. La última no luce tan bien frente a los retos futuros. Moisés Naím (“Listas Rusas”, El País, Madrid, 11-4-2010), en un artículo reciente, señala que la importancia de Rusia en el mundo disminuye, y los datos que aporta le hacen pensar en que su influencia será cada vez menor. Sus relaciones con China en los años recientes han sido de mayor acercamiento y han suscrito “una asociación estratégica de coordinación” y un Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación. Los dos países comparten un nuevo concepto de seguridad fundado en la confianza y el beneficio mutuo, la igualdad y la coordinación, y están de acuerdo en el establecimiento de un nuevo orden político y económico internacional más justo, racional y democrático. De allí que la Organización de Cooperación de Shanghai sea un modelo de cooperación entre China y Rusia en este sentido. El comercio y cooperación energética entre ellos ha crecido de manera importante en los últimos años.

En cuanto a las relaciones China-India, el comercio se ha disparado, existe una complementariedad económica entre ambas, aunque sigue habiendo una “desconfianza estratégica” entre ellas. Esto no ha impedido algunas alianzas de conveniencia de cara a los países más desarrollados. La competencia entre ellas seguirá pero no sólo en lo económico.

Por lo que respecta a Brasil, se puede afirmar que su influencia ha aumentado en el mundo y ya juega en las ligas mayores. Ha suscrito acuerdos de inversiones y comercio con China muy importantes para ambos países. Brasil es el principal socio de los chinos en América Latina.

China es hoy el país más consumista que hay, de allí que Fogel diga que es el país más capitalista del mundo. En ese sentido ya alcanzó un alto nivel de vida, los volúmenes de compra de automóviles, productos electrónicos y comida rápida son enormes y en ascenso.

Para algunos, el sistema político chino podría entrar en tensiones dadas las divergencias que en su seno hay sobre la forma de gobierno y los asuntos de la economía.

Sin embargo, no pareciera que en futuro cercano se produzca un cambio sustantivo del sistema. La población en general, a pesar de las contradicciones entre el campo y ciudad, se encuentra relativamente a gusto con la situación económica y política.

¿Qué va a representar para el mundo este gigante que despertó hace 3 décadas y no ha parado de crecer internamente y proyectarse hacia el planeta?

En la agenda de las generaciones futuras, aún más que en la actual, la China estará en el primer lugar.

¿Será mejor o peor el mundo con ella a la cabeza?

¿Que será de EEUU? ¿Y de la decadente Europa? Cuando se hable de imperialismo ¿será sinónimo de China, como hoy lo es de EEUU? ¿hablaremos mandarín?

La China despertó. Como premonitoriamente lo esperaba Napoleón hace 200 años ¿Nos hará temblar?

EMILIO NOUEL V.

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