lunes, 28 de septiembre de 2009

¡AY, ITAMARATY¡ ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?

Al producirse la defenestración de Zelaya del gobierno de Honduras, decía en un artículo a los pocos días (“De tartufos y farsantes en el caso de Honduras”, Venezuela Analítica, 2-7-09) que lo ocurrido allí demandaba un análisis más allá de los paradigmas y prejuicios; y también de las alarmas justificadas que producen intervenciones de militares en los asuntos políticos, sobre todo, en nuestro hemisferio, y particularmente en Venezuela en donde hemos padecido y padecemos hoy el autoritarismo militar.

Lo que ha sucedido desde ese día ha venido a confirmar -por lo que a mi respecta- ese enfoque cauto acerca de todas las circunstancias particulares o inéditas que han rodeado el caso, especialmente, la recomposición de la institucionalidad que se ha operado en Honduras, a pesar de la torpe e injustificada manera de sacar al Presidente. No estábamos, sin duda, frente a una típica asonada militar latinoamericana. Todas las instituciones, no sólo los militares, enfrentaban a Zelaya por su conducta arbitraria y al margen de la Constitución

Cada día se confirma más que Zelaya, además de haber violado el ordenamiento constitucional, pretendía encaminar a Honduras por el mismo sendero que ha diseñado el gobernante venezolano para Bolivia y Ecuador. A esto se agrega lo que ha salido a la luz pública acerca de la enorme corrupción de su gobierno.

Como se sabe, los gobiernos de Latinoamérica en su mayoría no han querido reconocer el gobierno interino y han condenado lo que ellos consideran un golpe de Estado que no debe ser tolerado. El escándalo armado inicialmente por los países de ALBA, propalando incluso mentiras perversas a través de una conducta repugnante de parte de periodistas tarifados, ha sido ampliado por los demás, con diversa intensidad, pero, particularmente, Brasil, el nuevo hegemón del patio, es el que parece que ha puesto más carne en el asador en todo este asunto, poniendo en riesgo un prestigio internacional que siempre reconocieron tirios y troyanos.

La forma inusual cómo se ha conducido la diplomacia brasileña en este problema llama mucha la atención, habida cuenta de su trayectoria, si cabe el término, impecable. No esperábamos que fuera de otro modo en el caso que nos ocupa. Sin embargo, nos ha defraudado esta vez.

Hoy Brasil juega, sin ninguna duda, en las “grandes ligas” de las relaciones internacionales. Asiste a los foros que organizan los grandes para tomar medidas de incidencia global. Ha logrado liderar coaliciones con países como China, la India y otros en el ámbito de lo comercial.

En Suramérica ha logrado montar un club de presidentes llamado UNASUR al cual ha arrastrado a todos los demás, y cuyo propósito es ponerlo al servicio de sus intereses globales, como es lo natural que ocurra con países de esta envergadura y significación.

Su influencia y liderazgo crecientes se los ganado gracias a una política exterior adecuada y a una diplomacia profesional que tiene su headquarter en Itamaraty.

Esta cancillería siempre ha sido ejemplo de claridad de objetivos, profesionalismo, mesura, tacto, prgamatismo y de un sentido particular de la necesidad del diálogo, la cooperación, la persuasión y la paz internacionales.

Ha sido, por tanto, un modelo a seguir.

Con ocasión del problema hondureño, agravado en los días que corren, Itamaraty luce fuera de sus parámetros de actuación.

Desde el comienzo de esta crisis, se ha prestado a apoyar maniobras escabrosas e irresponsables que pudieron o podrían generar consecuencias muy lamentables en términos de vidas humanas, en lugar de insistir en la búsqueda de salidas negociadas. Ha asumido posiciones inflexibles junto a los países del grupo ALBA y en el marco de la OEA, que lejos de abrir cauces al diálogo, más bien los ha cerrado. Ha evidenciado una incomprensión de la complejidad de los eventos, adoptando una posición dogmática o dejándose llevar por la posición interesada e hipócrita de ciertos países que sólo persiguen la confrontación, creando mayor inestabilidad en las relaciones hemisféricas.

La internacionalista Elsa Cardozo se lamentaba en estos días con cierto dejo de amargura, de lo que ha devenido la diplomacia en general. “Diplomacia depreciada” fue el término acertado que utilizó.

Cuando vemos la actuación de Itamaraty en el asunto hondureño cabe preguntarse si también allí llegó la depreciación de que habla Cardozo.

Ojalá las cancillerías serias del hemisferio logren encontrar una solución a este drama. Mientras se mantenga una situación en que a un pequeño país que resiste a un grupo de países agavillados y refractarios a un diálogo razonable y realista que culmine en una salida honrosa para las partes, la violencia tendrá altas probabilidades de imponerse. Y esto es lo que buscan los países forajidos del patio. ¿Que estás haciendo Itamaraty?

EMILIO NOUEL V.

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