martes, 6 de septiembre de 2016


¿SÓLO EN AMÉRICA LATINA DECLINA EL RESPALDO A LA DEMOCRACIA?

Latinobarómetro señala en días recientes que el respaldo a la democracia en Latinoamérica ha bajado en los últimos años.

Tomando como referencia el año 2010, ha aumentado la indiferencia respecto del sistema político, alcanzando un 23% y se mantiene estable el nivel de preferencia por el autoritarismo (16-17 %). La adhesión a la democracia es de 54%, cuando aquel año fue de 61%.
No es raro que suceda eso. Las dificultades económicas y su no solución, generan necesariamente un desencanto que repercute en el afecto de los ciudadanos hacia el régimen político establecido. Se achaca a éste  problemas que por lo general tienen causas que se colocan más allá del sistema de gobierno.

Como se sabe, por su propia naturaleza, la democracia es relativamente frágil en general. Su funcionamiento natural es complejo. Los necesarios debates y las interminables negociaciones que tienen lugar en ella entre las diferentes fuerzas políticas, le impiden soluciones expeditas  que satisfagan a todos los intereses en juego.  Los consensos deben imponerse, y para ello es menester el diálogo y los acuerdos, lo cual consume tiempo que la impaciencia del común no perdona.

Las dictaduras tienen entonces grandes ventajas frente a las democracias. En ellas solo el autócrata decide, según su criterio personal, sin tener que consultar con nadie o pidiendo opinión a muy pocos de su entourage político. No hay contrapesos democráticos ni limitaciones legales. La palabra del dictador es santa palabra.

De allí que a los que los mecanismos democráticos les parezcan engorrosos, molestos o ineficaces, por ser lentos y consensuados, más les acomoden las prácticas expeditas de los gobiernos autoritarios.

Y de esta posición hay millones en Latinoamérica. No sólo entre las élites, también en el pueblo llano. Obviamente, es un problema cultural, de desarrollo político e institucional, que, a pesar de ciertos avances, aún arrastramos en nuestra región.    

Lo curioso es que este fenómeno de retroceso de apoyo a la democracia que registra Latinobarómetro en América Latina, si volteamos la mirada hacia lo que está sucediendo en otros países, encontramos síntomas de lo mismo, incluso en países desarrollados.

Y no es por aquello de que “mal de muchos consuelo de tontos”. Pero es lamentable el retroceso tanto entre nosotros como en otras latitudes. Obviamente, hay matices, intensidades y alcances diferentes en ese reflujo democrático en el mundo. Sin embargo, es el sistema democrático y de libertades el que ‘paga el pato’ de las crisis económicas, de las guerras y sus consecuencias, de la intolerancia religiosa, de la xenofobia y del racismo, cuyas causas no devienen de aquel sistema.

En Venezuela, según Latinobarómetro, la identificación con la democracia es la mayor en el estudio realizado (77%); quién sabe si es porque estamos viviendo bajo una dictadura sui generis, pero dictadura al fin. Tal noticia es alentadora, sin duda. No en vano la tuvimos, a pesar de sus lunares, durante 40 años, antes de que llegara el populismo autoritario y militarista. En nuestro ADN están inscritas la democracia y las libertades, a pesar de los extravíos de los años recientes, producto precisamente de los problemas económicos, de las disfuncionalidades del sistema político y de su incapacidad para reformarse.

La democracia representativa, la vigencia plena del Estado de Derecho y la garantía de los DDHH, son las claves para avanzar hacia estadios superiores de desarrollo cultural, institucional y de bienestar social. No hay sistema político perfecto, sin fallas. Sobre todo, la democracia no lo es. Atribuir a ella exclusivamente los males económicos no es lo acertado, es apuntar al blanco equivocado.  



EMILIO NOUEL V.  

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