miércoles, 26 de agosto de 2015

LA DEMONIZACIÓN DE LA INSTITUCIONALIDAD INTERNACIONAL


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En días pasados, en un discurso destemplado, Maduro arremetió contra la Organización de Estados Americanos (OEA) y su secretario general, Luis Almagro.
Más allá del asunto que motivó tales palabras (la observación electoral para las elecciones parlamentarias del 6D), lo que trasluce la declaración es una posición de fondo de cara a las instituciones que han sido creadas por la comunidad internacional.
Para los que gobiernan Venezuela, los entes internacionales existentes, en su mayoría, son estructuras al servicio de los intereses políticos y económicos del imperialismo norteamericano. Así de simplista es el argumento. De allí que, para ellos, haya que cuestionarlos, cambiarlos o suprimirlos, toda vez que en su esencia, responden al sistema capitalista imperante y reproducen una ideología que los preserva.
En tal sentido, OMC, FMI, Banco Mundial, OEA, Unión Europea, ONU, CAN, Mercosur, CIDH, todos, más o menos, han sido blancos de sus invectivas estos años pasados. “Es un monstruo”, dijo una vez Chávez refiriéndose a la OMC. A Mercosur lo acusó de neoliberal (Ouro Preto, Brasil, 17 de Diciembre de 2004).
Obviamente, se han aprovechado de ellas cuando les ha convenido. Estas organizaciones importan al gobierno venezolano en la medida en que sirvan a sus fines ideológicos y como “paraguas de protección” frente a presuntas agresiones del enemigo imperialista o a una fantasiosa invasión de EEUU. A la menor crítica que les formulen, pavlovianamente responden como sucedió recién con Almagro.
Sin embargo, repito, hay una concepción ideológica que subyace a esta conducta.
La creación de la ALBA forma parte de esta visión. Con ella, Chávez pretendió, en su delirio, reventar la institucionalidad vigente en la región. No se trataba de construir un proceso de integración nuevo, como se desprendía del discurso; eso fue solo un señuelo que escondía un propósito político-ideológico. La OEA, entre otros, estaba en la mira.
Cuando se revisan los documentos oficiales de la ALBA se puede inferir fácilmente la idea que la movía.   Ella invita a enfrentar “la influencia nefasta de los organismos internacionales”, para poder así definir una agenda económica de los estados soberanos, y “según nuestros propios criterios y conceptos de soberanía.” (Discurso de H. Chávez, Manaos, Brasil 2004).
Repárese en esta expresión: “nuestros propios criterios y conceptos de soberanía”. ¿Que nos quieren decir con esto?  
¿Que hay un concepto de soberanía distinto para cada quien, a lo humpty dumpty, con contenidos disímiles, dependiendo de la particular visión del interesado? ¿Acaso se sugiere preferir la “ley de la jungla”, sin organismos y normas internacionales que puedan servir de freno a los abusos eventuales de posiciones de dominio de los poderosos o de gobernantes tiranos?
¿Se pretende imponer la utilización de un concepto de soberanía à la carte, contrario al de comunidad internacional, acomodaticio a los intereses de los gobernantes, que se erija en una suerte de burladero para no responder de las arbitrariedades cometidas al interior de los países?
Cuando reflexionamos sobre este enfoque, a todas luces, absurdo, no es difícil comprender la conducta internacional del gobierno chavista frente a la institucionalidad internacional, llámese ésta OEA, OMC o Corte Interamericana de los DDHH .   
Así, los compromisos internacionales vinculantes asumidos por Venezuela, deberán pasar, según el gobierno, por el tamiz de “nuestros propios criterios y conceptos de soberanía”. Lo que al final significa que todo lo que imponga respeto a la normativa sobre los DDHH o a disposiciones relativas a las inversiones extranjeras, por solo mencionar dos temas, dependerá de lo que las autoridades venezolanas acepten o consientan, incluido un alcahuete Tribunal  Supremo.  
Aparte de los insultos personales a funcionarios internacionales que no son de su agrado, el gobierno chavista persigue deslegitimar, demonizar, la actuación legal de los organismos internacionales, acusándolos de injerencistas.  
Cuando Maduro dice: Almagro no puede levantar a la OEA porque es una institución que debe morir en paz” y desea que él sea su “sepulturero”, no hace otra cosa que ser consecuente con una visión que comparte la izquierda radical del continente, el Foro de Sao Paulo incluido. El apoyo a UNASUR y CELAC, para el gobierno chavista, esconde su intención de acabar con la OEA.
Al rechazar la oferta de observación electoral de la OEA para las parlamentarias del 6D, reitera su concepto particular de soberanía, o consistente con el que tiene la comunidad internacional.

EMILIO NOUEL V.

@ENouelV

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