martes, 9 de septiembre de 2014

EUROPA NO ES UNA ISLA

PAUL ENGEL / GIOVANNI GREVI / SIMON MAXWELL / DIRK MESSNER / KEVIN WATKINS

Tras muchas idas y venidas, y no pocas piedras en el zapato, se ha nombrado a un nuevo Alto Representante de la Unión Europea y al Presidente del Consejo Europeo, quienes, junto al presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, serán los máximos responsables de guiar el camino y sentar las prioridades de la UE en los próximos años. Estos nuevos líderes tendrán que demostrar que tienen la capacidad y el margen de maniobra suficientes para hacer frente a una serie de crisis externas urgentes, entre ellas Irak y Siria, Ucrania, Gaza, Sudán del Sur y la República Centroafricana, así como otros desafíos clave, de cuya solución depende el bienestar no sólo de Europa, sino también del resto del mundo.
En primer lugar, se necesita poner en marcha un modelo de crecimiento acorde con las necesidades del siglo XXI, que cree empleo y sea capaz de ofrecer perspectivas para los jóvenes europeos y aquellas personas que se encuentran en la más absoluta pobreza alrededor del mundo. El empleo y los retos sociales son alarmantes a nivel mundial, con cerca de 1.500 millones de personas en situación de vulnerabilidad laboral y más de 800 millones de trabajadores en situación de “pobreza laboral”, incapaces de ganar más de dos dólares diarios (aproximadamente 1,50 euros). En la actualidad, Europa no ve más allá de sus necesidades internas, pese a que, en realidad, un mejor comercio, una mejor política fiscal y una gestión financiera eficaz a nivel global contribuirían no sólo a aliviar la pobreza en los países en vías de desarrollo, sino también a mejorar las perspectivas económicas en Europa.
En segundo lugar, en la reunión de la ONU sobre el cambio climático que tendrá lugar en París en 2015, es imperativo alcanzar un ambicioso acuerdo y avanzar hacia una economía verde. Los propios planes europeos en materia de energía sostenible están en la cuerda floja ya que priorizan la estabilidad macroeconómica y el crecimiento a corto plazo cuando lo que de verdad se necesitan son iniciativas duraderas. La cumbre del clima del 23 de septiembre de este año en Nueva York, donde los líderes mundiales se reunirán a instancias del secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, podría ser un paso importante en este sentido.
En lugar de ir apagando fuegos, es urgente movilizar los recursos diplomáticos, financieros y militares disponibles
Tercero, en lugar de ir apagando fuegos, es urgente abordar los conflictos y la fragilidad estatal movilizando todos los recursos diplomáticos, financieros y militares a disposición de la UE con el fin de prevenirlos. Los conflictos violentos afectan a más de 1.500 millones de personas en muchos países frágiles alrededor del mundo. Cada vez más, la expansión de los conflictos violentos no resueltos en África, Oriente Medio y otras regiones vecinas tiene un impacto directo en la UE. Europa sólo podrá garantizar la seguridad de sus propios ciudadanos si hay paz más allá de sus fronteras. Al fin y al cabo nadie se siente seguro si alguien atraca en la casa del vecino. En la vecindad europea, la organización Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) amenaza con desestabilizar gran parte de Oriente Medio. La Unión no puede permitirse el lujo de andarse con rodeos, y necesitará contar con un fuerte mandato por parte de sus Estados miembros para liderar una respuesta eficaz a ésta y otras crisis.
Cuarto, más allá del compromiso declarado, se necesita más acción en apoyo a los derechos humanos, ya sean políticos, sociales o económicos. Todos los días en diferentes rincones del mundo se da un caso de represión o persecución política o de desigualdad de género. Las consecuencias del fracaso ya se reflejan, por ejemplo, en los barcos a la deriva en los que viajan refugiados por todo el Mediterráneo. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, el número de desplazados en el planeta ha superado los 50 millones.
Para combatir la pobreza y la desigualdad faltan políticas comerciales y medioambientales 
Por último, la UE tiene que combatir la pobreza y la desigualdad tanto dentro de sus propias fronteras como en los países en desarrollo no sólo con ayuda humanitaria sino también con mejores políticas comerciales y medioambientales. Se estima que más de 1.000 millones de personas todavía viven en la absoluta pobreza, con menos de 1,25 dólares al día (aproximadamente 0,95 euros). Desde Europa, el resto del mundo es una fuente vital de materias primas, productos manufacturados, mercados, innovación y enriquecimiento cultural. Vista desde fuera, la UE es fuente de bienes y servicios, tecnología, ayuda y de modelos sociales y políticos inclusivos. La UE puede destinar recursos técnicos, institucionales y financieros para lograr bienes públicos globales.
Es hora de tomar decisiones clave sobre todos estos temas. Desde que se aprobaron en el año 2000, los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) han proporcionado directrices, recursos y resultados. El nuevo marco de desarrollo sostenible que los reemplazará a partir de 2015 incluirá objetivos medioambientales además de metas relativas a la pobreza, la educación y la salud. También fijará baremos para unas instituciones transparentes y responsables y para el cumplimiento de los derechos políticos y sociales. Esa nueva agenda se aplicará tanto a países ricos como pobres: construir un mundo mejor será realmente una responsabilidad compartida.
Puede que, una vez más, Europa se centre demasiado en la recuperación económica a corto plazo y siga con la misma lenta y ardua burocracia política, en detrimento de un enfoque global integral a largo plazo. Pero en un momento tan clave como este, eso iría en contra no sólo de los valores europeos, sino de los propios intereses de la Unión. Europa no es una isla. Los problemas de Europa necesitan soluciones globales y los problemas globales necesitan de la acción europea. Es esto lo que debería guiar la agenda de la UE en los próximos cinco años y lo que determinará el éxito o el fracaso del proyecto europeo.
Paul Engel es director del European Centre for Development Policy Management (ECDPM); Giovanni Grevi es director de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE); Simon Maxwell es asesor senior de Overseas Development Institute (ODI); Dirk Messner es director del Deutsches Institut für Entwicklungspolitik (DIE) y Kevin Watkins es director de ODI. Las cuatro organizaciones forman parte del European Think Tanks Group y son coautoras del informe Nuestro interés colectivo: ¿por qué los problemas de Europa necesitan soluciones globales y los problemas globales necesitan de la acción europea?

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