jueves, 19 de diciembre de 2013

DIÁLOGO Y LUCHA DEMOCRÁTICA EN VENEZUELA


"el fanatismo es la incapacidad de aceptar situaciones 
sin solución clara"

                                    Amos Oz

Si hay una conclusión a la que todos deberíamos llegar es a la de que en política, doméstica o internacional, como en la vida en general, nos toparemos a menudo con preguntas sin respuestas inmediatas, con la dimensión desconocida. Que no todo tiene una solución cristalina, perceptible, tajante, sin lugar a dudas y cisnes negros, a primera vista.
Que la incertidumbre, la opacidad y lo gelatinoso siempre estarán presentes, habiendo ganado o siendo derrotados. Que en la brutal competencia entre los hombres por hacerse con el poder, nada está dado de una vez, ni está garantizado, ni es concluyente, mucho menos perenne. Que lo único seguro es el cementerio, como dicen por ahí, y ni tanto.
Obviamente, esa carencia de certezas, esa profusión de dilemas, la diversidad de apuestas posibles que se abren, tantas encrucijadas oscuras; las coaliciones de conveniencia que se nos imponen; las puñaladas traperas furtivas a media noche; el trasiego a tientas; los acomodos liosos, los toma y daca contingentes y las negociaciones problemáticas e ineludibles, no se avienen bien con el fanático maximalista, que solo admite blanco o negro, bueno o malo, amigo o enemigo, tú o yo, nada de grises, todo definido de una vez y las soluciones inmediatas que corten por lo sano lo que haya que cortar, incluso cabezas humanas.
No se allanan a estos difíciles vericuetos de la lucha, los paladines de la antipolítica, los que ven la pelea por el poder como un oficio sucio y deleznable, para individuos ayunos de moralidad o escrúpulos, personas entregadas al cálculo que sólo lo persiguen para colmar sus ambiciones y llenar sus bolsillos.
A ambos, el fanático y el nihilista, altas dosis de paranoia, desconfianza y escepticismo mediante, las situaciones intermedias, los procesos a veces largos e indefinidos, los equilibrios inestables, las transiciones complicadas, les resultan inaceptables, “todo o nada” es su enseña, no hay en ellos lugar para el análisis frío y sosegado que exige la complejidad de la realidad.
Y cómo abundan estos personajes en circunstancias como las que vivimos en nuestro país.
Ciertamente, no es muy fácil afrontar la crisis nacional, abrumados y agobiados como estamos por la incertidumbre presente y el dudoso futuro de Venezuela. Huelga insistir en la situación grave de arbitrariedades que todos conocemos y padecemos.
Después de superar decisivos errores, las fuerzas democráticas venezolanas han venido recuperando espacio político e institucional, enfrentando, desde la precariedad de los recursos, uno de los Estados más poderosos de la región, puesto al servicio de una ideología demencial por más de tres lustros.
Y eso no es “concha de ajo”, ni se resuelve en un santiamén, por mucha voluntad y empeño que pongamos en tal tarea titánica. Los que han intentado implantar, enfrentando una dura resistencia democrática, una sociedad del anti-bienestar duradero, del atraso y la descomposición moral, tienen sus fervientes acólitos y son millones. Esa es una realidad, nos guste o no, que está allí, frente a nosotros, y que no podemos despachar así como así.
Tal correlación de fuerzas nos impone unos ritmos y velocidades que no nos gustan, nos agotan y desesperan.
Pero si queremos cambiar ese estado de cosas de forma civilizada y pacífica, aunque hayan unos desalmados frente a nosotros, hace falta armarse de paciencia, mayor a la de Job, poner a funcionar la inteligencia y sobre todo mantener la mollera bien fría.
Sé que sostener tal talante no es fácil y que los resultados positivos demorarán, no serán inmediatos, que mucha angustia y duras experiencias habrá en el camino. Pero no tenemos otra. La horrenda alternativa sabemos cuál es.
De allí que el dialogo entre fuerzas paritarias enfrentadas cobre enorme significación. Vale la pena apostar por él, aun teniendo reservas y dudas. La historia nos enseña de muchas experiencias al respecto. Enemigos se han sentado a conversar, así sea para regular el combate.
Es la hora del ejercicio de la política responsable, seria y realista. No es una apuesta de ingenuos, como algunos descaminados dicen. La oposición democrática está obligada, por principios, a hacerla. Si el gobierno falta a su palabra, si no obra en consecuencia, allá él y los suyos, ya no será culpa de los demócratas que el país se hunda en la confrontación salvaje y el caos.
Estamos en una de esas situaciones que aludíamos al comienzo de estas líneas. Nada está claro, chapoteamos en arenas movedizas, y ojalá, a la brevedad, nos enrumbemos por senderos civilizados de respeto y apego a la ley. Es el clima que podría favorecer el restablecimiento de la democracia y la paz.
Será necesario deslindarse de los Savonarolas desquiciados que estorban en la oposición. No me queda la menor duda, hacen mucho daño, y retrasan el proyecto de recuperación de la democracia y de las libertades plenas. El gobierno deberá hacer otro tanto.
Hemos avanzado y podemos avanzar más en ese propósito. Voluntad indoblegable de lucha, firmeza de convicciones e inteligencia son las claves de la victoria definitiva.

EMILIO NOUEL V.

@ENouev
emilio.nouel@gmail.com




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