sábado, 1 de mayo de 2010

MOCKUS ES PARA FINLANDIA, NO PARA COLOMBIA

Bobitos, no
Plinio Apuleyo Mendoza

Su programa, como bien lo anota Saúl Hernández, parece diseñado para Dinamarca o Finlandia y no para Colombia. Todo, en última instancia, lo pone en el tablero de la educación y de la cultura ciudadana. Es explicable: Antanas Mockus (pues a él, claro está, me refiero) tiene el perfil de un educador y no de un político. Un educador, es cierto, con gestos tan insólitos como los de bajarse los pantalones delante de sus alumnos, celebrar su matrimonio en el lomo de un elefante, ponerse un queso a manera de sombrero, pasearse por la calle vestido de SuperMockus, pedir perdón a sus conciudadanos desde un estanque del Parque Nacional o lanzarle un vaso de agua en la cara a Horacio Serpa durante un encuentro.

Su ascenso en las encuestas tiene dos explicaciones. La primera es la de ser visto como un hombre honesto y ajeno a la clase política y a sus vicios clientelistas. La segunda es que sabe explotar como nadie efectos mediáticos. Pertenece a la rama más vistosa de la cultura: la del espectáculo. Apela al gesto capaz de suscitar hacia él atracción o simpatía. Con Enrique Peñalosa y Lucho Garzón compuso el trío fraternal de los tres tenores para recorrer el país en auto, a pie o en bicicleta en nombre de un enigmático Partido Verde. Ahora rechaza 4.500 millones de pesos que le otorgaría el Estado para su campaña y confiesa en la W que está enfermo de párkinson. Esto último lo anularía como candidato en Estados Unidos, pero en este país del Sagrado Corazón toca nuestra alma buena de colombianos.

Resulta inquietante comprobar que en esta campaña meteórica están pesando más los efectos publicitarios que las propuestas y las capacidades demostradas. Y se cometen injusticias. Por ejemplo, a la competidora de Mockus para enfrentarse a Santos en la segunda vuelta, Noemí Sanín, se le crítica todo, hasta el look. Si responde bien en un debate, se presume que su respuesta estaba aprendida de memoria. Se olvida que en todos los cargos ocupados por ella se desempeñó con brillo y eficiencia y que es tan ajena como Mockus a la politiquería y a la corrupción.

Los jóvenes electores deberían saber que las simples propuestas de pedagogo no bastan para manejar un país. Por ejemplo, los problemas de una justicia infiltrada no se resuelven con la seráfica recomendación de Mockus de "acatar a los jueces". ¿Qué sabe él de la guerra jurídica, de los problemas de seguridad, del déficit fiscal, del desempleo, de la deficiente infraestructura vial y de las amenazas que nos provienen del entorno regional? Es un misterio. Lo mismo ocurre con Sergio Fajardo, su candidato a la Vicepresidencia. No olvidemos que en su momento eligió como compañero de fórmula a Julio Londoño, cuyo despiste ideológico es tal que considera a la Cuba castrista como una "democracia de bienestar" y no formal como la nuestra.

Si Mockus y Fajardo, dos ilustres profesores más cercanos a las nubes que a la tierra, llegaran a la segunda vuelta, tendrían no sólo el voto de los despistados atraídos por su imagen, sino el muy peligroso del Polo, de los mamertos y seguramente del Partido Liberal; es decir, de todos cuantos desconocen lo conseguido por Uribe y todavía comparten con una Piedad Córdoba la idea de que en vez de guerra al terrorismo se busque un nuevo diálogo con la guerrilla. De esta manera, la seráfica llave Mockus Fajardo de hoy, pese a su limpia trayectoria, puede convertirse mañana en la opción más peligrosa para el país. De ahí que yo quisiera darles a muchos jóvenes, encandilados por la candidatura verde, un consejo de abuelo: no caigan en efectos puramente escénicos ni en trampas del corazón; voten con la cabeza. Bobitos, no.

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