Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino
 post-Mao lanzó en 30 años resultaría ser lo que los académicos 
denominan hoy la gran transformación económica de China.
 Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y 
legisladores chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no 
intencionada es la historia que intentamos contar. Hoy, no necesitamos 
presentar datos estadísticos para convencerlo del auge de la economía 
china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes. Muchos 
chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura
 que a los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos 
obstáculos cuando se trata de proteger sus derechos y ejercer su 
libertad. No obstante, China ha sido transformado desde adentro a lo 
largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal 
historia de nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la 
lucha del mundo.
En contra de la sabiduría convencional, tomamos el fin de 1976 como 
el inicio de la reforma post-Mao y argumentamos que China básicamente se
 convirtió en una economía de mercado para fines de los noventa y antes 
de que se uniese a la Organización Mundial de Comercio 
en 2001. En el nuevo milenio, la economía china ha mantenido su ímpetu 
de crecimiento y se ha vuelto más integrada con la economía global. 
Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se 
enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de
 este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso 
divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989.
La primera parte del relato se trata acerca de dos reformas. Una fue diseñada por Pekín; su objetivo era revitalizar el sector estatal y salvar al socialismo.
 La otra resultó de iniciativas que vinieron desde abajo. La reforma 
liderada por el Estado se dio en dos partes. La primera empezó en 1976 
bajo Hua Gofeng. Hua era el sucesor designado por Mao, quien consolidó su base de poder luego de arrestar a “ La Pandilla de los Cuatro” y poniéndole fin a la Revolución Cultural. Aunque era leal a Mao, Hua era un reformador económico.
Con el respaldo total de Deng Xiaoping y otros 
líderes chinos, Hua lanzó su programa económico modernización, que luego
 sería criticado desdeñado como “El Salto al Exterior”. Esencialmente, 
era un programa liderado por el Estado y por las inversiones, con un 
enfoque en la industria pesada; es un buen ejemplo de lo que los 
economistas denominaron “la industrialización del gran 
empuje”. Pero el programa duró poco más de dos años. Se canceló a 
principios de 1979, en parte debido a sus propios defectos y en parte 
debido al cambio de liderazgo: a fines de 1978 el Comité Central tuvo 
una reunión, en la cual Deng Xiaoping y Chen Yun volvieron al poder y Hua ya no estaba al mando.
Deng Xiaoping es ampliamente conocido en Occidente. La biografía reciente de Ezra Vogel
 ha documentado en detalle el papel que jugó Deng en las reformas de 
China. En comparación, Chen Yun es una figura obscura. Pero Chen era la 
principal autoridad de China a cargo de los asuntos económicos. Él fue 
el arquitecto del primer Plan Quinquenal de China en 1953 y un ferviente
 partidario de la planificación central. Desde que 
creció y estudió en Shanghái, antes de convertirse en un revolucionario,
 Chen también percibió un papel limitado pero crítico para el sector y 
el mercado privados bajo el socialismo. Chen perdió su posición cuando 
Mao inició el Gran Salto Adelante en 1958, política a 
la que Chen se oponía. Él volvió al poder junto con Deng a fines de 1978
 y recibió el trabajo de diseñar una programa de reforma económica.
Chen creía que la economía china desde hace mucho había sufrido de un
 desbalance estructural: demasiada inversión en industria pesada en 
relación a la industria ligera y la agricultura, y los sectores y la 
planificación estatales eran ensalzados excluyéndose a los sectores y 
mercados privados. En su opinión, el programa económico de Hua, que se 
enfocaba en la industria pesada, empeoró la economía china. Por eso Chen
 acabó de manera forzada con “El Gran Salto Afuera”, enfrentándose a una
 fuerte oposición del Consejo de Estado e impuso su política económica. 
Esto marcó la segunda ronda de reformas lideradas por Pekín. Esta ronda 
de reformas lideradas por el Estado tuvo dos elementos: ajustes a nivel 
macro y reformas en las empresas estatales al nivel 
micro. Los ajustes estructurales fueron impuestos a través de toda la 
economía. Por ejemplo, más inversiones fueron canalizadas desde los 
bienes capitales hacia la producción de bienes de consumo. Más dinero se
 asignó a la agricultura. El gobierno elevó los precios de compra para 
los productos agrícolas en mas de un 20 por ciento en 1979 y aumentó 
significativamente las importaciones de granos. Pekín también tomó 
medidas para descentralizar el comercio extranjero y le dio más 
autonomía fiscal a los gobiernos provinciales. Al nivel micro, el 
énfasis se puso en lo que era visto como la base económica del 
socialismo, las empresas propiedad del Estado. La estrategia era 
devolverle algunos derechos a las empresas estatales y permitirles 
quedarse con algo de las ganancias. Desde 1979 y durante toda la década 
de los ochenta, el gobierno chino estuvo preocupado con fomentar las 
empresas estatales.
La reforma desde los márgenes
No hay duda de que el gobierno post-Mao realizó una serie de 
reformas. Pero hoy, con el beneficio de la retrospectiva, sabemos que 
las fuerzas económicas que realmente estaban transformando la economía 
china durante la primera década de reforma fueron la agricultura 
privada, las empresas municipales y de las aldeas, los negocios privados
 en las ciudades, y las Zonas Económicas Especiales. 
Ninguna de estas fue iniciada por Pekín. Fueron jugadores marginales 
operando fuera de los límites impuestos por el socialismo. A estas 
fuerzas marginales, el gobierno chino estaba contento de ignorarlos 
siempre y cuando no amenazaran al sector estatal o al poder político del
 Partido. Esto creó espacio para lo que denominamos “revoluciones 
marginales”, las cuales trajeron de vuelta a China las fuerzas del 
emprendimiento y del mercado durante la primera década de la reforma.
Una de estas reformas marginales es la agricultura privada.
 La agricultura privada ciertamente no era algo nuevo en China. Antes de
 1949, había existido durante milenios. A principios de la década de los
 cincuenta, Mao trató de colectivizar despiadadamente la agricultura. 
Algunos campesinos creyeron en Mao y esperaban que la colectivización 
les ofrecería una nueva oportunidad para salir de la pobreza. Luego de 
20 años de una agricultura colectivizada y de 40 millones de muertes por
 hambrunas, ellos sabían qué les convenía. Muchos volvieron a la 
agricultura privada luego de que muriese Mao, incluso cuando Pekín 
todavía estaba tratando de fortalecer el sistema de las comunas. En 
septiembre de 1980, Pekín fue obligado a permitir la agricultura privada
 en zonas donde “la gente había perdido su confianza en la 
colectividad”. Pero una vez que se le abrieron las puertas al agro 
privado, este ya no podía ser controlado. Para principios de 1982 esto 
se volvió una política nacional. La agricultura china fue 
des-colectivizada. Después en el recuento oficial de la reforma, Pekín 
se atribuiría el crédito de haber lanzado la reforma agrícola.
 Pero la reforma implementada por Pekín simplemente elevaba los precios 
de compra de los granos y aumentaba las importaciones de granos; el agro
 privado, que es lo que en realidad transformó la agricultura china y 
liberó a los campesinos, no vino de Pekín.
Las empresas municipales y de las aldeas fueron 
operaciones industriales ubicadas en áreas rurales. Durante las primeras
 dos décadas de reformas, estas fueron el sector más dinámico de la 
economía china. Como operaban fuera del plan estatal, no tenían acceso 
garantizado a materias primas controladas por el Estado pero tenían que 
comprarlas en el mercado negro a un precio más alto. También estaban 
excluidas del sistema de distribución controlado por el Estado para 
vender sus productos, pero tenían que contratar sus propios equipos de 
ventas para que viajen alrededor de China con el objetivo de encontrar 
mercados para sus productos. En otras palabras, tenían que operar como 
verdaderas empresas de negocios. Esto es lo que hicieron. Y no tardó 
mucho para que ellos superen con su desempeño a las empresas estatales, 
las cuales tenían todos los privilegios y protecciones del Estado y que 
simplemente dejaron de ser emprendedoras.
Los primeros negocios en las ciudades chinas fueron iniciados por 
personas que no tenían un trabajo en el sector estatal. Muchos fueron 
jóvenes citadinos que recientemente habían vuelto del campo. Durante la 
era de Mao, 20 millones de graduados de los primeros años de secundaria 
(jóvenes desde 15 a 18 años) en las ciudades fueron enviados al campo en
 parte porque el gobierno no podía crear suficientes empleos. Después de
 la muerte de Mao, ellos volvieron, pero no encontraron empleo alguno en
 el sector estatal. Jóvenes, desempleados, y ansiosos, se tomaron las 
calles y bloquearon el paso de los trenes. Esta creciente presión obligó
 al gobierno a abrir la puerta al auto-empleo. Las tiendas privadas empezaron a surgir en las ciudades chinas; rápidamente acabaron con el monopolio estatal de la economía urbana.
Entre las cuatro revoluciones marginales, las Zonas Económicas Especiales fueron las más controversiales. Fueron establecidas para cooptar el capitalismo
 y salvar al socialismo. La idea era permitirles experimentar con la 
economía de mercado, importando tecnología avanzada y conocimientos 
administrativos, vendiendo productos a los mercados globales, creando 
empleos y estimulando el crecimiento económico. Pero 
los experimentos estuvieron limitados a unas cuantas zonas para que no 
socavaran el socialismo en otras partes, y por si acaso los experimentos
 fracasaran, su daño al socialismo sería insignificante. 
La competencia regional
La presencia de dos reformas fue una característica determinante de 
la transición económica de China. No separar las dos es la principal 
fuente de confusión al momento de comprender las reformas en China. El 
gobierno chino, comprensiblemente, ha promulgado un relato de la reforma
 que gira alrededor del Estado, proyectándose así mismo como un 
diseñador omnisciente y como un instigador de la misma. El hecho de que 
el Partido Comunista de la China ha sobrevivido a la 
reforma de mercado, todavía monopoliza el poder político, y sigue activo
 en la economía ha ayudado a vender el relato estatista
 de la reforma. Pero fueron las revoluciones marginales las que trajeron
 el emprendimiento y las fuerzas de mercado de vuelta a China durante la
 primera década de la reforma, cuando el gobierno chino estaba ocupado 
rescatando al sector estatal.
La segunda parte de nuestro relato empieza en 1992 después de Deng 
Xiaoping realizara su tour por el sur del país. Mientras que las 
revoluciones marginales trajeron las fuerzas de mercado de vuelta a la 
China durante la década anterior, la competencia regional se
 volvió la principal fuerza transformadora durante la segunda década, 
convirtiendo a China en una economía de mercado para fines del siglo. La
 competencia regional no era nueva; había existido durante la primera 
década de la reforma. Pero luego creó barreras al comercio en las 
fronteras de las provincias y fragmentó la economía china. China 
implementó la reforma de precios en 1992, la reforma tributaria
 en 1994, y empezó a privatizar las empresas estatales para mediados de 
los noventa. Estas medidas reformadoras abrieron el camino para el auge 
de un mercado común nacional, que fue capaz de imponer la disciplina de mercado a todos los actores económicos, convirtiendo a la competencia regional en una fuerza transformadora.
Aquí, nuestro relato difiere de aquel presentado por Huang Yasheng en su libro, Capitalismo con características chinas.
 Un argumento controversial de Huang es que China fue más capitalista y 
empresarial en los ochenta que en los noventa. Si el argumento quiere 
decir que los emprendimientos privados prevalecieron en contra del 
Estado durante los ochenta, entonces está muy en sintonía con nuestro 
relato de las “revoluciones marginales”. Pero si este sugiere que China 
se apartó del libre mercado durante la segunda década de las reformas, 
está ignorando un cambio fundamental en la economía durante los noventa.
 Y esto es el florecimiento de un mercado nacional común, el cual era un
 requisito para que la competencia regional funcione.
Identificada con las inversiones repetitivas, la competencia regional es muchas veces culpada por distorsionar la ventaja comparativa y por socavar las economías de escala.
 Una imagen más matizada surgió en nuestro relato. Lo que la competencia
 regional hizo fue convertir la ventaja de China en espacio, siendo un 
país continental, en la alta velocidad de la industrialización. Cómo 
esto sucedió puede ser mejor apreciado desde una perspectiva Hayekiana, 
la cual resalta el crecimiento del conocimiento como la fuerza 
catalizadora que determina el cambio económico. En la época de Mao, la educación estaba siendo atacada y el conocimiento se volvió un riesgo político; China se aisló de Occidente
 y se apartó de sus propias tradiciones. La ideología radical de Mao 
empobreció la economía China y, peor aún, cerró las mentes de los 
chinos.
Luego de la muerte de Mao, China volvió a adherirse al pragmatismo. 
“Buscando verdad en los hechos” se volvió el nuevo lema del Partido; 
volverse rico se convirtió en algo glorificado. El obstáculo más 
limitante para el crecimiento económico era la falta de conocimiento. 
Esto incluía al conocimiento técnico, al conocimiento acerca de las instituciones
 —cómo varias instituciones que respaldan al mercado funcionan, y al 
conocimiento local —lo que Hayek describía como “el conocimiento de las 
circunstancias particulares del tiempo y el lugar”. La solución a este 
problema se encontró en la competencia regional. Cuando las 32 
provincias de China, sus 282 municipalidades, 2.862 condados, 19.522 
pueblos y 14.667 aldeas se lanzaron a una competencia abierta en busca 
de inversión y buenas indeas para desarrollar la economía local, China 
se volvió un laboratorio gigantesco donde muchos y diversos experimentos
 económicos fueron ensayados de manera simultánea. El conocimiento de 
todo tipo fue creado, descubierto y difundido rápidamente. Mediante el 
crecimiento del conocimiento, la escala enorme de la industrialización 
china hizo posible su rápida velocidad.
Conclusión
Considerando nuestro relato de cómo China se volvió capitalista, ¿qué
 podemos decir acerca de la forma en que el capitalismo surgió en China?
 Una característica persistente de la transición hacia el mercado de 
China es la falta de liberalización política. Esto no 
es para sugerir que el sistema político chino se ha mantenido intacto 
durante los últimos 35 años. El Partido se ha distanciado así mismo de 
la ideología radical; ya no es comunista, excepto en nombre. En los 
últimos años, el Internet ha empoderado cada vez más a los chinos para 
que hagan escuchar su voz en cuestiones políticas. No obstante, China 
sigue siendo gobernada por un solo partido político.
Esta continuidad esconde un cambio fundamental en la realidad 
política de la China. Con la muerte de Deng Xiaoping, la política del “caudillo” llegó a su fin. Bajo Jiang Zemin y Hu Jintao,
 China ya no fue gobernada por un líder carismático. En este sentido, la
 política China hoy es cualitativamente distinta a aquella de la época 
de Mao o de Deng. Pero el gobierno chino no ha reconocido el hecho de 
este cambio político en la realidad; ha habido pocos esfuerzos para 
construir instituciones que preparen a China para una nueva realidad 
política.
La combinación de una veloz liberalización económica y
 una política que parece no cambiar ha conducido a muchos a describir la
 economía de mercado de China como una economía liderada por el Estado, 
como un capitalismo autoritario, lo cual mucha gente ha reconocido 
correctamente como frágil e insostenible. Cuándo y cómo China se 
adherirá a la democracia, y si el Partido sobrevivirá 
su democratización, son las principales preguntas realizadas acerca del 
futuro político de China. En nuestro libro, ofrecemos una perspectiva 
distinta. Provee un diagnóstico distinto del principal defecto en la 
economía de mercado de China: China ha desarrollado un mercado sólido de
 productos, pero todavía carece de un mercado libre de ideas.
El mercado de ideas apunta a una manera alternativa de pensar acerca 
del futuro político de China. Nuestro razonamiento está principalmente 
basado en las siguientes dos consideraciones. Primero, la competencia 
entre múltiples partidos no funciona a menos que sea cultivada y 
disciplinada por un mercado libre de ideas, sin el cual la democracia 
fácilmente puede ser secuestrada por grupos de interés y socavada por la
 tiranía de la mayoría. El desempeño de la democracia 
depende de manera crítica del mercado de ideas, así como la 
privatización depende del mercado de activos capitales. Segundo, la 
competencia entre múltiples partidos prácticamente no tiene precedente 
en la historia china. De hecho, la palabra china para “partido” (党) 
tiene una fuerte connotación negativa en el pensamiento político chino 
tradicional. “Formar un partido y perseguir el interés propio” (结党营私) ha
 sido consistentemente denunciado como algo que socava el ideal 
político, que es que “lo que está debajo del cielo es para todos” 
(天下为公). En cambio, el mercado de ideas tiene una raíz profunda y 
venerada en el pensamiento chino tradicional: “dejen que cien escuelas 
de pensamiento compitan” ha sido respetado como un ideal político desde 
los tiempos de Confucio. Es nuestra opinión que el 
mercado de ideas promete una estrategia más gradual y viable para 
reconstruir la política china sobre los principios de la tolerancia, la justicia y la humildad.
A lo largo de los últimos 35 años, China se ha abierto capitalismo no solo en el ámbito económico. La teoría de los sentimientos morales tiene más de una docena de traducciones chinas; el libro se ha ganado el corazón y la mente del Premier Wen Jiabao. El mensaje de Adam Smith
 atrae mucho a los chinos, no en poca medida debido a su palpable 
similitud con el pensamiento chino tradicional acerca de la economía y 
la sociedad. Un resultado sorprendente de la transición de China hacia 
el capitalismo es que China encontró una forma de volver a sus raíces 
culturales. 
“Buscar la verdad en los hechos” es una enseñanza china tradicional, que Deng Xiaoping equivocadamente denominó “la esencia del Marxismo”.
 Pero muchos hechos están encubiertos en China porque un mercado libre 
de ideas todavía no existe. Somos optimistas, aunque de manera 
precavida, de que China puede que se adhiera a un mercado de ideas 
durante las próximas décadas, así como permitió un mercado de productos 
en el pasado reciente. Conforme nuestra economía moderna se vuelva más y
 más determinada por el conocimiento, las ganancias de un libre 
intercambio de ideas se volverán demasiado grandes; los costos de 
suprimirlo son demasiado altos.
La adopción de China tanto de su historia como de la globalización
 nos conduce a creer que el capitalismo chino, que recién inició su 
largo viaje, será distinto. Esto es deseable no solo para China, sino 
para Occidente y para todos los demás también. También es deseable para 
la economía de mercado a nivel mundial. Hoy, la biodiversidad es 
reconocida como algo vital para mantener nuestro ambiente natural. La diversidad institucional
 juega un papel similar cuando se trata de mantener a la sociedad humana
 resistente. El capitalismo será mucho más sólido si no es un monopolio 
de Occidente, pero florece en sociedades con distintas culturas, 
religiones, historias y sistemas políticos. Mientras que el comercio en 
el mercado global de productos hace que la guerra sea demasiado cara 
como para ser librada, un mercado global de ideas puede tolerar y 
prosperar sobre la colisión de ideas pero nos aleja de la colisión de 
civilizaciones.