¿EXISTE REALMENTE UN NACIONALISMO LATINOAMERICANO? ¿ES SÓLO WISHFUL THINKING?
"La resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las nuevas luchas"
CARLOS MARX
"Una nación es un grupo de personas unidas por un error común acerca
de sus antepasados y un disgusto común por sus vecinos"
E.B. WHITE
"América Latina no existe...Somos europeos en el destierro"
JORGE LUIS BORGES
"La resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las nuevas luchas"
CARLOS MARX
"Una nación es un grupo de personas unidas por un error común acerca
de sus antepasados y un disgusto común por sus vecinos"
E.B. WHITE
"América Latina no existe...Somos europeos en el destierro"
JORGE LUIS BORGES
La idea nacionalista en América Latina está muy ligada al tema de la
integración. No pocos hombres públicos impulsaron desde el
siglo XIX el sueño de una suerte de nacionalismo
latinoamericano, fundamentado en una supuesta identidad común entre las que
fueron colonias de España y Portugal.
En el altar sagrado de los mitos de América
Latina, el nacionalismo de la llamada Patria
Grande tiene lugar privilegiado.
En general, el
nacionalismo, como idea o visión, ha sido una noción muy controvertida, y como
objeto de estudio, para algunos historiadores, es un tema espinoso. Si mal no
recuerdo, Hanna Arendt al referirse a él lo llamó nacional-tribalismo.
El profesor
norteamericano Benedict Anderson ha señalado que nación, nacionalidad y
nacionalismo son términos difíciles de definir y analizar. Es amplia la
polémica sobre este asunto, frente al cual hay enfoques encontrados.
No pocos lo
señalan como “paso retrógrado en la
historia” (Lord Acton), causa de guerras (Renan) y potencialmente
imperialista (Northedge).
No obstante,
como conjunto de ideas ha sido un fuerte estímulo para líderes políticos y
sociales, y ha incidido sensiblemente en el devenir de muchos países.
En tanto que
fuente de inspiración, ha servido para fines sociales plausibles, pero también
ha conducido a situaciones políticas aberrantes.
Se ha afirmado
que es un sentimiento de cohesión e identidad que se va configurando de forma
progresiva en el marco de un país o de un territorio determinado. Juan Pablo
Fusi agrega que es un “principio último
de la legitimidad del orden político”.
El nacionalismo
se entiende en dos sentidos. Habría uno, afirmativo, progresista, universalista
y abierto a la cooperación entre las naciones, y otro, negativo, xenófobo,
ligado a ideas racistas, étnicas, culturales y militaristas.
El nacionalismo
aparece en Europa en la segunda mitad del siglo XIX, al calor de los procesos
de construcción de los estados modernos. El francés Maurice Barrés dirá en
1894: “el nacionalismo es la ley de los
pueblos modernos”.
En América, en
su conjunto, podríamos decir que sin llamarse como tal, existió tempranamente
un sentimiento nacionalista difuso pero intenso que compartían los criollos de los distintos
territorios coloniales que estaban bajo el dominio inglés, español y portugués.
Expresiones como “americanidad”, “el nuevo mundo es nuestra patria”, “la causa
de América”, “Nuestra América”, “América para los americanos”, entre otras,
denotan ese indefinido sentimiento “nacional”, ampliado a todo un continente, sobre todo, en una clase
política e intelectual que lideró la lucha independentista cada una con sus
especificidades anglosajonas e iberoamericanas. Brasil, un caso particular que guarda
relación con el desarrollo especial que tuvo con su metrópoli, Portugal, cuyos monarcas
se vieron obligados a establecerse en nuestro continente, huyendo de la
invasión napoleónica.
En nuestro
hemisferio, el nacionalismo ha devenido en ideología y sufrió la influencia del
europeo, el cual devino con el tiempo en uno más asociado a valores
tradicionales, históricos o militares.
Fusi señala que
el nacionalismo, en su desarrollo histórico europeo, hizo de los elementos de
diferenciación cultural –lengua, etnia y religión- la base de la identidad
nacional. Para este autor, el nacionalismo asumió “formas agresivas e intolerantes, identificándose con ideas de grandeza
nacional, expansionismo militar y superioridad racial, populistas y
antiliberales”. Así, el nacionalismo-sentimiento inicial se volvió luego
una ideología, una teoría, una doctrina en las que se fundamentaba la acción
política y la acción del Estado. Más tarde, aparecerá un nacionalismo
autoritario y antidemocrático, caldo de cultivo de los movimientos
nazifascistas que tuvieron su eco en tierras suramericanas. El peronismo y el estado novo de Getulio Vargas son
ejemplos de ello, entre otros.
Anderson señala
que una nación es una “comunidad política
imaginada, inherentemente limitada y soberana”, en la que sus habitantes
tienen en la mente una “imagen de su
comunión” y “la nación se concibe
como un compañerismo profundo,
horizontal”.
¿Son los países
latinoamericanos un conjunto social cohesionado en torno a elementos étnicos,
culturales y políticos comunes, que los diferencian sustancialmente de sus
raíces múltiples europeas, indígenas y africanas? ¿Tenemos los latinoamericanos
una identidad particular, individualizada, que nos distancia del resto del
género humano o es solo una aspiración que pensadores y políticos han
alimentado desde nuestra independencia política? ¿El mestizaje
cultural de Latinoamérica nos autoriza para hablar de un conjunto humano
diferente, específico, de una civilización nueva y distinta que se habría
configurado durante los últimos 5 siglos? ¿Puede hablarse con propiedad de
Latinoamérica como una nación en
formación? ¿O es solo un sueño sin sustento real o existe una base real para proclamar un nacionalismo latinoamericano que reúna a
todos los países ubicados entre el Rio Grande y la Patagonia?
¿Puede hablarse
de “una representación de nosotros mismos”
los latinoamericanos, de una cosmovisión compartida?
El tema, sin
duda, es polémico. Hay respuestas divergentes a esas interrogantes.
A mi juicio, lo
que queda claro es que hay varias
latinoaméricas diferenciadas, a
pesar de los elementos comunes y de los intentos fallidos de unidad de ellas
durante más de dos siglos.
Luego de océanos retóricos, de proyectos fracasados o inconclusos, de refundaciones o
relanzamientos, hoy por hoy no estamos frente a una nación individualizada que conformarían
todos los países iberoamericanos, ni de cara a hechos concretos, más allá de los
tratados, de que aquella pueda crearse, sobre todo en un planeta cada vez más
integrado, fluido y poroso en todos los sentidos (económico, cultural,
tecnológico).
Si alguna vez
fue posible una nación latinoamericana integrada, una federación política de cara al mundo, en la actualidad es ya una quimera.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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