lunes, 16 de diciembre de 2019


MÁS ALLÁ DEL BREXIT ¿QUÉ HAY PARA EL REINO UNIDO EN TÉRMINOS DE SUS RELACIONES COMERCIALES FUTURAS?



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En el mundo que vivimos un acontecimiento como el Brexit tendrá repercusiones económicas, fuera de las fronteras británicas.  

La suerte ya está echada en relación con el retiro del Reino Unido de la Unión Europea (UE). El triunfo electoral esperado de Boris Johnson en los días que corren coloca a los británicos en el carril de salida. Hay un claro mandato del electorado respecto de ese asunto, y Johnson contará con los votos para aprobar lo acordado en Bruselas.

El político populista derrotó al laborista Corbyn, hombre de discurso confuso, equívoco, abocado en campaña a hablar de otros temas distintos al muy crucial del Brexit.

Hasta el último momento se tuvo esperanzas de que Johnson ganara por poco margen, lo que mantendría alguna posibilidad de evitar la partida de Europa, obstaculizándola en el parlamento y/o abriéndose a un referéndum de reconsideración.

Lo que suceda a ese país en términos económicos, financieros y sociales en lo sucesivo, forma parte aun del reino de los pronósticos y conjeturas; y las resultas solo se verán dentro de unos años. 

Soy de los que sigue creyendo, desde fuera, que fue un mal paso la decisión popular que condujo al Brexit. Comparto lo dicho por el speaker de los Comunes, John Bercow, acerca de que es el mayor error cometido en materia de política exterior del RU después de la Segunda Guerra mundial. Entonces, burdas mentiras y medias verdades se impusieron, y una mayoría no contundente compró la propuesta engañosa presentada por demagogos antiglobalización.  

Los líderes de la UE se han venido preparando para que el sustancial desarreglo que representa esta salida no sea tan dañoso, que lo será indefectiblemente en cierta medida.

Tres años angustiosos e inciertos se pasaron hablando y negociando sobre cómo sería el divorcio y pocas cosas quedaron claras. Salir de un proceso de integración como el europeo no es nada fácil, habida cuenta de los fuertes lazos económicos y financieros consolidados por décadas. El principio de irreversibilidad, característica esencial de este tipo de procesos, ha sido puesto a prueba y al final quedado cuestionado. 

La canciller alemana Angela Merkel ha señalado que ahora tendrán un competidor a sus puertas y espera que se conduzca en el intercambio comercial de manera leal.

Por otro lado, hay algunos asuntos que no han sido definidos en lo acordado por Johnson. Temas comerciales, de relaciones de seguridad y militares, y lo de la frontera irlandesa siguen sin resolverse. Algunos señalan que tomará mucho tiempo alcanzar un acuerdo UE-RU sobre un comercio anual que ronda el medio billón de dólares.  

Trump le ha dicho a Johnson que ahora están libres para conseguir entre ambos países un acuerdo integral que tendría el potencial de ser mucho mayor y más lucrativo que cualquier otro acuerdo que pudiera lograrse con la UE.

Habida cuenta de la visión que ha mostrado tener el norteamericano de estos asuntos comerciales y la experiencia de los últimos años con el tratado comercial de Norteamérica y las negociaciones con China, resulta muy dudoso pensar que ese acuerdo bilateral pueda ser de fácil definición e instrumentación, y favorecer, sobre todo, al Reino Unido. El que Trump y Johnson sean cercanos en amistad, estilo e  “ideológicamente”, no garantiza el logro de un eventual tratado tan complejo como sería ése.  

En cualquier caso, el arreglo final que se alcance con Europa repercutirá, obviamente, en la naturaleza de las relaciones económicas en el ámbito no solo atlántico. La interdependencia global es una realidad incontestable, de la que resulta casi imposible sustraerse. Y países como los europeos, EEUU o China no pueden colocarse al margen, de allí que los compromisos económicos que se adquieren estén hondamente interconectados y condicionados.

Lo que al final convenga RU con sus hasta ahora socios europeos limitará el intercambio económico que adelante con otros actores del mundo, y en especial con EEUU.

La UNCTAD ha estimado una pérdida de 16.000 millones de dólares para los británicos en sus exportaciones al resto de la UE al quedar sin efecto las ventajas arancelarias, a lo que se sumarian las de otros países, con los cuales tendrá que negociar nuevos tratados bilaterales. Por otro lado, muchas firmas y bancos han emigrado, pues temen la pérdida de beneficios en la Unión Europea. El FMI calcula que en caso de no haya un acuerdo comercial que regule la relación del RU con Europa, eso le costaría entre un 5% y un 8% del PIB.
En general, los estudios sobre los efectos del Brexit, calculan pérdidas que van de 80.000 millones de libras a 140 mil millones.

No lo tendrá fácil el RU en lo sucesivo. Su pueblo ha emprendido una aventura incierta, cargada de muchos riesgos. Salir de la UE luce un enorme despropósito que podrían lamentar.  







 




sábado, 7 de diciembre de 2019


            ¿PUEDE REHACERSE EL MERCOSUR?

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En días pasados se reunió el Mercosur y hubo algunos discursos que podrían hacer pensar que quizás el bloque retomaría una senda que había dejado de lado varios años, cuando una contraproducente ideologización política lo marcó, profundizando su ralentización y llevándolo a un estancamiento.

No hay duda de que sin una revisión profunda y cambio de sus principios y mecanismos básicos, difícilmente el bloque pueda afrontar los nuevos desafíos del mundo de hoy. Han pasado 28 años desde su fundación, y las circunstancias actuales son sustancialmente distintas. O se transforma o muere.

Obviamente, las vicisitudes políticas en cada uno de sus países miembros debemos tenerlas presentes a la hora de analizar el presente e intentar prever las perspectivas futuras.

El país más grande y de mayor gravitación en Mercosur, Brasil, está gobernado por un presidente que inicialmente se mostró displicente de cara al bloque. Incluso su ministro de Economía, Paulo Guedes, llegó en cierto momento a minimizar su importancia, no era prioritario el tema en el programa de gobierno de Bolsonaro.

No obstante, como dice un editorial reciente de O Estado de Sao Paulo, pareciera que Bolsonaro al fin descubre Mercosur.  En la mencionada reunión habló de su necesaria renovación, lo cual coincidiría con la política de apertura comercial que está adelantando en su país.

Por lo que respecta a Argentina, surgen las dudas sobre si la política que siga el nuevo presidente, Alberto Fernández, asuma las últimas decisiones tomadas por el bloque, incluidas las anteriores a la presidencia de Bolsonaro, las cuales buscan abrirlo más al mundo. Como se sabe, están pendientes la ratificación aún dudosa del Acuerdo con Europa y los posibles arreglos con la Alianza del Pacífico.   

Un punto muy importante y álgido que será motivo de discusión en lo sucesivo es el del Arancel Externo Común (AEC). Hay posiciones encontradas al respecto. Este asunto ha hecho que los técnicos sobre la materia señalen a Mercosur como una unión aduanera imperfecta, en virtud del número importante de excepciones que tiene. El gobierno actual de Brasil quiere reducirlo, y desde Argentina habría resistencia de parte del gobierno entrante.  

Más allá del tema puntual controvertido del AEC, lo crucial en el futuro del bloque es acometer una honda reforma que lo ponga a tono con las realidades actuales. Mantenerse o reincidir en posiciones proteccionistas a ultranza es condenarse a seguir la deriva que lo puede llevar a la irrelevancia definitiva.

En otras oportunidades he manifestado mi escepticismo respecto del futuro de Mercosur, y no le ha dado mucha vida si no se abre a los nuevos desarrollos en materia de relaciones económicas que se vienen imponiendo en el planeta. La integración económica global, a pesar de sus problemas eventuales, crisis y repliegues coyunturales, continúa su curso ineludible.

La integración dejó de ser un asunto arancelario y ha pasado a convertirse en un tema de producción compartida transfronteriza.  Hoy, los paradigmas que fueron dogma en el ámbito de la integración son otros.

La mera reducción de tarifas forma parte de esquemas que han devenido demodés, sobre todo cuando casi todo el universo arancelario está prácticamente liberado. Hoy los asuntos a considerar son la facilitación y simplificación de los trámites del comercio, el libre flujo de las inversiones, la integración de los mercados bursátiles, una real unificación jurídica, coordinación de políticas económicas, los encadenamientos globales de valor y la incorporación y utilización de las nuevas tecnologías y el comercio digital, porque las distancias ya no son tan determinantes como antes, la geografía ya no es un limitante. 
Se impone a los países de nuestro entorno continental, la necesidad insoslayable de pensar en términos hemisféricos y globales, no desde las estrechas subregiones que tienden a cerrarse sobre sí mismas y a establecer barreras defensivas ineficaces y contraproducentes


Si Mercosur insiste en mantenerse al margen de esos aspectos, no le podemos arrendar la ganancia. Queda aún vigente la interrogante: ¿se podrá rehacer Mercosur a pesar de las diferencias en su seno sobre temas sustantivos que tocan sus principios básicos?