viernes, 29 de junio de 2018

LA INTEGRACIÓN HEMISFÉRICA Y LAS IDEOLOGÍAS

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Las relaciones políticas y económicas de los países que integran el hemisferio americano han estado marcadas por encuentros y desencuentros a lo largo de los dos últimos siglos de vida independiente. Convergencias y pugnas, rivalidades y alianzas, debates enconados y consensos, entendimientos e incomprensiones, han caracterizado la dinámica de vínculos e intercambio en las Américas. 
Los intentos fallidos y/o incompletos de integración y cooperación, impulsados durante ese largo recorrido, son la secuela, sobre todo, de las ideas que han inspirado a los hombres públicos del continente, más allá de los factores estructurales que condicionan nuestras sociedades.
La influencia de las ideologías y creencias sobre quienes inducen el curso que toman los acontecimientos sociales y generan los cambios políticos y económicos, es una verdad incontestable en todo tiempo y lugar; no hacen falta mayores demostraciones empíricas de ello.
Karl Popper, en su libro Conjeturas y Refutaciones, escribió que el poder de las ideas, en especial, las morales y religiosas, es tan importante como el de los recursos materiales. En el siglo XIX, el escritor Víctor Hugo ya había afirmado algo parecido: “más que las locomotoras, las ideas son las que llevan y arrastran el mundo”.
Y en el campo económico, John Maynard Keynes afirmó que las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que comúnmente se piensa.  
Así, el hombre, en su afán de diseñar modelos de sociedades, imaginar utopías, edificar estructuras políticas, ejecutar programas políticos o justificar intereses colectivos, de grupos o individuales, provisto de diversas visiones sobre la vida y el mundo, ha perseguido con pasión sus objetivos de transformación de la realidad a lo largo de la historia.
Sabemos que Platón fue un filósofo involucrado en los asuntos políticos de su tiempo; no pudo evitar la tentación de llevar a la práctica su doctrina sobre el gobierno. Lo testimonian los tres viajes que hizo a Siracusa con el propósito de convertirse en consejero de reyes.
Las ideologías y el cuerpo de creencias diversas surgidas en el devenir social constituyen el acervo intelectual del que el hombre se ha nutrido para acometer sus ejecutorias públicas o privadas. A los policy-makers aquellas le han servido para delinear su hoja de ruta y estrategias hacia el objetivo fijado.
El hemisferio americano no ha sido la excepción en tal sentido.
Desde una perspectiva histórica, nuestro continente ha ofrecido un vasto espacio para la promoción y concreción de las que provienen del mundo occidental al que pertenece, pero también es vivero primigenio de algunas propias.
El liberalismo, el positivismo, el marxismo, la socialdemocracia y la doctrina social de la iglesia católica, en sus distintas versiones, son las doctrinas que han tenido más adeptos entre nuestros políticos y pensadores.
Durante las últimas centurias, estas grandes corrientes políticas, el pensamiento de filósofos, escritores, científicos y hombres de acción, han servido de fuente de inspiración. Desde el Siglo de las Luces, pasando por los convulsionados siglos XIX y XX, hasta nuestros días, esa producción intelectual ha marcado el comportamiento de los líderes al frente de los asuntos públicos, incluido el que atañe a las relaciones internacionales.
De modo que cuando analizamos los resultados, tanto los éxitos como los fracasos que se han alcanzado en materia de integración y cooperación en nuestro hemisferio, es forzoso remitirse a tal acervo ideológico.
Sólo así comprenderemos lo que ha sucedido, porqué estamos donde estamos, y cómo podremos enfrentar los desafíos del futuro.
Las realidades de la actual interdependencia global, particularmente sus complejidades, demandan de las sociedades modernas un esfuerzo en el sentido de afinar con la mayor precisión posible los medios para alcanzar el éxito que los ciudadanos están ávidos de lograr.
El debate entre ideologías sigue presente. Incluso, ideologías que algunos llaman mortíferas, pugnan por imponerse en el mundo de hoy. En la discusión sobre los proyectos de integración hemisférica y global se sigue insistiendo en ideas que han demostrado haber perdido vigencia, cuando no, su nocividad.
De allí que los objetivos de amplio bienestar económico y plenitud y vigencia de las libertades democráticas deberían ser los motores inspiradores que impulsen el encuentro integrador y vigoroso de los países de nuestro hemisferio.     

EMILIO NOUEL V.

miércoles, 20 de junio de 2018

        DUQUE Y LA APUESTA POR  EL ÉXITO DE COLOMBIA

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El triunfo electoral de Iván Duque el pasado domingo 17 de Junio es una gran noticia para los venezolanos que anhelamos restaurar la democracia en Venezuela.
Él ha demostrado un sin número de veces su solidaridad con los que padecemos el autoritarismo destructor del chavismo.
Duque está consciente de que nuestros destinos, el de Colombia y Venezuela, van uno al lado del otro. Ha llegado a afirmar que el éxito de su país es también el éxito de Venezuela, y viceversa, visión ésta que muchos compartimos.
Ya se ha dicho hasta la saciedad, pero siempre es menester recordarlo: lo que ocurre del otro lado de nuestra frontera occidental, no nos es indiferente a los venezolanos, así como lo que suceda en Venezuela, tendrá también repercusiones allá.
Como era el deseo de millones de venezolanos, Duque gana esas elecciones, y la mayoría de los demócratas de nuestro hemisferio también lo celebran.
Es un político joven, con ideas propias, programa económico moderno y con algo muy importante: su visión de reconciliar a su país, que tanto lo necesita.
Ha dicho que quiere unir a Colombia, que no viene con odios, ni venganzas ni represalias. “No reconozco enemigos….no hay ciudadanos vencidos…. ...Gobernaré con todos y para todos”.
Esas han sido sus primeras palabras después de electo, y desde este lado estamos seguros de que hará todo lo posible por honrarlas, a pesar de los graves problemas que deberá afrontar.
Para la barbarie chavista, obviamente, ese triunfo constituye un varapalo contundente. Para sus planes de eternizarse en el poder, el ascenso de fuerzas políticas de su familia ideológica en los gobiernos de países de la región que lo apoyen o se hagan la vista de gorda frente a las atrocidades que comete, ha sido su aspiración más febril.
Como factótum político de esa casa de los milagros que llaman Foro de Sao Paulo -ahora venido a menos por su bolsa ya vacía para comprar adhesiones y apoyos- la candidatura de Duque no era lo que le convenía. La apuesta que hizo la perdió, y su aislamiento internacional se seguirá intensificando.
Pero, sin duda, el de Duque es un triunfo que saludamos con alborozo esperanzador los demócratas que enfrentamos el autoritarismo populista y su colectivismo económico hambreador, donde sea que éste pretenda implantarse. 
Ganó Duque en buena lid a pesar de las aves de mal agüero que anunciaban el triunfo de su contrincante. 
Ciertamente, no la tendrá fácil. Gobernar en democracia, con sus libertades y contrapoderes, exige debatir, consensuar, negociar e incluso sacrificar planes de cara a las prioridades. Tendrá una oposición variopinta. El populismo izquierdista avanzó cabalgando en algunas fuerzas no propias, que quedó claro que no votaron por su propuesta sino en contra del que al final resultó ganador.
Colombia, como lo registramos hace algunas semanas, ha sido aceptada en el club de países desarrollados, la OCDE. Es un importante logro que deberá incentivar a ese país en el sentido de buscar ser mejor cada día. Y Colombia ha demostrado tener el empuje y el talento para alcanzar un lugar destacado en el mundo complicado que vivimos. Ojalá persevere en ese camino, resolviendo los problemas sociales que aun padece.
Tiene toda la razón Duque cuando afirma que el éxito de Colombia es también el éxito de Venezuela.
Que así sea.

EMILIO NOUEL V.

viernes, 15 de junio de 2018

EMBROLLO COMERCIAL GLOBAL, CRISIS EUROPEA Y LA APERTURA NORCOREANA

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Los aspavientos del señor Donald Trump no dejan de ser noticia en el mundo. Obviamente, al estar al frente de la potencia planetaria más grande, cualquier iniciativa, opinión o medida que aquel adopte, tendrá repercusiones globales, algunas generando problemas antes que soluciones.
En el ámbito del comercio internacional, incluso desde antes de asumir la primera magistratura de su país, no pocas inquietudes produjo Trump en los hombres de negocios. 
Su anacrónica visión proteccionista del comercio presagiaba perturbaciones con sus socios más importantes y en la economía mundial.  
Llegamos a pensar, sin embargo, que tal enfoque del asunto podría tener contrapesos en los factores de poder económico norteamericanos que muchos intereses tienen en el libre comercio.
No obstante, a pesar de que hubo ciertas vacilaciones de cara al desencadenamiento de una guerra comercial a todas luces inconveniente, al final parece que se impuso la postura absurda inicial. La confrontación temida que ya advertíamos hace algunas semanas, no se pudo parar y una decisión que había sido suspendida por las razones que fueran, sigue ahora su curso, cuyos efectos  negativos no serán sólo para la economía norteamericana.
En la reciente reunión del G-7 se evidenció el desencuentro entre países que han sido aliados y socios por muchas décadas. El señor Trump se negó a suscribir la declaración final, hecho insólito en reuniones de este grupo.
El gobierno canadiense ha llegado hasta catalogar de insultantes a las tradicionales, largas y fructíferas relaciones bilaterales entre los dos países, las medidas arancelarias de Trump.
Éste ha señalado de manera insólita a Canadá y otros países como “amenaza a la seguridad” de EEUU. Sobre todo, resulta desconcertante acusara Canadá de tal, cuya economía ha estado prácticamente integrada a la estadounidense desde el siglo XIX.
Ninguna estrategia negociadora responsable y seria que se adelante, por ejemplo, en el marco del NAFTA, podría justificar tal acusación, a todas luces, fuera de lugar, no acorde con la historia compartida de esos dos países.
Tanto Canadá como la Unión Europea y México han iniciado o anunciado activar procedimientos ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) en contra de EEUU por el alza de aranceles al aluminio y el acero originarios de aquellos países.
Para los europeos, esta medida llega en un mal momento. A su interior también tiene lugar otra contrariedad, no menos preocupante. Al enredo aún no resuelto del Brexit y de otras manifestaciones anti-europeístas (Polonia, Hungría, Austria), se suma la deriva amenazante de una coalición gubernamental italiana que arriba al poder, cuya visión reniega de la Unión Europea y del euro.
Europa se está volviendo una suerte de familia disfuncional. Macron pareciera que es el único que está dando la talla al defender la Unión. La señora Merkel se repliega, está menos activa en términos comunitarios, quizás maniatada por su gobierno compartido y las presiones nacionalistas internas. La deriva nacional-proteccionista y anti-europeísta, que cabalga sobre el tema inmigratorio, a pesar de la recuperación económica, toma fuerza peligrosamente, conspirando contra una Europa unida.
El orden político y económico internacional está trastornado. Trump pide el retorno de Rusia al G-7.
Y en medio de todo esto se produce el encuentro Trump/Kim Yong Un, que a pesar de los nubarrones señalados, constituye una noticia auspiciosa, al menos por ahora.
Porque todo lo que abra una ventana a la paz siempre será positivo. Parar las tensiones con  la tiranía de Corea del Norte y lograr la desnuclearización de ese país, será, sin duda, una buena nueva, de concretarse definitivamente. Más allá de la puesta en escena de Singapur y de las reservas sobre la sinceridad de lo acordado, por la paz debe hacerse cualquier esfuerzo diplomático.
Ojalá la absurda deriva nacional-proteccionista en lo comercial, los desencuentros geopolíticos entre los poderes occidentales y las amenazas de guerra puedan ser neutralizadas, y se impongan la sensatez y apertura en un mundo tan complejo y difícil como el que estamos transitando.

viernes, 1 de junio de 2018

“LA TIERRA DEL OLVIDO”, LAS GRANDES LIGAS E IVAN DUQUE

                   
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Son noticias que vienen de fuera y que compensan en parte a uno, venezolano atormentado por la situación particular que vive su país, hundiéndose este en el colapso social y económico más grande de su historia, y de paso, transitando un camino hacia la irrelevancia, a menos que despertemos y resurjamos.
Colombia, que es y será nuestro vecino per sécula seculorum, es aceptada en la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), club de los países más desarrollados del mundo, e ingresará próximamente como “socio global” a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).  Entra a las Grandes Ligas, y hay que felicitarse.
Ambas instituciones, una económica y la otra estratégica-militar, en las que se deciden asuntos de dimensión planetaria.
Y no es que Colombia pueda ser catalogada en la actualidad como país totalmente desarrollado, ni que haya acabado con todos su problemas sociales. Sabemos que aun los tiene y que hay algunos deberes pendientes por hacer.
Sin embargo, cumple con ciertos requisitos mínimos que la hacen acreedora de las membresías en cuestión, y esto a pesar de algunos temas importantes y graves como la violencia política y el tráfico de drogas presentes todavía.  
Como se sabe, la OCDE es una organización en la que se intercambian experiencias positivas que apunten al cambio social y económico. Acepta en su seno a países que reúnen unos estándares de productividad, competitividad y desarrollo institucional, adecuados para el desarrollo y el crecimiento.  
Colombia hoy los reúne, afortunadamente, para enfrentar los desafíos de su propio desarrollo.    
Desde el 2013 el presidente Juan Manuel Santos había venido acercándose a la OTAN y en el 2016 con ocasión de los acuerdos de Paz, inicio un proceso de colaboración con aquella.
Ser “socio global” de la OTAN implicará para Colombia realizar operaciones de cooperación estratégica militar en los asuntos relativos al mantenimiento de la paz mundial, más allá del ámbito europeo de la organización. Y esto no es un asunto de poca monta, sobre todo visto desde nuestra región y de Venezuela.
Por otro lado, en la reciente primera vuelta de las elecciones presidenciales de ese país, el joven candidato Iván Duque del partido Centro Democrático, senador, escritor, de excelente formación  académica y con experiencia política, ganó con una ventaja importante.
Para los venezolanos que lo deseábamos, es también una buena noticia ese triunfo. Él ha demostrado de manera sincera y reiterada su solidaridad con los cientos de miles de venezolanos que han debido irse a ese país. Lo ha dicho claramente: el éxito de Colombia es el mismo de Venezuela.  
Ciertamente, lo que allá ocurra y lo que aquí suceda, incumbe a ambos. Nuestra existencia y los destinos de venezolanos y colombianos están cruzados inexorablemente. Todo nos convoca a la convergencia y la integración. La política, la economía y la geografía. Y hasta la sangre.
Colombia y Venezuela. Venezuela y Colombia. Dos países que deben marchar juntos y complementarse. Como ya de hecho lo han logrado, más allá de los intentos por separarnos y/o enemistarnos, a causa de puntos y rayas geográficos y de prejuicios absurdos.   
Desde la Tierra de Gracia, como la llamó el Almirante de la Mar océano, a la Tierra del olvido, como alude a Colombia ese cantante telúrico Carlos Vives, corre una sola y profunda corriente subterránea de savia común que nos alimenta y nos hermana.  
Es posible que el proceso que se abre para Colombia con el nuevo Presidente Duque, tenga repercusiones prontas e importantes para nuestra situación particular. Ojalá. Así lo anhelamos desde aquí, gozosos como estamos de las tan buenas noticias que nos llegan de más allá de San Antonio del Táchira, Paraguaipoa o Guasdualito.  
EMILIO NOUEL V.