El triunfo electoral de Iván Duque el pasado domingo 17 de
Junio es una gran noticia para los venezolanos que anhelamos restaurar la
democracia en Venezuela.
Él ha demostrado un sin número de veces su solidaridad con
los que padecemos el autoritarismo destructor del chavismo.
Duque está consciente de que nuestros destinos, el de
Colombia y Venezuela, van uno al lado del otro. Ha llegado a afirmar que el
éxito de su país es también el éxito de Venezuela, y viceversa, visión ésta que
muchos compartimos.
Ya se ha dicho hasta la saciedad, pero siempre es menester
recordarlo: lo que ocurre del otro lado de nuestra frontera occidental, no nos
es indiferente a los venezolanos, así como lo que suceda en Venezuela, tendrá también
repercusiones allá.
Como era el deseo de millones de venezolanos, Duque gana esas
elecciones, y la mayoría de los demócratas de nuestro hemisferio también lo
celebran.
Es un político joven, con ideas propias, programa económico
moderno y con algo muy importante: su visión de reconciliar a su país, que
tanto lo necesita.
Ha dicho que quiere unir a Colombia, que no viene con odios,
ni venganzas ni represalias. “No
reconozco enemigos….no hay ciudadanos
vencidos…. ...Gobernaré con todos y para
todos”.
Esas han sido sus primeras palabras después de electo, y
desde este lado estamos seguros de que hará todo lo posible por honrarlas, a
pesar de los graves problemas que deberá afrontar.
Para la barbarie chavista, obviamente, ese triunfo constituye
un varapalo contundente. Para sus planes de eternizarse en el poder, el ascenso
de fuerzas políticas de su familia ideológica en los gobiernos de países de la
región que lo apoyen o se hagan la vista de gorda frente a las atrocidades que
comete, ha sido su aspiración más febril.
Como factótum político de esa casa de los milagros que llaman Foro de Sao Paulo -ahora venido a
menos por su bolsa ya vacía para comprar adhesiones y apoyos- la candidatura de
Duque no era lo que le convenía. La apuesta que hizo la perdió, y su
aislamiento internacional se seguirá intensificando.
Pero, sin duda, el de Duque es un triunfo que saludamos con
alborozo esperanzador los demócratas que enfrentamos el autoritarismo populista
y su colectivismo económico hambreador, donde sea que éste pretenda
implantarse.
Ganó Duque en buena lid a pesar de las aves de mal agüero que
anunciaban el triunfo de su contrincante.
Ciertamente, no la tendrá fácil. Gobernar en democracia, con
sus libertades y contrapoderes, exige debatir, consensuar, negociar e incluso
sacrificar planes de cara a las prioridades. Tendrá una oposición variopinta.
El populismo izquierdista avanzó cabalgando en algunas fuerzas no propias, que
quedó claro que no votaron por su propuesta sino en contra del que al final
resultó ganador.
Colombia, como lo registramos hace algunas semanas, ha sido
aceptada en el club de países desarrollados, la OCDE. Es un importante logro
que deberá incentivar a ese país en el sentido de buscar ser mejor cada día. Y
Colombia ha demostrado tener el empuje y el talento para alcanzar un lugar
destacado en el mundo complicado que vivimos. Ojalá persevere en ese camino,
resolviendo los problemas sociales que aun padece.
Tiene toda la razón Duque cuando afirma que el éxito de
Colombia es también el éxito de Venezuela.
Que así sea.
EMILIO NOUEL V.
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