sábado, 24 de abril de 2021

            BIDEN, PICON SALAS Y NUESTRO HEMISFERIO

 

                                 

 

Más allá de las diferencias innegables entre los países que conforman nuestro enorme territorio continental, se impone verlo en su conjunto. El enfoque de los asuntos que nos conciernen, por tanto, debe ser hemisférico, con aun más razón, en los tiempos de intensa interdependencia global que vivimos.  

En tal sentido, no hay que seguir sumergiéndose en esa absurda e inútil postura de unas “Américas desavenidas” en permanente conflicto, a pesar de los desencuentros e incomprensiones históricos, algunos muy amargos y condenables, sin duda.

Lo que queda muy claro es que quedarnos en los agravios y resentimientos históricos en nada nos ayudaran para avanzar hacia un mejor futuro, que será de mayor acercamiento, cooperación e integración entre nuestras naciones.

En momentos en que algunos critican al gobierno norteamericano por carecer supuestamente de una política de cara a América Latina, en días pasados, el presidente Joe Biden hizo una declaración importante que no debería pasar por debajo de la mesa. “Proclamación del Dia Panamericano”, se titulaba.

Al recordar la primera reunión que se celebró hace 131 años de la Unión Interamericana, reafirmó “la fuerza de nuestra comunidad regional”, celebró los principios democráticos que nos unen y expresó su disposición a trabajar conjuntamente para superar los desafíos comunes.  “Los grandes desafíos que enfrentamos hoy no están confinados a nuestras fronteras nacionales particulares”, señaló certeramente.

Y mencionó de manera especial la crisis humanitaria y migratoria de Venezuela y la violencia en CentroAmérica.

Para Biden, está en el interés nacional de seguridad de EE.UU, un hemisferio económicamente próspero y democrático, lo cual se obtendrá unidos bajo un liderazgo democrático apegado al Estado de derecho.

Al leer tal proclama, me vino a la mente un gran venezolano que sobre las relaciones con EE.UU escribió, a mediados del siglo XX, también muy acertadamente, similares ideas. Me refiero a Mariano Picón Salas.

Critico de aquel país, abogó, sin embargo, por la confluencia de las “dos Américas”. Decía que ambas compartieron y siguen compartiendo valores políticos y culturales fundamentales, sin olvidar la vecindad y una historia común.

No hace falta recordar que don Mariano, intelectual americanista y universal, es uno de los pensadores profundos del hemisferio. Fue político también, cercano a la socialdemocracia. Es uno de esos que llamaba Antonio Gramsci, “intelectuales orgánicos”, aunque no fue un militante, un hombre de acción.

El fenómeno de la interdependencia mundial, lo que llamamos hoy globalización, no se le escapó a esta mente privilegiada. A comienzos de los años cuarenta del siglo pasado, escribió que aquella “está haciendo caducas muchas de las fronteras que cerrara el pretérito, hemos llegado a un momento de la Historia en que, efectivamente, nada de lo que atañe al hombre, nada de lo que él piensa y realiza, puede sernos ajeno.”

Para Picón Salas, el final de la Segunda Guerra Mundial debía producir un cambio profundo de la política. Y esto, en lo económico, tendría que significar un “plan para el continente”. A los países latinoamericanos correspondería, según él, crear confederaciones: “seguramente llegaremos de una aislada economía de naciones a una economía hemisférica”. 

Sin embargo, a juicio de él, uno de los problemas de mayor tensión en la cultura americana era que en el área del continente dos familias de pueblos se veían como vecinos recelosos, y que a pesar de estar vinculados por el comercio y la contigüidad geográfica, tenían pocos deseos de comprenderse. 

Este desencuentro conducía a olvidar la misión común de América, “aquella teoría de la concordia y esperanza del Nuevo Mundo”, que acercó el pensamiento emancipador de las dos Américas y que hizo dialogar a Jefferson y Miranda.  El “arielismo” de Rodó, por tanto, no era una opción para Picón Salas, toda vez que aquel con su planteamiento irreconciliablemente antagónico entre las Américas -el supuesto espiritualismo latino versus el materialismo anglosajón- no ofrecía una solución.  

Para este venezolano, tanto en el Norte como en el Sur del continente, se habrían frustrado y desviado en demasía la ideología y el legado moral de los founding fathers. La misión común de los países americanos plantearía  la necesidad de recuperar “la voluntad totalizadora” y desechar los prejuicios y la “incapacidad de elevarnos sobre las ruinas y convenciones de la propia tribu”. Apoyó la idea de que era posible el intercambio y la complementación con la América anglosajonaInsistirá: “En ese campo de la comprensión ecuánime es no sólo posible, sino urgente, que las dos porciones de América se aproximen y colaboren en una justa organización del mundo; que el desarrollo técnico de los Estados Unidos y la riqueza potencial de Hispanoamérica participen en la empresa de un orden continental más próspero y permanente.”

Mariano Picón Salas y Joe Biden. Dos tiempos. Dos orígenes culturales. Uno hispanoamericano, el otro angloamericano. Sin embargo, convergentes en una misma visión sobre lo que deberían ser las relaciones hemisféricas, que no siempre fueron armónicas, y más bien marcadas, por la desconfianza y el resentimiento.

Por cierto, el campeón de la democracia que fue Rómulo Betancourt, amigo cercano de Don Mariano, respecto de las relaciones con Norteamérica, tenía también los pies sobre la tierra. Frente al “gigante de la familia”, decía, cordialidad sin sumisión, firmeza sin desplantes. Sabias palabras, de vigencia presente, sin duda.

Ojalá y los tiempos por venir nos traigan más cooperación e integración a nuestro hemisferio. Lo necesitamos con urgencia. Sobre todo, cuando en su mensaje de los 100 días, Biden dice que Estamos en competencia con China y otros países para ganar el siglo XXI”, y ya conocemos las andanzas de los chinos por esta comarca.


miércoles, 21 de abril de 2021

LA TIRANIA CHAVISTA EN LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO    *

 


En efecto, el “viraje” que muestra la nomenklatura chavista en los dias que corren respecto de su visión anticapitalista y contraria a los entes internacionales “imperialistas” como la OMC, es notorio.

En su propio camino a Damasco, se produjo el "milagro". Obviamente, no se trata de una conversión ideológica sincera, sino de una conveniencia pragmática para mantenerse en el poder. Ya se apresuraron a esconder debajo de la alfombra, aquella frase de Hugo Chávez sobre la OMC: “Es un monstruo”.

Ahora resulta que hasta recurren a esa demoniaca organización internacional. !Fin de mundo!

El régimen chavista, a finales del año 2018, formuló ante la OMC una solicitud para celebrar consultas con el gobierno de EE.UU, con base en el articulo 4 del Entendimiento sobre normas y procedimientos por los que se rige la solución de diferencias (ESD).

Esta solicitud, relacionada con las sanciones adoptadas por EE.UU, fue rechazada por el gobierno estadounidense, a lo cual respondió el régimen venezolano con un pedido de conformación de un Grupo Especial (GE).

Este GE, si fuere designado, sería el encargado de examinar el problema y presentar sus conclusiones, sobre las cuales el Órgano de Solución de Diferencias (OSD) hará sus recomendaciones y/o resoluciones, todo, por supuesto, a la luz de la normativa sobre la materia. 

Esta no sería la primera vez que Venezuela inicia una controversia alli. En 1995, lo hizo cuestionando una regulación estadounidense sobre gasolina reformulada, que constituía una discriminación contra la venezolana, lo cual infringía disposiciones de la OMC. Se conformó un GE al efecto, en el que una adecuada gestión adelantada por el gobierno venezolano, logró que nuestro país tuviera éxito en su demanda. EE.UU debió ejecutar la decisión adoptada.

FUNDAMENTOS DE LA ACTUAL DEMANDA VENEZOLANA

En la actualidad, el régimen venezolano hizo la referida solicitud aduciendo que las medidas impuestas por EE.UU respecto de un conjunto de bienes y servicios venezolanos, así como de asuntos relativos a la deuda pública y transacciones en moneda digital, serian incompatibles con regulaciones de la OMC. (Artículos XXIII del GATT de 1994" y XXIII del Acuerdo General sobre Comercio de Servicios ("GATS"). Serian medidas coercitivas y restrictivas al comercio, cuyo fin, según los representantes de la dictadura venezolana, es un intento de aislar económicamente a Venezuela.

Dichas medidas están contenidas en varios decretos emitidos por el gobierno norteamericano (executive orders) desde el año 2015, los cuales se fundamentan en el Reglamento de Sanciones a Venezuela (CFR Part 591-Venezuela Sanctions Regulations).

Tales sanciones, inicialmente, fueron tomadas contra personas físicas responsables de la comisión de actos violentos o serios abusos a los derechos humanos contra manifestantes antigubernamentales o por haber ordenado arrestos y persecución de personas en Venezuela que ejercían legítimamente sus derechos de libertad de expresión y reunión.

Según los funcionarios del régimen de Maduro, estas sanciones hacen que los bienes venezolanos “enfrenten una mayor carga regulatoria en cuanto a las condiciones que rigen la importación, así como restricciones sobre quién puede realizarlas”. Estos obstáculos operarían como prohibiciones a la importación y exportación entre EE.UU y Venezuela, amén de que las mercancías que transitan por territorio estadounidense hacia otro país miembro de la OMC, están sujetas a detención e incautación.

En relación con el comercio de oro, igualmente, operan las restricciones con compradores eventuales en el mercado de EE.UU.

En cuanto a la utilización de la moneda digital venezolana, existen también restricciones discriminatorias, así como en la prestación y recepción de servicios por parte de personas venezolanas, lo cual anula o menoscaba los beneficios que Venezuela tiene según los acuerdos y normativa de la organización.

LA REGULACION DE LA OMC (GATT 1994)

Ciertamente, en el conjunto de los principios fundamentales de la OMC, están: la Cláusula de la nación más favorecida (NMF), el Trato nacional y no discriminatorio (TNND) y la prohibición de las restricciones cuantitativas al comercio (PRC).  

Las sanciones estadounidenses referidas son, sin duda, inconsistentes con tales principios. No obstante, en el marco del cuerpo regulador que nos ocupa, están contempladas excepciones a aquellos.

LAS RAZONES DE SEGURIDAD NACIONAL

Se ha considerado siempre -mucho antes de la existencia de la OMC- una excepción al libre comercio, el tema de la seguridad nacional de los países. Así, tanto para gobernantes como para estudiosos del tema, bajo ciertas circunstancias, resulta más importante que la economía de un país, su propia existencia, su seguridad, lo cual justificaría intervenciones excepcionales por parte del Estado de que se trate.   Por otro lado, otro tipo de alegatos de naturaleza política se han manejado también de manera extraordinaria.

La protección de una nación mediante restricciones a las importaciones u otras medidas, no siempre son vistas favorablemente, aun mas, cuando son adoptadas dizque por razones de seguridad y lo que está detrás no es más que una motivación proteccionista.  

Las excepciones del GATT por causa de seguridad están dispuestas en el artículo XXI. Entre otras, se incluye la acción o medida que un pais emprenda por considerarla necesaria para “la protección de sus intereses esenciales de seguridad” y la que adopte en virtud de los compromisos adquiridos en la Carta de las Naciones Unidas “para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales”. 

Históricamente, la interpretación sobre el contenido y alcance de esta disposición ha dado origen a muchos debates en el ámbito internacional y en el seno del GATT. Sin embargo, la norma es, sin duda, una válvula de escape a la mano para los países.

LAS SANCIONES DE EEUU A VENEZUELA

Las sanciones estadounidenses a los personeros del régimen chavista son, a nuestro juicio, inobjetables desde el punto de vista jurídico y se emiten ejerciendo su poder soberano. Sus efectos reales en Venezuela nada tienen que ver con la debacle económica espantosa que se vive allí. Esta tiene su origen, no en aquellas, sino en una ejecutoria económica calamitosa de mucho más de una década. 

Tales medidas, en los dos últimos años, se traducen, sin dudas,  en restricciones al comercio de ciertas mercancías o servicios venezolanos. Ello no se puede negar.

No obstante, de conformidad con la normativa de la OMC, EE.UU, fundamentado en el mencionado artículo XXI del GATT, estaría facultado, por vía de las excepciones por causas de seguridad, para establecer esas restricciones.

De allí que, independientemente de que se conforme o no un Grupo Especial que examine la controversia planteada, lo más probable es que las pretensiones de la tiranía chavista sean declaradas improcedentes por el Órgano de Solución de Diferencias.  

 

*Esta es una versión resumida de un texto más amplio.

domingo, 11 de abril de 2021

LA INTEGRACION LATINOAMERICANA Y EL PROFESOR ELIAS PINO 

 

Canta la música tuya, que yo cantaré la mía

Willie Colon 

 

Semanas atrás, el historiador Elías Pino Iturrieta puso sobre la mesa el tema de la unidad/identidad latinoamericana vinculada a la integración, el cual, por cierto, no ha sido muy debatido entre los especialistas sobre la materia.

Como se sabe, aquella ha sido tratada en nuestra región, principalmente, desde el ángulo económico-comercial, dando por descontado que existe una homogeneidad de base entre los países de América Latina, derivada de la cultura y lengua heredadas de su pasado colonial, todo lo cual sería el soporte esencial para levantar el proyecto integrador de nuestros países.

Así, alrededor de la idea de la unión y/o integración de “Nuestra América” (José Martí dixit) - para contrastarla con la otra, la anglosajona del Norte- se fue creando una suerte de culto cuasi-religioso, de una mitología.

El árbol genealógico de esa unión hundiría sus raíces en Viscardo y Guzmán, Miranda y Bolívar. Creció con Torres Caicedo, Arosemena, Bilbao y Alberdi, y se potencia con Rodó y Vasconcelos, entre otros personajes de nuestra historia, cuyas ideas dieron a luz el llamado nacionalismo latinoamericano en sus distintas versiones, del que se nutren pensadores y políticos posteriores, desde la derecha más rancia a la izquierda más extrema. 

Para tal culto, quien no comulgara con ese ideario, sería poco menos que un latinoamericano descastado, que no honraría debidamente el legado que nos habrían dejado los próceres de esa ‘Patria Grande’; particularmente, el general Bolívar, con su fallido intento en el Congreso Anfictiónico  de Panamá y el fracaso de su proyecto más querido: la Gran Colombia.

El artículo de Pino se titula ‘La fantasía de la Integración Latinoamericana’ (La Gran Aldea, 21/2/2021). Título, sin duda, que habrá escandalizado a más de uno, no solo en nuestro patio.

Pino arranca diciendo que la Integración latinoamericana es una quimera, que la “América toda” no existe en nación, como dice nuestro Himno Nacional. Que ese sentimiento de unión proclamado desde siempre, no ha existido jamás. Que lo de que formamos “una parentela de pueblos unidos” no es más que pamplinas. Y muestra de esa desunión serían las reacciones xenofóbicas hacia la migración venezolana.

Para apoyar sus afirmaciones, el historiador acude, en primer lugar, al argumento geográfico. No pueden integrarse países cuyas precaria y/o inexistentes vías de comunicación han impedido la creación de una comunidad de naciones. A tales obstáculos se uniría el problema de las demarcaciones territoriales y las rivalidades. Animadversión y subestimación hacia el vecino, las maneras de hablar diferenciándonos y poniéndonos en guardia frente al otro.

Dice Pino que “el territorio que terminaremos llamando Hispanoamérica, o América Latina, no será el resultado de una historia común, sino de la evolución de una diversidad de historias que deben influir en la posteridad pese a que las vistamos con un solo uniforme desinteresado y patriótico.”  Que con excepciones, “cada país se limita a desarrollar la memoria de los suyos”.

Al final, Pino admite que lo planteado por él requiere de mayor elaboración, y que está formulado a partir de las reacciones ante la diáspora venezolana.

No he resistido a comentar el texto en cuestión; en mi caso, por haber estado ligado al asunto unos cuantos años.

Es posible que hace 60 o más años, la estrategia de una integración comercial estrictamente latinoamericana no haya sido una idea descabellada, a pesar de los múltiples obstáculos, sin duda, presentes entonces, los cuales, por cierto, no todos son exclusivamente atribuibles a la realidad y dinámica internas de nuestros países, a pesar de que en éstos podemos encontrar las causas principales. El desarrollo económico de la región y su relacionamiento externo, con sus matices, no puede soslayarse a la hora del análisis, más allá de ciertos axiomas contradichos por la realidad de los muy famosos “dependentólogos”.

El resultado no satisfactorio de la integración en nuestra región no es ajeno a la inmadurez de nuestros países, a sus gobernantes, a las políticas adelantadas y las ideologías predominantes. Socialdemócratas, democratacristianos e incluso liberales compartían enfoques respecto de este asunto. No olvidemos que la CEPAL, a cuya cabeza estuvo el argentino Raul Prebisch, hizo su trabajo de convencimiento de las élites. La estrategia cepaliana la adornaron los políticos, precisamente, con la retórica que remachaba la hermandad latinoamericana como mandato sagrado de los próceres.

No obstante, nuestros regímenes de integración parecieran tener una significación distinta para cada uno de los miembros que los conforman. La pertenencia a ellos, estaría dictada por razones geopolíticas o por la mera conveniencia diplomática de no ser mal vistos o aislados, no necesariamente por las ventajas económicas que puedan reportarles.

Acompaño a Pino en que la tal nación no existe en nuestro continente a pesar de las afinidades y experiencias compartidas. América  Latina no es un todo indiferenciado. Esa identidad colectiva no es cierta.La “uniformidad esencial”, atemporal e inmutable de la que algunos hablan no está por ningún lado, a pesar de lo que decía Bolívar de que “en todo hemos tenido perfecta unidad”. En cualquier caso, si bien esto no ha sido así, hoy en el nivel de un mundo globalizado, las fronteras lingüísticas, culturales, económicas, sociales y políticas se han ido disolviendo.

Todo ello, sin embargo, no invalida la estrategia integracionista y su conveniencia, sobre todo, en un entorno en que la interdependencia se ha profundizado, gracias a la creciente porosidad entre las regiones y fronteras nacionales del planeta, a pesar de nacionalismos trasnochados que emergen de vez en cuando y de las contramarchas y ralentizaciones episódicas de aquella.

La geografía no es más un limitante, y las rivalidades y “la diversidad de historias”, presentes en nuestro hemisferio ayer y hoy, siendo impedimentos, no son, empero, insuperables para el intercambio mercantil y el flujo de las inversiones, para lograr una mayor integración al mundo y al hemisferio, en definitiva.  

La integración concebida a mediados del siglo pasado, dejó  de tener pertinencia. No se trata solo de un problema de barreras arancelarias, sino más bien de producciones conjuntas y de libre circulación de inversiones.

Aquel modelo de integración empujado por los mitos de una presunta unión inmanente latinoamericana, pasó a mejor vida. La crisis actual de ese modelo tiene que ver con su inadecuación a los nuevos tiempos. Y los estancamientos y ralentizaciones que experimentan, no se curarán con proclamas voluntaristas aludiendo a esa monserga alrededor de una extraviada “Patria grande”, sino con políticas que se ajusten a las nuevas realidades de un mundo en intensa interconexión, visiones endógenas aparte.  

La integración es un asunto pragmático en la nueva era global. Los latinoamericanos, en la medida de sus conveniencias y posibilidades, deben abrirse aux quatre vents, como ya de hecho ocurre.

Los impulsos xenofóbicos hacia nuestros compatriotas, expresión  repudiable de lo que algunos llaman “fronteras emocionales” o “sentimientos tribales”, conspiran, sin duda, contra la integración, pero tampoco son cortapisas infranqueables.