viernes, 5 de febrero de 2021

 EL MITO DE LA UNIDAD OPOSITORA

EN VENEZUELA

 

En el complejo escenario político que vive Venezuela, son unos cuantos los puntos en intenso debate.

Por los medios oímos voces aquí y allá que cuestionan que no se hable de política, de estrategias y de que solo haya silencio en la dirigencia de los partidos políticos.

Lo cierto es que posiciones contrapuestas y no coincidentes, a la chita callando, abundan entre los sectores democráticos acerca de cómo salir del atolladero dramático en que nos encontramos. Unos hablan de “volver al voto”, como si el pueblo venezolano “se hubiera ido” del voto, y no haya sido la tiranía la que lo vació de contenido, lo esterilizó y convirtió en ineficaz para el cambio político. Otros plantean acuerdos nacionales tan genéricos como fantasiosos, y los de más allá, una negociación que sea cierta, con los usurpadores. No faltan lo que plantean postergar lo político y concentrarse en los males que sufre la población y en la recuperación económica, así sea bajo las condiciones impuestas por la tiranía.   

Así, soterradamente, entre amigos, en las ONGs, por las redes sociales y en la prensa libre que sobrevive, se opina, discute, se redactan documentos y se lanzan comunicados sobre cómo salir del desastre creado por 22 años de autoritarismo, incompetencia, corrupción y de una ideología demencial.

A diario recibimos invitaciones para reuniones a distancia para conversar sobre el qué hacer. Analistas, políticos, empresarios y dirigentes activos de la sociedad civil, intercambian ideas, formulan críticas y hacen propuestas.

Además del sempiterno asunto de la necesidad de la definición de una estrategia, no deja de relucir el tema de la unidad entre los que se oponen a la tiranía chavo-madurista, como problema fundamental o principal, sin la cual, según mucho opinadores, cualquier estrategia que se adopte no tendría éxito.

Este es, sin duda, un asunto sobre el que quizás haya que reflexionar, más allá del lugar común superficial, suerte de demiurgo, de que en la unión está la fuerza.

Y cabe preguntarse si es condición sine qua non la tan manoseada unidad para salir de la tiranía.

¿Es realmente ése el problema principal a resolver?

¿O será otro, más bien, el problema?

Y sí, visto lo visto, me temo que la cuestión primordial pareciera estar en otro lugar. 

No es un secreto que en la oposición democrática venezolana hay visiones encontradas y que hay liderazgos en pugna, lo cual no es tan negativo del todo. Por lo demás, es una circunstancia presente y normal en todo proceso político. Hay, por tanto, y debe reconocerse como dato incontrovertible, la desunión en puntos sustantivos.

Que nos une el deseo de sacar de una vez por todas, a los tiranos, de Miraflores, pues sí. Pero, obviamente, eso no parece que bastara.

De allí que para que haya la tan cacareada unidad, luce como paso previo una validación de un liderazgo o un líder, que señale el rumbo a seguir de manera clara y convincente, que establezca una fuerte conexión con las mayorías ansiosas de urgente cambio y concite un amplio respaldo.

Mientras los dirigentes políticos no sean percibidos en el país por su lucidez, honestidad, capacidad de persuasión, cercanía a los problemas más sentidos y también la valentía, unirse por unirse no servirá de nada. 

No puede ser la única razón de la unión la de que nos oponemos a la tiranía, o porque seguimos el manido dicho de que la fuerza está en la unidad. Ese frágil lazo no garantiza que el objetivo común se alcance. La tragedia nacional se prolongará sí es ésa unión artificial y no un liderazgo aceptado ampliamente, lo que consideramos como indispensable.

La unidad, siendo un asunto de importancia, no es el problema principal, ni determinante, en este rompecabezas en que se ha convertido la crisis venezolana. La unidad será la secuela, el subproducto, de un liderazgo que con una política, una estrategia y una organización, logre, sobre todo, el apoyo mayoritario del pueblo, y también el del conjunto de las fuerzas políticas, señalando el curso que debe seguirse en lo sucesivo. Un liderazgo indiscutible e inequívoco es igualmente determinante para que los apoyos internacionales se mantengan y amplíen.  

La unidad, claro que sí, pero ella vendrá por añadidura en torno a la propuesta que pongan en ejecución el líder y/o el liderazgo, validada en la práctica por la mayoría de los ciudadanos.