DE TIRANOS ELECTOS, PUTIN Y EL
GOBIERNO VENEZOLANO
“-¿Entendéis? ¡Lograr realizar el despotismo gracias al sufragio
universal!
¡el muy miserable ha dado su golpe de estado autoritario
apelando al pueblo
buey. Nos está advirtiendo de cómo será la
democracia
de mañana”.
El
Cementerio de Praga ( Umberto Eco)
Hace unos años, cuando en el Grupo La Colina nos aventuramos a
tratar de comprender y definir en su complejidad el gobierno de Chávez y el
chavismo, hablábamos de democracia
autoritaria, expresión que, para algunos, les sonaba a oxímoron.
¿Cómo va a ser democrático un gobierno y a la vez
autoritario? O es democrático o es autoritario, una de dos, dijo alguien.
Ciertamente, en una visión moderna, la democracia debería excluir
toda práctica arbitraria, contraria al Estado de Derecho, allí los checks and balances y la vigencia de los
Derechos humanos son esenciales, todo lo contrario al despotismo.
En un enfoque tradicional y simplista, democrático es, sin
más, el gobierno que ha sido votado por los ciudadanos, independientemente de
otras consideraciones, como sería la de un desempeño del elegido en el que se respete
escrupulosamente la Constitución y las leyes.
La expresión democracia
autoritaria o iliberal no era
nuestra. Ya había sido utilizada por algunos pundits. Encerraba la idea de que hay gobiernos que son producto de
elecciones, que en su ejecutoria pronto se vuelven dictatoriales y vacían la
democracia de sus atributos esenciales.
En un importante trabajo, Fareed Zakaria decía por aquellos
años, que Chávez, al igual que Vladimir Putin y otros, se inscribían en esa categoría
política. Que eran, en definitiva, una suerte de tiranos electos, que gozaban de
la anuencia mayoritaria del pueblo que los eligió.
Vladimir Putin, para algunos, “el zar moderno”, se ha vuelto tema de análisis sobre todo por el
tránsito inquietante que recorre su gobierno en los espacios internacionales. Su
arribo al poder fue bienvenida por muchos. Creían que con él Rusia se incorporaría
a la democracia occidental.
Aquellas esperanzas se esfumaron. El petroestado ruso en
manos de una mafia conformada por ex KGBs, el Grupo Lago, defraudaría a unos cuantos. José I. Torreblanca dice
que se creó en Rusia un singular híbrido: “algo
a medio camino entre una boli-Venezuela, donde las rentas del petróleo y el gas
se utilizan para construir la base de apoyo social que el régimen necesita para
mantener una fachada democrática y una monarquía petrolera que ancla su
legitimidad en un rancio nacionalismo que se hunde en la religión, la cultura y
los mitos históricos-bélicos”. Así, con tal proceder, Putin se reencontraba
con pulsiones atávicas de la Rusia profunda.
Su ejecutoria despótica ha logrado una hazaña –dice
Torreblanca- que perdurará en los anales del autoritarismo: la legitimación
democrática y popular de una oligarquía que debe su existencia al solapamiento de un
intenso autoritarismo político, una extrema desigualdad social y una exagerada
concentración de la riqueza.
Torreblanca cita al politólogo Ivan Krastev, quien dice que
para entender a Putin, hay que entender cómo piensa un agente de la KGB. Éstos
no crean estructuras sino que se infiltran en las existentes para apoderarse de
ellas, manteniendo la apariencia de que siguen en normal funcionamiento. Y es
allí donde Putin habría demostrado su “genialidad”:
“a los que
querían dinero los ha colmado de bienes y a los que anhelaban una identidad les
ha devuelto la autoestima perdida”.
En el campo internacional, este régimen está creando
problemas de seguridad serios en su entorno porque busca constituir una zona de
influencia euroasiática sometida a sus designios y resucitar el ancestral
Estado eslavo panruso, el imperio perdido del Kremlin, y esto lo lleva a chocar
con los valores e intereses de Europa occidental. Para la periodista especializada
en asuntos rusos, Pilar Bonet, Putin es el
gran desestabilizador.
El régimen de Putin es un modelo autoritario que tiene émulos
y amigos en nuestro hemisferio.
En el pasaje referido en el epígrafe, Maurice Joly se refería
a Luis Bonaparte, Napoleon III, quien llegó al poder con el lema “No más impuestos, abajo los ricos”.
En nuestro país, Venezuela, elegimos por la vía democrática a
un déspota militarista que voceaba similar consigna; mutatis mutandi, otro
Napoleon III, en nuestro caso, tropical y caribeño, cuya noción y práctica de
la democracia no es la liberal moderna, sino la putinista.
La conducta chavista en el gobierno es putinismo puro, casi
un calco de éste. Son dos gobiernos autoritarios, corruptos y mafiosos al
frente de petroestados, que explotan la ideología nacionalista. Chávez y Putin,
sin duda, han sido dos déspotas electos.
Putin, recientemente, se paseó por nuestro patio. ¿Desafío a
EEUU? Quizás no tenga la suficiente fuerza para imponer algún curso a los
acontecimientos en el hemisferio americano. Sin embargo, hay gobiernos de la
región que le tienden la alfombra, buscando contrarrestar y/o irritar a EEUU, a
cuenta de una política de multipolaridad.
Rusia viene siendo sancionada por Europa y EEUU como
consecuencia de sus intervenciones-anexiones en Europa oriental.
¿Está aprovechando el zar Putin la poca atención de EEUU a
Latinoamérica para consolidar una cabeza de playa en nuestro patio? El tiempo
lo dirá. Los tiranos, electos o no, se juntan. La geopolítica se mueve. ¿Se
está prestando a esa estrategia que viene de lejos el gobierno venezolano?
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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