LA ENCRUCIJADA DEL 7-O
Hace unas semanas titulábamos un artículo “Hasta aquí te trajo el río”. La frase
coloquial iba dirigida al presidente en situación de preaviso laboral y con
ella quería enfatizar la idea, ya compartida por millones de venezolanos, de
que debe irse, habida cuenta de su descomunal fracaso.
Incluso, en la hipótesis negada de que ganara las elecciones,
su oportunidad se consumió irremediablemente, feneció su proyecto disparatado.
La tendencia que entonces iban marcando las encuestas, las
sesgadas también, ya nos anunciaba un ascenso sostenido de la candidatura de
Capriles, mientras que la de Chávez se mostraba estancada o en descenso,
manteniendo aún un puntaje no desdeñable. Había un empate técnico, como dicen
los especialistas en la materia, en el marco de unas cifras en que los
indecisos sumaban cantidades significativas.
Pues bien, la tendencia favorable a Capriles hoy se confirma.
Es más, la subida del candidato democrático se aceleró en los últimos días, a
tal punto, que hoy podemos afirmar que su triunfo es prácticamente un hecho si
tal tendencia se concreta en votos.
La larga y dificultosa marcha de las fuerzas unitarias se va
acercando al destino electoral que inicialmente se trazó. Y este gran logro,
más político que electoral, no es poca cosa. Es un capital que ya se tiene con
vistas al futuro de cambio democrático que más temprano que tarde se irá consolidando
en nuestro país. Venezuela debe reconocerse en ese liderazgo político, que con
sus aciertos y defectos, nos está llevando a buen puerto.
La unidad ha sido producto de la inteligencia, la perseverancia
y la voluntad de encuentro de una dirigencia que pudo sobreponerse a la
adversidad, las diferencias y el escepticismo de muchos, y que por encima de
todo, deberá preservarse en los años por venir, mientras se recupera y
estabiliza el país.
La confluencia de esfuerzos, estrategia y acciones concretas
nos ha conducido a un sitio en que las posibilidades de cambiar el desquiciado
rumbo de los asuntos públicos que eligió el gobierno actual, es ya una
oportunidad cierta que se abre a los venezolanos.
El contrincante con el cual hemos debido lidiar ha alcanzado
un poder enorme. Su predominio se debe más al control de los recursos
materiales que ha manejado a su antojo, infringiendo la ley, que a otras razones.
Obviamente, las habilidades personales de un líder como
Chávez no pueden ser negadas. Sin embargo, es justo decir que sin las pifias
iniciales de sus competidores y los dineros del Estado a su disposición, no
hubiera conseguido el sitial político que ostenta.
A pesar de la asimetría que representan tales circunstancias,
el candidato de la Unidad ha podido acortar las distancias con un discurso
amplio, sencillo y concreto, que ha logrado penetrar en el corazón de las mayorías, contrastando con uno
nebuloso, divisionista e incomprensible de quien pretende mantenerse en el
poder para imponer un proyecto político demencial e inviable.
Es difícil que a pocos días de la elección la suerte no esté
echada. La decisión electoral de casi todo el universo de votantes ya está
tomada. Muy pocos están en la indecisión. Pudieran ser determinantes en el
resultado final, si el escenario probable
de un final cerrado se diera.
Todo el continente americano y más allá está pendiente de lo
que ocurra en Venezuela. No sólo los venezolanos nos jugamos cosas vitales.
Como muchos analistas lo han señalado, en la región se vienen debatiendo dos
visiones contrapuestas, una de las
cuales, la obsoleta y empobrecedora,
está encarnada por Chávez. Hasta en Europa, hombres de izquierda como Cohn
Bendit, el legendario Danny el rojo del mayo francés, han dicho que el presidente
de Venezuela es un peligro para la democracia.
La disyuntiva de las elecciones del 7-O no es otro:
neoautoritarismo militarista o democracia y libertad. Anarquía y anomia o seguridad
y estabilidad institucional. Atraso y Miseria vs Progreso y Bienestar. En dos
palabras, el dilema que siempre ha flotado en nuestro entorno continental:
barbarie o civilización.
EMILIO NOUEL V.
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