martes, 30 de octubre de 2012

“VIEJA” O “NUEVA”:¿SERÁ POSIBLE CAMBIAR LA FORMA DE HACER POLÍTICA?



          


Hace unos años, alguien que no recuerdo ahora, decía que  la primera consigna de los revolucionarios del siglo XIX, fue “cambiar el mundo”; luego, los movimientos políticos de los años sesentas del siglo pasado, generación a la que pertenezco, plantearon que se trataba, mas bien, de “cambiar la vida”, y que ahora en el siglo XXI, la mot d’ordre es cambiar la política”.

Viene a cuento esta referencia a causa de un artículo reciente del amigo Henry Ramos Allup, Secretario General de Acción Democrática. 

Viene a cuento esta referencia a causa de un artículo reciente del amigo Henry Ramos Allup, Secretario General de Acción Democrática. 
En él, titulado “La vieja Política”, se remonta a varios siglos antes de Cristo, para de alguna manera apuntalar su argumento cuestionador de aquellos que en Venezuela estarían erróneamente hoy hablando o planteando una suerte de “nueva política” o de un relevo político generacional. Tal despropósito, pareciera decir Henry, estaría desmentido por el hecho de que la política es más vieja que Matusalen.   
Leamos a Ramos: “la política es sumamente vieja, lo cual no significa que sea apriorísticamente mala o buena, como tampoco lo es la cacareada ‘nueva política’, tema tan arcano y difuso como el socialismo del siglo XXI. La política es política a secas.” 
En esta frase se resume lo que nos quiso transmitir el dirigente adeco. 
No obstante, a mi juicio, vale la pena comentar la idea central de Ramos, sobre todo, porque la remite a nuestra realidad política, y aquí puede uno introducir elementos debatibles. 
Ramos afirma que algunos que utilizan el dilema vieja/nueva política en el campo opositor, “se  tragaron completa la discursiva oficialista”, que colocaría a AD, COPEI y otros en el lado de la vieja. Los acusa de “acomplejados e impostores que refuerzan el discurso chavista”. 
Aunque estoy de acuerdo con la idea de que algunos se han tragado el discurso oficialista en éste y muchos otros temas, no comparto que ella sólo contenga el binomio vieja/nueva política en los términos en que lo hace la interpretación chavista. El asunto tiene otras aristas y profundidades, más sugerentes y sustantivas. 
Lo que me quedó, en dos platos, del artículo en cuestión es que la política tendría una “esencia inmutable” y que lo importante, después de todo, es su bondad o ineficacia/inadecuación a la realidad.  Lo demás sería secundario. 
Por otro lado, señala Henry -y en esto estamos de acuerdo también- que la edad de la personas no determina la buena o mala política, aunque, y esto lo digo yo, siempre sea lícito preguntarse, qué se entiende por buena o mala y para quién; sobre la base de cuáles criterios se va valorar la bondad o no de ella. ¿Es buena porque se gana una elección? ¿O hay elementos intrínsecos de bondad en una política determinada, a pesar de que no se gane una elección? ¿Es necesariamente mala una política porque no se ha arribado al poder con ella en un momento determinado? 
Para este modesto opinador está fuera de duda que hay formas viejas y nuevas de hacer política. Independientemente de que se tengan o no canas, o de las “esencias inmutables” de la política, hay modos de actuar en política que notoriamente no se compadecen con los tiempos en lo tocante a valores, madurez política de una sociedad, a sus expectativas y también a lo adjetivo. 
Y cuando digo “tiempos", no me refiero sólo a la utilización de instrumentos tecnológicos contemporáneos, a las estrategias, a modelos organizativos novedosos, a diseños de mensaje, entre otros asuntos, me refiero también a los principios y valores, al modo de relacionamiento con los ciudadanos y compañeros de partido, a la labor de pedagógica política y a los instrumentos de decisión y participación de la gente, sin que esto signifique adscribirse a la llamada “democracia participativa”, que en el fondo y la mayoría de las veces es cualquier cosa menos democracia.  
Ciertamente, se es a menudo muy injusto con los partidos tradicionales, los "viejos", por causa de las ejecutorias de algunos de sus dirigentes en el pasado y el presente. Los partidos corren con la suerte de quienes los dirigen mal. Los nuevos partidos y dirigencias tampoco están exentos de las taras de los viejos liderazgos, de las viejas formas de hacer política. ¡ay, las esencias inmutables¡ 
Pero en Venezuela estamos en una competencia por el poder; de un lado, frente a la barbarie representada por el militarismo autoritario que gobierna, y de otro, al interior del liderazgo de la oposición democrática. Quizás ambas contiendas en el fondo sean una. Hay en ciertos sectores de la oposición, que no en todos, un pensamiento y modos de proceder que no son muy distintos a los del chavismo. A mi juicio, en ambos bandos el atraso, en lo ideológico y lo práctico, es legión. ¿Atavismos inevitables? Puede ser, pero siempre queda la esperanza del cambio posible.
Ciertamente, la política es vieja, como lo evoca Henry, y que lo que interesa, pragmáticamente hablando, es si se hace o no buena política. Queda, no obstante, por dilucidar, qué se debe entender por tal en las circunstancias actuales de nuestro país, espacio en el que tiene lugar una lucha entre el despotismo militarista y los que buscan preservar la libertad y la democracia, lo que no es tema de discusión de estas líneas.
En fin, juzgo cardinal el grave asunto de la forma de hacer política. Me atrae la consigna de cambiar la política, repensarla en sus contenidos y formas; obviamente, desde una perspectiva realista, no ingenua, ni candorosa. Los intereses, las pasiones, las ansias desmedidas de poder, las maniobras y zancadillas, siempre estarán ahí, hasta el fin de los siglos. De allí que no nos quede otra que propiciar y estimular los contrapesos democráticos para que el resultado último sea el “menos peor”. Suelo recordar al maestro Raymond Aron cuando decía que la elección en política no es entre lo bueno y lo malo, sino entre lo preferible y lo detestable. Y hasta la fecha, ésa observación parece ser la mejor guía que he conseguido en estos asuntos. 
A pesar de las esencias inmutables y del escepticismo que nos acompaña, sigo apostando por que es posible un modelo de liderazgo y de organización política distintos a los amortizados que ya conocemos; los que de alguna manera nos trajeron estos lodos en que estamos hundidos. Aspirar a una nueva forma de hacer política no me luce tan inalcanzable ni utópico para el dirigente o partido político que quiera trascender la medianía imperanteDigo yo.


EMILIO NOUEL V.

Twitter: @ENouelV

EMAIL. emilio.nouel@gmail.com

viernes, 26 de octubre de 2012


Donde dije fraude, digo...

        JEAN MANINAT

Todos tenemos derecho a expresar nuestras opiniones y dudas sobre el proceso electoral del 07-O, y, por lo demás, sobre lo que nos dé la real gana. Nosotros hemos ejercido el nuestro, sin  intención de ofender, pero con muchos ánimos, también, de no dejar pasar una campaña destructiva contra Capriles y la MUD que comenzó apenas se supo el resultado final.

Algunos de los mensajes que han aparecido en las redes sociales contra Capriles y la MUD: ¡Capriles se vendió! ¡Los de la MUD son unos traidores! ¿Cuánto les pagaron? son canalladas alentadas por gente interesada, fuera y dentro del gobierno, que han logrado crear un incipiente movimiento de opinión abstencionista que, de no confrontarlo, puede hacer mucho daño en las elecciones regionales y en el ánimo democrático general.

En el ámbito de los medios de comunicación, varias de las voces más críticas, alguna con argumentos tan baladíes como que el "body lenguaje" de los miembros de la MUD demuestra autosuficiencia, son las mismas que alentaron el suicidio político más sonoro de la historia reciente: la abstención en las legislativas del 2005. Ciertamente, es una mera casualidad sin validez ontológica, diría mi profesor Juan Nuño, pero no deja de ser una curiosa coincidencia. Y hay que agradecer, sin duda, que los más genuinos hayan reconocido públicamente su desaguisado.

Es obvio  que nos estamos enfrentando a una poderosa maquinaria de Estado al servicio de ganar elecciones y perpetuarse en el poder. Es un dato que no va a variar, lamentablemente, así lo denunciemos hasta la saciedad de aquí a diciembre.

Pero aún así se logró obtener seis millones y medio de votos, lo que evidencia que la oposición fue capaz de avanzar y crecer aun sometida a condiciones groseramente desiguales. ¿Por qué los vendedores a domicilio del fraude no nos explican cómo se logró tamaña hazaña? ¿Por qué se ganó en algunos estados? ¡Recórcholis Robin, porque los andinos son más zamarros!

Ahora resulta que "fraude" es una categoría que todo lo engloba. "Técnicamente no hubo fraude, pero de que hubo fraude, hubo" nos dicen. Que es lo mismo que decir "de que vuelan, vuelan".  Fraude ahora es todo: esconderle la Barbie a la hermanita, decir mentiras en el confesionario, empujar a los compañeritos en el recreo, birlarle las cotufas a la novia cuando detiene el DVD para ir al baño.

O hubo fraude o no hubo.  No basta esconderse detrás de las faldas del ventajismo oficial para explicar por qué no se ganó y clamar que "las elecciones fueron y serán una porquería ya lo sé en el quinientos seis y en el dos mil también",  parodiando al filósofo Discepolo.

Acaso políticos tan avezados y con tantas elecciones ganadas y perdidas entre un carné de partido y otro; o analistas con tantas columnas encarnadas entre uña y tinta ¿sólo se dieron cuenta de que enfrentaban a un Estado arbitrario y sin escrúpulos a la ocho de la noche del 07-O?  ¡No mameyes mano! Dirían en México.

Resulta, ahora, que perdimos porque pusieron una estación informativa de más en la cadena de votar; o por el miedo a las captahuellas.  ¿Sabemos cuántos de los seis millones y medio que votaron por Capriles, eran funcionarios públicos sin miedo?  ¿Es cierta la fábula, digna del desembarco aliado en Normandía, de que el chavismo movilizó en menos de dos horas a un millón ochocientos mil personas para rematar la faena? ¿No será posible que mucha gente siga creyendo que vivimos en el mejor de los mundos; y si no lo cree, se hace como que lo cree para seguir pegado a la ubre? ¿No será que es necesario implicarse más en la política -sí, guácatela,  en la política- y excusarse menos? ¿Convencer y no insultar?

La discusión entre la oposición ha sido apasionada ¿Qué más cabe? Y al aire libre. Es una prueba más de energía democrática.  Si en el empeño algunas frases salpican tinta hacia quien no se debe, habrá que pedir excusas de antemano.

Pero los canallas que han intentado enlodar a la MUD y al candidato del cambio democrático -ellos saben quienes son- han perdido su tiempo. Muy a su pesar, la gente va a salir a votar el 16-D.

jueves, 25 de octubre de 2012


LA POLÍTICA DE OBAMA HACIA

AMERICA LATINA

                 




Al acercarse las elecciones en EEUU, vale la pena comentar la política de Barack Obama hacia Latinoamérica (LA).
En la campaña electoral pasada, Obama y su contrincante, McCain, en sus programas e intervenciones públicas, tuvieron algunas referencias puntuales hacia LA.
Los optimistas pensaban que el que ganara procuraría cambiar la conducta de EEUU hacia LA, la cual era percibida indiferente en aquellos años, y estrecharía la cooperación e incluso instrumentaría programas de ayuda. Por su pensamiento de izquierda al estilo estadounidense, suponían los más esperanzados, que Obama miraría con mejores ojos a sus vecinos, a pesar de su desconocimiento de la región, y abriría una nueva era de diálogo y cooperación, todo en contraste con el gobierno Bush. Otro tanto podía esperarse de McCain, quien ponía más énfasis en los acuerdos de libre comercio.
Los escépticos no apostaban a ningún cambio sustancial o trascendente; a lo sumo, un viraje en las formas y gestos, toda vez que otros asuntos, más apremiantes, serían los que ocuparían la atención de esa gran potencia: las guerras de Irak y Afganistán, Corea del Norte e Irán, las ínfulas imperialistas de la Rusia de Putin, el ascenso económico de China e India, y el conflicto en el Medio Oriente, sin olvidar el desbarajuste económico global que ya comenzaba a asomar su cara más inquietante. Así, esta agenda compleja y difícil sería la de mayor prioridad, quedando en un segundo plano LA. Entre estas dos visiones del asunto se debatían los analistas al momento en que se hace con la presidencia el señor Obama.
Sin duda, la nueva administración norteamericana, en diplomacia, lucia más profesional que la anterior, menos ideológica y pragmática. La política exterior de Bush había sido vista, como arrogante, “fundamentalista” y maniquea en muchos issues cruciales, y muy  incompetente; incluso era cuestionada fuertemente en seguridad y defensa por los  llamados “neocons”, Richard Perle, entre ellos. En su orientación general la de Obama parecía más inclinada al diálogo y la cooperación multilateral, y a tratar temas descuidados por el anterior gobierno.
Apenas tomó posesión, adoptó algunas medidas de cierto impacto. Ordenó el cierre de la cárcel de Guantánamo y canceló la supuesta autorización oficial para la tortura de presos. Éste había sido un tema muy sensible que afectó negativamente la imagen de EEUU. En general, se podía decir que al menos había una voluntad manifiesta de enfrentar a la brevedad unas cuestiones pendientes, a pesar de la grave crisis económica global e interna que exigía tiempo, dedicación y esfuerzos por parte de la Casa Blanca.
¿Qué podía esperar LA de un país en grave crisis financiera y con asuntos prioritarios como los señalados?
En el programa de gobierno de Obama de 2008, las referencias a LA brillaban por su ausencia, con excepción de algunas menciones sobre Cuba (una apertura democrática sería el objetivo más importante de su política: “Mi política hacia Cuba será guiada por una sola palabra: Libertad”), y en menor medida, México o Brasil.
Sin embargo, en un discurso pronunciado en Miami acusó de negligente la política de Bush hacia LA y que esta conducta habría propiciado que “demagogos como Hugo Chávez hayan llenado este vacío. Su predecible pero peligrosa mezcla de retórica antiamericana, gobierno autoritario y diplomacia de chequera, ofrece la misma falsa promesa de las conocidas y fracasadas ideologías del pasado.” Y allí concluye diciendoHemos fallado en la batalla por los corazones y las mentes. Es tiempo de reconocer que la seguridad futura y la prosperidad de EEUU está fundamentalmente ligada al futuro de las Américas”. (Miami Herald, agosto 2008)
Asimismo, propugna una diplomacia directa con amigos y enemigos y sin precondiciones; la continuación del Programa Andino contra la Drogas y apoyo a Colombia en su lucha contra las FARC; el apoyo a fuertes poderes legislativos y jueces independientes, la prensa libre, la sociedad civil y el Estado de derecho, y cooperación con México en sus esfuerzos contra las mafias narcotraficantes.
Obama insistió en que era tiempo de que la política comercial de EEUU favoreciera a todos los pueblos y profundizará la integración más allá de los acuerdos comerciales. Planteó una asociación energética para las Américas. “Juntos podremos forjar –señalaba- un camino hacia el crecimiento sostenible y la energía limpia”. En fin, Obama prometía “una agresiva, principista y sostenida diplomacia hacia las Américas”, basada en los valores compartidos y el pensamiento de Washington, Martí y Bolívar. Llegó a decir: “It`s time for the new alliance of the Americas”.
Después de 4 años de gobierno ¿qué pasó?
Obama viajó a LA en 3 oportunidades. A dos Cumbres de las Américas  y a una gira que lo llevó a Brasil, Chile y El Salvador. Obama adelantó una política de no intervención en los asuntos de LA.
Con Cuba, flexibilizó el tema de los viajes, vuelos y envío de remesas. Ha habido intercambios deportivos y culturales. Hoy, EEUU es el séptimo socio comercial de Cuba. A comienzos de este año, Obama declaró que las autoridades cubanas no mostraban ningún interés en cambiar sus relaciones con EEUU ni disposición de respetar los derechos democráticos y humanos del pueblo cubano. 
En política de integración comercial, a duras penas se aprobaron los tratados con Colombia, Perú y Panamá. La política de asistencia y ayuda no ha variado sustancialmente.
En relación con Brasil, Obama le ha cedido el protagonismo en los asuntos que conciernen a Suramérica. Seguirá considerado interlocutor privilegiado, tal y como Kissinger lo declaró hace bastantes años.
En el combate al narcotráfico, el tráfico de armas y el crimen organizado, EEUU ha encontrado en México, un aliado que a pesar de ciertos desencuentros, ha avanzado de manera positiva. Los mexicanos siguen pensando que ellos no son prioridad para su socio EEUU.
Respecto de Colombia, Obama ha reconocido la política de lucha por la seguridad, contra el narcoterrorismo y por el desarrollo económico, y en tal sentido, el acuerdo militar de ambas naciones sobre aquellos temas se mantiene.
Respecto de Venezuela, las relaciones con EEUU se han mantenido en un nivel de tensión permanente, gracias a la retórica estrafalaria de Chávez y a los cambios estratégicos de su gobierno, que lo han llevado a aliarse con gobernantes enemigos o rivales de EEUU dentro y fuera del hemisferio. Obama ha decidido ignorarlo.
En el debate de la actual campaña, LA ha estado prácticamente ausente, aunque Romney ha hablado de la integración comercial y de endurecimiento frente a regímenes como el Chávez.
¿Qué se puede esperar hacia el futuro?
A mi juicio, para LA, más de lo mismo, gane o no Obama. En EEUU se mantendrán gravitando los problemas económicos domésticos, así como las tensiones en regiones conflictivas de otros continentes que gozan de la atención preferencial de la potencia más grande del planeta. Los países de LA, a pesar de ser los vecinos más cercanos, la relación de EEUU con ellos no será la que esperamos. El antiamericanismo seguirá gozando aun de buena salud. En cualquier caso, tienen razón los que dicen que los países de LA deberán contar más consigo mismos y no esperar de EEUU mucho más de lo que ha dado en los últimos años.  
  
EMILIO NOUEL V.











lunes, 22 de octubre de 2012


ALGO MÁS SOBRE EL 7-O Y EL TEMA DE LA ABSTENCIÓN


A medida que más los examinamos, no me queda la menor duda de que los resultados electorales son pluricausales y complejos. Se explican por varias razones, y el mayor o menor peso de cada una de éstas, resta por calibrar. 
A mi juicio, se equivocan de medio a medio los que se “pegan” a una sola fuente de manera dogmática, superficial y simplista. También los que parten de la idea de que “somos mayoría”, y de que es imposible que perdamos, pues lo contrario sería trampa; éstos se niegan a aceptar un desenlace distinto al triunfo, y hasta llegan a concebir historias muy creativas, pero sin base real alguna.
Muchas cosas se han dicho y oímos sobre este asunto que tanto nos preocupa.
Que si la culpa de la derrota fue el mensaje que no fue adecuado o no llegó a las clases populares mayoritarias. Que no hubo tiempo suficiente de campaña. Que lo que llamamos cultura política del venezolano, su adhesión a un tipo de liderazgo fuerte, autoritario y mesiánico, y a un Estado redistributivista, manirroto y clientelar, es elemento clave a considerar. Que la utilización del miedo por parte del gobierno fue decisiva. Que no cubrimos todas las mesas con testigos o que éstos no estaban bien preparados. Que si Capriles debió ser más pugnaz con el gobierno y su candidato. Que el miedo infundido por el gobierno movió a muchos a sufragar contra el candidato de oposición. Que la oposición no contó con los recursos necesarios. Que las políticas sociales y clientelistas del gobierno tuvieron su efecto electoral. Que hubo exclusiones de ciertos factores opositores en la conducción de la campaña. Que las máquinas de votación son tramposas y debemos volver al sistema manual. Que no logramos movilizar nuestra gente a votar por carencias organizativas. Que la oposición no movilizó más gente porque no había a quien más movilizar. Que el gobierno compró las conciencias o presionó a que votaran por él. Que el gobierno se valió de manera grosera de su hegemonía comunicacional. Que el ventajismo no se denunció con fuerza desde el principio. Que fuimos víctimas de un fraude, bien en su sentido más amplio o en su versión electrónica.  Y así sucesivamente.
Sobre las causas también hay historias risibles y estrambóticas que han sido difundidas por ingenuidad, desconocimiento, incomprensión o en el peor de los casos, con clara intención de confundir y desmoralizar al votante de las fuerzas democráticas, no sabemos con qué propósitos solapados. 
Estas y otras opiniones tienen su parte de razón o ninguna, pero no son por sí solas concluyentes.
Lo que está claro es que no parece adecuado amarrarse a una sola de ellas como determinante del triunfo o la derrota. Igualmente, y lo más importante, es que las fuerzas democráticas no obtuvieron los votos necesarios para vencer.
En cualquier caso, las que fueren las causas, unas tendrán solución en el largo plazo, y otras podrán abordarse en el mediano y el corto.
Dicho lo anterior, hay un aspecto que tomado al azar quizás haya que evaluar y ver su incidencia práctica en el corto plazo: los niveles de abstención, sus causas y desempeño en los últimos años.  
Sin pretender entrar a mayores profundidades sobre el fenómeno, hay un hecho concreto. De acuerdo con los datos disponibles, se observa que mientras más abstención general hay, menor es el porcentaje que obtiene el oficialismo en el resultado general. Cuando sube la abstención, sube el porcentaje de la oposición.
Desde el 2006 los porcentajes de abstención han sido sucesivamente: 25,3 (2006); 38,1 (2007); 37,2 (2008); 29,7 (2009); 36 (2010) y 19,5 (2012). Los porcentajes más bajos corresponden a elecciones presidenciales.
Se observa que parte de los que se abstienen, no lo hacen cuando se trata de las elecciones presidenciales o cuando se aprueba la reelección indefinida. En efecto, es una votación que parece haber interesado más y en los años últimos ha favorecido al presidente. Al bajar la abstención, baja también el porcentaje de los votos de las fuerzas democráticas. ¿Las razones? Habrá que hilar fino aquí.
Por otro lado, en la elección del 7-O, de los votos que sacó Chávez (8.049.625), alrededor de 1.8 millones no fueron para el PSUV; es decir, el 24 % de su votación aproximadamente.
Estos hechos permiten hacerse la pregunta, como hipótesis, para las elecciones del 16D: ¿es probable que suba de nuevo la abstención puesto que no está el destino de Chávez en liza y parte de los votantes que el 7-O se movilizaron sólo por él, no lo harían por los candidatos a gobernadores del PSUV?
Así, los porcentajes de la oposición en las regiones podrían subir y superar la diferencia que se dio el 7-O, habida cuenta también de las malas ejecutorias de los gobernantes chavistas. Ganaríamos entonces en las gobernaciones que hemos conquistado y quizás se obtengan otras.
¿Estaremos en lo cierto? Obviamente, para ganar, no debemos apostar a esa eventual abstención o al rechazo de gobernadores psuvistas, sino a superarnos por nuestras propias virtudes y enfrentar con éxito el enorme poder del Estado petrolero. No hay que olvidar tampoco el dato de que la votación de la oposición desde el 2006 viene en ascenso.

EMILIO NOUEL V.  

@ENouelV

emilio.nouel@gmail.com

martes, 16 de octubre de 2012

DESCENTRALIZACIÓN, BUEN GOBIERNO Y DEMOCRACIA



                        

Ahora que los venezolanos nos dirigimos a otro proceso comicial, esta vez a las elecciones de gobernadores, resulta oportuno referirse a un tema capital: la descentralización político-administrativa, principio constitucional absurdamente violado por el gobierno nacional. 
En el mundo contemporáneo, es una fórmula de gobierno que está fuera de discusión, al menos en los estados modernos. Sus incontables ventajas son evidentes, de allí que sea incomprensible que algunos gobernantes, muy pocos, por cierto, hagan lo contrario, es decir, reúnan en ellos todas las competencias, atribuciones y fuentes de financiamiento, causando con ello enormes estropicios en términos de eficiencia administrativa.
Los Estados que persiguen el éxito de sus sociedades y la eficacia en sus ejecutorias, necesariamente deben descongestionar funciones en unidades políticas-territoriales de menor tamaño, más cercanas a los ciudadanos, que hagan manejables los asuntos de su incumbencia.
La experiencia mundial lo ha indicado así. La desconcentración y la descentralización son las mejores vías para un aparato estatal que busque cumplir adecuadamente con el rol social que le corresponde, como proveedor de servicios de salud, educación y seguridad, principalmente. Desde los aberrantes sistemas políticos colectivistas que conocimos el siglo anterior, pasando por los estados intervencionistas, hasta los casos en que no existe prácticamente institución alguna, no ha habido sistema superior al de la administración gubernamental descentralizada.
El Banco Mundial, en un importante estudio que hizo a mediados de los años noventa del siglo pasado, concluía que la reforma de las instituciones estatales debe contemplar la descentralización, pues ésta es una tendencia positiva en el grave asunto del suministro de los bienes públicos.
En ése trabajo titulado “El Estado en un mundo en transformación” (Informe sobre el desarrollo mundial, 1997), el Banco Mundial, cuando nos habla de acercar el Estado a la sociedad, nos plantea precisamente la fórmula de la distribución del poder y de los recursos estatales. Así, afirma: “La descentralización brinda la posibilidad de adaptar con mayor precisión los servicios públicos a las demandas y preferencias locales y de instaurar, desde abajo, un sistema de gobierno más atento y responsable”.
Aun cuando dicha institución alerta sobre algunos inconvenientes políticos o financieros que puede haber en la descentralización en algunos contextos sociales, no vacila en señalar que en cualquier caso siempre el balance de esta política es positivo.
En nuestro país, la experiencia que se tuvo, sin duda, fue satisfactoria, desde todo punto de vista, y a pesar de que aún era necesaria la profundización de políticas descentralizadoras.
En lo político, el logro fue trascendental. La elección de gobernadores y alcaldes por los ciudadanos de cada región o localidad ha sido, sin duda, la verdadera revolución política de los últimos tiempos en nuestro país. Esta posibilidad de accountability (rendición de cuentas) más cercana al ciudadano es un gran avance político y civilizatorio de naturaleza democrática. El federalismo contemplado en nuestras constituciones fue reconocido y realzado por los dispositivos legales descentralizadores que fueron sancionados en las décadas últimas del siglo anterior.
De este modo, los ciudadanos han tenido más visibles y accesibles a sus gobernantes. Y en cuanto a ciertas necesidades de servicios básicos han dejado de depender directamente del centro de poder ubicado en la capital de la República.
Con este entramado institucional, las reivindicaciones de provincia y locales se potenciaron, obligando a las instancias responsables a mejorar en sus respuestas, aumentando su capacidad y la calidad de los servicios. Incluso, la sana competencia entre gobernaciones y alcaldías por brindar más y mejores bienes públicos a sus ciudadanos, ha tenido un efecto positivo para éstos.
Hoy resulta un absurdo político, administrativo y práctico pretender que todo se resuelva desde una oficina ministerial ubicada en Caracas. Es un anacronismo seguir pensando que las colectividades regionales y locales no están en capacidad de resolver sus propios problemas. Obviamente, para ello requieren de los instrumentos legales y financieros que les permitan realizar cabalmente la tarea.
Por otro lado, debe quedar claro que son sólo las instituciones gubernamentales debidamente constituidas y provistas de los técnicos y profesionales necesarios, las que deben asumir ese rol político-administrativo, y no fantasiosas organizaciones de masas, incontrolables y/o anárquicas, frente a las cuales no se tienen, por imposibles, mecanismos efectivos de vigilancia, evaluación y supervisión, propios de todo ente estatal.
El federalismo y la descentralización que conlleva es la mejor vía para la perfección de la democracia política y un desarrollo económico equilibrado. Pero también, bien estructurada y ejecutada, es la solución más expedita, eficaz y menos costosa para los problemas de la gente en punto a los servicios públicos. Oponerse o suprimir la descentralización, tal y como lo ha hecho el gobierno actual, es colocarse a espaldas de las corrientes modernas globales de transformación del aparato estatal.    
Las elecciones de diciembre próximo son una inmejorable oportunidad para reafirmar nuestra voluntad de aspirar a un país mejor gobernado, con una administración regional más eficaz en la solución de sus problemas y cercana a los gobernados.   

EMILIO NOUEL V.
@ENouelV

domingo, 14 de octubre de 2012


            NO HAY NADA COMO LA VIDA

                


                                                                                                   “Tengan fe, esto no se acaba aquí
                                                                                                                          Ruben Blades



Este domingo abrí en casa un cava catalán de los que aún sobreviven en mi reserva y me puse a oír música festiva, bulliciosa, alegre; a mis favoritos de toda la vida, viejos y nuevos; tiempo tenía que no lo hacía, un melómano impenitente como soy. Sobre todo, enfilé hacia los de mi Caribe entrañable. Habiendo nacido a su orilla, “mi Puerto Cabello, pedacito de cielo”, no se podría esperar cosa distinta, telurismo y sangre obligan.
Cualquiera en mi entorno me hubiera preguntado, extrañado y en clave de reproche, si hay razones para tal inconsistente ánimo, habida cuenta del soberano palo político-electoral recibido apenas siete días atrás y de mi seudo-depresión no disimulada.
Calladito, como quien no quiere la cosa, no anuncié el descorche y me puse a esperar la reacción familiar, una mirada reprobatoria o inquisitoria, un comentario sarcástico, un chiste, al menos. Pero nada de eso, para mi asombro y tranquilidad. Al rato, ni cortos ni perezosos, tomaron su copa, se sirvieron y me dijeron: “Salud”. Y así seguí con mi música, hundido en mis pensamientos: Cachao, Juan Luis Guerra, Compay Segundo, Willie Colón, Ruben Blades, Cheo Feliciano, Tito Puente, Carlos Vives, Celia, Oscar de León, Gilberto Santa Rosa, Bebo Valdez y otros desfilaron por mis oídos.
Entre tanto, la mente volaba, iba y venía, tiempos idos, tiempos presentes, la familia, los amigos, el país, el porvenir, los porqués,  qué va a ser de nosotros.
Y en este tránsito atropellado de imágenes a la velocidad del sonido, obviamente, musical, saltó del subconsciente una frase del hombre que vivió tres siglos: “No hay nada como la vida, Emilito”.
Ya al final de sus días, este hombre, como suele ocurrir a tan avanzada edad, confundía las épocas vividas. Me relataba situaciones sucedidas 50 años antes como si hubieran sucedido la semana anterior. Pero su prédica impertérrita sobre la vida era la misma.
No obstante, este hombre que vivió tanto y tan variadas circunstancias personales, unas buenas y otras no tanto, algunas dolorosas, pero también había las gratificantes, me repitió: “No hay nada como la vida”.
No cuento, para no fastidiar al lector, las peripecias que este señor vivió, pero solo puedo decirles que muchas historias arrastraba, como para sentarse largo y tendido.
Y ciertamente, a pesar de los pesares, este escéptico, agnóstico y proclive a las depresiones que escribe,  ha llegado a convencerse, a estas alturas de la vida, que el hombre que vivió tres siglos tenía toda la razón.
Que las frustraciones, los reveses y las derrotas, por duras que sean, forman parte de esta vida, llena de paradojas incomprensibles, desencuentros reiterados y competencia encarnizada. Y que, definitivamente, no hay nada como la vida. 
Millones de venezolanos el 7O anhelábamos cambiar el curso de cómo se manejan los asuntos del gobierno. No fuimos los suficientes para alcanzar ese objetivo. Hicimos frente a un enorme poder impúdico y desvergonzado, y también a las preferencias atávicas de la otra mitad de los venezolanos. Y sin embargo, no nos arrodillamos ante las presiones, chantajes y abusos de aquel poder.
Esa derrota nos golpeó fuertemente. Magullados, amoratados, estamos.
Empero, sigue en pie la máxima. No hay nada como la vida. Ésta sigue su curso sinuoso, irregular, desigual, unas de cal otras de arena. Sus tiempos no son perfectos, ni lo serán. La rueda de la fortuna está allí girando. Y es la hora de los necesarios balances, quizás implacables, que nos permitirán salir adelante.
El gran Vinicius de Moraes acostumbraba decir que la vida es el arte de los encuentros, a pesar de los muchos desencuentros que hay en la vida.
Estamos sufriendo uno de esos tropiezos. Cuando menos lo esperemos daremos el salto tan ansiado hacia la prosperidad,  la modernidad y la paz en convivencia. Salud¡ Sursum corda¡

EMILIO NOUEL V.

PD: Ah¡ se me olvidaba decirles quién fue el hombre que vivió tres siglos y amaba tanto la vida. Fue mi abuelo paterno, nació en 1899 y murió en Octubre de 2001.






jueves, 11 de octubre de 2012


TRES CONJUNTOS DE RAZONES PARA EL TRIUNFO DE CHÁVEZ 


Hugo Chávez gana y sobre las razones del triunfo podemos formular varias hipótesis.  El asunto lo podemos abordar desde varios puntos de vista. Sin embargo, ya habrá tiempo para ello, en momento más sosegado.
No obstante, uno puede aventurar alguna aproximación a los resultados electorales, aunque no se cuente con los datos en detalle.
A mi juicio, pudiera abordarse el tema en tres niveles, que paso a comentar a continuación.
El primero podríamos llamarlo pomposamente “estructural”, toca el fondo, la dimensión de lo cultural-político, el  mundo de los valores de la gente, de las creencias y también de las ideologías en su sentido más amplio.
En el 54% de la población que votó por Chávez se percibe algo que no es nada nuevo mencionarlo: una identificación con un tipo de liderazgo muy latinoamericano, y una visión anacrónica, asistencialista, sobre los asuntos del Estado; por cierto, no exclusiva de esa porción de venezolanos. En este sector, el mesianismo, el caudillismo, el populismo y el Estado como botín a repartir, son “valores” internalizados hondamente.
El líder fuerte, autoritario, carismático, hablachento y populachero es bien visto por este sector. En esta Venezuela, Chávez tiene fuerte arraigo y concita adhesión, él se parece a ella. De modo, que parte de la votación obtenida por el presidente el 7O tiene que ver con esta dimensión profunda del alma y la mente del venezolano.
El otro nivel es el de las políticas sociales redistributivas que ha adelantado el gobierno durante estos 14 años. Aunque puedan ser criticadas en sus elementos técnicos, diseño, eficiencia o alcance, ellas han tenido sus efectos en la población de más bajos recursos, y repercutido, sin duda, en los resultados electorales.
Son miles de familias que reciben ingresos del erario público sin ninguna contrapartida para el Estado. La batería de subsidios es amplia. Aumentos frecuentes de sueldos y pensiones, controles de precios y alimentos baratos son algunas de las medidas que han favorecido la adhesión al gobierno.
Las distintas “Misiones” creadas por el gobierno garantizan a vastos sectores de la población unas cantidades de dinero y bienes, que les permiten cubrir sus gastos más apremiantes y otras cosas más. En las clases bajas, muchos, por vez primera, tienen un vehículo automotor (moto), un teléfono celular, una computadora, electrodomésticos para la casa, un financiamiento fácil y hasta han podido viajar por Venezuela y el exterior. Aunque con formación de muy baja calidad, deficiente, familias pobres ahora tienen hijos “doctores” que antes no tuvieron, gracias a una masificación de la educación universitaria.
Así, el temor a perder estas ventajas con una opción de gobierno distinta, obliga a quedarse de manera pragmática con el ya “conocido”, a pesar de que haya algunos asuntos o conductas que no gusten del presidente.
El tercer nivel que podemos comentar como razón para el triunfo de Chávez, es el tipo de campaña electoral realizada.
Fue una campaña que como sabemos echó mano de todos los enormes recursos del Estado venezolano. Miles y miles de millones fueron dispuestos para tal fin. Fue bien pensada, diseñada y ejecutada.
La transmisión o reforzamiento del miedo a perder las “conquistas sociales” fue importante. Capriles, supuestamente,  acabaría con ellas, y no poca gente lo creyó. Las ofertas de última hora jugaron su papel. La creación de bonos especiales o el adelanto de su pago para los empleados públicos, el adelanto de pago de pensiones, aumento o promesas de aumento de sueldo,  todo esto debió tener sus consecuencias electorales favorables para el voto en favor de Chávez.   
Resalta, también, la organización el día de las elecciones, la operación galope que instrumentaron para llevar a miles de personas, muchas de ella víctimas del chantaje de las misiones y de diversas presiones. Sobre todo, la que se hizo a última hora del día 7O.   
Para aquel 55% pesaron más aquellas razones que los problemas de luz eléctrica, falta de vivienda, atropellos a los derechos humanos, regalos a otros países, alto costo de la vida, escasez de alimentos y la matazón que perpetra una delincuencia envalentonada.
Contra todo ese “Goliath” carismático, cargado de dinero, medios de comunicación e instituciones y empresas estatales, se enfrentó el “David” Capriles. Éste hizo una campaña admirable, dentro de lo que fueron sus posibilidades.
Su bien pensado y presentado mensaje pudo erosionar algunos de los factores señalados, pero quizás no hubo el tiempo suficiente para avanzar más en la captación de votos en torno a la opción que representaba la modernidad.
Aquellas, a mi modo de ver las  cosas, fueron las razones del triunfo de Chávez, y no supuestos fraudes electrónicos u otras artimañas inverosímiles.
Ciertamente, la desigual competencia que representó lo antes señalado, el abuso del poder y la desidia o complicidad de los llamados a poner coto al ventajismo (CNE), tienen su cuota de culpa.
Sin embargo, ante los resultados no cabe la autovictimización. No podemos estar todo el tiempo engañándonos con la idea de que somos mayoría, pero que lo que pasa es que nos roban en el CNE o en una oficina secreta en las catacumbas de  Miraflores, la CANTV o en La Habana.
Perdimos las elecciones con 45% de los votos. No es una nimiedad ese porcentaje. Hemos acumulado fuerza política para seguir adelante en la recuperación de nuestra libertad, restringida por el déspota que gobierna. Ahora sólo nos queda preservar los espacios políticos conquistados y ganar otros. No hagamos caso de aventureros y suicidas políticos que esconden inconfesables propósitos. Estemos alertas sobre las maniobras perversas del G2 cubano que busca desestimular el voto opositor para el mes de diciembre y crear divisiones en el seno de las fuerzas democráticas.
¡Manos a la obra¡ Las elecciones de diciembre son ya¡ A ganarlas¡

EMILIO NOUEL V.

 @ENouelV

martes, 9 de octubre de 2012


VENEZUELA: EL DILEMA NACIONAL Y EL PORVENIR


                          




No te rindas, por favor, no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, 
aunque el sol se esconda, y se calle el viento,  aún hay fuego en tu alma,  aún hay
en tus sueños, porque cada día es un comienzo nuevo, porque ésta es la hora y el 
mejor momento”

Mario Benedetti

Hugo Chávez ganó el 7 de Octubre, pero reduce su votación porcentual en 10 puntos en relación con la elección de 2006. Henrique Capriles Radonsky alcanzó un no despreciable 45% de los votos, aumentando la oposición 50% de su votación respecto de aquel mismo año, pese a que enfrentó un adversario que inescrupulosamente puso los enormes recursos financieros, institucionales y mediáticos del Estado a disposición de su campaña electoral, violando todas las leyes y las normas éticas.
La elección ocurrió sin incidentes mayores a pesar de la crispación existente desde hace varios años. La oposición crece, acumula más fuerza social y política. El chavismo poco avanza, desgastado en pugnas internas, asordinadas los últimos meses, y a pesar de estar sostenido por los dineros del Estado.
El país sigue escindido en dos porciones casi iguales. En dos visiones de cómo manejar los asuntos públicos. Por un lado, una Venezuela de pensamiento moderno que no logra su objetivo, y por otro, una aferrada al populismo autoritario, al asistencialismo estatal y  a líderes mesiánicos, que sale triunfadora en la elección.   
El resultado electoral confirma una mayoría (54%) para la cual catorce años de atentados sistemáticos contra la república civil, de corrupción desembozada, persistente y ascendente inflación, de descalabro de los servicios públicos, expropiaciones caprichosas, desmantelamiento del aparato productivo, de atentados reiterados a los derechos humanos, de supresión de la autonomía de los poderes y de miles de muertos en manos del hampa, no fueron suficientes razones para cambiar de gobierno. Para ella, más han pesado las políticas de variados subsidios, esquemas redistributivos de ingresos, controles de precios y de reparto clientelar de dádivas, que optar por la oferta de un rumbo político diferente que prometía mejor calidad de vida, seguridad pública, educación de calidad y un país a tono con el mundo contemporáneo. 
No debe tampoco desdeñarse que el temor de perder algunas de esas políticas, alimentado por el gobierno, debió influir en el resultado electoral.
Bajo estas circunstancias, Chávez gana de nuevo unas elecciones en las que puso a prueba su carisma cuasi religioso, en condiciones de salud personal aparentemente precarias, cuyo desenlace satisfactorio o fatal es aún incierto. Muchos se preguntan, con razón, si podrá culminar su nuevo mandato, conocido el cáncer que padece. Pero allí queda la incógnita, habida cuenta del secreto con que se maneja su enfermedad.
Obtenido el triunfo ¿Profundizará Chávez su revolución populista y colectivista o moderará su ejecutoria dada la ventaja no apabullante con que ganó? ¿Saldrá indemne de la recesión económica que se ha venido incubando en el país como consecuencia de políticas desacertadas que los altos precios petroleros han amortiguado y que se anuncia para el año entrante?
Estos interrogantes retumban en las cabezas de muchos venezolanos que justificadamente temen  las consecuencias de que un gobernante de ideología tan nefasta siga al frente del Estado.
Con todo, las fuerzas democráticas, a pesar de no haber logrado el triunfo electoral, salen con un liderazgo consolidado y fortalecido, que les permitirá acometer las elecciones de gobernadores del mes de Diciembre próximo. Hechos el balance (aciertos y fallos) y los ajustes a que haya lugar, la Unidad se dispone a la brevedad a enfrentar esos nuevos retos.
El destino de Chávez no estará en juego en esas elecciones, y sus candidatos son derrotables porque han sido ineficaces y corruptos, y hasta los mismos chavistas no los quieren.
La preservación de los espacios político-institucionales conquistados es tarea prioritaria para la Unidad democrática. Y ganar unos nuevos es bastante probable.
De allí que a pesar del dolor de la derrota del 7O, nos esté vedado rendirnos. Hay razones, más bien, para continuar en la pelea. Hemos crecido, tenemos más fuerza y hay un liderazgo nuevo y unitario claro.   
Por lo pronto, para Venezuela seguirá planteado el dilema: autoritarismo militarista o democracia civil con vigencia plena del Estado de derecho. Nuestro sueño es que ese dilema se resuelva en favor de la libertad y la prosperidad de todos.

EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gamil.com

   

martes, 2 de octubre de 2012


              LA ENCRUCIJADA DEL 7-O


Hace unas semanas titulábamos un artículo “Hasta aquí te trajo el río”. La frase coloquial iba dirigida al presidente en situación de preaviso laboral y con ella quería enfatizar la idea, ya compartida por millones de venezolanos, de que debe irse, habida cuenta de su descomunal fracaso.
Incluso, en la hipótesis negada de que ganara las elecciones, su oportunidad se consumió irremediablemente, feneció su proyecto disparatado.
La tendencia que entonces iban marcando las encuestas, las sesgadas también, ya nos anunciaba un ascenso sostenido de la candidatura de Capriles, mientras que la de Chávez se mostraba estancada o en descenso, manteniendo aún un puntaje no desdeñable. Había un empate técnico, como dicen los especialistas en la materia, en el marco de unas cifras en que los indecisos sumaban cantidades significativas.
Pues bien, la tendencia favorable a Capriles hoy se confirma. Es más, la subida del candidato democrático se aceleró en los últimos días, a tal punto, que hoy podemos afirmar que su triunfo es prácticamente un hecho si tal tendencia se concreta en votos.  
La larga y dificultosa marcha de las fuerzas unitarias se va acercando al destino electoral que inicialmente se trazó. Y este gran logro, más político que electoral, no es poca cosa. Es un capital que ya se tiene con vistas al futuro de cambio democrático que más temprano que tarde se irá consolidando en nuestro país. Venezuela debe reconocerse en ese liderazgo político, que con sus aciertos y defectos, nos está llevando a buen puerto.
La unidad ha sido producto de la inteligencia, la perseverancia y la voluntad de encuentro de una dirigencia que pudo sobreponerse a la adversidad, las diferencias y el escepticismo de muchos, y que por encima de todo, deberá preservarse en los años por venir, mientras se recupera y estabiliza el país.
La confluencia de esfuerzos, estrategia y acciones concretas nos ha conducido a un sitio en que las posibilidades de cambiar el desquiciado rumbo de los asuntos públicos que eligió el gobierno actual, es ya una oportunidad cierta que se abre a los venezolanos.
El contrincante con el cual hemos debido lidiar ha alcanzado un poder enorme. Su predominio se debe más al control de los recursos materiales que ha manejado a su antojo, infringiendo la ley, que a otras razones.
Obviamente, las habilidades personales de un líder como Chávez no pueden ser negadas. Sin embargo, es justo decir que sin las pifias iniciales de sus competidores y los dineros del Estado a su disposición, no hubiera conseguido el sitial político que ostenta.
A pesar de la asimetría que representan tales circunstancias, el candidato de la Unidad ha podido acortar las distancias con un discurso amplio, sencillo y concreto, que ha logrado penetrar en el corazón  de las mayorías, contrastando con uno nebuloso, divisionista e incomprensible de quien pretende mantenerse en el poder para imponer un proyecto político demencial e inviable.
Es difícil que a pocos días de la elección la suerte no esté echada. La decisión electoral de casi todo el universo de votantes ya está tomada. Muy pocos están en la indecisión. Pudieran ser determinantes en el resultado final, si el escenario  probable de un final cerrado se diera.
Todo el continente americano y más allá está pendiente de lo que ocurra en Venezuela. No sólo los venezolanos nos jugamos cosas vitales. Como muchos analistas lo han señalado, en la región se vienen debatiendo dos visiones  contrapuestas, una de las cuales, la  obsoleta y empobrecedora, está encarnada por Chávez. Hasta en Europa, hombres de izquierda como Cohn Bendit, el legendario Danny el rojo del mayo francés, han dicho que el presidente de Venezuela es un peligro para la democracia.  
La disyuntiva de las elecciones del 7-O no es otro: neoautoritarismo militarista o democracia y libertad. Anarquía y anomia o seguridad y estabilidad institucional. Atraso y Miseria vs Progreso y Bienestar. En dos palabras, el dilema que siempre ha flotado en nuestro entorno continental: barbarie o civilización.  

EMILIO NOUEL V.

LA DESCENTRALIZACIÓN, MÁS EFICACIA Y

BUEN GOBIERNO



La descentralización político-administrativa en el mundo moderno es una fórmula de gobierno que está fuera de discusión. Sus incontables ventajas son evidentes, de allí que resulte incomprensible que algunos gobernantes, muy pocos, por cierto, hagan lo contrario, es decir, reunir en ellos todas las competencias, atribuciones y fuentes de financiamiento.
Los Estados que persiguen la eficacia en sus ejecutorias necesariamente deben desconcentrar funciones en unidades políticas-territoriales de menor tamaño, más cercanas a los ciudadanos.
La experiencia mundial lo ha indicado así. La desconcentración y la descentralización son las mejores vías para un Estado que busque cumplir adecuadamente con el rol social que le corresponde, como proveedor de servicios de salud, educación y seguridad, principalmente. Desde los aberrantes sistemas políticos colectivistas que conocimos en el siglo XX, pasando por los estados intervencionistas, hasta los casos en que no existe prácticamente institución alguna, no ha habido sistema superior al de la administración gubernamental descentralizada.
El Banco Mundial, en un importante estudio que hizo a mediados de los años noventa, concluía que la reforma de las instituciones estatales debe contemplar la descentralización, pues ésta es una tendencia positiva en el grave asunto del suministro de los bienes públicos.
En ése trabajo titulado “El Estado en un mundo en transformación” (Informe sobre el desarrollo mundial, 1997), el Banco Mundial, cuando nos habla de acercar el Estado a la sociedad, nos plantea precisamente tal fórmula de   desconcentración del poder y de los recursos estatales. Así, afirma: “La descentralización brinda la posibilidad de adaptar con mayor precisión los servicios públicos a las demandas y preferencias locales y de instaurar, desde abajo, un sistema de gobierno más atento y responsable”.
Aun cuando dicha institución alerta sobre algunos inconvenientes políticos o financieros que puede haber en algunos contextos sociales, no vacila en señalar que en cualquier caso siempre el balance de esta política es positivo.
En nuestro país, la experiencia que se tuvo, sin duda, fue satisfactoria. Desde todo punto de vista, y a pesar de que aún era necesaria la profundización de políticas descentralizadoras.
En lo político, el logro fue trascendental. La elección de gobernadores y alcaldes por los ciudadanos de cada región o localidad ha sido la verdadera revolución política de los últimos tiempos en nuestro país. Esta posibilidad de rendición de cuentas más cercana al ciudadano es un gran avance político. El federalismo contemplado en nuestras constituciones fue reconocido y realzado por los dispositivos legales descentralizadores que fueron sancionados en las décadas últimas del siglo anterior.
De este modo, los ciudadanos han tenido más visibles y accesibles a sus gobernantes, y en cuanto a ciertas necesidades de servicios básicos han dejado de depender del centro de poder ubicado en la capital de la República.
Con este entramado institucional, las reivindicaciones de provincia y locales se potenciaron, obligando a las instancias responsables a mejorar en sus respuestas, aumentando su capacidad y la calidad de los servicios. Incluso, la competencia entre gobernaciones y alcaldías por brindar más y mejores bienes públicos ha tenido un efecto positivo para los ciudadanos.
Hoy resulta un absurdo político, administrativo y práctico pretender que todo se resuelva desde una oficina ministerial ubicada en Caracas. Es un anacronismo seguir pensando que las colectividades regionales y locales no están en capacidad de resolver sus propios problemas. Obviamente, para ello requieren de los instrumentos legales y financieros que les permitan realizar cabalmente la tarea.
Por otro lado, debe quedar claro que son sólo las instituciones gubernamentales debidamente constituidas las que deben asumir ese rol político-administrativo, y no fantasiosas organizaciones políticas de masas, incontrolables y/o anárquicas, frente a las cuales no se tienen, por imposibles, mecanismos efectivos de vigilancia y supervisión, propios de todo ente estatal. Al César lo que es del César.  
El federalismo y la descentralización que conlleva, con sus inconvenientes, es la mejor vía para la perfección de la democracia política y un desarrollo económico equilibrado. Pero también, bien estructurada y ejecutada, es la solución más expedita, eficaz y menos costosa para los problemas de la gente en punto a los servicios públicos que el Estado ha asumido. Oponerse y suprimir la descentralización, tal y como se ha hecho recientemente en nuestro país, es colocarse a espaldas de las corrientes modernas globales de transformación del aparato estatal.    

EMILIO NOUEL V.

@ENouelV

emilio.nouel@gmail.com