¡QUE TIEMBLE MERCOSUR¡
¿Acaso Chávez, con ingresar a Venezuela a Mercosur, se convirtió al libre comercio y el mercado capitalista? ¿Lo atestigua el hecho de haber llamado a los sectores industriales privados con capacidad exportadora, para que se incorporen a enfrentar tal reto?
¿Qué nos traerá esta adhesión a un proceso integracionista en
franca decadencia, carcomido por el proteccionismo en ascenso, los reiterados
incumplimientos y las contramarchas frecuentes? ¿Tenemos algo que exportar a esos mercados en las
circunstancias lamentables bajo las que operan nuestras empresas?
A la hora actual, es legítimo para cualquier venezolano que
le interese el tema, hacerse estas y otras interrogantes, sobre todo, cuando
leemos declaraciones insólitas y descaminadas, como las del señor Roy Daza, diputado
del Parlatino, que, así, sin ningún rubor, afirma: “Los industriales tienen que pensar en Mercosur para superar el
capitalismo”. ¿Tiene idea este señor de la filosofía económica que anima el
Mercosur o nos está tomando el pelo?
Soy de los que cree que el gobierno venezolano tiene poca idea –si es que la tiene- de lo que significa, desde el punto de vista económico-comercial, el Mercosur. Basta oír unos minutos a los funcionarios gubernamentales, para percatarse de la profunda ignorancia que tienen sobre los mecanismos, regulaciones e implicaciones de ese proceso integracionista.
Está claro que para Chávez siempre fue un asunto político y/o geopolítico, y lo sustantivo de él (lo comercial) estuvo en el último lugar de sus preocupaciones. Es por eso que ahora el ingreso abrupto lo agarra desprevenido, y lo tiene dando carreras.
La opción Mercosur no fue consultada a nadie en Venezuela porque no interesaba hacerlo. No fue la concreción de una política de Estado, sino la de una individualidad que persigue mantenerse en el poder y promover un modelo político-económico absurdo y fracasado.
Ciertamente, Chávez no se ha convertido a las tesis del mercado capitalista, a pesar de que los nuevos socios mercosurianos están muy claros al respecto. Mercosur no es su camino a Damasco. Chávez demuestra –una vez más- su inconsistencia, la cual en el fondo es mera apariencia para sobrevivir a punta de petrodólares. Es casi un consenso en los especialistas, que en lugar de fortalecerse Mercosur, éste acelerará su decadencia, visto lo visto en los últimos años. Porque el último desaguisado (la violación abierta de los tratados) viene a sumarse al rosario de incumplimientos y contramarchas que han desnaturalizado la visión y conducta iniciales, y que tantos beneficios trajo al bloque comercial. La distorsión de lo político-ideológico ha afectado la marcha del proceso integracionista, y es de esperarse que eso lo llevará al despeñadero, tarde o temprano.
En las condiciones actuales de Venezuela, nuestros sectores económicos tienen todas las de perder. Obviamente, políticas gubernamentales distintas podrían darnos más fortalezas para competir con las economías de Mercosur. Pero ¿valdrá la pena apostar por un proceso en declive, incluso con un gobierno diferente? ¿No será preferible insertarnos en la globalidad sin estar amarrados a esquemas de integración menguados y con un futuro dudoso? El nuevo gobierno tendrá la palabra.
En los últimos días hemos visto qué interesa de Venezuela a los nuevos socios mercosurianos. Descaradamente lo han declarado altos funcionarios de esos países; para ellos, somos un receptáculo de consumidores de lo que ellos producen, no se les ha oído decir lo que nos comprarán. El Ministro de Industria de Uruguay, ante el impedimento de entrada de sus vehículos automotores a Argentina, su socio y obligado por Mercosur a no obstaculizar tal ingreso, dice muy orondo, palabras más, palabras menos: enviemos esos carros a Venezuela, no se preocupen, ahí tienen la petrochequera para comprarlos.
El ministro de Industria de Brasil, también sin ninguna delicadeza, señala: “Venezuela tiene dinero del petróleo y una estructura que importa mucho porque no tiene industrias, podemos crecer hacia allá”.
Sabemos que lo natural en las relaciones internacionales es ver los asuntos de esa manera. Pero no dejan de ser chocantes, incluso humillantes, para los venezolanos, tales expresiones desconsideradas.
Afortunadamente tenemos un gobierno revolucionario, que ya formuló la debida advertencia en este momento histórico-universal. Que se vayan preparando los mercosurianos. La potencia económica y alta competitividad que ha alcanzado el socialismo del siglo XXI les hará morder el polvo. Ha amenazado con invadir esos mercados con panelas de San Joaquin, pitahayas y los productos de los gallineros verticales y cultivos organopónicos. Que la tecnología de punta y la agroindustria brasileña tiemblen. ¡A por ellos¡
Soy de los que cree que el gobierno venezolano tiene poca idea –si es que la tiene- de lo que significa, desde el punto de vista económico-comercial, el Mercosur. Basta oír unos minutos a los funcionarios gubernamentales, para percatarse de la profunda ignorancia que tienen sobre los mecanismos, regulaciones e implicaciones de ese proceso integracionista.
Está claro que para Chávez siempre fue un asunto político y/o geopolítico, y lo sustantivo de él (lo comercial) estuvo en el último lugar de sus preocupaciones. Es por eso que ahora el ingreso abrupto lo agarra desprevenido, y lo tiene dando carreras.
La opción Mercosur no fue consultada a nadie en Venezuela porque no interesaba hacerlo. No fue la concreción de una política de Estado, sino la de una individualidad que persigue mantenerse en el poder y promover un modelo político-económico absurdo y fracasado.
Ciertamente, Chávez no se ha convertido a las tesis del mercado capitalista, a pesar de que los nuevos socios mercosurianos están muy claros al respecto. Mercosur no es su camino a Damasco. Chávez demuestra –una vez más- su inconsistencia, la cual en el fondo es mera apariencia para sobrevivir a punta de petrodólares. Es casi un consenso en los especialistas, que en lugar de fortalecerse Mercosur, éste acelerará su decadencia, visto lo visto en los últimos años. Porque el último desaguisado (la violación abierta de los tratados) viene a sumarse al rosario de incumplimientos y contramarchas que han desnaturalizado la visión y conducta iniciales, y que tantos beneficios trajo al bloque comercial. La distorsión de lo político-ideológico ha afectado la marcha del proceso integracionista, y es de esperarse que eso lo llevará al despeñadero, tarde o temprano.
En las condiciones actuales de Venezuela, nuestros sectores económicos tienen todas las de perder. Obviamente, políticas gubernamentales distintas podrían darnos más fortalezas para competir con las economías de Mercosur. Pero ¿valdrá la pena apostar por un proceso en declive, incluso con un gobierno diferente? ¿No será preferible insertarnos en la globalidad sin estar amarrados a esquemas de integración menguados y con un futuro dudoso? El nuevo gobierno tendrá la palabra.
En los últimos días hemos visto qué interesa de Venezuela a los nuevos socios mercosurianos. Descaradamente lo han declarado altos funcionarios de esos países; para ellos, somos un receptáculo de consumidores de lo que ellos producen, no se les ha oído decir lo que nos comprarán. El Ministro de Industria de Uruguay, ante el impedimento de entrada de sus vehículos automotores a Argentina, su socio y obligado por Mercosur a no obstaculizar tal ingreso, dice muy orondo, palabras más, palabras menos: enviemos esos carros a Venezuela, no se preocupen, ahí tienen la petrochequera para comprarlos.
El ministro de Industria de Brasil, también sin ninguna delicadeza, señala: “Venezuela tiene dinero del petróleo y una estructura que importa mucho porque no tiene industrias, podemos crecer hacia allá”.
Sabemos que lo natural en las relaciones internacionales es ver los asuntos de esa manera. Pero no dejan de ser chocantes, incluso humillantes, para los venezolanos, tales expresiones desconsideradas.
Afortunadamente tenemos un gobierno revolucionario, que ya formuló la debida advertencia en este momento histórico-universal. Que se vayan preparando los mercosurianos. La potencia económica y alta competitividad que ha alcanzado el socialismo del siglo XXI les hará morder el polvo. Ha amenazado con invadir esos mercados con panelas de San Joaquin, pitahayas y los productos de los gallineros verticales y cultivos organopónicos. Que la tecnología de punta y la agroindustria brasileña tiemblen. ¡A por ellos¡
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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