LA INTEGRACIÓN: NUEVAS
REALIDADES, NUEVOS PARADIGMAS, NUEVOS RUMBOS
En relación con la integración económica de estos tiempos,
los profesores Andrés Malamud y Gian Luca Gardini han arribado a dos
conclusiones, a mi modo de ver, cruciales: primera, la integración económica se
está volviendo un fenómeno geográficamente difuso antes que uno regional; y
segunda, si bien el regionalismo es todavía una política exterior atrayente,
sus causas, objetivos y resultados no son más los que solían ser. [1]
Ambas formulaciones abren, sin duda, la posibilidad de un debate que interesa mucho a nuestro entorno hemisférico y a quienes
hemos transitado por este campo particular de las relaciones internacionales.
Vistas desde nuestro país, Venezuela, estas
conclusiones no pueden ser más sugerentes, sobre todo en las presentes
circunstancias políticas y económicas no sólo regionales sino también
domésticas.
Nuestro país está a las puertas de un evento electoral
decisivo para su futuro. El dilema es continuar con un gobierno cuyas políticas
económica e internacional han probado ser desastrosas y significado un
retroceso, o avanzar por una vía de recuperación del aparato productivo, de las
inversiones y del empleo, que nos permita insertarnos adecuadamente en la
interdependencia global para sacar el mayor provecho de ella.
En los últimos años, el gobierno venezolano de manera
absurda y destructiva ha denunciado varios tratados que nos integraban
regionalmente (CAN y G3), y se volcó hacia Mercosur sin consultar al país sobre
las ventajas o desventajas de ese paso. Las motivaciones de esta volte-face son eminentemente políticas y
no responden a un análisis cuidadoso de sus conveniencias. Además, el ingreso a
ese bloque fue pésimamente negociado, demostrándose la carencia de equipos
experimentados en la materia.
Ya se conoce la forma impropia, atropellada e ilegal
de cómo en días recientes Venezuela se ha convertido en miembro de pleno
derecho de ese régimen de integración.
Lo importante ahora, con vistas a un muy probable
cambio de gobierno, es articular una política de integración que traiga
beneficios a su economía, y en definitiva, que aporte bienestar y progreso a
todos los venezolanos.
Si las conclusiones de Malamud y Gardini, mencionadas
más arriba, son las correctas, entonces nuestras opciones como actor en la
región y el mundo deben ir por caminos distintos a los tradicionales.
No necesariamente la contigüidad o cercanía física
territorial es factor determinante a la hora de elegir socios comerciales,
aunque, obviamente, sigue siendo importante. Esto dependerá de los
vínculos históricos y de los tipos de acuerdos que pudieren plantearse. No obstante, los efectos de la globalización
hacen que las distancias no sean obstáculo insuperables para el comercio.
Por otro lado, los incentivos, objetivos y logros que
se persigan a partir de toda integración derivan de causas variadas y
diferentes a las de décadas atrás. Compromisos más flexibles pueden resultar
más provechosos, sin perjuicio de las necesarias coordinaciones y convergencias.
Hoy, el papel de la ideología no es el mismo, si bien la voluntad política es decisiva a la hora de las determinaciones en este ámbito. Los
estados y/o gobiernos no son los únicos actores. La integración la hacen
principalmente los empresarios privados, sin los cuales cualquier aventura integracionista está condenada al fracaso.
Para los profesores mencionados, el regionalismo en
América Latina alcanzó un pico a partir del cual es ya muy difícil mayores
progresos. Los proyectos superpuestos o solapados de integración han producido,
como resultado, un desorden contraproducente.
Sobre Mercosur, Malamud dice que ha sido una buena
idea pero muy mal implementada, y agrega que ni es “muy común ni es un mercado”, tampoco es una unión aduanera, tiene aduanas internas y sus
principales socios no son ellos mismos, sino los países europeos.
Si a estos elementos agregamos las desavenencias internas,
los incumplimientos permanentes, el desprecio creciente por las reglas de juego
y el predominio del factor político-ideológico,
difícilmente le podemos arrendar la ganancia a este experimento menguante.
El nuevo gobierno venezolano deberá tomar en cuenta estas nuevas y cambiantes realidades. La integración no es la que estudiamos hace 40 años. Los paradigmas contenidos son otros. No hay voluntad para obligaciones rígidas; la noción de supranacionalidad parece retroceder, a pesar de haber demostrado sus virtudes en algunas experiencias.
La nueva administración encontrará a Venezuela metida a trancas y barrancas en un bloque comercial y con todas las de perder. Tendrá al lado una CAN en declive; más allá un régimen novedoso que viene de México, pasa por Colombia y Perú, y llega a Chile, el Acuerdo del Pacífico. Al Norte seguirá el NAFTA en su desarrollo natural. Los centroamericanos, mal que bien, avanzan. El Pacífico se vuelve el centro de los acontecimientos económicos. Brasil, trabaja para poner orden en el patio suramericano, pretendiendo colocarlo bajo su égida, por supuesto. Argentina dando tumbos, convertida en el país más proteccionista del planeta y socavando el bloque de integración al que pertenece. La ALBA, con vida mientras reciba los generosos dólares petroleros de Venezuela.
Saltando el charco, los europeos inmersos en problemas muy serios cuya solución requerirá aún varios años. China, bajando su ritmo de crecimiento pero en ascenso.
Así las cosas, el gobierno de Venezuela que se estrene el año entrante tendrá que aguzar bien el ingenio para poner la proa rumbo a sus mejores conveniencias, con pragmatismo y una visión clara de lo que queremos en este mundo incierto y embrollado.
El nuevo gobierno venezolano deberá tomar en cuenta estas nuevas y cambiantes realidades. La integración no es la que estudiamos hace 40 años. Los paradigmas contenidos son otros. No hay voluntad para obligaciones rígidas; la noción de supranacionalidad parece retroceder, a pesar de haber demostrado sus virtudes en algunas experiencias.
La nueva administración encontrará a Venezuela metida a trancas y barrancas en un bloque comercial y con todas las de perder. Tendrá al lado una CAN en declive; más allá un régimen novedoso que viene de México, pasa por Colombia y Perú, y llega a Chile, el Acuerdo del Pacífico. Al Norte seguirá el NAFTA en su desarrollo natural. Los centroamericanos, mal que bien, avanzan. El Pacífico se vuelve el centro de los acontecimientos económicos. Brasil, trabaja para poner orden en el patio suramericano, pretendiendo colocarlo bajo su égida, por supuesto. Argentina dando tumbos, convertida en el país más proteccionista del planeta y socavando el bloque de integración al que pertenece. La ALBA, con vida mientras reciba los generosos dólares petroleros de Venezuela.
Saltando el charco, los europeos inmersos en problemas muy serios cuya solución requerirá aún varios años. China, bajando su ritmo de crecimiento pero en ascenso.
Así las cosas, el gobierno de Venezuela que se estrene el año entrante tendrá que aguzar bien el ingenio para poner la proa rumbo a sus mejores conveniencias, con pragmatismo y una visión clara de lo que queremos en este mundo incierto y embrollado.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
[1] Andrés Malamud y Gian Luca Gardini: “Has Regionalism Peaked? The Latin American Quagmire
and its Lessons”, International Spectator: Italian Journal of International Affairs, 47:1, 116-133.
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