CORAZÓN”
La aburrida, repetitiva y patética campaña electoral de
Chávez está sin duda ayuna de las emociones que en otras circunstancias
concitó. Se palpa, se percibe, donde quiera que uno vaya, el fastidio. En Nirgua como en Valera,
en Boca del Tocuyo como en Clarines, en Guarenas y Río Caribe.
La gente se asqueó de la falsedad, de las promesas para las
calendas griegas, de los ofrecimientos recalentados; no soporta el
aburrimiento, incrementado con las abusivas e ilegales cadenas televisivas a
diario, que delatan unos nervios en tensión y el desespero de un gobierno que
se ve él mismo de salida.
Los cerebros de la campaña del presidente saliente no ignoran
ese profundo hartazgo de la población, que le augura malos resultados el 7-O.
En su desvelo creciente, pretenden compensar aquel estado de
ánimo hostil, con un mensaje almibarado, cálido, sensiblero, que busca
reconectar afectivamente, pero que a pesar de los miles de millones, ha resultado
ineficaz para esconder los múltiples fracasos en todos los ámbitos de la
administración gubernamental.
Con el lema “El corazón
de mi patria” se persigue el enmascaramiento de una realidad que golpea sin
miramientos a pobres, clase medias y ricos. Saben que el corazón de la mayoría de
los venezolanos está latiendo pero por un candidato que encarna la prosperidad
y el bienestar del futuro; no el que desea seguir llevándonos al pasado y a la
miseria.
La realidad que quieren escondernos con un mensaje tramposo
es la de la matazón criminal descontrolada en que están sumidas nuestras
ciudades, por obra de una delincuencia que se siente a sus anchas sin que nadie
le ponga freno.
Es la del alto costo de la vida que agobia a todos. Es la del
encogimiento de nuestros bolsillos porque padecemos una de las más altas
inflaciones del mundo, a pesar de haber gozado, como nunca, de ingentes
recursos financieros.
Esa realidad está representada por el desastre que vivimos en
nuestros servicios de salud, educación e infraestructura pública.
Esa realidad es la falta de viviendas para tantos
necesitados, incluso las víctimas de catástrofes naturales hoy hacinadas en
refugios insalubres, inhumanos, convertidos en sitios en donde suceden los
peores hechos de perversión, transformados en viveros de delincuentes.
Es la realidad en la que mientras ocurren aquellas desgracias,
prácticamente se regala nuestro petróleo con el propósito de eternizar en el
poder a una clase política corrompida hasta los tuétanos.
Es la realidad de un gobierno que durante 14 años ha probado
ser profundamente incapaz para resolver los problemas más importantes del país,
que se regodea en todo momento en una retórica rimbombante, inútil y, a estas
alturas, agotada y soporífera para los venezolanos.
En fin, es la realidad de una clase política decadente que
viene ahora a presentarse, de forma fraudulenta, como la expresión del corazón
de Venezuela, cuando en el fondo es una de las manifestaciones más oscuras del
autoritarismo, que sólo busca la preservación en el poder de un déspota.
Están fracasando en su intento de disfrazarse de mansos corderitos.
Cada día que transcurre se esparce el despertar de los venezolanos a lo largo y ancho del territorio. Ya son millones y millones los que no se comen el cuento,
aunque venga envuelto en un falso corazón. Las mentiras y engaños del presidente
saliente se los tragan los más descaminados.
Pronto no le quedará otra que cantar a Capriles aquel verso
de la ranchera famosa de José Alfredo Jiménez, que dice: “Te diré con el alma en la
mano, que puedes quedarte porque ya
yo me voy”.
EMILIO NOUEL
V.
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