VENEZUELA, DEMANDADA Y
DESPRESTIGIADA COMO NUNCA
Evaluar
la ejecutoria general del gobierno implica juzgar la forma contraria a los
intereses nacionales que ha mostrado en el manejo de las relaciones económicas
y comerciales del país de cara al exterior. Éstas, en general, comportan un
marco de compromisos jurídicamente obligatorios que deben ser honrados, así
como la aceptación de un conjunto de principios y garantías que el mundo
moderno y la comunidad internacional reconocen como beneficiosos para la buena
marcha de la economía global.
Hoy es imposible sustraer los asuntos
domésticos de una nación del entorno constituido por la intensa
interdependencia global. Son dos espacios íntimamente ligados, que se
condicionan y determinan mutuamente. De allí que cualquier gobernante deba poner
especial cuidado en el tema.
Se impone entonces la necesidad de
denunciar los desaguisados e irregularidades del gobierno y de cómo el
desprecio por los derechos económicos consagrados en el ordenamiento jurídico constitucional
y legal ha perjudicado nuestro prestigio y credibilidad en el exterior.
Uno de los temas en que se ve
reflejada tal conducta inadecuada es el relativo a las relaciones con las empresas
extranjeras que invierten en nuestro país.
El irrespeto a la propiedad privada y
a las demás garantías de seguridad jurídica han conducido a que Venezuela se vea
demandada en instancias internacionales por montos mil millonarios.
En el Centro Internacional de arbitraje
conocido como CIADI Venezuela ha sido demandada 29 veces, de las cuales 28
corresponden al gobierno actual. Las empresas abarcan casi todos los sectores
económicos. Los montos sobrepasan la cifra de 33.000 millones de dólares.
Gracias a ese proceder absurdo,
estamos corriendo el riesgo de perder enormes cantidades de dinero y bienes que
requerimos para solventar prioritarias necesidades de salud, educación,
infraestructura y seguridad. Y lo peor de todo es que tales controversias son
injustificadas. No tenían ningún sentido las expropiaciones realizadas. Mucho
menos cuando hemos visto que el gobierno ha fracasado estruendosamente en la
gestión de esas empresas estatizadas.
Tales dislates han tenido lugar en el
marco de un cambio de las opciones estratégicas en materia de política
internacional.
Los gobiernos democráticos de nuestro
país se destacaron por ser escrupulosos en la observación de las obligaciones
internacionales, y de lo cual da cuenta el hecho de que muy pocos litigios de
relevancia internacional tuvo que enfrentar el Estado.
En
los últimos años, la radicalización del debate político y las tensiones
consecuentes condujeron a una profundización en la aplicación del proyecto
político-ideológico del chavismo. Los nuevos y preferentes vínculos
internacionales se hicieron más evidentes. Las afinidades ideológicas y los
intereses geopolíticos con algunos gobiernos han sido determinantes. Así: Rusia,
China, Bielorrusia, Irán, Irak, Libia y Siria. Y en Latinoamérica: Argentina,
Brasil, Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Uruguay.
Con Cuba, por ejemplo,
los compromisos son abundantes, poco transparentes y alcanzan montos
significativos, sobre todo, por concepto de petróleo. En éstos las ventajas y
liberalidades de que goza ese país son escandalosas. Con CHINA, se han suscrito
alrededor de 340 compromisos (convenios y contratos), sobre las más variopintas
materias, lo que contrasta con apenas 20 firmados hasta 1998. Decenas de
empresas chinas han concretado un sinnúmero de contrataciones. Con un país
sancionado por la comunidad internacional como Irán se han firmado 265 acuerdos
y contratos, de los cuales
se habrían generado 56 proyectos en las áreas energética, agrícola,
científico-tecnológica, económico-financiera y de desarrollo social.
Lo cierto es que la opacidad presente en la mayoría de
las obligaciones internacionales contraídas por el gobierno venezolano no ha
permitido a los venezolanos calibrar en toda su extensión todas las cargas
financieras, convenientes o no, que el Estado ha tomado para sí.
El
ordenamiento vigente ha sido desnaturalizado y violentado por el gobierno
venezolano, al crear un clima hostil hacia la inversión nacional y foránea; y
en consecuencia, se ha afectado el empleo productivo, la transferencia
tecnológica, la competitividad y el desarrollo económico.
Con
este tipo de políticas no lograremos el desarrollo ni el bienestar anhelado por
todos. Por eso debemos cambiar de gobierno, y dentro de poco tendremos la oportunidad
dorada para hacerlo.
EMILIO
NOUEL V.
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