Una eurofobia creciente y la apatía amenazan con derrumbar el proyecto de la UE
MADRID.- Es como el caballo de Troya, con la diferencia que todos conocen lo que hay dentro. El Parlamento Europeose prepara para recibir el contingente más numeroso jamás visto de diputados cuya misión declarada es limitar o directamente derrumbar el proyecto comunitario.
La eurofobia -asistida por una apatía mayor de lo habitual- marca el ritmo de la campaña electoral para la votación que, dentro de 15 días, determinará el futuro de la Unión Europea (UE). Partidos que militan contra el poder de Bruselas, identificados conla extrema derecha , se afianzan en las encuestas como posible primera fuerza en países como Francia, Gran Bretaña, Holanda, Polonia, Dinamarca, Finlandia, Austria y Hungría. Y fuerzas antisistema de izquierda ganan peso en Italia, Grecia, Bélgica, Suecia...
Un estudio presentado esta semana por el think tank European Council of Foreign Relations (ECFR) prevé que las fuerzas anti-UE podrían alcanzar cerca del 30% de las bancas del Parlamento, lo que las haría crecer desde el sitial gritón y testimonial de ahora a una hipotética tercera fuerza con capacidad real de entorpecer la construcción continental.
"No les alcanzará para imponer políticas en el Parlamento. El verdadero peligro de este avance de este populismo es que se convierta en una suerte de Tea Party local en sus países de origen, con poder suficiente para que a los gobiernos se les quiten las ganas de ser europeístas", señala José Ignacio Torreblanca, coautor del informe.
El programa básico de esos partidos implica tumbar premisas esenciales de la UE: supresión de la libre circulación en el área comunitaria, endurecer las políticas de inmigración, detener la integración comercial y terminar con el euro.
El reto se da en momentos en que el bloque atraviesa la traumática salida de la crisis económica que empezó en 2008 y tiene pendiente medidas extraordinarias para reformar las instituciones de la UE. El voto a los populistas plantea así intrigas inquietantes. ¿Cuánto hará, por ejemplo, François Hollande para defender el tratado de libre comercio UE/Estados Unidos si en Francia gana el Frente Nacional de Marine Le Pen, cuya campaña se basó en asustar a las comunidades agrícolas con el fantasma de las corporaciones americanas?
¿Qué índice de compromiso con la UE mostrará David Cameron si triunfa el Partido para la Independencia del Reino Unido (UKIP, por sus siglas en inglés)? Su líder, el histriónico antieuropeísta Neil Farage, se presenta con el lema: "Retomemos el control de nuestro país". El último sondeo de VoteWatch Europe le otorga el primer puesto, con el 32% de intención de voto.
"Si estos partidos consiguen formar un frente común, podrá ser bastante poderoso porque apuntan a sentimientos que están muy arraigados en parte de la población. Puede ser un punto de inflexión en la construcción europea", opina Martijn Lampert, investigador de la consultora Motivaction International.
El experto francés en geopolítica Bernard Guetta destaca que la hostilidad hacia la Unión responde al impacto de las políticas de austeridad fiscal que minaron el estado de bienestar europeo. "La gran mayoría atribuye esas políticas a Bruselas, como si partieran de los parlamentarios que elige cada cuatro años, cuando en realidad el poder reside en el Consejo, integrado por los gobiernos de los 28 países", añade.
Uno de los atractivos que deberían tener estas elecciones es que por primera vez los más de 400 millones de ciudadanos habilitados para votar entre el 22 y el 25 de este mes podrán definir quién será el presidente de la Comisión Europea, hasta ahora una figura elegida por consenso.
Si en algo coinciden los dos principales candidatos, el conservador luxemburgués Jean-Claude Juncker y el socialista alemán Martin Schulz, es en advertir "el peligro de votar a populistas" que quieren dinamitar desde dentro a la UE. En esa línea, ayer, en Alemania, Angela Merkel y Hollande prometieron que impedirán el avance populista sobre el proyecto común. Según las encuestas, ni Juncker ni Schulz tendrá mayoría suficiente para formar gobierno ni para ensamblar una alianza con afinidad ideológica, lo que obligaría a continuar con la política de gran coalición.
"El primer triunfo de los populistas sería estropear el juego de que el Parlamento pueda elegir un presidente de la Comisión con verdadera autoridad", indica Torreblanca.
Para eso ni siquiera necesitan unirse. De hecho, las tensiones ya estallaron. Se vio hace unos días cuando el británico Farage acusó de "antisemita" a la francesa Le Pen; desde el Frente Nacional tildaron al líder de UKIP de "alcohólico".
La alianza más estable es la que impulsan Le Pen y el holandés Geert Wilders para luchar contra "el monstruo europeo". Ellos conforman el núcleo visible de la ultraderecha que aspira a ganar en sus países. Ideológicamente afines, igual de preocupados por lavar su imagen de xenófobos y racistas, crecerán en representación el Partido de la Libertad (Austria) y la Liga del Norte (Italia). Amanecer Dorado (Grecia) y Jobbik (Hungría) se presentan con plataformas más extremistas.
UKIP, los belgas de Vlaams Belang y el Partido del Pueblo danés bombardean la construcción comunitaria desde un ideario de derecha más moderada en aspectos institucionales y de derechos civiles.
También existe un amplio grupo de partidos de izquierda -el griego Syriza, el alemán Die Linke- que aunque rechazan la agenda antiinmigratoria de los demás eurofóbicos, resisten el avance de la integración comunitaria. Algo similar se espera del Movimiento Cinco Estrellas, de Beppe Grillo, que pelea arriba en Italia. En países con firme tradición europeísta, como España, la frustración por el manejo de la crisis económica se traducirá en otra forma de castigo: la abstención. Según las encuestas, la participación podría caer por debajo del 40%, un mínimo histórico.
UNA OLA DE GRUPOS ANTI-UE
En Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen cuestionará al acuerdo comercial entre la UE y EE.UU.
El Partido de la Independencia (UKIP) de Reino Unido aboga por un alejamiento de las políticas de Bruselas.
En Holanda, Polonia, Dinamarca, Finlandia, Austria y Hungría también han irrumpido movimientos de extrema derecha con opciones al Parlamento europeo
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