Ian Bremmer
La oleada de protestas vivida en Turquía y Brasil en 2013 nos recordó que los mercados emergentes afrontan graves problemas y que, al acabar este periodo, no todos serán países seguros y prósperos. Unas clases medias en expansión y más exigentes, un crecimiento económico más lento y la impaciencia de la población ante unos partidos que ocupan el poder desde hace más de 10 años están dando quebraderos de cabeza a los Gobiernos de Turquía, Brasil, India, Indonesia y Sudáfrica, cuyas monedas sufrieron el año pasado enormes presiones que les granjearon la etiqueta de “los frágiles cinco”.
También hubo algún dato positivo. En México, los votantes eligieron y otorgaron su mandato al reformista Enrique Peña Nieto. Sigue habiendo retrasos en el proceso de reformas, pero este mismo año llegarán algunos de los ansiados cambios para reestructurar la política del país, abrir su economía más allá de la oligarquía y modernizar su sector energético. Una sola elección ha supuesto una tremenda diferencia.
¿Puede haber otros resultados positivos en “los frágiles cinco”? Todos sus Gobiernos afrontan elecciones este año, lo cual permite esperar, por fin, las reformas necesarias para estimular sus economías y ayudar a que estos países pasen a la siguiente y delicada fase de desarrollo.
A veces, por desgracia, las elecciones no producen las transformaciones que exigen los votantes y esperan los observadores. Un repaso de las cinco elecciones previstas nos muestra que las perspectivas de cambio son limitadas.
En Sudáfrica, los votantes ya han hablado. A pesar del desempleo crónico y de la considerable indignación despertada por la corrupción oficial y los malos servicios públicos, el Congreso Nacional Africano (ANC, en sus siglas en inglés) ha vuelto a ganar. A la Alianza Democrática, el principal partido de la oposición, le queda aún mucho para ser verdaderamente competitivo y transformar la política sudafricana. Sin embargo, la fragmentación del movimiento sindical disminuye su capacidad de proteger a sus miembros obstaculizando los intentos del ANC de incorporar a más parados al mercado de trabajo, una promesa que sabe que debe cumplir para vencer en futuras elecciones. Eso nos permite tener cierta esperanza, aunque sea marginal, de que al ejército de desempleados sudafricanos le aguardan días mejores.
El crecimiento que experimentaron estos países hace un decenio y que asombró al mundo no era un espejismo
En India, los votantes han expulsado al Partido del Congreso para imponer al Partido Bharatiya Janata (BJP), más favorable para la actividad empresarial. No obstante, aunque el mercado confía en que el nuevo Gobierno introduzca grandes cambios, el BJP se va a encontrar seguramente con la misma polarización política intensa que impidió al Gobierno anterior lograr la aprobación del Parlamento para poder implantar ciertos cambios. En los próximos años podemos prever más apertura en las transacciones comerciales y las inversiones extranjeras, pero, a corto plazo, la reforma laboral necesaria para dar verdadero impulso al crecimiento económico indio no conseguirá sobrevivir al siempre caótico proceso legislativo del país.
En Indonesia, el popular gobernador de Yakarta, Joko Widodo, del Partido Democrático Indonesio de Lucha (PDI-P), se convertirá en julio en presidente del país y, con él, crecerá la esperanza de un cambio político trascendental. Aun así, la expresidenta Megawati Sukarnoputri seguirá controlando el partido y los votos en el Parlamento, y tiene buenos motivos para resistirse a unas reformas que supongan sacrificios económicos inmediatos a cambio de beneficios a largo plazo. Su deseo es traspasar el poder a sus hijos en el futuro, por lo que, para conservar la popularidad de su partido y su familia, se negará a instaurar unos cambios polémicos pero necesarios.
En Turquía, los buenos resultados del partido gobernante en marzo y el reciente anuncio de la retirada del presidente Abdulá Gul hacen pensar que, en agosto, el combativo primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, será el primer presidente elegido por votación popular. Apartado Gul, su principal rival dentro del Partido Justicia y Desarrollo, Erdogan buscará a alguien fiel para que sea primer ministro tras las elecciones generales del próximo año. Por consiguiente, es de esperar que se intensifiquen las luchas internas y las purgas que han impedido la necesaria reforma económica estructural y han polarizado al país.
En Brasil, las subidas de los mercados tras los malos resultados de Dilma Rousseff en los sondeos indican que gran parte del sector empresarial confía en que pierda. Sin embargo, lo normal es que obtenga la reelección en octubre, con una ayuda importante del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Entonces es posible que mejoren las perspectivas de reforma. Aunque el racionamiento de la electricidad, el año próximo, puede retrasar el crecimiento, la influencia de Lula y el empeño de Rousseff en evitar otra rebaja del crédito para Brasil impulsarán una estrategia más favorable al mercado.
El crecimiento que experimentaron estos países hace un decenio y que asombró al mundo no era un espejismo. Algunos crecerán más deprisa que otros. Pero no bastará un solo ciclo electoral para hacer realidad los siguientes avances.
Ian Bremmer es presidente de Eurasia Group y profesor de investigaciones globales en la New York University. Pueden seguirle en Twitter @ianbremmer.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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