Universidad Fermin Toro incendiada
De verdad, ver esos actos de barbarie duele, y mucho. Lo asalta a uno una sensación lastimosa de decepción con nosotros mismos, pero también pavorosa, como la de estar al borde de un precipicio, impotente para evitar la caída hacia el desmadre definitivo.
Repito: duele sobremanera ver lo bajo en la escala
civilizatoria en que ha caído el país estos 15 años. Durante ellos se ha
alimentado, mas bien, estimulado, el salvajismo en nuestras relaciones como
sociedad, en la cual, a pesar de sus problemas, graves algunos, nunca antes habíamos
presenciado, al menos en el último medio siglo, escenas en que una Universidad
fuera incendiada y sus bienes saqueados por hordas de antisociales paramilitares al servicio
de una ideología demencial, que recuerdan las acciones de los nazis.
Ante estos hechos vandálicos, no puedo dejar de recordar aquí
a mis mayores, y perdóneme el lector la referencia personal. Ellos me enseñaron a amar el saber, el
conocimiento. A buscarlo siempre, a cultivarlo. Debíamos aprender todo lo que
estuviera a nuestro alcance. Leer, informarse y enseñar al que no sabía. Era la
mot d’ordre de los que nos trajeron a
esta vida. Igualmente, nos inculcaron el respeto por los maestros y el afecto por nuestros colegios, que eran casi sagrados.
“Estudia niño y no serás
cuando crecido el objeto vulgar de las pasiones ni el esclavo servil de los tiranos”,
reiteraba a sus hijos sistemáticamente mi madre, lectora impenitente, cada
vez que podía. Muchos años después supe que era un verso de un poeta y político
mirandino, guatireño por más señas, llamado Elias Calixto Pompa.
Cuando vemos que desde el poder no se mueve un dedo, sino
todo lo contrario, para evitar que se perpetren desmanes como los de estos días
contra una casa de estudios, sea Universidad, Liceo o Escuela, alguna
enfermedad muy mala estamos padeciendo como sociedad. Grave padecimiento que
nos degrada y animaliza, que nos hunde más en la pobreza material y de alma. Y
graves también las perversiones de los que nos gobiernan.
En un mundo global crecientemente más exigente en términos de
educación y avance científico-tecnológico, las naciones, los países, los
pueblos o como quiera que se les llame, que buscan progresar, modernizarse, satisfacer
sus necesidades básicas y las no tan básicas, y que persiguen vivir en libertad
y democracia plenas, no pueden tolerar espectáculos monstruosos como las agresiones
destructivas a una Universidad.
Estos eventos bochornosos constituyen la guinda que faltaba a
la torta del desastre educativo del gobierno militar-chavista.
Su fracaso en la creación o transformación de instituciones educativas
inspiradas en una ideología caduca es notorio. Su intento de tergiversar o reinventar
la historia del país en beneficio de esa ideología, es una de las acciones más nefastas
del gobierno actual. Es producto de una vocación totalitaria desquiciada. Los “profesionales”
mediocres que gradúa no sirven para nada útil, mucho menos para levantar un
país próspero y pujante. Para africanizar el país, sí.
Ciertamente, es doloroso lo que estamos experimentando los
venezolanos. Cambiar el estado de cosas presente es una obligación no solo política,
también moral. Que el conocimiento que hemos recibido de esas casas de estudio
hoy víctimas de la bestialidad roja, nos sirva para sacar al país del hoyo en
que nos quieren meter.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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