miércoles, 7 de mayo de 2014

                                             BESTIALIDAD ROJA

                             
                                              Universidad Fermin Toro incendiada


 

De verdad, ver esos actos de barbarie duele, y mucho. Lo asalta a uno una sensación lastimosa de decepción con nosotros mismos, pero también pavorosa, como la de estar al borde de un precipicio, impotente para evitar la caída hacia el desmadre definitivo.
Repito: duele sobremanera ver lo bajo en la escala civilizatoria en que ha caído el país estos 15 años. Durante ellos se ha alimentado, mas bien, estimulado, el salvajismo en nuestras relaciones como sociedad, en la cual, a pesar de sus problemas, graves algunos, nunca antes habíamos presenciado, al menos en el último medio siglo, escenas en que una Universidad fuera incendiada y sus bienes saqueados por hordas de antisociales paramilitares al servicio de una ideología demencial, que recuerdan las acciones de los nazis.
Ante estos hechos vandálicos, no puedo dejar de recordar aquí a mis mayores, y perdóneme el lector la referencia personal.  Ellos me enseñaron a amar el saber, el conocimiento. A buscarlo siempre, a cultivarlo. Debíamos aprender todo lo que estuviera a nuestro alcance. Leer, informarse y enseñar al que no sabía. Era la mot d’ordre de los que nos trajeron a esta vida. Igualmente, nos inculcaron el respeto por los maestros y el afecto por nuestros colegios, que eran casi sagrados.
Estudia niño y no serás cuando crecido el objeto vulgar de las pasiones ni el esclavo servil de los tiranos”, reiteraba a sus hijos sistemáticamente mi madre, lectora impenitente, cada vez que podía. Muchos años después supe que era un verso de un poeta y político mirandino, guatireño por más señas, llamado Elias Calixto Pompa.
Cuando vemos que desde el poder no se mueve un dedo, sino todo lo contrario, para evitar que se perpetren desmanes como los de estos días contra una casa de estudios, sea Universidad, Liceo o Escuela, alguna enfermedad muy mala estamos padeciendo como sociedad. Grave padecimiento que nos degrada y animaliza, que nos hunde más en la pobreza material y de alma. Y graves también las perversiones de los que nos gobiernan.
En un mundo global crecientemente más exigente en términos de educación y avance científico-tecnológico, las naciones, los países, los pueblos o como quiera que se les llame, que buscan progresar, modernizarse, satisfacer sus necesidades básicas y las no tan básicas, y que persiguen vivir en libertad y democracia plenas, no pueden tolerar espectáculos monstruosos como las agresiones destructivas a una Universidad.  
Estos eventos bochornosos constituyen la guinda que faltaba a la torta del desastre educativo del gobierno militar-chavista. 
Su fracaso en la creación o transformación de instituciones educativas inspiradas en una ideología caduca es notorio. Su intento de tergiversar o reinventar la historia del país en beneficio de esa ideología, es una de las acciones más nefastas del gobierno actual. Es producto de una vocación totalitaria desquiciada. Los “profesionales” mediocres que gradúa no sirven para nada útil, mucho menos para levantar un país próspero y pujante. Para africanizar el país, sí.
Ciertamente, es doloroso lo que estamos experimentando los venezolanos. Cambiar el estado de cosas presente es una obligación no solo política, también moral. Que el conocimiento que hemos recibido de esas casas de estudio hoy víctimas de la bestialidad roja, nos sirva para sacar al país del hoyo en que nos quieren meter.

EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com   




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