La expresión Comunidad
Internacional (CI) no es una denominación retórica más para aludir a un
grupo de países o al conjunto de ellos que conforman la sociedad
planetaria.
No es una entelequia sin existencia real como algunos
pudieran pensar.
La CI es un todo
integrado, en primer lugar, por los Estados, cuyas relaciones entre sí, se
rigen por normas de Derecho Internacional vinculantes, obligatorias. La CI, igualmente, es una comunidad de derecho, que incluye
también a las organizaciones internacionales
y otras entidades.
Declaraciones, resoluciones, dictámenes y sentencias de
organismos internacionales la refieren. Ella es considerada una entidad
jurídica, que opera y acomete acciones.
De modo que no es un mero apelativo utilizado en los
discursos para representar a la sociedad internacional.
La CI, así
entendida, ha significado para nuestro país adolorido un aliado crucial. En sus
diversas expresiones ha tomado partido por la urgente recuperación de la
democracia y las libertades pisoteadas por una tiranía desastrosa y corrupta.
Desde las Naciones Unidas, la OEA, la Unión Europea, el Grupo
de Lima, las ONGs y de gobiernos de países, en particular, no ha faltado la
solidaridad con los venezolanos que luchan contra la arbitrariedad de un
gobierno violador de los Derechos Humanos y destructor de una de las economías
con más futuro y pujante del hemisferio.
A pesar de la parsimonia con que se mueve el entramado
institucional de la CI, se han
logrado concretar medidas de presión para que el gobierno despótico chavista
ceda en el sentido de buscar una salida consensuada y democrática a la enorme
crisis política y social que nos agobia.
Para algunos quizás no sean aún suficientes tales
iniciativas, visto que el gobierno venezolano actual se mantiene tercamente en
sus trece, ahondando cada vez más el cataclismo social con medidas disparatadas
que en lugar de solventar los problemas, los agravarán.
A la CI, no
obstante, debemos reconocerle y agradecerle que haya tomado cartas en nuestro
asunto. Obviamente, para ella no se trata sólo de un problema de los
venezolanos. En un mundo cada vez más interconectado y poroso, lo que nos
ocurre también comienza a afectarlos. No son pocos los problemas que comienza a
causar la emigración forzada de venezolanos hacia otros países. La gobernanza
en éstos y también la regional se están poniendo en el tablero político y
social como problema compartido que
demanda una solución colectiva perentoria. La seguridad de todos se está poniendo
en riesgo por causa de la ejecutoria de un gobierno indolente enceguecido por
una ideología letal y dominado por una mafia peligrosa.
De modo que para los demócratas venezolanos se imponga
saludar el activismo de la CI
respecto de la situación trágica de Venezuela, y rechazar a quienes en nuestro
país y desde perspectivas supuestamente de oposición, se han dedicado de manera
suicida y con torpeza política asombrosa, a atacarla y a cuestionar a sus
representantes, no sabemos si con planes inconfesables de trastienda, por
simple ignorancia o por visiones anacrónicas.
Finalmente, hay que decir que esa formidable alianza que
tienen los demócratas venezolanos con la CI,
debe ser atendida y cultivada en momentos tan difíciles como los presentes;
de allí la importancia de formalizar los contactos con ella designando
representantes y/o interlocutores, únicos voceros, que hagan conocer nuestras
estrategias y líneas políticas internas, y que además, canalicen e
inteligencien con ella lo que haga falta en el urgente propósito de construir
la manera de salir del infierno que está viviendo Venezuela.
No tengo ninguna duda acerca de la necesidad del apoyo de la CI para complementar la determinante acción
política interna y poder alcanzar el objetivo anhelado por los angustiados
venezolanos: el fin del gobierno chavista.
EMILIO NOUEL V.
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