TRUMP Y SU SUICIDA CONTIENDA COMERCIAL
Emilio Nouel V.
Miembro del Grupo Ávila
Nos hemos ya referido a este tema en otras
ocasiones. Pero por su envergadura y
efectos globales, la guerra comercial en curso se impone seguir comentándola.
No es asunto de poca monta y nos concierne a todos en el planeta aunque no lo
percibamos así, sumergidos como estamos en nuestros problemas particulares.
Para la gente de a pie, este tema es
distante, cuando no, hasta cierto punto incomprensible. No está presente de
manera evidente en sus preocupaciones cotidianas.
Pero al profundizar en estos asuntos,
sí se puede determinar que aquel problema tiene incidencia en nuestras vidas y
bolsillos, y que tarde o temprano nos alcanzará. El acceso a materias primas y
bienes de capital, y a productos de consumo masivo, lo da el comercio, que ya
no es solo doméstico sino global, y si en éste se producen disfunciones o
distorsiones, las economías se verán perjudicadas en una u otra medida.
Las conexiones múltiples entre ambas
situaciones, la general y la individual, son claras. Y en las económico-comerciales,
sobre todo, más evidentes.
Entre las sociedades de nuestro mundo,
la interdependencia global económica,
cultural y política es un dato insoslayable; no alcanzaremos a comprender a cabalidad esa realidad si no
vemos en acción tales vínculos.
De ese complejo entorno, la dimensión
económico-comercial, caracterizada por amplios flujos de intercambio de
mercancías, servicios y capitales, en un mega-espacio en el que de una u otra
manera los países se entrelazan, en igualdad de condiciones o asimétricamente,
cooperando o rivalizando, integrándose en bloques o bilateralmente, a distintas
velocidades, demanda acciones conjuntas,
negociadas, consensuadas, para acometer los problemas que nos afectan y
formular las necesarias soluciones.
El gobierno de Trump pareciera no
entender la imperiosa necesidad, no solo del mundo en general sino también de
su propio país, de mantener y reforzar los lazos que sustentan el orden mundial
construido por más de medio siglo por EEUU y sus aliados. Este mundo, hoy por
hoy, enfrenta amenazas para todos, en especial, para las democracias y su
seguridad.
Es incomprensible que desde dentro
del mundo occidental se conspire contra sí mismo, contra la institucionalidad
que se levantó para solventar los problema de la paz, la seguridad y el
bienestar.
Trump pareciera incapaz de reconocer
y valorar a los socios más cercanos de su país, con los que ha compartido
alianzas, políticas e iniciativas políticas, económicas y militares, y, de
paso, los consecuentes beneficios.
Sin duda, su deriva inconducente está
poniendo en peligro la estabilidad global, y en el ámbito económico se está
concretando en una absurda guerra que generará muchos perjuicios, no sólo para los
directamente envueltos en ella.
Encarar la economía mundial con el
trasnochado y suicida proteccionismo comercial, que sólo pretende tomar en
cuenta el provecho económico desde los intereses de un solo país, en términos
de una relación suma cero, es lo mismo que enfrentar, en política
internacional, los autoritarismos con doctrinas anacrónicas como la del
mexicano Estrada de comienzos de los años treinta del siglo pasado, la cual significaba
voltear hacia otro lado, o encerrarse sobre sí mismo ignorando los desmanes que
cometen otros gobernantes contra sus pueblos, amparándose en el principio de no
intervención, hoy ya superado por los avances del Derecho Internacional en
materia de Democracia y DDHH.
La guerra comercial atenta, sin duda,
contra la institucionalidad que se ha puesto en práctica para ordenar y
canalizar todo lo concerniente al comercio mundial. Es, por tanto, un golpe a
lo que ha significado la creación de la OMC, la actitud insólita asumida por el
gobierno Trump al desencadenar un guerra comercial, a todas luces lesiva.
Ya no es un puñado de productos los afectados
por esta guerra, está superando el número de 10.000. El problema no es solo con
China, es también con Europa y otros países.
Pero más allá de los estropicios económicos
que pueda generar esta situación, el daño institucional y en términos de gobernanza
global que trae consigo, será lo más grave.
Ojalá haya una rectificación en tal
inconveniente deriva.
EMILIO NOUEL V.
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