El rechazo y descrédito del gobierno venezolano aumentan
aceleradamente en el ámbito internacional.
La probabilidad de que la crisis política y económica de
Venezuela pase a ser un tema de evaluación multilateral en las instancias
hemisféricas no es descartable. Lo fue a comienzos de la década pasada, luego
de los acontecimientos en que tuvo lugar la renuncia de Chávez.
El gobierno de Maduro y/o de los militares sigue cerrado tercamente
a las necesarias soluciones nacionales concertadas
para enfrentar la crisis.
No admiten que sin un amplio acuerdo para la gobernabilidad
no hay salida pacífica.
Para que se dé un compromiso de esta naturaleza se debe
partir del reconocimiento de la legitimidad de la oposición democrática y el
gobierno de forma absurda se niega a
ello.
La utilización del Tribunal supremo para violentar el Estado
de Derecho y pretender anular los poderes constitucionales de la Asamblea es la
prueba del desconocimiento de la legitimidad democrática conferida el 6D.
Mientras se produce este zarpazo a la institucionalidad
democrática, que al mundo tiene alarmado, se va pudriendo más y más la crisis
venezolana, y con ella el gobierno que la generó.
En paralelo, la vida de los venezolanos, no sólo la de los
más vulnerables, también la de los distintos estratos de la clase media, se va
deteriorando a una velocidad aterradora.
Es un espanto lo que está ocurriendo a diario. Ya no es sólo
la falta de alimentos, medicinas o repuestos, es también la carencia de
electricidad, el agua y un hampa enseñoreada y sin freno que mantiene bajo terror
a la población.
Opositores y hasta simpatizantes del gobierno no soportan más
la situación económica, y desean mayoritariamente que el gobierno se vaya por
incapaz.
Con extrema preocupación los vecinos del hemisferio y más
allá, están observando la hecatombe social en desarrollo en nuestro país. No
alcanzan a comprender cómo puede ser posible que hayamos llegado a estos
extremos de necesidad y desasosiego, un país que obtuvo tantos recursos en los
últimos años.
No pocos piden que entes internacionales, como la OEA o
Mercosur, adopten una posición firme frente a esta tragedia, que obligue al
gobierno a entenderse con los factores de oposición democrática y evitar caer
en un caos de ingobernabilidad.
A pesar del entusiasmo que crearon las elecciones de
diciembre pasado, y las esperanzas de cambio que produjeron, hoy de nuevo crece
el desaliento y la frustración, visto que el gobierno no quiere corregir el mal
rumbo que ha llevado y obstruye las iniciativas que parten de la Asamblea de
modificarlo.
Esta desesperanza que estimula el gobierno,
desafortunadamente, arrastra a la oposición democrática, a pesar del esfuerzo
que ésta hace por cambiar las cosas. De allí que deba afinar y reforzar su
mensaje señalando, por ejemplo, que las colas, la falta de alimentos y
medicinas, y las demás carencias, se deben a que un tribunal supremo espurio,
arrodillado ante el poder ejecutivo, anula las leyes que van en beneficio de la
población y apuntan a solucionar los graves problemas que padecemos.
Sin duda, salir del gobierno nefasto que ha destruido el país
será obra de los venezolanos. Pero para ello es crucial que los organismos
internacionales coadyuven a la salida menos traumática posible. Hay normas y
principios que Venezuela ha asumido en esas instancias. Son compromisos
obligatorios. La democracia y la vigencia de los derechos humanos deben ser Ley
efectiva en nuestro territorio, y su no cumplimiento puede acarrear sanciones
políticas y económicas. Ejercer presión en tal sentido, por parte de tales
entes, es legítimo y necesario.
Obviamente, es dificultoso lograr pronunciamientos en esos
escenarios, habida cuenta de los intereses de toda naturaleza en juego. Las
interpretaciones que hagan los gobiernos de los demás países de los hechos de
Venezuela y su gravedad, es lo que determina las acciones o medidas que puedan
adoptarse.
Sin embargo, el mayor conocimiento y la alarma sobre
Venezuela hacen posible alguna valoración colectiva que contribuya a una
solución.
Los venezolanos comienzan a impacientarse. Hay hechos que
muestran un malestar creciente que puede desembocar en violencia. Es
sobremanera turbador lo que se vive a diario. Hay tiempo aun para evitar el
derrumbe. Queremos salir de esta terrible situación de la mejor manera. Desde
Venezuela apelamos a la conciencia democrática del continente y el mundo.
EMILIO NOUEL V.
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