Los medios internacionales y nacionales están cargados de
análisis y conjeturas sobre lo que pudiera ocurrir en la próxima Cumbre de las
Américas en Panamá. Todo pareciera apuntar a que la agenda oficial del
encuentro (temas sustantivos para nuestros países) será puesta de lado, y la reseña
final, con seguridad, se focalizará en los asuntos que el público de galería
más espera: el eventual rifirrafe entre Obama y los albanos por causa del
gobierno venezolano, o el apretón de manos entre aquel y Castro.
El suspense está en el ambiente. Que si Obama sólo se reunirá
con los países centroamericanos y desdeñará a los suramericanos, que si los
albanos y sus alcahuetes de Brasil y Argentina montaran un tinglado antiimperialista
paralelo a la Cumbre, que Maduro se presentará con sus firmas, en su mayoría,
coaccionadas o de dudosa veracidad, pidiendo la derogatoria del decreto de
Obama contra violadores de los DDHH o que los gobiernos de EEUU y Venezuela
enterrarán el hacha de la guerra gracias a gestiones mediadoras de terceros.
Pronósticos hay para todos los gustos.
Conociendo como conocemos a los desalmados que gobiernan a
Venezuela, no sería extraño que hicieran una de las suyas en esta ocasión, a
pesar de los deseos del presidente panameño de que el evento ocurra sin
episodios inconvenientes.
De los desaguisados y torpezas de los bolivarianos, a lo
interno y en lo internacional, tenemos suficientes muestras. Es proverbial su
“diplomacia” tosca de verduleros, solo comparable con la de los más
incivilizados países. No se equivocaba un alto funcionario cubano, cuando hace
algunos años en una reunión internacional nos decía, con gesto despectivo, que a
Chávez ellos lo veían como a los dictadores africanos con quienes ellos habían
tenido relaciones.
Las respuestas de los jerarcas chavistas encargados de las
relaciones internacionales frente a las críticas y cuestionamientos externos
corroboran ese proceder impropio.
Para los cubanos, sin embargo, la Cumbre es muy importante,
al menos en términos simbólicos. Imagino que habrán pedido a los chavistas que
no le agüen la fiesta, que no
perjudiquen sus planes con el demoníaco Imperio.
La mayoría de los observadores salivan esperando un eventual tête-à-tête entre
Obama y Castro, como consecuencia del actual proceso de acercamiento entre sus
países. Sin embargo, el absurdo antiamericanismo, tanto el abierto como el
soterrado, tendrá un escenario, una vez más, para su proyección.
No veremos a los presidentes tocar ni con el pétalo de una
rosa a los gobernantes que están desmantelando la democracia, violando los
derechos humanos y robando a saco los dineros públicos en sus países.
¿La señora Rousseff dirá algo al respecto? ¿Peña Nieto
quebrará una lanza sobre alguno de esos temas? ¿Tabaré Vazquez repudiará la
persecución política contra la oposición en Venezuela? ¿Santos pedirá la
aplicación de la cláusula democrática de la OEA? ¿Kirchner exigirá mano dura
contra la corrupción sin fronteras?
Me temo que nos quedaremos sin respuestas a tan cruciales
asuntos.
Mientras tanto, no faltará el sainete. Veremos al líder de
América Latina, Maduro, dirigir el coro.
Los presidentes cómplices que le han comprado su fantasiosa patraña de que
Venezuela será invadida de un momento a otro por los marines, todos envueltos en
sus banderas nacionales, y evocando a Bolívar, Tiradentes y Martí, con voz
grave y en éxtasis delirante, declamarán aquellos versos del colombiano Torres
Caicedo: “La raza de la América latina / al frente tiene la sajona
raza / enemiga mortal que ya amenaza /su libertad destruir y su pendón”.
Con los pechos henchidos saltarán
de emoción los presidentes latinoamericanos y caribeños, ayunos de un
liderazgo serio y responsable en la región, rodearán a quien hoy los representa,
para acompañarlo en la nueva batalla contra al demonio imperial.
A los pocos días, nadie
recordará el encuentro hemisférico. Será otra Cumbre fallida, una pérdida de tiempo y dinero,
un descrédito más que se suma a la contabilidad de la supuesta “Patria Grande”.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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