VENEZUELA: PROHIBIDO
EXPORTAR
La retórica gubernamental, sobre todo en el último año, ha
insistido en la necesidad de estimular las exportaciones no petroleras.
¡Aleluya! ¡Al fin se les
encendió el bombillo!,
alborozados exclamaron algunos empresarios.
Pero la alegría duró lo que unos caramelos a la entrada de un
kínder.
Lo que estamos viendo contraría lo anuncios. “Obras son amores y no buenas razones”, reza
el dicho. A pesar de las buenas intenciones de uno que otro funcionario público
de nivel medio o bajo, ya agobiado con las marchas y contramarchas de sus
superiores, se reitera la misma absurda conducta.
La palabra publicitada no se condice con la práctica. Es más,
en la realidad se está haciendo todo por desestimular o entorpecer una
actividad, que en el discurso para el público de galería, se dice querer
promover. El Decreto 1.190 y las reformas al Arancel de aduanas aplicado a las
exportaciones son el ejemplo más claro de restricciones que están causando
graves perjuicios a las empresas.
Disponer de un sector exportador más allá de la industria
energética, es una vieja aspiración de ayer y de hoy de los sectores económicos
nacionales que han creído siempre en que colocar nuestros productos en los
mercados internacionales, forma parte de las conveniencias del país.
En momentos en que las arcas del Tesoro nacional
aparentemente están necesitadas de más divisas y el gobierno anda buscando por
todos los rincones más préstamos que le permitan cubrir sus compromisos
nacionales y extranjeros, no se comprende que una actividad que puede reportar
dólares o euros adicionales, sea tan descuidada por las autoridades públicas.
En la actualidad, las contradicciones e incongruencias entre
oficinas gubernamentales son asombrosas.
Al igual que la política nacional, la de exportaciones no la entiende
nadie. En ésta se mezclan la ignorancia, la incompetencia, la improvisación y
la infaltable nefasta ideología refractaria a los negocios.
Una disposición legal se emite en una fecha y a los pocos días
sale otra que la deniega o la hace oscura. Gacetas oficiales van y vienen,
errores de impresión, reimpresiones, enredos y más enredos, requisitos y más
requisitos, redacciones mal hechas, vuelven un laberinto kafkiano todo
procedimiento. Y para rematar, cada funcionario hace su interpretación
particular de las normativas, no pocas veces antagónicas entre sí.
Por un lado, se llama a exportar, y por otro, se prohíbe las
exportaciones. Lo que un ministro dice, lo desdice o deshace otro más allá. Exportaciones
financiadas por el mismo Estado se ven afectadas. Mayor caos institucional no
puede concebirse.
En 1998, las exportaciones no petroleras de Venezuela
representaban alrededor del 27 % de las ventas externas totales. Productos
químicos, acero, aluminio, arroz, café y pescado formaban parte de esa oferta.
En el 2012, aquellas alcanzaron apenas el 4%. En 15 años, un descalabro evidente.
Hoy dependemos más del petróleo que antes de la llegada del
gobierno chavista. La diversificación de la economía y de los productos que
enviamos a nuestros mercados externos, objetivo prioritario de cualquier país,
en el caso del nuestro, ha retrocedido.
En Mercosur, bloque comercial al que hemos ingresado hace
poco por capricho político del finado presidente anterior, nuestro desempeño es
lamentable en tanto que exportadores. Allí, sólo vamos a comprar, porque vender
en las condiciones desastrosas de nuestra economía, es una quimera.
En 1999, llegamos a exportar a ese mercado 980 millones
dólares; en 2012, sólo 120 millones de dólares. El año pasado las exportaciones
a ese mercado cayeron en un 20%.
Visto lo visto, parece que habrá que esperar nuevos tiempos.
O cambia el gobierno su proceder, sus orientaciones económicas, o sólo quedará
aguantar hasta que llegue uno distinto con claridad en lo que debe hacerse, y
en particular, en el campo de las exportaciones no petroleras. Que ponga al
frente de eso, no a aprendices de brujo, sino a gente que sepa de qué se trata
el asunto.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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