MARGARITA ES UNA LÁGRIMA
Emilio Nouel V.
Emilio Nouel V.
Hacia el año 1961, siendo yo muy niño, mi padre, al que le
gustaba viajar por el país, junto a tíos, nos aventuramos encaravanados hacia la isla de Margarita. Recuerdo que uno de ellos,
a la salida, nos decía a sus sobrinos e hijos: “Rumbo a la Capri venezolana”.
Fue un viaje largo e interminable, ferry mediante. Llegamos a
La Asunción, a una de esas viejas casas, propiedad de un margariteño casado con
una prima de mi madre, en donde se dormía con las puertas abiertas, no había
temor del malandraje, que lamentablemente hoy se ha extendido allí.
El desarrollo urbano de entonces ni la sombra del actual.
Para todos fue un viaje encantador, y los recuerdos son muy gratos desde la
distancia de los años. Imagínense, tuvimos a playa El Agua, prácticamente sólo
para nosotros.
De entonces a esta parte, no he dejado de visitarla, a veces
hasta más de una vez en un año. Y un entrañable afecto tenemos por ese bello
rincón de nuestro país.
Hemos visto con buenos ojos su desarrollo turístico, sector,
por cierto, que en nuestro país ha sido muy descuidado en general por los
gobiernos. Cuando pensamos en el enorme potencial que tiene, no alcanzamos a
comprender porqué no ha habido la voluntad política para impulsarlo sostenidamente
con decisión y recursos, y promoviendo las inversiones nacionales y extranjeras.
La situación de Margarita hoy es deplorable. El Puerto Libre
está al borde del derrumbe, si es que ya no está ahí. La demencial política
cambiaria, entre otros efectos económicos, también está hundiendo a la isla. Las
condiciones no sólo de la población residente, sino del área de los servicios
turísticos no pueden ser más desalentadoras. El desabastecimiento de productos
alimenticios y de otros órdenes es crítico. Los servicios de electricidad y
agua son una calamidad.
Todo aquel que visita o visitó a Margarita en los últimos
años, al regreso no hace sino quejarse o lamentarse de las circunstancias
penosas y las carencias que se experimenta gracias a la desidia e indolencia
casi criminales de un gobierno incompetente y destructor de todo lo que pasa
por sus manos.
Los dirigentes empresariales de la isla han lanzado varios
gritos de socorro ante la creciente incertidumbre, que los está empujando al
precipicio. Pero el gobierno parece no importarle el destino de los
margariteños y su fuente principal de empleo e ingresos.
“Vamos pa’ Capri”
repetía el tío mientras avanzábamos por las estrechas carreteras de la época. Y en efecto, la “Capri venezolana”, ayer como hoy, no nos defraudó con sus bellezas
naturales y su acogedora gente. Ojalá no la suman en la depresión económica y
la frustración. Ojalá se den cuenta del daño que están causando a sus
habitantes y a Venezuela, y reaccionen.
Aquí, una lágrima por Margarita.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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