miércoles, 26 de junio de 2013

BRASIL, CONSTITUYENTE Y VENEZUELA

             

Apremiada por una calle caldeada a extremos inusuales e inesperadamente, la presidente de Brasil, Dilma Roussef, entre otras medidas, anunció un plebiscito, no un referéndum, en el que se pediría a los brasileños su parecer acerca de reformas políticas o de una eventual constituyente.
Como se sabe, en estos días que corren, el país vecino ha sorprendido a propios y extraños con enormes manifestaciones que reflejan un malestar larvado, apenas percibido por pocos, y que por lo visto, va más allá del problema del incremento del precio del transporte.
Un debate entre diversos analistas se ha abierto al respecto, el cual persigue escudriñar las causas de esta reacción social, de esta suerte de “cisne negro” político. Surgen comparaciones con la primavera árabe, otras protestas latinoamericanas o las también recientes en Turquía. Pero, sin duda, Brasil tiene su especificidad, aunque haya similitudes con eventos parecidos. Muchos coinciden en que es un estallido de sectores sociales medios que ven su calidad de vida desmejorada por la ralentización del crecimiento económico del país, la inflación, la reducción del consumo, la subida de los intereses bancarios y la corrupción desbordada, todo lo cual contrasta con los enormes gastos de las obras para el mundial de futbol y las Olimpíadas.
Lo cierto de todo este fenómeno es que la señora Roussef ha entrompado el asunto, “la voz de las calles”, planteando, entre otras medidas, una reforma política que atacaría el problema de fondo que, para ella, tendría la democracia brasileña. El medio sería la convocatoria plebiscitaria, cuya constitucionalidad estaría en discusión, a una constituyente.
Apuesta fuerte ésta, preñada de riesgos, incertidumbre y oscuridades, a la que ya le han salido al paso sectores políticos e institucionales de ese país.
Fernando Henrique Cardoso, ex presidente brasileño, por cierto, artífice del modelo económico exitoso de ese país, ha señalado que realizar reformas políticas mediante mecanismos plebiscitarios es propio de “regímenes autoritarios”, y se decanta por un referéndum.
Para los venezolanos y otros países del hemisferio, este mecanismo, en los últimos tiempos, tiene una carga negativa. Se le identifica con un modelo político-ideológico que se ha querido implantar por los representantes el chavismo continental. Conocemos los resultados que ha traído consigo esta fórmula de supuesto recambio. Estas constituyentes han perseguido hacer borrón y cuenta nueva en el estatus quo de varias naciones.
               

Muy cierto también es que con esta experimentación se ha logrado colar el autoritarismo más nefasto. Este modus operandi busca derribar las estructuras de la democracia liberal representativa, para instaurar una democracia participativa, que en el fondo no ha sido otra cosa que autoritarismo colectivista.
En estos días, en Venezuela se ha hecho el mismo planteamiento constituyente, sin que exista, por supuesto, un clima como el brasileño, aunque sí haya una crisis política crónica, potenciada a raíz de unas elecciones cuestionadas, y cuya solución no está resuelta por el máximo tribunal.
Nuestro amigo Enrique Colmenares Finol, desde hace algunos años, ha sido tenaz abanderado de esta idea en nuestro país. Desconozco si su propuesta sigue siendo la misma o ha sufrido ajustes. He oído que sobre sus amplios y acucioso trabajos al respecto, se está impulsando de nuevo la propuesta.
A él le he manifestado que en teoría, dados los desaguisados y entuertos del chavismo, es difícil estar en contra de la idea de hacer reformas político-institucionales, constitucionales, que les permitan al país salir del atolladero y poner la proa hacia senderos sostenidos de crecimiento, desarrollo y bienestar social.
Que el problema, en todo caso, es la viabilidad, la factibilidad, de poner en práctica esa propuesta en las condiciones políticas actuales, sobre todo, cuando vivimos en una permanente presión por los procesos electorales constantes, los cuales, querámoslo o no, nos distraen.
Esto sin dejar de mencionar que sobre una propuesta como ésa, no existe un consenso entre las diversas fuerzas políticas de la oposición democrática. Hay reservas sobre ese mecanismo, por los riesgos que comportaría; el remedio podría ser peor que la enfermedad en un sociedad dividida en dos partes numéricamente casi iguales. Otros lo consideran innecesario, porque habría otras tareas políticas prioritarias, antes de pensar en implementar una idea que consideran valiosa y/o necesaria.
En cualquier caso, estamos, ¡de nuevo!, frente a otro reto electoral importante. ¿Se dedicarían las fuerzas políticas a la promoción de una constituyente teniendo enfrente ese desafío? Si la constituyente es una propuesta válida para Venezuela ¿es posible avanzar en dos frentes a la vez?
Volviendo a Brasil. Es muy probable que la idea constituyente no cuaje allí, no parece haber mucho interés en la sociedad y los sectores políticos e institucionales.
¿Podrá la señora Roussef conjurar las protestas y encauzar la situación? Me inclino a pensar que sí. Ya veremos qué entrega a cambio.
  
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV


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