SIN DIÁLOGO SOLO QUEDA EL PRECIPICIO
Muchos observadores internacionales de la realidad
post-electoral venezolana, habida cuenta de los resultados estrechos del 14-A y
de las denuncias formuladas por el líder de la oposición venezolana, Henrique
Capriles, que ponen en duda a aquellos, están altamente preocupados por el
peligro de que en Venezuela pudiera producirse un choque de trenes que, de
persistir el rechazo a procesar el reclamo de la oposición democrática, todos
podríamos lamentar.
El ambiente tenso que se ha vivido en los días que corren, sin
duda, justifican tales alarmas. Sobre todo, cuando presenciamos acciones de
corte fascista que el gobierno ha perpetrado, violando garantías fundamentales
de los venezolanos que han salido a protestar legítimamente, haciendo ejercicio
de los derechos que le confieren la Constitución y las leyes.
Hemos visto estos días cosas inimaginables en un país
civilizado. El horrible hocico del fascismo tropicalizado se ha hecho presente
nuevamente. El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, haciendo
gala de su proverbial talante autoritario, militarista y primitivo, niega el
derecho de palabra a los parlamentarios porque no hacen lo que él quiere.
Insólito, nacionales y extranjeros lo vieron escandalizados.
Se ha visto a cuerpos policiales y militares reprimir y
maltratar salvajemente a jóvenes por el solo hecho de protestar por los
desaguisados electorales denunciados. Dicen que ni los empleados públicos se
han salvado de esta razzia enloquecida de aterrorizados oligarcas de una
revolución perdida.
Como se sabe, un sin número de irregularidades fueron detectadas
en las elecciones presidenciales recientes, las cuales envuelven tal cantidad
de votos que podrían modificar eventualmente el resultado emitido de manera
oficial por el CNE.
El gobierno y el CNE se negaron de arrancada a revisar tales
hechos, y de inmediato, sin mediar ninguna consideración, proclamaron un
ganador de la contienda.
Obviamente, este grave asunto va más allá de lo estrictamente
jurídico. Y la solución posible obliga a hacer consideraciones de carácter
político.
No es un secreto el enconado enfrentamiento al interior de la
federación que conforman los distintos grupos de interés chavistas. La
contienda electoral ocultó la guerra a cuchillo que allí tiene lugar. Maduro
apenas controla una facción minoritaria que no determina el curso de los
acontecimientos en el gobierno ni en el partido. De ninguna manera lidera al
chavismo, no sólo por sus notorias y amplias carencias personales, sino también
porque no tiene fuerza real para influir. Está sometido a una claque
militarista apoyada por la tiranía cubana y algunos gobernantes alcahuetes de
Latinoamérica, que una vez borrado el recuerdo de Chávez y su testamento, con
seguridad, lo pondrán de lado. Su futuro político es incierto; y esta
inseguridad es potenciada, además, por el proceso de decadencia acelerada del
chavismo, evidenciada en la caída estrepitosa de su votación el 14-A. (700.00
votos menos en pocos meses). El kino que se ganó en diciembre lo ha dilapidado
a la velocidad del rayo.
Esta situación plantea un gobierno muy débil para acometer los
graves problemas económicos y sociales que ya se asoman en el horizonte
próximo.
Enfrente está un liderazgo indiscutible y claro, que viene en
franco ascenso en el fervor popular. Una fuerza moralizada, compacta y
corajuda, no solo preparada para hacer cara a los asuntos políticos
coyunturales, sino también para asumir con propuestas programáticas, los
desafíos que el país confrontará en los distintos órdenes de la vida nacional o
en sus relaciones con el mundo.
El país está, en términos políticos, dividido en dos grandes
porciones, que están obligadas a reconocerse y entenderse, sobre la base de las
reglas que están consagradas en la Constitución y las leyes de la República. Si
no lo hacen, sólo queda el barranco por delante.
Hasta el cansancio, las fuerzas democráticas han manifestado su
disposición al diálogo y al reencuentro de todos los venezolanos. No ha sido la
posición del gobierno la misma. Él ha pretendido imponernos a la brava su
visión de país, pisoteando la constitución, las leyes y la voluntad popular.
Si está dispuesto a sentarse a conversar que tenga claro que los
demócratas venezolanos no estamos dispuestos a consentir más atropellos, marginaciones
o exclusiones. Tenemos nuestra fuerza, la mitad del país, y debe ser reconocida
y respetada. No vamos a tolerar imposiciones por encima de la Ley. Reconocemos
a los que nos adversan y piensan distinto a nosotros, tienen derecho a ello.
Pero también queremos participar, ser oídos, y ejercer nuestros derechos sin
que se nos persiga por ello, nos insulten o pretendan humillarnos. Queremos
trabajar, producir y crecer en libertad en y para nuestro país. Tenemos derecho
a decidir sobre los asuntos de carácter nacional, los económicos, los
políticos, los legales e internacionales.
El país es de todos, y representamos la mitad de él. Que se
asuma esta evidencia incontrovertible. Los de oposición democrática existimos y
somos venezolanos.
Si no se acepta esa realidad, difícilmente podamos dialogar y
resolver los graves problemas que tenemos y los que ya se dibujan en el corto
plazo de manera amenazante.
La comunidad internacional espera que nos acordemos en paz sobre
el tema de las irregularidades electorales denunciadas. Nosotros, igualmente.
De una solución consensuada y ajustada a la ley de este problema, y de tantos
otros dependerá la paz. La inestabilidad de nuestro país es también la de los
vecinos, como la de ellos es la nuestra. Razón fundada tienen los que se
preocupan en el exterior por Venezuela.
Sin diálogo solo queda el precipicio de la violencia, que solo
los irresponsables desean.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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