LOS ESTRAGOS DE TODA REVOLUCIÓN CON VOCACIÓN TOTALITARIA
“¿Por qué tienen que morir las hojas, allí
donde vamos nosotros?”
Una escritora comunista
¿Qué fue lo que nos alejó de las utopías sino la barbarie de quienes
pretendieron llevarlas a la práctica?
Jean Daniel
¿Qué fue lo que nos alejó de las utopías sino la barbarie de quienes
pretendieron llevarlas a la práctica?
Jean Daniel
Entornos políticos viciados como el
que vivimos en Venezuela desde hace casi tres lustros, han sido experimentados,
mutatis mutandi, por otras naciones en diversas épocas históricas.
El derrumbe de instituciones laboriosamente
concebidas y establecidas, una anomia progresiva, un quiebre económico
sostenido y una degradación moral extendida han caracterizado estas situaciones
disfuncionales y absurdas. Algunos países han logrado salir relativamente
rápido de ellas, con el menor costo en vidas y bienes. Otros han padecido
largos periodos, décadas interminables y ominosas, de destrucción del tejido
social y de seres humanos.
La puesta en práctica de utopías
destructoras no escatimó esfuerzos en su tarea demencial de instaurar la
barbarie, incluso en sociedades que habían alcanzado las más altas cotas
culturales y científicas de su tiempo.
En esa faena demoledora de
civilización y convivencia pacífica, se han destacado los totalitarismos
fascistas y comunistas que en el mundo han sido.
Cuando se creía que regímenes como
ésos ya no volverían a aparecer sobre la faz de la tierra -¡Fukuyama te
precipitaste!- la historia vuelve a hacernos una trastada; una voltafaccia que
si no es enfrentada por los demócratas del orbe, con firmeza y convicción,
podríamos vernos ahogados nuevamente en un pozo profundo de ruina, desesperanza
y pesimismo.
El filósofo francés André Glucksmann
escribió hace unos años que frente a un comunismo que se pierde, aparecen diez
creencias mortíferas. Y agrego yo: surgen también mutantes de las viejas
ideologías autoritarias, todas cargando con su correspondiente fe totalitaria y
fanática.
En Venezuela tenemos un ejemplo claro
de estos fenómenos políticos mutantes. Mezcla repugnante y tropicalizada de lo
peor de los regímenes autoritarios conocidos, disimulada detrás de un antifaz
de democracia.
En estos días, los venezolanos, en su
larga y áspera lucha contra una esa expresión
política, por naturaleza, similar a las referidas, vemos reeditadas las mismas
prácticas totalitarias. Sin ningún pudor, se manifiestan abiertamente, a los
cuatro vientos. El presidente de la Asamblea Nacional dice que mientras él esté
allí no permitirá hablar a la oposición democrática y un Ministro declara que
le importa un bledo la ley laboral. Se amenaza y persigue a funcionarios
públicos sospechosos de no haber votado por el candidato de gobierno. Mientras,
al gobierno el mundo lo observa y se escandaliza. Se induce a la gente a delatar al vecino. Qué se puede esperar de un
gobierno que pisotea el ordenamiento jurídico nacional, y se mofa de la
normativa internacional sobre democracia y derechos humanos.
Estas manifestaciones tiránicas nos
hacen recordar pasajes de la autobiografía del escritor húngaro Arthur Koestler
en su viaje por la ex Unión Soviética staliniana, que resulta oportuno citar.
Entonces, Koestler, era un militante
comunista eufórico, que después de conocer el monstruo, escribe: “Fui hacia
el comunismo como quien va hacia un manantial de agua fresca y dejé el
comunismo como quien se arrastra fuera de las aguas emponzoñadas de un río
cubiertas por los restos y desechos de ciudades inundadas y por cadáveres de
ahogados”.
Más dramáticas y descriptivas no
podrían ser estas palabras, que dibujan crudamente la sociedad que encontró en
su búsqueda de la utopía, que decían se habría hecho carne en la vieja Rusia.
Koestler sigue: “Sabían que la
propaganda oficial era un saco de mentiras, pero la justificaban atendiendo al
hecho de que se dirigían a las ‘masas atrasadas’ (…) Se sentían asqueados por
las adulaciones que se dirigían a Stalin, pero las justificaban explicando que
el campesino tenía necesidad de un nuevo ídolo para reemplazar en sus paredes
al ícono (…) el espíritu comunista llegó a perfeccionar tanto las técnicas del
autoengaño como las técnicas de la propaganda dirigida a las masas”.
Sobre la situación económica cuenta:
“las tiendas de la cooperativas, que, según era de suponer, tenían que
suministrar a la población los artículos de primera necesidad, estaban vacías
(…) en ninguna parte podían comprarse botas o vestidos, no había papel para
escribir a máquina, ni papel carbón, ni peines, ni cacerolas…(…) cuando se
sabía que había llegado a una tienda algún artículo de venta, la noticia se
difundía enseguida, todo el mundo se lanzaba a comprar cepillos de dientes,
jabón, cigarrillos, sartenes….allí donde la gente veía una cola, se precipitaba
a formar en ella (…) cuando la cola era tan larga, la gente del extremo que no
tenía idea de lo que ese estaba vendiendo, se divertía tratando de adivinarlo o
haciendo correr rumores”.
Koestler, además de evidenciar el
desastre económico al que habían llevado las políticas colectivistas, recuerda
también que Lenin habría dicho que “Todo bolchevique tiene que ser un
chekista”. La Cheka, para los que la desconocen, era una
organización represiva para combatir las actividades contrarrevolucionarias,
que fue replicada en la revolución cubana en los Comités de Defensa de la
Revolución (CDR). De este modo se estimulaba perversamente a la gente para que
delatara a los opositores al régimen.
Cualquier parecido de lo que ocurre o
podría ocurrir en Venezuela con lo relatado por Koestler en 1932, no sería pura
casualidad. Ideologías demenciales como la bolchevique y la que ha pretendido
imponerse en nuestro país, producen los mismos resultados.
Las fuerzas democráticas venezolanas,
con su atinada estrategia, han podido poner a raya al autoritarismo bananero chavista,
a pesar de que la acción fascista de intimidación y persecución de opositores ha
seguido su curso.
Los demócratas venezolanos han
avanzado un trecho enorme; hoy, después del triunfo politíco del 14-A, son más fuertes y quizás tengan ya el respaldo
mayoritario de la población.
Afortunadamente, tenemos un liderazgo
moralizado y valiente, que está dispuesto a impedir que se termine de
entronizar en nuestro país un régimen catastrófico, similar al que nos cuenta
con honda y justificada decepción Koestler.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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