lunes, 22 de abril de 2013


LOS ESTRAGOS DE TODA REVOLUCIÓN CON VOCACIÓN TOTALITARIA

             




“¿Por qué tienen que morir las hojas, allí donde vamos nosotros?”
                  Una escritora comunista

¿Qué fue lo que nos alejó de las utopías sino la barbarie de quienes
pretendieron llevarlas a la práctica?

                       Jean Daniel



Entornos políticos viciados como el que vivimos en Venezuela desde hace casi tres lustros, han sido experimentados, mutatis mutandi, por otras naciones en diversas épocas históricas.

El derrumbe de instituciones laboriosamente concebidas y establecidas, una anomia progresiva, un quiebre económico sostenido y una degradación moral extendida han caracterizado estas situaciones disfuncionales y absurdas. Algunos países han logrado salir relativamente rápido de ellas, con el menor costo en vidas y bienes. Otros han padecido largos periodos, décadas interminables y ominosas, de destrucción del tejido social y de seres humanos.
La puesta en práctica de utopías destructoras no escatimó esfuerzos en su tarea demencial de instaurar la barbarie, incluso en sociedades que habían alcanzado las más altas cotas culturales y científicas de su tiempo.
                           

En esa faena demoledora de civilización y convivencia pacífica, se han destacado los totalitarismos fascistas y comunistas que en el mundo han sido.
Cuando se creía que regímenes como ésos ya no volverían a aparecer sobre la faz de la tierra -¡Fukuyama te precipitaste!- la historia vuelve a hacernos una trastada; una voltafaccia que si no es enfrentada por los demócratas del orbe, con firmeza y convicción, podríamos vernos ahogados nuevamente en un pozo profundo de ruina, desesperanza y pesimismo.
El filósofo francés André Glucksmann escribió hace unos años que frente a un comunismo que se pierde, aparecen diez creencias mortíferas. Y agrego yo: surgen también mutantes de las viejas ideologías autoritarias, todas cargando con su correspondiente fe totalitaria y fanática.
En Venezuela tenemos un ejemplo claro de estos fenómenos políticos mutantes. Mezcla repugnante y tropicalizada de lo peor de los regímenes autoritarios conocidos, disimulada detrás de un antifaz de democracia.
En estos días, los venezolanos, en su larga y áspera lucha contra una esa  expresión política, por naturaleza, similar a las referidas, vemos reeditadas las mismas prácticas totalitarias. Sin ningún pudor, se manifiestan abiertamente, a los cuatro vientos. El presidente de la Asamblea Nacional dice que mientras él esté allí no permitirá hablar a la oposición democrática y un Ministro declara que le importa un bledo la ley laboral. Se amenaza y persigue a funcionarios públicos sospechosos de no haber votado por el candidato de gobierno. Mientras, al gobierno el mundo lo observa y se escandaliza. Se induce a la gente a delatar al vecino. Qué se puede esperar de un gobierno que pisotea el ordenamiento jurídico nacional, y se mofa de la normativa internacional sobre democracia y derechos humanos.
Estas manifestaciones tiránicas nos hacen recordar pasajes de la autobiografía del escritor húngaro Arthur Koestler en su viaje por la ex Unión Soviética staliniana, que resulta oportuno citar.
Entonces, Koestler, era un militante comunista eufórico, que después de conocer el monstruo, escribe: “Fui hacia el comunismo como quien va hacia un manantial de agua fresca y dejé el comunismo como quien se arrastra fuera de las aguas emponzoñadas de un río cubiertas por los restos y desechos de ciudades inundadas y por cadáveres de ahogados”.
Más dramáticas y descriptivas no podrían ser estas palabras, que dibujan crudamente la sociedad que encontró en su búsqueda de la utopía, que decían se habría hecho carne en la vieja Rusia.
Koestler sigue: “Sabían que la propaganda oficial era un saco de mentiras, pero la justificaban atendiendo al hecho de que se dirigían a las ‘masas atrasadas’ (…) Se sentían asqueados por las adulaciones que se dirigían a Stalin, pero las justificaban explicando que el campesino tenía necesidad de un nuevo ídolo para reemplazar en sus paredes al ícono (…) el espíritu comunista llegó a perfeccionar tanto las técnicas del autoengaño como las técnicas de la propaganda dirigida a las masas”.
Sobre la situación económica cuenta: “las tiendas de la cooperativas, que, según era de suponer, tenían que suministrar a la población los artículos de primera necesidad, estaban vacías (…) en ninguna parte podían comprarse botas o vestidos, no había papel para escribir a máquina, ni papel carbón, ni peines, ni cacerolas…(…) cuando se sabía que había llegado a una tienda algún artículo de venta, la noticia se difundía enseguida, todo el mundo se lanzaba a comprar cepillos de dientes, jabón, cigarrillos, sartenes….allí donde la gente veía una cola, se precipitaba a formar en ella (…) cuando la cola era tan larga, la gente del extremo que no tenía idea de lo que ese estaba vendiendo, se divertía tratando de adivinarlo o haciendo correr rumores”.
Koestler, además de evidenciar el desastre económico al que habían llevado las políticas colectivistas, recuerda también que Lenin habría dicho que “Todo bolchevique tiene que ser un chekista”. La Cheka, para los que la desconocen, era una organización represiva para combatir las actividades contrarrevolucionarias, que fue replicada en la revolución cubana en los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). De este modo se estimulaba perversamente a la gente para que delatara a los opositores al régimen.
Cualquier parecido de lo que ocurre o podría ocurrir en Venezuela con lo relatado por Koestler en 1932, no sería pura casualidad. Ideologías demenciales como la bolchevique y la que ha pretendido imponerse en nuestro país, producen los mismos resultados.

                         
Las fuerzas democráticas venezolanas, con su atinada estrategia, han podido poner a raya al autoritarismo bananero chavista, a pesar de que la acción fascista de intimidación y persecución de opositores ha seguido su curso.  
Los demócratas venezolanos han avanzado un trecho enorme; hoy, después del triunfo politíco del 14-A, son más fuertes y quizás tengan ya el respaldo mayoritario de la población.
Afortunadamente, tenemos un liderazgo moralizado y valiente, que está dispuesto a impedir que se termine de entronizar en nuestro país un régimen catastrófico, similar al que nos cuenta con honda y justificada decepción Koestler.

EMILIO NOUEL V.
@ENouelV



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