Henrique Capriles ha librado una contienda electoral
ejemplar, a pesar de las asimetrías, adversidades y obstáculos institucionales
puestos en su camino por un gigantesco aparato estatal, cuyos recursos
materiales fueron volcados sin pudor e ilegalmente, hacia una candidatura
presidencial.
Una corrupción gubernamental de vómito ha sido el signo de la
campaña electoral que acaba de finalizar. El despilfarro ha sido descomunal,
comparado sólo con el enorme que Maduro ha hecho del legado político que
extrañamente le dejó el finado caudillo. El kino político que se ganó en
Diciembre, como se dice popularmente, “se
lo bebió y se lo comió”, se le ha ido esfumando aceleradamente, y todo
indica que seguirá mermando en sus manos, lo cual tiene alarmados a sus
compinches circunstanciales (Dicen que el magnate de El Furrial no deja de
frotarse las manos cada vez que se dan las reiteradas metidas de pata del
interfecto). La división se profundiza en la federación de grupos de interés que
conforman el chavismo decadente. Allí, ya comienzan a aflorar fuertes cuestionamientos
a su conducción política. Muchos se sienten derrotados el 14A.
No obstante, y poniendo la pelea de alacranes rojos a un
lado, la mitad y más del pueblo
venezolano no se arrodilló ante aquel abuso. La barbarie no ha podido doblegar
su férrea voluntad de vivir en libertad y democracia. Y sus perspectivas
políticas son, sin duda, mejores. Su estrategia de acumulación de fuerzas sigue
dando resultados. Estamos más cerca del objetivo.
Ha “ganado” la presidencia un personaje lamentable; sin ninguna
preparación para tan alto cargo. Para confirmarlo, basta oír sus discursos que,
además de soporíferos, son de una pobreza intelectual inconmensurable. La
retórica del que fue candidato del bostezo es un bodrio indigerible. Es un ritornello de frases panfletarias y de
consignas de mitin callejero, que recuerdan la izquierda prediluviana. Sin
duda, una tragedia en forma y fondo para nuestro país.
Y cuando pensamos en los nubarrones del horizonte, la
perspectiva nacional se hace más aún más sombría.
Lo que se nos viene encima es serio, no es poca cosa, en
términos políticos y económicos.
Con un equipo de gobierno experimentado, consciente de los
enormes retos por delante, tendríamos la certeza de que pasaríamos la tormenta
con el menor daño posible. Era ésa nuestra esperanza en una administración dirigida
por Henrique Capriles.
Pero el escrutinio oficial de votos le fue adverso, y el
Consejo Nacional Electoral no ha accedido a satisfacer la legítima petición de
la oposición democrática de dejar de manera clara para Venezuela y el mundo,
cuál fue el resultado de las elecciones del 14A, y así ha abierto, de manera
irresponsable, la caja de Pandora, al proclamar, apresuradmente, al candidato
oficialista. Para nadie es un secreto
que la mayoría de la directiva del CNE está al servicio del partido de gobierno,
y a las instrucciones e intereses de éste responde. Más temprano que tarde
darán cuenta de sus desaguisados.
Mientras tanto, las fuerzas democráticas deben proseguir su
plan de vuelo democrático, constitucional, electoral y pacífico. Allí está la
garantía del triunfo definitivo. Muchos nos observan atentamente allende las
fronteras. En el mundo no estamos solos, contamos con la solidaridad de
importantes fuerzas democráticas. Todos los días llegan del exterior muestras
de apoyo de partidos y organizaciones diversas. Ellas han sabido valorar nuestra hazaña política
en el duro combate al monstruo del autoritarismo militarista y fascistoide que
ha pretendido infructuosamente dominarnos. Porque seguimos plantándole cara sin
miedo, mucha esperanza y coraje.
Después de los resultados electorales del 14A, la lucha
continúa, ahora con más fuerza y entusiasmo. Tenemos un líder democrático
indiscutible. Capriles, por su entereza, entrega y valentía, se ha ganado ese
puesto con dignidad.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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