¡QUÉ FELICES Y SORPRENDENTES SOMOS
LOS VENEZOLANOS¡
“La felicidad, ja, ja, ja, ja,
de sentir amor, jo, jo, jo, jo”
Palito Ortega
Los que habitamos esta tierra de gracia, sin duda, somos
sorprendentes. Para lo bueno y para lo malo. Campeones mundiales en inflación, acogotados
por una delincuencia desaforada, pero también nos sentirnos entre los más
felices del planeta. Esto último lo dice en días recientes la Universidad de
Columbia, sí señor.
Y es que de verdad hemos sido sorprendentes, desde siempre.
A pesar de haber sido Venezuela una pobre capitanía general
que no llegaba a los talones en riqueza ni gente ni esplendor de los
virreinatos de la Nueva España y el Perú, parimos una generación de hombres que
con todos sus grandes defectos y virtudes, se jugaron de primeros, todo, vida y
bienes que perdieron, por querer independizarse de una monarquía de siglos que
no nos dejaba autogobernarnos, ni comerciar con quien nos viniera en gana.
En esa lucha suicida, enarbolamos la bandera de la libertad
por todo el continente. Y esa ofrenda de vidas, no exagero, fue sorprendente,
digan lo que digan, y no es chauvinismo de mi parte. Ya un historiador como
Benedict Anderson ha subrayado el caso
particular de los venezolanos en esa sangrienta lucha en que nuestra elite, la
que tenía una formación y conocimientos para sacarnos adelante como nación que
se estrenaba, quedó prácticamente diezmada.
Sorprendió también, por tanto, que esta misma tierra que dio
a Miranda, Bello, Bolívar y Roscio, no haya logrado después de esa gran gesta, construir
una nación pujante, sino un país aún más empobrecido, caótico, volátil, a la
cola de los demás de la región, sin mencionar la morena que nos llevaba en el
XIX y lleva aún en el XXI, el gigante del Norte.
De otro lado, ese mismo país, por ejemplo, pasada la mitad
del siglo XX, fue por mucho tiempo paradigma de democracia en el hemisferio y
más allá, a pesar de aquel pasado de turbulencia e inestabilidad. A muchos,
ciertamente, asombró y sorprendió con hombres
de la estatura de Betancourt, Gallegos, Caldera, Leoni, Pérez y muchos
otros, que echaron las bases de una democracia en un continente en el que se
habían enseñoreado bárbaros milicos a lo largo y ancho, los mismos que hoy nos
gobiernan. Y aquí otra sorpresa.
Finalizando el siglo XX nos entregamos a un pestilente
experimento de neoautocracia militarista con vocación totalitaria, que nos ha
hecho pensar en que nunca nos habíamos deslastrado del espíritu autoritario de
otros tiempos.
Precisamente, en rechazo de ese intento de imponernos una
tiranía, los venezolanos volvemos a sorprender con las más grandes manifestaciones
de calle que se puedan recordar en la región en los últimos tiempos, y con una
capacidad de resistencia frente la barbarie, y en la actualidad levantándose de
nuevo con un renovado impulso para instaurar una democracia moderna y próspera.
En el estudio de la mencionada Universidad sobre cuán felices se sienten los ciudadanos de los países del
mundo, asombramos nuevamente. Los venezolanos seríamos los más felices
en el continente americano, incluso, por encima de países cuya situación
económica y social es, con creces, superior a la nuestra.
En el World Happiness
Report 2012 que aquel centro académico elabora para 150 países, ocupamos el
puesto 19º, mire usted, y le ganamos a alemanes, españoles y colombianos, por
solo nombrar algunos. Sin embargo, en Latinoamérica sólo nos derrotan los ticos.
A quienes padecemos un gobierno desastroso, incompetente y
corrupto como es el venezolano de hoy, esos resultados nos dejan en el sitio.
¿Cómo va a ser eso?
La luz eléctrica se interrumpe a diario por horas y días en
gran parte del territorio nacional, y las madres de los que dirigen Corpoelec
nunca habían sido tan nombradas. El hampa se ha apoderado de las calles,
arrinconándonos en nuestros hogares a tempranas horas de la noche. El índice de homicidios y secuestros se ha disparado a
cotas insólitas. Las empresas del estado están casi destruidas y unos
vagabundos se han llenado los bolsillos. En calidad, la educación se ha degradado como nunca, fabricando
analfabetos funcionales y ágrafos. La corrupción campea en todas las oficinas
públicas. No queda una institución en buen estado. El poder judicial es un
apéndice del gobierno y está sometido a sus designios y órdenes. El despilfarro
de los dineros públicos, el aumento incomprensible de la deuda externa y la
entrega de nuestro patrimonio colectivo como parte de una política exterior
cuyo objetivo es apuntalar una fuerza política en el poder, son datos duros de
nuestra realidad hoy. El prestigio internacional por el suelo, sin
olvidar la sumisión traidora del presidente y sus colaboradores a las
autoridades de una nación extranjera.
Todo hace un cuadro que difícilmente podría propiciar la
felicidad social y personal, como señala Columbia, y sin embargo, somos los más
felices y no lo sabíamos.
¿Cómo explicarnos esta esquizofrenia sin caer en otro tipo de
desquiciamiento en el intento?
Ya el asunto lo está aprovechando propagandísticamente el
gobierno militar que nos desgobierna. Tal estudio sería la prueba irrefutable de que lo están haciendo a las mil maravillas desde Miraflores. Si
no es así ¿por qué tanta felicidad?
¿Será que ese estudio se hizo con las mismas encuestadoras que nos han inundado con resultados poco confiables o dudosos en los últimos meses?
¿O es que a los venezolanos no nos gusta decir que somos
infelices por más que estemos pasando las de Caín?
Y usted, apreciado lector: ¿qué cree?
EMILIO NOUEL V.
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