Hoy 19 de Enero se cumplen 100 años del nacimiento de Arístides Calvani (1918-1986). En un ensayo inédito mío acerca del pensamiento hemisférico sobre la cooperación y la integración, lo incluí como representante de la familia democristiana en esos temas. Seguidamente lo que escribí allí:
Fue un
destacado político, parlamentario y académico demócrata-cristiano venezolano,
Secretario General de la Organización Demócrata Cristiana de América, que llegó
a ser Ministro de Relaciones Exteriores bajo el primer gobierno de Rafael Caldera.
Al
igual que este último, su perspectiva ideológica fue determinante en su
ejecutoria como Canciller. Perteneció a la Juventud Católica y fue un jurista
especializado en Derecho laboral.
Su
visión de las relaciones internacionales estuvo marcada por los principios político-filosóficos
que profesó, contenidos en la Doctrina Social de la Iglesia.
En tal
sentido, escribió: “Proclamamos el
principio de la autodeterminación y auto-realización de la persona humana,
porque el hombre es un ser dotado de razón y libertad, y como persona humana,
es responsable de su destino. Por tanto, tiene el derecho de ser el
protagonista –actor principal- de su misión en la vida.”
Este
principio, trasladado al ámbito internacional, lo lleva a afirmar: “Cada comunidad nacional tiene, a su vez, el
legítimo derecho de ser protagonista de su propio destino, y en consecuencia, a
realizar con entera independencia, su misión histórica en el concierto de las
naciones.”
Para Calvani,
tales razones eran suficientes para conferir una importancia extraordinaria a
la formulación y ejecución de la política internacional de un país. Y ésta
debería ser colocada por encima de las opiniones personales, partidos políticos
e intereses particulares, para convertirse en una política de Estado, que
permitiera a la nación de que se trate hacer historia.
Asimismo,
la dimensión ético-política en las relaciones internacionales era de
importancia crucial en su pensamiento.
Calvani
decía que la onda nacionalista que se podía observar a mediados del siglo
pasado en Latinoamérica, era “una
expresión de la búsqueda de la propia identidad y de la conciencia de haber
hallado esa identidad propia”.
El
nacionalismo, como él lo concebía, no debía ser confundido con el egoísmo
nacional, ni con el exclusivismo que aísla a los países de los demás pueblos.
Pero
ese nacionalismo debía estar consustanciado con la democracia, corresponder al
interés de las comunidades que integran a la sociedad y acordarse con los
intereses de la región y el mundo, es decir, con la humanidad.
Para
este hombre público, en el plano internacional, el valor que debía inspirar y
orientar la acción del Estado es el de la Justicia Social Internacional, que es
la traslación al ámbito mundial de los principios de justicia social al
interior de los países, en lo cual coincidía con su correligionario Rafael
Caldera. Esta justicia sería el “principio
regulador tendiente a establecer el equilibrio entre los poseedores y los
desposeídos, entre los fuertes y los débiles, entre ricos y pobres…”
En
relación con la unidad latinoamericana, Calvani la veía igual que muchos
pensadores de la época, como una necesidad histórica para que América Latina
pueda jugar su papel en el desarrollo de la humanidad.
Al
hablar de la integración, estaba consciente de que la tendencia del mundo era
hacia la creación de grandes espacios socioeconómicos y culturales. En tal
sentido, afirmaba: “Ya no es posible para
un país aislarse de los demás y vivir solo. La dinámica de la historia
contemporánea nos conduce hacia una sociedad universal”.
De este
modo, los proyectos de integración eran consecuencia lógica de esa dinámica,
que en el caso de los países de América Latina tenían la ventaja de la
cercanía, similitudes de costumbres, lengua, etc.
Calvani
fue partidario de todos los proyectos integradores que se dieron en el
continente, aunque no escapaba a su agudo pensamiento que ellos encontrarían
muchos escollos en el largo camino que debían recorrer. Para él, era decisivo
que hubiese un firme voluntad política de los Estados de querer superar las
dificultades que se presenten.
Siendo
Canciller, Venezuela denuncia el Tratado de Reciprocidad Comercial con EEUU que
había sido suscrito en 1939 e ingresa formalmente al Acuerdo Subregional Andino
(Pacto Andino). No hay que olvidar que Calvani tuvo participación crucial en el
proceso de pacificación y democratización de CentroAmérica.
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