La medida mediante
la cual se declara el cese del ejercicio de los derechos que
había adquirido el país en tanto que miembro de Mercosur, sin duda, es otro
leñazo diplomático que recibe el gobierno militar-cívico de Venezuela, que
profundiza su aislamiento y evidencia el rechazo que su conducta
antidemocrática interna tiene en la comunidad internacional.
Basta ver las
declaraciones de los cancilleres de los países fundadores de ese bloque
comercial, para confirmar las reales razones de tal sanción vergonzosa, que se
viste de incumplimiento de compromisos formales asumidos, a pesar de las
interpretaciones incongruentes y hasta contradictorias que se emiten.
Ciertamente, el
gobierno venezolano ha sido un irresponsable al no hacer lo que debía en
materia de aprobación de un amplio número de normativas exigidas por el ingreso
al proceso integrador.
Eso se explica por
su ignorancia de lo que implicaba tal incorporación en términos de obligaciones
contraídas y a la dejadez gubernamental ante ellas. Desde el 2012, la Asamblea
Nacional controlada por el chavismo debió asumir parte de la tarea y no la
cumplió. El Ejecutivo tampoco hizo lo que le correspondía. Contaban con la
vista gorda cómplice de los gobernantes amigos que tolerarían tales
infracciones.
Por supuesto, hay
una razón más de fondo, y es el motivo que llevó a Chávez a buscar la adhesión
a Mercosur, que en nada se relacionaba con los principios económico-comerciales
de ese bloque, sino con una visión político-ideológica. De allí que la
negociación, en mucho, improvisada, no se haya realizado a partir de los
naturales presupuestos de toda tratativa sobre la materia. Sólo importaba
meterse en un “club” en el que estaban unos líderes que compartían un mismo
plan geopolítico para Suramérica.
En su enfoque estatista
disparatado, Chávez sólo ofrecía petróleo y los productos de las empresas del
Estado. El sector privado no iba a jugar papel alguno; de hecho, no fue
consultado para tomar la decisión de ingresar al bloque.
Chávez desdeñó el
hecho de que las economías de los otros países se comportaban de otro modo,
respetando las reglas básicas de mercado, a pesar de las orientaciones
ideológicas de sus amigos gobernantes. Creía que un modelo de economía
colectivizada podría convivir con economías que aceptan principios de libre
competencia capitalista.
La chapuza en lo
de Mercosur, como en todo lo que hace el gobierno chavista, se exteriorizaría
en cualquier momento. Y éste llegó cuando cambiaron los gobiernos en el entorno
mercosuriano, coincidiendo con una ralentización y/o estancamiento del bloque
comercial, que comenzaba a demandar nuevas orientaciones y una apertura al
mundo, frente a las que el gobierno venezolano no es más que una rémora que
podría empantanar las iniciativas que se adelantaran, sobre todo, cuando él se
ha autoexcluido de las negociaciones en marcha.
No obstante, para
Venezuela, el Mercosur comercial significa hoy muy poco bajo las condiciones
internas presentes. Estar o no allí, daría lo mismo. No hace falta ser miembro
de Mercosur para vender lo que vendemos o comprar lo que compramos, en las
condiciones que vive nuestro país.
Que haya cesado el
ejercicio de nuestros derechos -sea lo que sea que esto signifique para los
políticos y juristas intérpretes- mientras no se cumplan ciertos requisitos,
nada quita ni pone al estado “vegetativo” actual del país dentro del bloque, a
su irrelevancia en su seno.
Por lo demás, si
nos atenemos a los insultos y maltratos de Maduro y su canciller de cara a los
gobiernos de Mercosur, pareciera que no tienen interés alguno en enmendar los
errores, a pesar de las grotescas, impropias y ridículas declaraciones en que
manifiestan que nadie los sacará del bloque, cuando en los hechos estamos fuera.
Quizás sea ésta
una oportunidad para renegociar nuestra participación allí. Claro, ya sería con
otro gobierno, que sostenga una visión muy distinta sobre cómo debe
relacionarse el país en los espacios económicos globales, más en sintonía con
las grandes tendencias comerciales imperantes. Porque el que tenemos no
comprende lo que es la dinámica del mundo de hoy, ni tiene la capacidad para
adelantar políticas que en lugar de rezagarnos o empobrecernos como sociedad,
dé impulso a nuestra economía, colocándola en un sitial que le permita crecer y
producir competitivamente de manera sostenida, todo en función de un amplio
bienestar social.
EMILIO NOUEL V.
emilio.nouel@gmail.com
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