Desde hace un tiempo, amigos de fuera de Venezuela me han
hecho una pregunta que hoy pareciera que pretende responder el sacerdote Luis
Ugalde.
En varias ocasiones, este año, me han solicitado una opinión escrita
(artículo) sobre si no se avista en horizonte del país y en la institución
armada una suerte de Wolfgang Larrazábal que propicie una salida de la tiranía
militar-cívica que hoy desgobierna a Venezuela, e inicie un proceso de recuperación de la democracia.
Como sabemos los venezolanos de mayor edad, y lamentablemente
lo desconocen millones de jóvenes hoy, Larrazábal fue la figura que encarnó
públicamente, desde la institución militar, el derrocamiento del dictador Pérez
Jiménez el 23 de enero de 1958. A partir de entonces se inició el período de la
democracia civil en nuestro país, la que en los últimos 3 lustros ha pretendido
desmontar una banda mafiosa, ignorante y corrupta, revestida de una retórica supuestamente
liberadora, pero que en esencia es la barbarie autoritaria fascista en acción.
Mi opinión, dentro de las limitaciones que tengo respecto de
cómo se bate el cobre realmente entre los milicos, ha sido que tal personaje militar
con liderazgo y mando suficiente no lo veo, aunque el repudio al gobierno a lo
interno de esa institución, me atrevo a afirmarlo, debiera ser el mismo que
vemos en el 80% y más de los venezolanos. Del desastre económico, las
arbitrariedades y el latrocinio, sin mencionar otros delitos en que estén presuntamente incursos ciertos oficiales de alto rango, son víctimas también los militares y sus familias.
Según Ugalde, esta nueva versión de “Larrazábal” debe estar
en algún lado, y como la original, sería obviamente desconocida por los
venezolanos de a pie, en la actualidad.
En una institución militar que los entendidos dicen que está
descoyuntada e ideologizada, con cadenas de mando poco claras, mediatizada por
los cubanos, y en la que los tradicionales principios de mérito, conocimiento
técnico y disciplina han sido sustituidos por la lealtad perruna a un grupo de
poder político, valdría la pena preguntarse qué tipo de “Larrazábal” redivivo
podría revertir y superar esa situación a lo interno de las fuerzas armadas y
encabezar y/o propiciar un gobierno de transición como el que Ugalde propone.
Tiene razón el jesuita cuando afirma que un gobierno distinto
al que está destruyendo a Venezuela debe contar con el respaldo de la fuerza
militar, y que uno sin este último duraría muy poco.
Es atinado también Ugalde en el conjunto de medidas que
estaría obligado a tomar un eventual gobierno de transición.
Quien escribe esta líneas lleva en su ADN un rechazo profundo
a todo gobierno militar y con más razón, a uno militarista como el que padecemos.
Soy muy escéptico al respecto, y desconfío de militares en funciones de
gobierno. La Venezuela actual es prueba fehaciente de la chapuza gubernamental
más estruendosa de aquellos.
No obstante, entiendo las realidades de la política y sus imperativos,
más allá de las preferencias y reservas personales.
Con todo y sus grandes defectos apuesto al liderazgo civil
que nos hemos dado en esta lucha casi agónica e interminable. Estoy consciente
de las fallas, algunas de bulto, que nuestros partidos políticos han tenido y
tienen.
No ha sido fácil trabajar unidos en el rescate de las
libertades y la democracia. Tengo mis dudas sobre si la pluralidad de opiniones
e iniciativas libérrimas en el seno de la unidad de las fuerzas democráticas, sea
una virtud a reivindicar bajo las circunstancias que vivimos. Sin Unidad de
estrategia y de acción, sin férrea disciplina de sus dirigentes, sin un único discurso y sin poner de
lado las ambiciones parciales, será muy difícil salir del hueco en el que
estamos hundidos.
Sólo aspiro a que aquellos fallos de la Unidad sean corregidos
sobre la marcha, y a la brevedad.
Ugalde ha reiterado un planteamiento que debe ser valorado,
pues implicaría adoptar una clara política de largo plazo y coyuntural hacia un sector de nuestra sociedad con
el que hay que contar, pero desde una visión de sociedad en la que la
institución militar tiene un papel importante de seguridad que cumplir, que no
es el de gobernar, toda vez que esta función corresponde en todo país civilizado
y moderno, al poder democrático civil.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
No hay comentarios:
Publicar un comentario