CATASTROFISMOS Y EL MUNDO POSIBLE
Obviamente, si lo ves, por ejemplo, desde las ruinas y las
calamidades inconmensurables de una ciudad como Aleppo, el mundo es una
desgracia, un fracaso, y pocos motivos habría para pensar el futuro con
optimismo.
Y ciertamente, tenemos al frente de nosotros, en general,
situaciones sociales en el planeta muy lamentables, que demandan remedios
urgentes.
Los pesimistas contribuyen mucho a profundizar un entorno
desesperanzador, cuando siempre subrayan lo peor, y en el mejor de los casos, los
vasos medio vacíos.
Los demagogos y populistas, desde sus intereses políticos
particulares y cálculos electorales,
resaltan en todo momento lo malo, y hasta enormes mentiras fraguan, todo
con el objetivo claro de tomar el poder a como dé lugar. Trump es el ejemplo
más reciente, y ni hablar de los lideres de países en los
que hay elementos reales para alimentar la retórica apocalíptica. Los que hoy
gobiernan a Venezuela llegaron al poder inventando o exagerando los problemas que nadie negaba.
No obstante, puede afirmarse que el mundo, en general, no
está peor que antes como los agoreros y catastrofistas gustan de echarnos en
cara. Y no es verdad que todo tiempo pasado fue mejor.
In the long run, si a las cifras duras nos
remitimos, el panorama no es tan sombrío como hace 100 años o más, a pesar de
que persisten asuntos graves que requieren soluciones.
Se ha pretendido
atribuir a la interdependencia global -la globalización- casi todos los males
que hoy padece el mundo. Claro, ella no es un lecho de rosas. Como la vida,
tiene sus retos amenazadores, duros
obstáculos a superar, pero en su mayoría predominan los aspectos beneficiosos,
que sólo hay que potenciar, contrarrestando o minimizando los que puedan perjudicarnos, en tanto
que país, empresa o individuo.
Malas noticias siempre hay y las habrá. Situaciones tristes y lastimosas
observamos en muchas regiones del mundo. Sin embargo, estamos convencidos de
que ellas no son tanto por causa exclusiva de la globalización como de
condicionantes internos a los países, de las erradas políticas gubernamentales, entre otros factores.
Recientemente fue publicado un cuadro comparativo entre
los comienzos del siglo XIX y la actualidad, sobre 6 aspectos sociales: pobreza
extrema; educación básica; alfabetismo, democracia, vacunaciones y mortalidad
infantil. La conclusión es que el mundo ha avanzado y mejorado sustancialmente
en esos rubros. De ellos, el más rezagado en términos relativos, es el de la
democracia.
Aún, no hay duda, debemos avanzar en esos campos y muchos
otros.
Graves e ingentes problemas requerirán de muchos esfuerzos de
los gobiernos del orbe. Sólo la cooperación y la integración estrechas entre
ellos tienen la capacidad de propiciar con mayor celeridad su resolución. Sin amplio diálogo e intensa
confluencia en la acción, los caminos no se abrirán y la aplicación de los
correctivos se demorarán.
Nuestro planeta tiene ante sí
grandes desafíos: ideologías políticas siniestras, terrorismo, tribalismos nacionalistas
exacerbados, enfermedades, proliferación de armamentos de destrucción masiva,
delincuencia transnacional y los derivados del comercio ilícito, los cuales,
para enfrentarlos, exigen de los países vías de concertación efectiva. Es probable que esta
visión consensuada y compartida se logre, principalmente, entre grupos de
países que estén dispuestos a asumir de forma realista la cooperación como
medios para ello. Solo queda esperar que un número creciente de ellos se
incorpore de manera decidida a esa tarea impostergable.
En nuestro hemisferio, a pesar de las frustraciones y
desencuentros, pueblos, organizaciones y líderes que hacen vida en él tienen
una grave responsabilidad. Se ha construido por décadas una institucionalidad
que persigue el entendimiento entre los países, la unión económica y la paz, y
aunque adolece de insuficiencias y fallas, es menester superarlas con sentido
de responsabilidad y no con afán destructor, toda vez que hacia adelante no hay
más que un futuro juntos. “Todos somos
americanos”, Obama dixit.
Por los siglos de los siglos
vamos a convivir, más allá de las diferencias, de allí que la supresión de las
confrontaciones inútiles, el trafico de ideas y el incremento del intercambio económico
sean las claves de un porvenir provechoso.
Popper dijo una vez que “El optimismo es un deber y el
futuro está abierto”.
Aquí no aludimos a un optimismo al margen de las realidades, a fantasías irrealizables.
Aquí no aludimos a un optimismo al margen de las realidades, a fantasías irrealizables.
Y más allá de aquel ‘deber’, hay
cifras reales confiables que nos indican que el mundo va dejando atrás sus
males. Que un mayor número de personas accede a estándares superiores de salud, educación y tecnologías.
No se trata de
estar conformes ni de entregrarse a una vida inerte en espera de que un
supuesto curso inexorable de la vida conducirá a un mundo más habitable para todos.
Pero tampoco debemos permitirnos caer
en el nihilismo absoluto, y ser presas fáciles de los catastrofistas, a quienes
nada les acomoda y se niegan a reconocer los progresos concretos del ser
humano, inmersos como están en utopías insensatas y en la búsqueda de mundos
perfectos imposibles, que conducen a infiernos sociales, éstos sí, muy reales.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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