En días pasados asistimos a un conversatorio organizado por el think tank venezolano, Grupo Ávila, en
el que se hizo una primera aproximación evaluativa del triunfo de Trump y
sus posibles repercusiones en nuestro entorno más cercano.
Los tres ponentes, destacados especialistas venezolanos en el ámbito internacional,
hicieron unas excelentes presentaciones, cada uno desde distintas perspectivas.
Cualquier observador de la realidad internacional se habrá percatado sin
mayor dificultad de la avalancha de opiniones vertidas en los medios globales,
que expresan desconcierto, incertidumbre e incógnitas sobre cuál será el
comportamiento del nuevo mandatario norteamericano.
Las consecuencias no son fáciles aún de prever en toda su magnitud,
habida cuenta de las declaraciones contradictorias emitidas por el personaje
principal de esta trama, sobre cruciales asuntos económicos, políticos y de
seguridad que preocupan a todos.
Unas preguntas que debemos hacernos de arrancada son las relativas a los
lineamientos de la política exterior de Trump que en lo sucesivo adelantará.
¿Cuál será realmente su agenda prioritaria? ¿Hasta dónde llegará el
ensimismamiento -el llamado aislacionismo- que se desprende de su retórica?
¿Será posible concretarlo? ¿en qué términos?
El rol decisivo que hasta ahora ha jugado EEUU en el mundo ¿se
reducirá? ¿Se podrá sustraer de sus responsabilidades e intereses
globales, así nomás? ¿A cuál de las tradiciones en política exterior
norteamericana se adscribirá Trump, o implantará una nueva doctrina?
Es conocida la clasificación que ha hecho Walter Russell Meade acerca de
las distintas visiones que han estado presentes en la conducta internacional de
EEUU a través de su historia. Jeffersonianos,
Hamiltonianos, Jacksonianos y Wilsonianos. Y no debe olvidarse que
George Washington en cierta ocasión dijo: “La gran regla de conducta para nosotros respecto de
las naciones extranjeras es, a la vez que extender nuestras relaciones
comerciales, tener con ellas tan poca relación política como sea posible.".
¿En cuál de aquellas tradiciones se inscribirá el gobierno de Trump?
¿En cuál de aquellas tradiciones se inscribirá el gobierno de Trump?
Porque una cosa es el Trump de la retórica electoral, el que carece de
experiencia de gobierno y militar, y otra lo que será su ejecutoria en la Casa
Blanca.
¿Será jacksoniano y en tal
sentido, Trump, en tanto que populista como Jackson, seguirá la idea de que el objetivo más importante de todo gobierno
norteamericano es el de lograr como prioridad, la seguridad física y el
bienestar económico del pueblo estadounidense, privilegiando los valores
nacionales y el honor patrio, y viendo la política como un asunto más de
instintos que de ideologías, “un conjunto
de creencias y emociones que uno de ideas”?
Esta visión muy popular en los ciudadanos de a pie
norteamericanos, que no en las elites cosmopolitas, ha hecho pensar a algunos
en que Trump se ubica en esta tradición.
“El patriotismo jacksoniano es una emoción,
como el amor a la familia de uno, no una doctrina. La nación es una extensión de la familia”, ha afirmado Meade. Los
de esta escuela creen que es natural e inevitable que la vida y la política
nacionales operen bajo principios distintos a los que predominan en los asuntos
internacionales.
Para ellos, la
comunidad internacional por la que los wilsonianos
trabajan, es una “imposibilidad moral,
una monstruosidad moral”.
La consecuencia
lógica de esta visión de cara a un mundo es que EEUU esté permanentemente
vigilante y fuertemente armado. Así, esta perspectiva concede poca importancia
al derecho internacional, y prefiere la regla de la costumbre al derecho
escrito.
Recordemos que Andrew
Jackson fue quien reconoció en 1837 a la República de Texas, que luego pasó a
formar parte de ese país, y consideró al Banco Nacional una institución
anticonstitucional y antidemocrática, porque privilegiaba a unos pocos frente a
la mayoría. ¿Estamos hoy
ante un posible “neojacksoniano”?
Aunque es muy
temprano para saber por “dónde irán los
tiros” en esta materia, como en otras, me inclino a pensar que para Trump
será harto difícil recoger velas en el campo de una economía profundamente
globalizada. Factores estructurales se lo impedirían. Y es muy probable que
gran parte de sus promesas en este campo sean incumplidas.
Obviamente, wilsoniano
no será, ni sentirá la obligación moral de éstos de proyectar al mundo
los valores democráticos norteamericanos, aunque no podrá hacerse de la vista gorda frente a los compromisos de mayor peso adquiridos por su país en los
organismos multilaterales en relación con los temas de democracia y derechos
humanos.
Su discurso de campaña electoral conectó con los valores jacksonianos presentes en la sociedad estadounidense, pero albergo muchas dudas de que lleve a la práctica una política exterior en estilo puro o de remozado jacksonianismo.
Su discurso de campaña electoral conectó con los valores jacksonianos presentes en la sociedad estadounidense, pero albergo muchas dudas de que lleve a la práctica una política exterior en estilo puro o de remozado jacksonianismo.
Por lo demás, EEUU nunca en su historia estuvo
aislado del mundo, volcada sobre sí misma, como a veces se afirma. Incluso
antes de su independencia, estaba vinculado al mundo en lo comercial y dependía
del comercio exterior. Luego de ese hecho, llevó adelante la consecución de
principios de lo más hamiltonianos en
materia de intercambio mercantil con el exterior. “No sea, no
ocean, no strait should be closed to American ships” era el lema. Su política expansionista territorial es prueba de
su presencia internacional durante el siglo XIX y más allá. Obviamente, fue a
partir del final de este siglo que su presencia mundial se agranda para más
adelante convertirse en la primera potencia. Será muy cuesta arriba que Trump
se aparte de la política de los hamiltonianos,
los cuales se han concentrado siempre en la búsqueda de una integración a
la economía global en los mejores términos en función de los intereses y
las necesidades de su país.
Lo más probable es que el gobierno de Trump y éste,
como hombre pragmático que es, combine las distintas tradiciones en política
exterior de EEUU, de acuerdo a cada circunstancia que enfrente, sin olvidar que
hay unos factores estructurales e institucionales, incluidos los poderes
fácticos, que lo meterán en cintura, lo cual hace augurar desencuentros que en
no pocos momentos harán difícil su performance
gubernamental, habida cuenta del país prácticamente polarizado que ha resultado
de la contienda electoral.
EMILIO
NOUEL V.
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