El gobierno venezolano, en su caída acelerada en barrena,
tanto en lo nacional como en lo internacional, no deja de aparecer mezclado con
malas noticias. En este caso, la crisis de Mercosur y él como ingrediente
adicional de agravamiento.
Está fresca en la memoria la forma ilegal como el gobierno
logró meter a Venezuela en ese bloque comercial. Fue también un capricho de un
gobernante y producto de un contubernio con sus amigos político-ideológicos, no
de un análisis responsable y adecuado de las conveniencias económicas para
nuestro país.
Mucho menos lo fue de una evaluación abierta y participativa
de todos los sectores patrios que serían afectados por tales compromisos de
envergadura. Fue la voluntad de un autócrata, no la de un país.
Asimismo, estaba claro entonces como ahora que la filosofía
económica que subyacía a ese bloque comercial era contraria a la de Chávez. Pero
ese asunto lo tenía sin cuidado, era una apuesta geopolítica que desdeñaba
aquella visión de libre comercio, típica de todo modelo de mercado capitalista.
Es un hecho que Chávez, en su voluntarismo frenético, buscaba
incidir en aquella orientación, valido del poder financiero petrolero. Esa
pretensión no la escondía. No había ingresado aún cuando ya planteaba la
necesidad de transformar a Mercosur en un instrumento más político que
comercial, utilizando demagógicamente la expresión “más social”.
En ese planteamiento estaba la esencia de la perspectiva del
Foro de Sao Paulo. Para éste, como escribió Julio Gambina, “el
problema a resolver es el de organizar otra integración: la de los pueblos y
que tiene como punto de partida la resistencia a la integración neoliberal,
tanto regional, continental, como global. Es el camino que se trazó en el Foro
Social Mundial”.
En el fondo, era la misma propuesta
de Heinz Dieterich, quien propugnaba un “Nuevo proyecto histórico” para
la ‘Patria Grande’ que implicaría la formación de un “Bloque Regional
de Poder desarrollista” que estaría operando desde Brasil,
Argentina, Cuba, Nicaragua, Ecuador y Venezuela, y el cual, según él, sería la
única estrategia económica viable para los pueblos de América Latina “para
neutralizar del poder expoliador del capital financiero”. En este
curso de acción se incluía la constitución de una línea aérea, una industria
naviera, una transnacional bio-farmacéutica y una industria energética integrada.
El proyecto de Dieterich apuntaba
a conformar un bloque de poder que enfrentaría a ‘la integración económica neoliberal’, y a abrir paso a una “alternativa
sistémica”, basada en el “paradigma científico universal del socialismo
del siglo XXI”, adaptado a las condiciones de América Latina.
Chávez dirá: “Ese modelo
neoliberal no puede ser la base ni el marco para nuestros modelos de
integración. No puede ser, es imposible que nosotros pongamos por delante para
integrarnos, a la economía”.
A partir de esta manera de ver las cosas, la política
adelantada por el gobierno militarista chavista, iría a contravía de lo
sustantivo del régimen económico-comercial mercosuriano, de sus fundamentos
conceptuales.
Y hoy sigue siendo así. Si no, no se podría entender cómo un
gobierno cuyo país forma parte de un bloque comercial, se excluye a sí mismo de
una negociación comercial tan importante como la que se lleva con la Unión
Europea. Si no, no se comprende cómo, desde que ingresamos de forma espuria, no
ha habido ningún interés por poner en vigencia cientos de normas obligatorias,
a pesar del compromiso de hacerlo en un plazo preestablecido. (Por cierto ¿Qué
hizo la anterior Asamblea Nacional para cumplir con esa obligación?)
Toda esta dejadez, indolencia, que sólo se explica por la
poca importancia que el militarismo autoritario que desgobierna a Venezuela
confiere a Mercosur, no puede tampoco hacer olvidar el tema de las violaciones
constitucionales y a los DDHH, que las normas de ese bloque condenan.
Por tanto, no le falta razón a los gobiernos de Mercosur
cuando dudan o se oponen a entregar la presidencia pro témpore al venezolano.
¿Qué papel puede jugar este último en beneficio de los países
miembros cuando ha mostrado tales inconsistencias respecto de los cimientos
primordiales del proyecto mercosuriano?
No se trata sólo de una visión económica contraria, es
también un régimen que en lo político se aparta de los valores democráticos, que
infringe la cláusula democrática.
No está de acuerdo con el libre comercio y se comporta en los
hechos como una dictadura militar.
¿Qué dice, por ejemplo, respecto de la necesidad de adecuar
Mercosur a las realidades económicas mundiales actuales?
Hasta ahora, nada.
¿Qué hace entonces allí el gobierno venezolano?
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
1 comentario:
La situación actual en que opera la empresa privada en Venezuela, no es la más propicia para importar, ello en el supuesto de que estuviesen “produciendo” lo suficiente, debido a la abismal e impublicable inflación, la sobrevaluación de la moneda, el desplazamiento del sector privado por parte del sector público, lo que se traduce como una clara intromisión pública a la economía, súmele además, la imposición de que un 70% de sus ingresos en divisas deben ir sin derecho a pataleo al BCV a una tasa extremadamente inferior a la tasa de equilibrio del país. No existe una lógica económica que responda ¿qué puede vender Venezuela en el MERCOSUR? Bueno mi estimado profesor, en ocasión a su pregunta, se me ocurre que el gobierno venezolano, podría aprovechar que está allí, para distribuir y comercializar alimentos y productos de primera necesidad, a través de los CLAP, a Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, a ver cómo nos va! Después de todo, algo tenemos que importar.
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